En la fotografía, mi muñeca luciendo dos dispositivos dentro de la categoría de los denominados wearables: un relojPebble y un Fitbit Force.
El experimento, en realidad, solo duró un rato: el suficiente para darme cuenta de que llevar ambos en la misma muñeca era sumamente incómodo. Cambié el Fitbit a la mano derecha, reajusté su sensor en posición "mano dominante", y listo. Pero la prueba me hizo darle vueltas a una cuestión curiosa: los límites entre dispositivos en un terreno tan interesante como nuestro cuerpo.
El smartwatch, tras varios meses de uso – el mío es la primera edición lanzada en Kickstarter, y se aprecia ya en él un cierto nivel de deterioro – se ha consolidado en un modelo de uso casi permanente: me lo quito por las noches y para ducharme, no por demanda de carga, que he llegado a hacer durar hasta seis días gracias fundamentalmente a su austera pantalla de tinta electrónica, sino por comodidad: no quiero que me despierte la vibración de un correo electrónico en mi muñeca en medio de la noche. A lo largo del día, lo miro por supuesto para ver la hora – se muestra en todo momento, y si hay poca luz, basta una sacudida de la muñeca para que se retroilumine convenientemente – y también para ver los correos electrónicos o SMS que me llegan o identificar las llamadas antes de sacar el teléfono del bolsillo. La verdad, muy cómodo, aunque te obligue a explicar a las personas con las que estás que no estás mirando el reloj porque tengas prisa, sino porque te vibra con cada correo electrónico. Pero decididamente un uso al que me he acostumbrado con plena normalidad.
El Fitbit Force lo tengo desde hace dos días. El monitor de actividad se ha convertido en una parte fundamental de mi control, al que debo el haber bajado unos quince kilos desde que lo empecé a utilizar hace algo más de año y medio sin haber tenido nunca sensación de estar a dieta, y llevar más de un año estabilizado en el peso que deseo tener. Anteriormente utilizaba el One, que no se lleva en la muñeca, sino colgado del cinturón o de un bolsillo, y mi experiencia anterior con el Flex, que también es formato pulsera pero sustituye el display por cinco pequeños leds que se iluminan a medida que se acerca el objetivo, no había sido buena: para una persona no acostumbrada a llevar una pulsera, la escasa información que me daba no justificaba la molestia de llevarlo en la muñeca. La marca pretende mantener productos en su gama para ambos usos, el llamado "clip" y la "wristband", y yo parecía claramente inclinado al primer formato. Es interesante reseñar también que mi uso del dispositivo ha ido variando con el tiempo: al principio, mientras mi objetivo era bajar peso, mantuve una disciplina prácticamente prusiana con cuestiones como introducir mi dieta y la cantidad de agua que bebía en la aplicación con total puntualidad. Desde que mi objetivo se limita al mantenimiento de mi peso y al control de mi actividad (unida al agradable incentivo que supone la gamificación, el competir con mis amigos para ver quién hace más pasos a lo largo de la semana), he dejado de controlar la ingesta de alimentos y agua, y me limito a un uso más relajado. Si mi peso se descontrolase, imagino que volvería al patrón de uso estricto inicial, pero espero no tener la oportunidad de contarlo :-)
La aproximación del Fitbit Force a la idea de monitor de actividad es diferente, porque incorpora undisplay de un tamaño pequeño pero suficiente, y además de mostrar las estadísticas habituales de pasos caminados, pisos subidos, kilómetros recorridos, calorías gastadas y minutos de alta actividad, la idea es que pueda ser utilizado como reloj. El problema en ese caso es que la hora no está permanentemente encendida y a la vista, es decir, requiere la pulsación de un botón para mostrarla, lo que hace el uso bastante menos conveniente (y de hecho, no he descartado volver al One cuando considere este suficientemente probado). Pero viendo un dispositivo al lado del otro en mi muñeca,smartwatch y monitor de actividad, me parece razonable pensar que ambos estén en un cierto "rumbo de colisión", y que lo normal sea que tiendan a luchar por sus funciones: o bien que lossmartwatch comiencen a incorporar acelerómetros tridimensionales e invadan progresivamente el terreno de los monitores de actividad, o bien que los monitores de actividad empiecen a asumir de funciones como el aviso de llamadas o correos electrónicos que actualmente caían en el terreno de lossmartwatches.
También me llama la atención la idea de "minimum qualifiers": para un reloj, tengo claro que lo mínimo que podemos aceptar es que su batería dure el día completo. Si trufamos el dispositivo con sensores y funciones de todo tipo, como es el caso del reciente Samsung Galaxy Gear, le ponemos una cámara, un micrófono y altavoz para poder hablar desde él en modo Dick Tracy, y una pantalla de LED a todo color, nos podemos encontrar con que hay días que llegamos a casa con la batería del reloj agotada y teniendo que extraer el teléfono del bolsillo para saber qué hora es, y por tanto, uno de los factores que seguramente esté detrás del 30% de devoluciones de producto que Samsung ha experimentado con este dispositivo. Con los monitores de actividad, el disqualifier para mí es claramente la sincronización: si me das un aparato dotado de Bluetooth 4.o que se sincronice con mi teléfono y me permita ver el progreso de mi actividad en cualquier momento del día, me tienes. Si tengo que esperar a estar frente a un ordenador para sincronizarlo, me pierdes. Igualmente importante me parece la cuestión de la precisión: cuando llevo un dispositivo de clip, mi impresión es que la medición es más precisa que con uno de pulsera. O bien el de clip subestima, o el de pulsera sobreestima – lo cual me parece más probable – pero noto claramente que a niveles de actividad aproximadamente constantes, llego más fácilmente a mi objetivo con los del segundo grupo (lo cual no es bueno, porque hace que me funcione menos como estímulo para incrementar mi actividad).
Me resulta muy interesante ver cómo se van definiendo las categorías en este nuevo terreno delwearable computing. El desarrollo de la misma y el avance que supone el Bluetooth 4.0 ha llevado a que sea lo más parecido a una red local caminante, o Personal Area Network: en todo momento durante el día llevo encima un smartphone y, conectados al mismo, un smartwatch Pebble, un monitor de actividad Fitbit y un auricular Jabra, todos ellos con dinámicas de carga perfectamente asumibles en una actividad normal (no tengo que estar especialmente preocupado por ninguno de ellos más allá de acordarme de llevar un cargador si voy a viajar en el AVE, que es un fenomenal devorador de baterías).
Como exploración de una categoría, una experiencia sumamente positiva.
(This post is also available in English in my Medium page, "Wearable computing: know your limits")
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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