En la década de los 50 España puso en marcha un ambicioso plan para producir potencia atómica
Desde que la ciencia desentrañó sus principales secretos ha sido vista primero como una fuerza destructiva sin precedentes, pasando después a convertirse en fuente inagotable de energía limpia hasta llegar al actual estado de fuerza de la naturaleza incontrolable.
Horrorizada por la capacidad de destrucción mostrada en Hiroshima y Nagasaki, la humanidad dio en un principio la espalda a la energía nuclear. Pero el temor a la potencia atómica pasaría a percibirse de otro modo a partir de 1953. Ese año, el presidente de EE UU, Dwight Eisenhower, pronunciaba frente a una recién nacida Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas su célebre discurso 'Átomos para la paz'. En él, Eisenhower abogaba por el uso pacífico de una energía sin límites y con sus palabras sumaba a la carrera nuclear con fines pacíficos a todos los países desarrollados.
La España de Franco ni siquiera esperó al pistoletazo de salida estadounidense para buscar una solución a la creciente demanda de energía que padecía España -se estima que a partir de 1951 el crecimiento de esta rondaba el 8% anual- y puso en marcha las investigaciones para hacerse con una tecnología que además podía dejar en sus manos el arma más potente jamás conocida. En 1968, el régimen ponía en marcha su primera central: la José Cabrera, más conocida como Zorita. Pronto la seguirían Garoña, Vandellós I...
España, como país importador de la tecnología, asumió la siguiente premisa: no se construiría aquí ninguna central en condiciones tales que no pudiera ser construida en el país de origen.
Primer accidente
El auge nuclear en el mundo y en España se vería frenado cuando una cadena de errores humanos causó en una central de Pensilvania un accidente que cambiaría una vez más la percepción de la energía nuclear. El 29 de marzo de 1979, el reactor 2 de Three Mile Island sufrió una fusión parcial del núcleo que aunque no conllevó consecuencias radiológicas graves sí que haría revisar todas las medidas de seguridad existentes hasta el momento. El temor a la magnitud de una posible catástrofe atómica haría acuñar una famosa frase: "Un accidente en una central nuclear de cualquier país es un accidente en todos los países". Pero las nuevas precauciones puestas en marcha no tendrían su reflejo en el bloque del Este. En 1986, también a causa de un cúmulo de errores humanos y de un deficiente diseño, la central de Chernóbil entraba en colapso. Sus consecuencias no pudieron ser más mortíferas, con miles de afectados y la radiación afectando a terceros países.
Ya antes del accidente en la central ucraniana Europa había adoptado unas medidas de seguridad que no vinieron sino a verse aún más reforzadas tras la tragedia. En el caso español, la llegada del partido socialista al Gobierno en 1982 supuso un giro de 180 grados en la política nuclear. Dos años después entraba en vigor una moratoria que frenaba el ambicioso desarrollo atómico que se había mantenido durante décadas. Así, se cancelaron seis proyectos de centrales nucleares, algunos de ellos ampliamente avanzados, lo que supuso unas pérdidas de cientos de miles de millones. A partir de entonces, España contaría con ocho centrales nucleares: Almaraz, Ascó, Cofrentes, Garoña, Vandellós II, Trillo, Zorita y Vandellós I, de las cuales las dos últimas ya han sido cerradas mientras que en la actualidad se debate sobre lo acertado o no de prolongar la vida a las seis restantes.
A lo largo de su vida las centrales españolas han registrado numerosos incidentes leves que han obligado a activar los protocolos de seguridad. El más grave se produjo en 1989 en Vandellós I, al declararse un incendio en la zona de turbinas que llegó a alcanzar el nivel 3 -incidente importante- en la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, que consta de siete peldaños. El fuego no causó suficientes daños como para que se produjera una fuga radioactiva pero sí que llevó a la clausura definitiva de la central, que en estos momentos espera a ser desmantelada. En 2007 sí se produjo una fuga radiactiva en Ascó I, que no se notificó hasta 2008 y que fue calificada de nivel 2. Por este incidente, el Ministerio de Industria le impuso una multa de 15,4 millones de euros, la más alta de la historia a una central española.
Según los datos del Foro de Industria Nuclear Española, estas ocho centrales han acumulado en su conjunto 250 años de operación y en 2010 aportaron el 20,2% de la energía consumida en el país.
Actualmente en el mundo existen 441 reactores en el mundo y otros 65 se encuentran en proceso de construcción. El debate abierto a raíz de la magnitud del desastre que vive Japón decidirá si la apuesta que lanzara Eisenhower en 1953 de los 'Átomos por la paz' sigue siendo la acertada o no
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN .
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
- PUEDES LEERNOS EN FACEBOOK
CEL: 93934521
Santiago- Chile
Soliciten nuestros cursos de capacitación y consultoría en GERENCIA ADMINISTRACION PUBLICA -LIDERAZGO - GESTION DEL CONOCIMIENTO - RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL – LOBBY – COACHING EMPRESARIAL-ENERGIAS RENOVABLES , asesorías a nivel nacional e internacional y están disponibles para OTEC Y OTIC en Chile
No hay comentarios.:
Publicar un comentario