Lunes 09 de Marzo de 2009
Cambio de aire
¡Qué bien nos hace cambiar de aire! Si es cosa de ver los rostros sonrientes de quienes regresan de vacaciones con sus almas abiertas a contemplar la belleza de un paisaje, apreciar una cultura diferente o echar una mirada hacia la vida interior.
¿Y a Chile, no le habrá llegado la hora de un cambio de aire en materia política?
Pareciera que sí. Que por primera vez desde el año 1989 una mayoría de los chilenos podría elegir un Presidente que no sea de la Concertación. Son muchos los que dejaron atrás el entusiasmo, hace tiempo ya, y ahora pierden también la confianza en la coalición gobernante. Si bien la última encuesta Adimark muestra un repunte en la evaluación de la Presidenta, el Ministro Velasco y el manejo de la economía, la aprobación a la Concertación llega sólo a 21,2 % en febrero, muy similar al apoyo a la Alianza. En la última encuesta El Mercurio-Opina, tomada en febrero, los chilenos manifiestan su preferencia mayoritaria por Sebastián Piñera y se revela un escaso crecimiento de Eduardo Frei, que en otros sondeos puede calificarse incluso de estancamiento. Una situación así nunca se había dado a nueve meses de la elección.
Algunos han dicho que la Concertación ha sido la coalición política más exitosa de la historia de Chile. Cabe admitir, al menos, que cumplió con eficiencia la tarea de realizar una transición pacífica y ordenada desde el gobierno militar al orden democrático. Consolidó de paso el modelo económico cuyas bases se habían construido en los setenta y ochenta, introduciendo por cierto correcciones que afortunadamente nunca alteraron sus fundamentos.
Los gobiernos, desde 1990 a la fecha, contaron con el apoyo de la mayoría de los chilenos porque fueron capaces de manejar con bastante destreza los desafíos que impone la administración del poder y que están en la esencia misma de la política. Hay una delgada línea, un equilibrio a mantener, entre el Gobierno visto como un medio para servir a las personas y el mismo concebido como un instrumento para beneficiar a quienes detentan el poder. Ambos objetivos están presentes en la política, pues el segundo, más prosaico y menos idealista, permite contar con personas que dedican su vida a esta actividad.
Dado que la forma de llegar al poder en democracia es obtener votos, los políticos tienen que convencer a los electores que gobernarán en beneficio de ellos; eso es lo esencial. Si en el camino se desvían algunos recursos que favorecen a las maquinarias partidarias, ello se tolerará en la medida que sea una cuestión marginal. Pero cuando se pierde el equilibrio, y la gente percibe que quienes ocupan el poder no están allí para servir, sino que llegan al gobierno principalmente para servirse de él, se pierde la confianza.
Y eso es lo que ha ocurrido tras dieciocho años de gobiernos de la Concertación. Ya no están los mejores dispuestos a ocupar cargos públicos; es el tiempo de los operadores, de los jefes de gabinete. ¿Se han fijado en la proliferación de jefes de gabinete? ¡Si cualquier funcionario de rango menor tiene ahora uno! Y en medio de tanto operador, una ausencia brutal de liderazgo.
Porque allí en definitiva está el quid de la cuestión. No hay liderazgo en la Concertación, no hay proyecto en la Concertación; excepto mantenerse en el poder.
Y por eso no es casualidad que sea Eduardo Frei su más probable abanderado. Su candidatura refleja, descarnadamente, sin tapujos, la ausencia de un proyecto. No son los ideales humanista cristianos los que pretenden gobernarnos, no es un proyecto de modernización del Estado, ni un sueño de país; es esta suerte de subasta de propuestas, unas populistas, otras inútiles, unas funcionales a este grupo de interés y otras a aquel. Nada como para entusiasmar a los chilenos. ¿Lo habrá tenido en mente quien organiza cumpleaños tan concurridos de Ricardo Lagos?
¿Y qué pasa entretanto en la vereda del frente? Los partidos de la Alianza parecen estar unidos, más que nunca antes, postergando el cálculo pequeño en aras de un objetivo mayor: obtener el poder. Y lo quieren por dos razones: porque piensan que tienen una propuesta mejor para Chile y porque hay toda una generación de dirigentes en Renovación Nacional y la UDI que tiene su última oportunidad en política. Si no ganan ahora se van para la casa y quienes los sucederán ya han asomado tras ellos, pidiendo su espacio.
Por supuesto este panorama no garantiza un triunfo de la oposición en las próximas elecciones presidenciales. La desafección con la Concertación no se ha traducido aún en un apoyo claro a la Alianza. Hay mucho trabajo por delante y un factor que será clave: el candidato. ¿Es Sebastián Piñera el hombre indicado para ganar en diciembre? Ya habrá tiempo para hablar de ello.
Rodrigo González Fernández
DIOPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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