En la economía del conocimiento, sólo tienen                    éxito quienes se conocen a sí mismos: sus puntos fuertes, sus                    valores y cómo logran sus mejores resultados.                   Publica tus artículos!
Aquéllos que han tenido más éxito en la                    historia de la humanidad un Napoleón, un Da Vinci, un Mozart,                    etc.  siempre se                    han gestionado a sí mismos. Eso es lo que, en gran medida, los                    convierte en grandes personajes. Sin embargo, son raras                    excepciones; tanto sus talentos como sus logros deben                    considerarse fuera de los límites de la existencia humana                    común y corriente.                                      Ahora, muchos de nosotros, incluso que tenemos unos                    recursos modestos, tendremos que aprender a gestionarnos                    nosotros mismos. Tendremos que aprender a desarrollarnos a                    nosotros mismos. Tendremos que situarnos allí donde podamos                    realizar las mayores aportaciones. Y tendremos que mantenernos                    con la mente alerta y ocupada a lo largo de una vida laboral                    de 50 años, lo que significa saber cómo y cuándo debemos                    cambiar el trabajo que realizamos.
¿Cuáles son mis                    puntos fuertes?
                   Casi todas las personas creen que saben qué                    se les da bien. Suelen estar equivocadas. Por lo general, la                    gente sabe lo que no se le da bien, pero incluso entonces la                    mayor parte se equivoca. Sin embargo, un individuo sólo puede                    ser efectivo a partir de sus puntos fuertes. No es posible                    basar el rendimiento en las debilidades y mucho menos en algo                    que no se es capaz de hacer en absoluto.
                   A lo largo de la historia, las personas no                    han tenido una gran necesidad de saber cuáles eran sus puntos                    fuertes. Una persona nacía dentro de una clase social y de una                    especialidad laboral: el hijo de un campesino sería también un                    campesino; la hija de un artesano, la esposa de un artesano;                    etc. Sin embargo, en la actualidad, las personas pueden                    elegir. Es preciso que sepamos cuáles son nuestros puntos                    fuertes para saber adónde pertenecemos.
                   La única forma de descubrir los puntos                    fuertes consiste en realizar el análisis de nuestras propias                    experiencias o feedback. Cada vez que tome una decisión                    importante o lleve a cabo una acción clave, anote lo que                    espera que ocurra. Nueve o doce meses después, compare los                    resultados reales con lo que usted esperaba. Llevo quince o                    veinte años utilizando este método y, cada vez que lo aplico,                    me sorprendo. Este análisis me demostró, por ejemplo y para mi                    gran sorpresa , que tengo una comprensión intuitiva de las                    personas de campos técnicos, ya se trate de ingenieros,                    contables o investigadores de mercado. También me hizo ver que                    no tengo una gran afinidad con las personas de cultura                    general.
                   El análisis de las propias experiencias no                    es en absoluto algo nuevo. Fue inventado en algún momento del                    siglo XIV por un oscuro teólogo alemán y retomado de forma                    bastante independiente, aproximadamente 150 años más tarde,                    por Juan Calvino y San Ignacio de Loyola, quienes lo                    incorporaron a la práctica de sus seguidores. De hecho, el                    constante interés en el rendimiento y los resultados que este                    hábito produce explica por qué las instituciones que estos dos                    hombres fundaron, la iglesia calvinista y la Compañía de                    Jesús, llegaron a dominar Europa en 30 años.
                   Practicado de forma sistemática, este                    sencillo método le enseñará en un plazo de tiempo                    relativamente corto, unos dos o tres años, dónde se encuentran                    sus puntos fuertes, que es lo más importante que hay que                    saber.
                   El método le enseñará qué es lo que hace o                    deja de hacer y qué le impide obtener todos los beneficios de                    sus puntos fuertes, le mostrará en qué áreas no es                    especialmente competente y, por último, le mostrará en qué                    áreas carece de habilidades y no puede rendir.
                   Del análisis de las propias experiencias                    pueden surgir varias conclusiones en materia de acción. En                    primer lugar y ante todo, concéntrese en sus puntos fuertes.                    Sitúese allí donde esas habilidades puedan producir                    resultados.
