Por Eliana Largo | |
EN DEBATE | |
Responsabilidades y Transantiago | |
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Termina 2007 y los medios copan sus espacios comunicacionales desde hace un buen tiempo con el malhadado asunto del Transantiago.
Sabiendo de la seriedad y gravedad del problema del transporte público en la capital -que ha repercutido en la calidad de vida de cuando menos seis millones de personas que lo usamos a diario-, su tratamiento y la persecución política de responsabilidades desde la comisión investigadora de la Cámara más pareció una pelea encarnizada de jaurías que se disputaban fieramente un preciado hueso electoral. ¿Cómo no verlo así, habiendo tantísimas situaciones de atropello grave de los derechos fundamentales de las personas que, sin embargo, se olvidan rápido o se convierten en parte habitual del paisaje?
Por ejemplo: ¿Hay o no hay alguna responsabilidad política en quienes se oponen a las modificaciones laborales y legislativas que se traducirían en una más equitativa distribución de los ingresos? ¿Acaso importan los millones de personas que sobreviven, como siempre, con sueldos de hambre y que aportan día a día con su fuerza de trabajo a reproducir la lógica del mercado, que favorece a una minoría? ¿Cuál es el presupuesto empleado cada año en publicidad, en propaganda comercial, que pagan las mismas personas adquirentes de los servicios y los productos? ¿Y cuál el destinado a las Fuerzas Armadas? No son las personas quienes están en primer lugar.
Y otro ejemplo que concierne a todos: cuando el Servicio Médico Legal dio a conocer a comienzos de 2006 los errores respecto de la identificación de decenas de detenidos desaparecidos, se instituyó una comisión en la Cámara de Diputados para investigar las causas y las responsabilidades involucradas en un servicio público que depende del Ministerio de Justicia y que no tenía -y entiendo no tiene hasta hoy- la acreditación necesaria para la delicada labor que debía realizar. ¿Por qué quedaron libres de polvo y paja Soledad Alvear y José Antonio Gómez, quienes fueron ministros de Justicia en el período durante el cual el SML se abocó a realizar tales identificaciones, incluido el ex Presidente Lagos con su frase reiterada, "las instituciones funcionan"?
¿Por qué los parlamentarios -y más aún los de derecha- no montaron en cólera por lo horrible de un asunto que afectaba no sólo a quienes estuvimos obligados a vivir un hecho tan traumático, sino al país completo debido a su relación directa con un pasado de derechos humanos no debidamente saneados? ¿Acaso es menos grave esto del SML que el problema del Transantiago? ¿Acaso está solucionado?
Está claro que los medios de (in)comunicación en su mayoría se hacen parte de la agenda que algunos sectores imponen -para eso son sus dueños- y de paso contribuyen a autoestupidizarse y a estupidizar a un país entero. ¿De qué responsabilidades políticas me hablan? ¿Qué valores o intereses están en juego? ¿Cuándo y por qué? Habría que hacerse más de un par de preguntas cada vez.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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