|                              |  |  | ¡Ay!, menudo              "marrón" nos ha caído con esta izquierda que nos ha tocado              soportar. Ee evidente que no puede disimular su odio, su              desprecio y su rencor por todos los que no piensan como ellos. Es              algo superior a lo que les pueda aconsejar la razón, superior              incluso a lo que les dicta el sentido común y, por supuesto,              superior a lo que les pudiera aconsejar la conciencia, si no la              tuvieran tan aherrojada por los prejuicios que vienen arrastrando,              de generación en generación, como si el mundo no hubiera cambiado,              como si la humanidad no hubiera progresado y las personas estuvieran              todavía en la edad de piedra solventando sus diferencias a pedradas              y a golpes de tranca. Son generaciones de izquierdistas que aunque              gocen de posiciones desahogadas o sean populares; o, precisamente              por serlo, se permiten descargar todo el resentimiento que han              heredado de sus ancestros sobre los ciudadanos que no comulgan con              su credo ateo, librepensador y absolutista. Estos jacobinos que              invaden nuestra sociedad y que, gracias a Franco, pudieron estudiar,              encontrar trabajo y ganarse la vida mejor que cualquier profesional              de la clase media, por raro que pudiera parecer, no agradecen el              haber tenido la oportunidad de salir de la precariedad económica de              la que gozaban las clases trabajadoras en tiempos de las repúblicas              laicas de abril de 1931 y de febrero de 1936 que, desterrando de              raíz la formación impartida por las escuelas religiosas, condenaron              a miles de niños al analfabetismo. Azaña fue pionero en erradicar la              enseñanza religiosa, pero no fue capaz de suplir, con una buena              enseñanza pública, el vacío dejado por aquellos, y así fue el              resultado de dinamitar la ley y el orden como hicieron los              socialistas en la revolución 1934 y antes, con sus huelgas              incontroladas. 
 
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        | La Séptima Internacional fijó en Rusia el método para        destruir la civilización occidental, para erradicar el Cristianismo y para        implantar el comunismo en todas las naciones que eran consideradas        capitalistas. El Frente popular fue el engendro que salió de tales        acuerdos, con una sola misión: acabar como fuese con la democracia.        Tuvieron éxito en Francia y fracasaron en Alemania e Inglaterra y, en        España, estuvieron a punto de lograrlo si alguien no les hubiera parado        los pies. Sin embargo, con el restablecimiento de la, mal llamada        democracia, de la que actualmente disponemos, estos salvadores de la        patria, estos cachorros de aquellos de la CNT y la FAI o de las Juventudes        Socialistas de los años treinta, están intentando reproducir los métodos        que utilizaban sus progenitores: la venganza, el odio, la fuerza y el        engaño. Estos nuevos comunistas, que se camuflan bajo la capa de        demócratas, tienen de ello lo que el que les escribe de obispo que es poco        o nada. Estos defensores del libertinaje; de la intransigencia más        absoluta ante las argumentaciones de sus adversarios políticos; de la        amoralidad; de la sexualidad libre y promiscua, como religión o panacea        para encubrir una falta de principios; la negación de lo trascendente y la        defensa de lo banal y pasajero, como hacían los antiguos romanos cuando        manifestaban su filosofía de la vida: "comamos y bebamos que mañana        moriremos". Estos, que hacen del odio a sus adversarios instrumento para        mentir, engañar, tergiversar y perjurar, con el único fin de borrar al        contrario, de impedirle argumentar; porque saben que su sistema político        ha fracasado en todo el mundo menos, precisamente, en aquellos países        donde se han hecho con el poder gracias a haberlos convertido en        dictaduras totalitarias. Vean los casos de Venezuela, Bolivia, Ecuador y        Cuba y, echen un vistazo a las dictaduras de Corea del Norte, Vietnam y        Camboya, por no citar más, y se darán cuenta de cómo se las gastan estos        defensores de la mal llamada "libertad".
 Pues en España, o        lo que queda de ella, también tenemos ejemplos de estos pretendidos        "intelectuales" que se consideran por encima del bien y del mal; de estos        que pretenden que cuando abren la boca el resto de los humanos nos        quedemos embelesados con sus ocurrencias y, a fuer de ser francos, debemos        reconocer que embelesados no nos quedamos, pero asombrados y consternados        sí. Por ejemplo, que un sujeto como Victor Manuel, un personaje        que se ha hinchado de ganar dinero, trabajando sí, pero también trabajan,        y mucho, los vidrieros en un fábrica o los panaderos en las panaderías y        no ganan fortunas como ellos; pretenda aleccionarnos en el comunismo y        además, se comporte como un cretino y un mal educado, atreviéndose a        llamar a un obispo "hijo de puta", cuando sabe que, con ello, está        ofendiendo a todos los católicos de la nación; es una muestra de la clase        de ganado que compone esa farándula progresista, atea y        desconocedora de cualquier principio ético o moral; para la que        todo vale, incluso la violencia, para hacer valer sus pretensiones        obsesivas de derribar a la derecha y eliminarla de la lid política. Por si        no bastara, nos encontramos con el perfecto individuo, el digno émulo de        la familia Bardén y, por supuesto, imitador de su hermana, de la que        recuerdo que le hicieron una entrevista en La Vanguardia, donde pontificó        sobre la imposibilidad de que hubiera otra vida después de la muerte como        si se hubiera tratado de una experta en metafísica y no, como en realidad        es, de una cómica separatista. Bien, señores, pues este sujeto, el señor        Xavier Sardá, cuya mayor gloria consiste en haber sido el conductor de        "Crónicas Marcianas", el programa más sucio, repugnante, hortera,        irrespetuoso e irreverente de cuantos se hayan producido en la televisión;        se ha permitido, en el programa de la Julia Otero otra que tal que, no sé        por qué, si será por ser algo misteriosa o porque le pasa por sus reales        narices, se ha convertido en una progresista de primera línea ( ya se        sabe, si se quiere escalar posiciones hay que agarrarse donde se pueda y        cuanto más alto mejor) se atrevió, con toda la cara ¡ y mira que la        tiene!, a aconsejar a unos niños, señores, ¡a unos niños!, porque se trata        de un programa infantil, que "no votasen al señor Acebes". Ni era el lugar        ni estamos en campaña electoral ni es él quien, ni nos importa un bledo su        opinión ni queremos que influya en nuestros hijos un individuo amoral como        ese. Pero, así actúan, así engañan y así pretenden convertir a nuestra        patria en una república stalinista, todos estos izquierdistas que nos        rodean. ¿Cuándo vamos a reaccionar? Si no espabilamos, ¡lo tenemos        claro!
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