                   En segundo lugar, trabaje para mejorar sus                    puntos fuertes. El análisis le mostrará rápidamente en qué                    áreas necesita mejorar sus habilidades o adquirir otras                    nuevas. También le mostrará los vacíos en sus conocimientos y                    éstos, por lo general, pueden solucionarse. Los buenos                    matemáticos nacen, pero todo el mundo puede aprender                    Trigonometría.
                   En tercer lugar, descubra aquellas áreas en                    las que su arrogancia intelectual genera una ignorancia                    paralizante y supérela. Son muchas las personas, en especial                    las personas con grandes conocimientos en un área, que tienen                    una actitud despectiva con respecto a los conocimientos en                    otras áreas o creen que su inteligencia reemplaza la                    adquisición de conocimientos.
                   Los ingenieros de primera clase, por                    ejemplo, tienden a sentirse orgullosos de no saber nada sobre                    el género humano. Creen que los seres humanos son demasiados                    desordenados para la eficiente mente científica. En cambio,                    los profesionales de recursos humanos se enorgullecen con                    frecuencia de su ignorancia de las reglas básicas de                    contabilidad o de los métodos cuantitativos en general. No                    obstante, enorgullecerse de esta ignorancia es                    contraproducente. Trabaje para adquirir las habilidades y                    conocimientos que necesita para sacar el mayor provecho                    posible de sus puntos fuertes.
                   Es igualmente esencial corregir los malos                    hábitos, las cosas que hace o deja de hacer que pueden inhibir                    su efectividad y rendimiento. Estos hábitos aparecerán                    rápidamente en el análisis. Por ejemplo, un planificador puede                    darse cuenta de que sus maravillosos proyectos fracasan porque                    no los considera en su globalidad. Al igual que muchas                    personas brillantes, cree que las ideas mueven montañas. Sin                    embargo, son los bulldozers los que mueven las montañas; las                    ideas señalan dónde deben ir a trabajar los bulldozers. Este                    planificador tendrá que aprender que el trabajo no se detiene                    una vez completada la planificación del proyecto. Debe                    encontrar personas que pongan en práctica el proyecto y                    explicárselo. Debe adaptarlo y modificarlo a medida que lo va                    poniendo en práctica. Y, por último, debe decidir cuándo tiene                    que dejar de imponer el proyecto.
                   Además, el análisis de las propias                    experiencias también revelará cuándo el problema es                    consecuencia de una falta de educación. Los buenos modales son                    el aceite lubricante de una organización. Es una ley de la                    naturaleza que dos cuerpos en movimiento, en contacto entre                    sí, generan fricción. Esto es tan cierto para los seres                    humanos como para los objetos inanimados. La educación cosas                    tan sencillas como decir "por favor" y "gracias", saber el                    nombre de una persona o preguntar por su familia  permite que dos                    personas trabajen juntas tanto si se agradan como si                    no.
                   La gente brillante, especialmente los                    jóvenes brillantes, muchas veces no comprenden esto. Si el                    análisis señala que el brillante trabajo de alguien fracasa                    una y otra vez tan pronto como se hace necesaria la                    cooperación de los demás, es probable que esto indique una                    falta de cortesía, es decir, una falta de                    educación.
                   Comparar sus expectativas con sus resultados también                    indica lo que no se debe hacer. Todos nosotros tenemos un gran                    número de áreas para las que no tenemos ningún talento o                    habilidad y muy pocas probabilidades de ser incluso mediocres.                    En esas áreas, una persona especialmente un trabajador del                    conocimiento  no                    debería asumir trabajos, cargos o tareas. Se debería                    desperdiciar el menor tiempo posible en mejorar aquellas áreas                    en las que uno no es muy competente. Para ascender del nivel                    de incompetencia al de mediocridad se requiere mucho más                    trabajo y mucha más energía que para pasar de un buen                    rendimiento a un rendimiento excelente. Sin embargo, la                    mayoría
de las personas especialmente muchos profesores y                    muchas organizaciones  se concentra en                    tratar de convertir a una persona incompetente en una                    mediocre. En cambio, la energía, los recursos y el tiempo se                    deberían canalizar para lograr que un individuo competente se                    convierta en un trabajador excelente.
¿Cómo soy                    eficiente?
