El laberinto / Sergio Aguayo
jueves 17 de febrero de 2011
Sergio Aguayo |
Los valores democráticos vagan desorientados por el laberinto de las instituciones anquilosadas. Una tarea prioritaria para la sociedad organizada es rescatarlos porque esa es una de las claves para salvar la democracia.
El Centro de Investigación para el Desarrollo (CIDAC) y el Instituto de Cambio Cultural de la Universidad de Tufts aplicaron, en 2010, una encuesta sobre los valores de la sociedad mexicana; es un documento indispensable para entender qué pensamos, queremos y sentimos y por qué somos tan contradictorios. Presento a continuación un bosquejo a grandes rasgos (para porcentajes y matices véase el texto en www.sergioaguayo.org).
La investigación pone cifras a la mexicanidad. Con sus variaciones regionales las mayorías rechazan las injusticias, la corrupción y la inseguridad. También les disgusta dar mordidas a la autoridad, meterse a la brava en una cola o mentir por sistema (el que no haya "enfermado" a la mamá que tire la primera piedra). Hay, finalmente, unidad tras el convencimiento de que las elites políticas y económicas son arbitrarias, abusivas y aprovechadas.
Los arrebatos de decencia son frenados por una serie de inercias permitidas por instituciones débiles. Quien quiera tener éxito o simplemente sobrevivir es presionado para sumarse a la corrupción, el cinismo y la prepotencia que son los rasgos que distinguen la operación diaria de buena parte de la institucionalidad pública y privada. Hay el convencimiento de que los ascensos en el trabajo vienen, sobre todo, de la relación que se tenga con los jefes sin que importen demasiado las capacidades o los esfuerzos. De ahí nace la cascada de refranes: "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error", "es el año de Hidalgo", "la que quiera azul celeste que se acueste", etcétera.
El desaliento también viene de una sequía de proyectos de nación que convenzan y entusiasmen a las mayorías por su coherencia y profundidad. Tampoco hay indicios de que un partido o líder político propongan vías de escape al laberinto de la vida diaria. Las soluciones, cuando las tienen, siempre son para cuando lleguen al poder. Para sobrevivir, las virtudes cívicas y personales tienen que refugiarse en la introspección individual, en los espacios de la familia o en los pequeños grupos.
Las sociedades tardan en reaccionar pero lo hacen. Hace una década Vicente Fox inició su peregrinar hacia la capitulación ética. Fue un golpe brutal para quienes creíamos que con la alternancia y el federalismo florecerían los valores cívicos. El impacto ha ido superándose y van surgiendo las iniciativas y los acuerdos tras agendas precisas. Es el caso de la Coalición Ciudadana por la Educación: Muévete por la educación (www.porlaeducacion.org) que coordina Tere Lanzagorta para combatir el corporativismo maligno de Elba Esther Gordillo; o la movilización a favor de las candidaturas independientes promovida desde Nuevo León por Evolución Mexicana, organización encabezada por Lorenia Canavati y Tatiana Clouthier.
Estas y otras iniciativas refrendan una lección de la transición: las esperanzas de cambiar mejoran cuando coinciden la sociedad organizada de izquierda y derecha. No olvidemos que la alternancia se aceleró cuando Luis H. Álvarez y Heberto Castillo llegaron a un entendimiento en 1986. En otras palabras, la sociedad organizada puede mantener sus identidades y unirse en acuerdos mínimos.
Hace algunas semanas me invitaron a participar en el Acuerdo Nacional de México a Debate que se presenta este miércoles 16 de febrero. El objetivo es reunir a los diversos en torno a un programa común (véase la síntesis ejecutiva en www.sergioaguayo.org). Entre los convocantes iniciales están Emilio Álvarez Icaza (ex ombudsman capitalino), Genaro Góngora (ex presidente de la Suprema Corte de Justicia) y Alberto Núñez Esteva (ex presidente de la Confederación Patronal Mexicana, Coparmex). Medité antes de aceptar porque comparto algunas de las propuestas, pero estoy en desacuerdo con otras (en particular con la santificación de la economía de mercado y el silencio sobre el papel del Estado en la economía).
Me uní porque es urgente una convergencia para tener más posibilidades de ser escuchados por quienes gobiernan. Coincidir no significa claudicar en los esfuerzos que cada quien realiza. Es, por otro lado, un esfuerzo por encontrar vías de escape al laberinto en el cual deambulan y languidecen los valores democráticos de México.
La miscelánea
Se desinfló el compromiso con los consumidores del senador priísta Jesús Murillo Karam. De activo promotor de las acciones colectivas se transformó en padrino de una ley reglamentaria que favorece a las grandes empresas. Que la sociedad tenga instrumentos mínimos para defenderse de los depredadores depende ahora de que los diputados corrijan el adefesio aprobado por el Senado.
Agradezco las sugerencias de Roger Aleph.
www.sergioaguayo.org saguayo@colmex.mx. Twitter: @sergioaguayo
Fuente:
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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