Cinco estrategias para evitar la infoxicación
Hace ya algunos años Alfons Cornella definió la infoxicación (también conocida como intoxicación o sobrecarga informacionales) como la ansiedad que surge cuando dispones de más información de la que humanamente puedes procesar. Todos los que nos dedicamos a otear el panorama informativo en la Red, con ínfula de gestores del conocimiento, hemos caído alguna vez en ese estado de bloqueo y angustia que produce comprobar que llega un momento en que no somos capaces de leer un artículo completo, que no nos cabe un titular más, que no recordamos donde vimos tal o cual cosa o, simplemente, que hemos perdido un tiempo precioso y no hemos encontrado nada de interés.
Dice un viejo refrán castellano que quien da consejo no pedido, pierde el consejo y el amigo. Hoy vamos a asumir el riesgo e intentaremos compartir 5 medidas para que la infoxicación no acabe con las ganas de actualizar y ampliar tus conocimientos, e Internet sea una experiencia agradable y productiva, en vez de un vórtice que te arrastra, consume tu tiempo y te bloquea. Son éstos:
1.- ¿Ocio o negocio?: todos tenemos aficiones y en Internet podemos encontrar miles de páginas sobre literatura, cine, música, pintura, deporte, informática… que por sí mismas pueden llegar a colapsarnos. Si dedicas una parte de tu tiempo de navegación a ampliar tus conocimientos, céntrate en las fuentes profesionales de tu interés y no dejes que ninguna otra actividad internáutica te distraiga. Deja las páginas dedicadas a tus aficiones, la lectura del correo o el retuiteo, para los momentos de relajación.
2.- ¿Cueces o enriqueces?: En el punto anterior hemos aludido a las fuentes profesionales de interés. Pero ¿realmente sabes lo que buscas?¿aún utilizas la carpeta de favoritos con un maremagnum de direcciones entremezcladas? Datos recientes revelan que diariamente se publican 900.000 posts como éste y unos 50 millones de tweets. ¿Realmente crees que puedes seguir sin disponer de una carta de navegación eficaz? Para ello, nada como un agregador o lector de feeds, a ser posible en la nube. Así tendrás acceso a tus fuentes favoritas en casa, en el trabajo y en tus dispositivos móviles. Y, por supuesto, un agregador en el que tengas ordenadas -según tus necesidades- las fuentes que consideras fundamentales (por ejemplo un NEJM o un BMJ), de las que consideras secundarias (un Chest o un Neurology). Damos por hecho que no existe la carta de navegación perfecta. Y que ésta irá madurando al ritmo de tus clicks. Pero no hay nada mejor para no encontrar nada que no saber lo que se busca.
3.- ¿Cuánto eres capaz de leer en un día? Todos sabemos que por muchos artículos que entren en nuestro lector de feeds, hay días de mucho y días de nada. Para separar el grano de la paja, nada como hacer una lectura rápida de los titulares y señalar como elemento destacado (en la jerga de Google Reader) el artículo cuya lectura nos interesa. Con esta táctica podremos seleccionar diariamente un máximo de 10 artículos ¿te los vas a leer todos? que podemos compartir en nuestra red social favorita, leer en el momento o más adelante. No olvidemos que los agregadores permiten hacer búsquedas y almacenar los elementos destacados a buen recaudo, por lo que nunca perderemos el trabajo de selección realizado.
4.- ¿Hacen falta alforjas para este viaje? No hay nada más patético que pasar una tarde navegando y no recordar al día siguiente dónde vimos tal gráfico o cuál artículo. Para evitarlo, recomendamos utilizar alguno de los programas que nos permiten ir capturando las cosas que nos interesan. OneNote, Evernote o Springpad son tres buenas elecciones, ya que nos permiten ir guardando los enlaces, artículos, infografías, etc que consideremos de interés y ordenarlas utilizando etiquetas, organizarlas por temas (diabetes, seguridad, hipertensión, gestión…) y por supuesto, hacer búsquedas.
5.- ¿No tienes otras cosas que hacer? Para que tu pesca en este río revuelto sea fructífera, debe tener un hueco bien delimitado en tu agenda. Si dedicas -por ejemplo- 1 hora diaria de navegación a informarte/formarte, procura que esa hora sea productiva y que no se extienda más de los 60 minutos inicialmente previstos. Con esto obtendremos dos beneficios: pondremos en valor el tiempo que dedicamos a nuestra formación (no es lo mismo navegar sabiendo que tenemos 1 h por delante que sabiendo que disponemos de todo el día) y evitaremos que Internet devore nuestro tiempo libre. Dejar de hacer otras cosas porque estamos enredados, es un síntoma de alarma que nos debe hacer reflexionar sobre cómo nos organizamos y qué grado de eficacia tiene nuestra navegación.
Terminamos por hoy. A menudo, muchos lectores nos preguntan cuántas horas pasamos al día en Internet. Unos días muchas. Otros ninguna. Lo que sí intentamos es que el rato dedicado al trabajo, sea de provecho. El dedicado al ocio (tuitear con los amigos, responder el correo, leer alguna revista o periódico, escuchar música…) forma parte de otro momento, en otro hueco de la agenda. Esperamos que estos pequeños consejos te sean de utilidad y te sirvan para optimizar tu tiempo. Y recuerda… time is money.
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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