                   Sorprendentemente, son pocas las personas                    que saben cómo hacen las cosas. De hecho, la mayoría de                    nosotros no somos conscientes siquiera de que personas                    diferentes trabajan y rinden de forma diferente. Demasiadas                    personas trabajan de una forma que no es la suya, lo cual                    siempre es garantía de un mal rendimiento. Para los                    trabajadores del conocimiento, "¿Cómo soy eficiente?"                    puede ser incluso una pregunta más importante que "¿Cuáles                    son mis puntos fuertes?".
                   Al igual que los puntos fuertes, la manera en la que                    rendimos es exclusiva de cada uno de nosotros. Es una cuestión                    de personalidad. Tanto si la personalidad es una cuestión de                    naturaleza como si es una cuestión de formación, no cabe duda                    de que se forma mucho antes de que una persona vaya a                    trabajar. Y la forma en la que una persona obtiene resultados                    es innata, al igual que le son propias aquellas áreas en las                    que funciona bien o mal. Es posible modificar ligeramente la                    manera que tiene una persona de ser efectiva, pero es muy poco                    probable que se pueda cambiar totalmente y, ciertamente, no es                    fácil . Del mismo modo que las personas logran resultados                    haciendo aquello que se les da bien, también consiguen                    resultados trabajando de la forma en la que trabajan mejor.                    Unos pocos rasgos básicos de la personalidad determinan por lo                    general la manera que tiene una persona de ser                    efectiva.
¿Soy un lector o un                    oyente?
                   Lo primero que tiene que averiguar es si                    usted es un lector o un oyente. Son muy pocas las personas que                    saben siquiera que existen lectores y oyentes, y que muy pocas                    veces se es las dos cosas. Y son menos aún las personas que                    saben a qué categoría pertenecen. No obstante, algunos                    ejemplos pueden mostrarnos lo perjudicial que puede llegar a                    ser esta ignorancia.
                   Cuando Dwight Eisenhower era comandante                    supremo de las fuerzas aliadas en Europa, era el niño mimado                    de la prensa. Sus conferencias de prensa eran famosas por su                    estilo: el general Eisenhower mostraba un control total de                    cualquier pregunta que le hicieran y podía describir una                    situación y explicar una política en dos o tres frases                    elegantes e impecables. Diez años más tarde, los mismos                    periodistas que habían sido sus admiradores despreciaban                    abiertamente al presidente Eisenhower. Se quejaban de que                    nunca contestaba las preguntas, sino que divagaba sin cesar                    sobre cualquier otra cosa. Y lo ridiculizaban continuamente                    por masacrar el inglés en respuestas incoherentes y                    gramaticalmente incorrectas.
                   Al parecer, Eisenhower no sabía que él era                    un lector, no un oyente. Cuando era comandante supremo en                    Europa, sus ayudantes se encargaban de que todas las preguntas                    de la prensa se entregaran por escrito al menos media hora                    antes de que comenzara la conferencia de prensa. Entonces,                    Eisenhower
controlaba totalmente la situación. Cuando se                    convirtió en presidente, sucedió a dos oyentes, Franklin D.                    Roosevelt y Harry Truman. Ambos sabían que eran oyentes y                    disfrutaban de conferencias de prensa en las que las preguntas                    se realizaban con entera libertad. Es posible que                    Eisenhower
tuviera la sensación de que tenía que hacer lo                    que sus dos predecesores habían hecho. El resultado era que ni                    siquiera escuchaba las preguntas que le formulaban los                    periodistas. Y Eisenhower no es siquiera un caso                    extremo.
                   Unos años más tarde, Lyndon Johnson arruinó                    su presidencia, en gran medida, al no saber que él no era un                    lector. Su predecesor, John Kennedy, era un lector que había                    reunido a un brillante grupo de escritores como ayudantes,                    asegurándose de que le enviaran por escrito los informes antes                    de tratarlos personalmente. Johnson mantuvo a estas personas                    en sus puestos y ellas siguieron escribiendo. Al parecer,                    Johnson nunca entendió ni una palabra de lo que le escribían.                    Sin embargo, como senador, Johnson había sido genial, ya que                    los parlamentarios tienen que ser, sobre todo,                    oyentes.
