Acabo de leer el que posiblemente sea el libro más revolucionario sobre estrategia militar que existe. Pero Sun Tzu y Clausewitz pueden estar tranquilos en su pedestal: no es un libro que marque una nueva ortodoxia sobre la guerra de 4ª generación que les deje obsoletos. No, es revolucionario porque cambia totalmente el objetivo del juego: lo interesante, lo inteligente, no es ganar. Tampoco la paz. Es... PERDER.
En realidad, es un libro de humor. O quizá no del todo. La primera parte del libro es totalmente subversiva. Trata de borrar esa asociación de milenios entre guerra y propósito de victoria. ¿Lo consigue? Me temo que no, porque aunque está curiosamente documentado, las argumentaciones carecen del rigor suficiente. Al fin y al cabo, es un librito breve, de un “amateur” –si no, sería imposible tamaña herejía – y sin grandes pretensiones formales. (Por otro lado, está mejor fundamentado que muchas teorías de gestión de algunos famosos gurús, así que el lector de Management no se escandalizará). Aún así, te deja con la mosca detrás de la oreja. El autor mismo reconoce que arrancó en broma, pero que al documentarse empezó a dudar. Este puede ser el motivo de que su estilo oscile entre la sátira (al estilo del mejor humor británico) y el manifiesto.
Una cosa es cierta: tanto en el caso de los militares, como en el de su países, bastantes veces ha resultado mejor, a la postre, perder que vencer. Ejemplos clásicos serían los milagros económicos de la posguerra alemana y japonesa. Él lo explica con lo que llama “el poder de la sumisión” y cierto desencanto que sufren los países vencedores combinado con la carga de sus nuevas responsabilidades.
La segunda parte es la práctica, y es más divertida que la primera. La derrota no es un objetivo fácil, requiere disciplina y habilidad. Conviene esmerarse más que el enemigo en estas cuatro habilidades:
- realizar una mala política exterior
- arruinar una economía próspera
- desunir una sociedad unida
- preparar al ejército para la derrota
En toda esta parte “empeorar” es tener éxito, ya que estamos en clave de “búsqueda de derrota”. Curiosamente, esta artimaña mental parece ayudar a entender mejor las decisiones que han llevado a algunos desastres bélicos (o sea, al “éxito”), pues hilan mucho mejor si piensas que son premeditadas. Aquí puede haber una herramienta de estudio de potencial desconocido, que me resulta fácil extrapolar a la estrategia empresarial. ¿Cuántas veces no habremos dicho “ni a propósito podrían haberlo hecho peor”?. Eso, y la navaja de Occam, siembran más la inquietud que los argumentos de la primera parte. ¿Será mejor perder, aunque sea a veces?, ¿Ocurrirá - a veces - que se lucha por perder y sólo algunos lo saben?
Teorías conspiratorias aparte, el libro finaliza tratando del “cierre”. Así, explica cómo recuperarse si se consigue una victoria accidental. Rendirse o retirarse no es tan fácil como parece, conviene ensayarlo. Esta es una de las partes más surrealistas del libro, en la que llega a explicar cómo construir una bandera blanca a partir de cinco banderas nacionales de EE.UU. (aunque creo que el método expuesto permite mejoras).
En fin, no contaba esto para recomendar el libro, sino porque la idea de una "estrategia para la derrota" me ha sacudido. Pero lo cierto es que el libro es fácil de leer (145 p.), gasta un humor del fino y casi sirve, a su pesar, de introducción a la estrategia militares. En una advertencia inicial el autor advierte que no admite responsabilidades si un uso erróneo de las estrategias del libro conducen a la victoria. Por mi parte, declino toda responsabilidad si el libro os funciona y luego no os gusta perder.
El libro es “Cómo perder una guerra y por qué”, de Shimon Tzabar.
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