SEMANA SANTA Y SAGRADA
Camilo Valverde Mudarra
Para algunos viene a ser un periodo vacacional de asueto y festejo. No obstante, también estos saben que, por estas fechas primaverales, se conmemora un hecho terrible que soportó un hombre histórico, llamado Jesús de Nazaret, que anduvo predicando un mensaje de paz y amor, extraño y contrario al estamento, por lo que los poderes políticos y religiosos lo condenaron injustamente al suplicio de la cruz.
Entre los creyentes se observan dos claras actitudes, comprendidas en dos aspectos de
Muchos, en una religiosidad sencilla, de ningún modo despreciable, en cuanto que nadie aquí puede juzgar y calibrar la profundidad de la fe, la celebran con representaciones de carácter dramático de sabor medieval o con desfiles procesionales, de gran vistosidad y colorido, cargados de liturgia significativa; pasean por sus calles pasos y tronos finamente adornados, en que distintas imágenes reproducen varias escenas de la pasión y muerte del Salvador. Ponen en ello su entusiasmo, dedican su tiempo y aman a su cristo y veneran a su virgen con pasión, como si estuvieran vivos y presentes en esas imágenes.
Otros se recogen hacia el interior del alma, para meditar y reflexionar en esa fecha anual, sobre
El Siervo de los siervos que describe Isaías en los cuatro Cánticos. Despreciado, desecho de la humanidad, hombre de dolores, avezado al sufrimiento; eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores que le pesaban, azotado, herido, humillado y desfigurado (Is 53,3-12).
El Mesías, Hijo Unigénito de Dios, que, por amor, se dejó llevar, como oveja al matadero, al sacrificio de la cruz, para salvar a la humanidad.
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