                   Pocos oyentes pueden ser transformados o pueden                    transformarse a sí mismos  en lectores                    competentes y viceversa. El oyente que intente ser un lector                    sufrirá, por tanto, la suerte de Lyndon Johnson, mientras que                    el lector que intente ser un oyente sufrirá la suerte de                    Dwight Eisenhower. No rendirán al máximo y no lograrán lo que                    se proponen.
¿Cómo                    aprendo?
                   El segundo aspecto que hay que saber sobre                    cómo rinde uno al máximo es saber cómo se                    aprende.
                   Muchos escritores de primera fila Winston                    Churchill es un ejemplo excelente  sacaban malas notas                    en el colegio. Tienden a recordar sus años de estudios como                    una auténtica tortura. Sin embargo, pocos de sus compañeros                    los recuerdan igual. Es posible que no hayan disfrutado mucho                    de sus años de estudios, pero su peor pesadilla fue el                    aburrimiento. La explicación es que los escritores, por regla                    general, no aprenden escuchando y leyendo. Aprenden                    escribiendo. Debido a que los colegios no les permiten                    aprender de este modo, sacan malas notas.
                   Todos los colegios están organizados de                    acuerdo con la idea de que sólo hay una forma correcta de                    aprender y que ésta es la misma para todo el mundo. Sin                    embargo, verse obligado a aprender tal como enseña un colegio                    es un auténtico infierno para los estudiantes que aprenden de                    una forma diferente.
                   De hecho, hay alrededor de media docena de                    formas diferentes de aprender. Hay personas, como Churchill,                    que aprenden escribiendo. Algunas personas aprenden tomando                    una gran cantidad de notas. Beethoven por ejemplo, dejó tras                    él una gran cantidad de cuadernos con anotaciones y, de hecho,                    afirmaba que nunca los miraba cuando componía. Cuando le                    preguntaron por qué los conservaba, se dice que contestó:                    "Si no lo escribo inmediatamente, lo olvido al instante. Si                    lo pongo en un cuaderno, nunca lo olvido y nunca tengo que                    volver a mirarlo". Algunas personas aprenden haciendo.                    Otras aprenden oyéndose hablar a sí mismas.
                   Un consejero delegado que conozco, que                    transformó un pequeño y mediocre negocio familiar en una                    empresa líder de su sector, era una de esas personas que                    aprenden hablando. Tenía la costumbre de reunir a todos sus                    altos directivos en su despacho una vez por semana y a                    continuación les hablaba durante dos o tres horas. Planteaba                    temas referidos a la política de la empresa y para cada uno de                    ellos presentaba a discusión tres posiciones diferentes. Rara                    vez pedía a sus socios que hicieran comentarios o preguntas;                    simplemente necesitaba un público ante el que hablar                    para
escucharse a sí mismo hablar. Así es como aprendía. Y,                    a pesar de que el suyo es un caso bastante extremo, aprender                    hablando no es de ningún modo un método inusual. Los abogados                    de éxito aprenden del mismo modo, al igual que lo hacen muchos                    diagnosticadores médicos (y yo también).
                   De todas las partes importantes de conocerse                    a sí mismo, comprender cómo aprende uno es la más fácil de                    adquirir. Cuando pregunto a la gente "¿Cómo aprende?",                    la mayor parte conoce la respuesta. Sin embargo, cuando                    pregunto "¿Procede de acuerdo con este                    conocimiento?", pocos responden                    "Sí". No obstante, proceder de acuerdo con dicho                    conocimiento es la clave para obtener un buen rendimiento; más                    bien, no proceder de acuerdo con ese conocimiento es                    condenarse a un mal rendimiento.
                   "¿Soy un lector o un oyente?" y                    "¿Cómo aprendo?" son las primeras                    preguntas que tiene que plantearse, pero no son en absoluto                    las únicas. Para gestionarse a sí mismo de forma efectiva,                    también tiene que preguntarse: "¿Trabajo bien con la gente                    o soy un solitario?". Si trabaja bien con la gente,                    entonces debe preguntarse: "¿En qué tipo de                    relación?".
                   Algunas personas trabajan mejor como                    subordinados. El general George Patton, el gran héroe                    americano de la Segunda Guerra Mundial, es un buen ejemplo.                    Patton era el mejor comandante de las tropas norteamericanas.                    Sin embargo, cuando fue propuesto para un mando independiente,                    el general George Marshall, jefe del estado mayor de Estados                    Unidos y probablemente la persona que mejor ha seleccionado a                    sus hombres en toda la historia de Estados Unidos , dijo:                    "Patton es el mejor subordinado que haya brindado jamás el                    ejército norteamericano, pero sería el peor                    comandante".
Algunas personas trabajan mejor en equipo.                    Otras trabajan mejor solas. Algunas tienen un talento especial                    como asesores y mentores; otras son simplemente incompetentes                    como mentores.
                   Otra pregunta de vital importancia es                    "¿Genero resultados cuando tengo que tomar decisiones o                    cuando asesoro?". Muchas personas son muy eficientes como                    asesores, pero no pueden soportar la carga y la presión de                    tener que tomar las decisiones. Muchas otras personas                    necesitan, en cambio, un asesor para que las obligue a pensar,                    ya que entonces pueden tomar decisiones y obrar en                    consecuencia con rapidez, confianza en sí mismas y                    valor.
                   Ésta es la razón, por cierto, por la cual                    una persona que ocupa el puesto número dos en una organización                    fracasa por lo general cuando pasa a ocupar el máximo puesto                    directivo. Este puesto requiere una persona que sepa tomar                    decisiones. Estas personas suelen colocar a alguien de                    confianza en el puesto número dos como su consejero y en esa                    posición la persona es extraordinaria. Sin embargo, en el                    puesto número uno esa misma persona fracasaría. Él o ella sabe                    cuál debería ser la decisión, pero no puede asumir la                    responsabilidad de tomarla.
                   Otras dos preguntas importantes que es                    necesario plantearse son "¿Soy eficiente                    bajo estrés o necesito un entorno altamente estructurado y                    previsible?" y "¿Trabajo mejor                    en una gran organización o en una más pequeña?". Muy pocas                    personas trabajan bien en cualquier entorno. Una y otra vez he                    visto a personas que tenían un gran éxito en grandes                    organizaciones hundirse totalmente cuando pasaban a trabajar                    en otras más pequeñas. Y lo contrario es igualmente                    cierto.
                   Vale la pena repetir la conclusión: no intente                    cambiarse a sí mismo; es muy poco probable que lo consiga. Sin                    embargo, trabaje duro para potenciar su rendimiento e intente                    no asumir aquellas tareas en las que no es eficiente o su                    rendimiento es mediocre.
¿Cuáles son mis                    valores?
                   Para poder gestionarse a sí mismo, tiene que                    preguntarse finalmente: "¿Cuáles son mis valores?". No                    es una pregunta sobre ética. En lo que respecta a la ética,                    las reglas son las mismas para todo el mundo y la prueba es                    sencilla. La denomino la "prueba del                    espejo".
                   En las primeras décadas del siglo XX, el diplomático                    más respetado de todas las potencias era el embajador alemán                    en Londres. No cabía duda de que estaba destinado a hacer                    grandes cosas a convertirse en el ministro de asuntos                    exteriores de su país, por lo menos, si no en su canciller                    federal . Sin embargo, en 1906 presentó inesperadamente su                    dimisión en lugar de presidir una cena que celebraba el cuerpo                    diplomático en honor de Eduardo VII. El rey era un famoso                    mujeriego y había dejado claro qué tipo de cena quería. Se                    cuenta que el embajador dijo: "Me niego a ver un                    proxeneta en el espejo por la mañana cuando me                    afeite".
                   Ésta es la prueba del espejo. La ética exige                    que se pregunte a sí mismo: "¿Qué clase de                    persona quiero ver por la mañana en el espejo?". Lo que es                    un comportamiento ético en un determinado tipo de organización                    o situación lo es también en cualquier otra. No obstante, la                    ética es sólo parte de un sistema de valores, especialmente                    del sistema de valores de una organización.
                   Trabajar en una organización cuyo sistema de                    valores es inaceptable o incompatible con los de una persona                    la condena tanto a la frustración como a un mal                    rendimiento.
                   Analicemos el caso de una directiva de                    recursos humanos de gran éxito cuya organización fue adquirida                    por una gran empresa. Después de la adquisición, la                    ascendieron para hacer el tipo de trabajo que ella sabía hacer                    mejor, que incluía la selección de las personas para los                    cargos importantes. Esta directiva creía firmemente que una                    empresa debía contratar personal externo para esos puestos                    sólo después de agotar todas las posibilidades internas. Sin                    embargo, su nueva empresa creía en buscar primero fuera "para incorporar                    sangre nueva". En realidad, ambos enfoques tienen sus                    ventajas; según mi experiencia, lo más adecuado quizá sería                    coger un poco de cada uno.
                   No obstante, ambas son fundamentalmente                    incompatibles, no en cuanto a políticas, sino en cuanto a                    valores. Denotan puntos de vista diferentes sobre la relación                    entre las organizaciones y las personas, puntos de vista                    diferentes sobre la responsabilidad de una organización con                    respecto a sus trabajadores y su desarrollo, y puntos de vista                    diferentes sobre la contribución más importante de una persona                    a una empresa. Después de varios años de frustración, la                    directiva abandonó la empresa, con la consiguiente pérdida                    financiera. Sus valores y los valores de la organización                    simplemente no eran compatibles.
                   De forma similar, el hecho de que una                    compañía farmacéutica intente obtener resultados realizando                    pequeñas y constante mejoras o por medio de grandes                    "innovaciones" aisladas, muy costosas y arriesgadas, no es                    principalmente una cuestión económica. Es posible que los                    resultados de cualquiera de las dos estrategias sean muy                    similares. En el fondo subyace un conflicto entre un sistema                    de valores que considera la aportación a la empresa en                    términos de ayudar a los médicos a hacer mejor lo que ya hacen                    y un sistema de valores orientado a lograr descubrimientos                    científicos.
                   El hecho de dirigir un negocio con el fin de                    obtener resultados a corto plazo o centrándose a largo plazo                    es también una cuestión de valores. Los analistas financieros                    consideran que ambos conceptos son compatibles. Sin embargo,                    los hombres de negocios de éxito saben más. Es cierto que                    todas las empresas tienen que generar resultados a corto                    plazo. Sin embargo, en cualquier conflicto entre los                    resultados a corto plazo y el crecimiento a largo plazo, cada                    empresa determinará cuál es su prioridad. Esto no es,                    básicamente, un desacuerdo de tipo económico; es                    fundamentalmente un conflicto de valores con relación a la                    función de una empresa y la responsabilidad de la                    gestión.
                   Los conflictos de valores no son exclusivos                    de las organizaciones empresariales. Una de las iglesias                    pastorales de mayor crecimiento de Estados Unidos mide el                    éxito de acuerdo con el número de nuevos feligreses. Sus                    líderes creen que lo que realmente importa es el número de                    gente nueva que se une a la congregación. Nuestro Señor se                    ocupará entonces de sus necesidades espirituales o, al menos,                    de las necesidades de un porcentaje suficiente. Otra iglesia                    pastoral evangélica cree que lo que importa es el crecimiento                    espiritual de las personas. Esta iglesia desalienta a quienes                    se le acercan si mantienen una distancia                    espiritual.
                   Una vez más, esto no es una cuestión de                    números. A primera vista, da la impresión de que la segunda                    iglesia crece más lentamente. Sin embargo, logra conservar una                    proporción de nuevos feligreses bastante mayor que la de la                    primera iglesia. Su crecimiento es, en otras palabras, más                    sólido. Esto tampoco es un problema teológico o, al menos,                    sólo lo es secundariamente. Es un problema de valores. En un                    debate público, un pastor sostuvo: "A menos que uno                    venga primero a la iglesia, nunca encontrará la puerta del                    Reino de los Cielos".
                   "No respondió el otro                    . Hasta que                    no se busque primero la puerta del Reino de los Cielos, no se                    pertenece a la iglesia".
                   Las organizaciones, al igual que las                    personas, tienen unos valores. Para ser efectivo en una                    organización, los valores de una persona deben ser compatibles                    con los valores de la organización. No es necesario que sean                    los mismos, pero deben ser lo suficientemente próximos para                    coexistir. De lo contrario, la persona no sólo se sentirá                    frustrada, sino que tampoco
generará                    resultados.
                   Los puntos fuertes de una persona y la forma                    en la que esa persona rinde pocas veces están en conflicto;                    ambos se complementan. No obstante, es posible que algunas                    veces exista un conflicto entre los valores de una persona y                    sus puntos fuertes. Es posible que lo que uno hace bien                    incluso muy bien y con gran éxito  no encaje con el                    propio sistema de valores. En tal caso, se puede tener la                    impresión de que no merece la pena dedicarle la vida a ese                    trabajo (ni siquiera una pequeña parte).
                   Permítanme insertar aquí una observación personal. Hace                    bastantes años, yo también me vi obligado a elegir entre mis                    valores y lo que estaba haciendo con gran éxito. Me estaba                    yendo muy bien como joven banquero de inversiones en el                    Londres de mediados de los años treinta y no cabía duda de que                    el trabajo se correspondía con mis habilidades. Sin embargo,                    yo no veía que estuviera realizando ninguna aportación como                    gestor de activos. Me di cuenta de que lo que me importaba                    eran las personas y no tenía ningún interés en ser algún día                    el hombre más rico del cementerio. No tenía dinero ni ninguna                    otra oferta de trabajo. No obstante, a pesar de la prolongada                    depresión económica, abandoné mi trabajo... e hice lo                    correcto. Los valores, en otras palabras, son y deberían ser                    la prueba definitiva.
¿Adónde                    pertenezco?
                   Algunas personas saben muy pronto adónde                    pertenecen. Los matemáticos, los músicos y los cocineros, por                    ejemplo, ya son matemáticos, músicos o cocineros a los cuatro                    o cinco años. Los médicos, por lo general, deciden sus                    carreras en la adolescencia, si no antes. No obstante, la                    mayor parte de las personas, especialmente las personas con                    destacadas aptitudes, no sabe realmente a dónde pertenece                    hasta que han pasado los 25 años. Sin embargo, para entonces,                    ya deberían conocer las respuestas a las tres preguntas: "¿Cuáles son mis                    puntos fuertes?", "¿Cómo soy eficiente?" y "¿Cuáles son mis                    valores?". Y entonces pueden y deberían  decidir adónde                    pertenecen.
                   O, al menos, deberían ser capaces de decidir                    adónde no pertenecen. La persona que ha aprendido que no es                    eficiente en una gran organización debería haber aprendido a                    decir no cuando le ofrecen un puesto en una organización de                    este tipo. La persona que ha aprendido que no es capaz de                    tomar decisiones debería haber aprendido a decir no a un                    trabajo que requiera tomar decisiones. Un general Patton                    (quien quizá personalmente jamás haya aprendido esto) debería                    haber aprendido a decir no a un mando                    independiente.
                   Es igualmente importante aclarar que conocer las                    respuestas a estas preguntas permite que una persona pueda                    decir a una oportunidad, una oferta o una tarea: "Sí, lo                    haré. No obstante, así es como yo debería hacerlo. Así es como                    se debería estructurar. Así es como deberían ser las                    relaciones. Éste es el tipo de resultados que puede esperar de                    mí y, además, en este plazo de tiempo, porque así es como                    soy".
                   Las carreras de éxito no se planifican. Se desarrollan                    cuando las personas están preparadas para las oportunidades                    porque saben cuáles son sus puntos fuertes, su método de                    trabajo y sus valores. Saber adónde pertenece puede                    transformar a una persona normal y corriente muy trabajadora y                    competente, pero por lo demás mediocre  en un trabajador                    excelente.
¿Qué debería                    aportar?
                   A lo largo de la historia, la gran mayoría                    de las personas nunca ha tenido que hacerse la                    pregunta "¿Qué debería                    aportar?". Se le decía qué debía                    aportar y sus tareas las dictaba el propio trabajo como en el                    caso del campesino o el artesano  o un amo como en el                    caso de los sirvientes . Hasta hace poco, se daba por sentado                    que casi todas las personas eran subordinados que hacían lo                    que se les decía. Incluso en los años cincuenta y sesenta, los                    nuevos trabajadores del conocimiento (los denominados                    "hombres de la organización") dependían del                    departamento de personal de su empresa para planificar sus                    carreras profesionales.
                   De repente, a finales de los años sesenta,                    ya nadie quería que le dijeran lo que tenía que hacer. Los                    jóvenes empezaron a preguntarse "¿Qué quiero                    hacer?". Y lo que oían era que la manera de contribuir                    era "hacer lo                    que uno quisiera hacer". Sin embargo, esta solución fue                    tan errónea como lo había sido la de los hombres de la                    organización. Muy pocas personas de aquéllas que consideraban                    que "hacer lo                    que uno quisiera hacer" conduciría a una contribución, a                    una auto-realización y al éxito llegaron a lograr alguno de                    los tres.
                   No obstante, ya no se puede volver a la antigua                    respuesta de hacer lo que a uno le dicen o le asignan. Los                    trabajadores del conocimiento en particular tienen que                    aprender a hacer una pregunta que no se han hecho antes: "¿Cuál debería ser                    mi aportación?". Para responderla, deben analizar tres                    elementos diferenciados: "¿Qué requiere la                    situación?", "Teniendo en cuenta mis puntos fuertes, mi forma                    de trabajar y mis valores, ¿cómo puedo realizar la mejor                    contribución a lo que debe hacerse?" y, por último, "¿Qué resultados                    es preciso lograr para establecer una                    diferencia?".
                   Analicemos la experiencia del administrador                    de un hospital que acababa de ocupar su cargo. El hospital era                    grande y muy prestigioso, pero hacía treinta años que vivía de                    su prestigiosa reputación. El nuevo administrador decidió que                    su aportación debería ser establecer un estándar de excelencia                    en un área importante en el plazo de dos años. Decidió                    centrarse en el servicio de urgencias, el cual era grande,                    visible y estaba desorganizado. Decidió que todo paciente que                    ingresara en el servicio de urgencias debería ser atendido por                    una enfermera cualificada en 60 segundos. En doce meses, el                    servicio de urgencias del hospital se convirtió en un modelo                    para todos los hospitales de Estados Unidos y, en los dos años                    siguientes, todo el hospital había sido                    transformado.
                   Tal como este ejemplo sugiere, rara vez es posible o                    incluso particularmente fructífero anticipar demasiado.                    Un plan, por lo general, no puede abarcar más de 18 meses y                    seguir siendo razonablemente claro y específico. Por tanto, en                    la mayoría de los casos, la pregunta debería ser: "¿Dónde y cómo                    puedo obtener resultados que establecerán una diferencia                    dentro de un año y medio?". La respuesta debe                    tener en cuenta varias cosas. En primer lugar, los resultados                    deberían ser difíciles de lograr. Para usar una expresión                    sencilla, deberían requerir un esfuerzo, pero, además,                    deberían ser alcanzables. Concentrarse en resultados que no se                    pueden lograr o que sólo se pueden lograr en circunstancias                    muy improbables                     no es ser ambicioso; es ser idiota. En segundo lugar, los                    resultados deberían ser significativos. Deberían suponer una                    diferencia. Finalmente, los resultados deberían ser visibles                    y, en lo posible, mensurables. De aquí surgirá un curso de                    acción: qué hacer, dónde y cómo empezar, y qué objetivos y                    plazos se deben establecer.
Responsabilidad en las                    relaciones
                   Muy pocas personas trabajan en solitario y                    consiguen resultados por sí solas: algunos grandes artistas,                    algunos grandes científicos, algunos grandes atletas... La                    mayor parte de la gente trabaja con otras personas y es                    efectiva con otras personas. Esto es cierto tanto si se trata                    de miembros de una organización como si se trata de personas                    que trabajan de forma independiente. Gestionarse a sí mismo                    requiere asumir la responsabilidad en las relaciones. Esto                    consta de dos partes.
                   La primera es aceptar el hecho de que las                    demás personas tienen tanta individualidad como usted mismo.                    Siempre insistirán obstinadamente en comportarse como seres                    humanos. Esto significa que ellos también tienen sus puntos                    fuertes, también tienen su manera de hacer las cosas y también                    tienen sus valores. Por consiguiente, para ser efectivo, usted                    tiene que conocer los puntos fuertes, los modos de rendimiento                    y los valores de sus compañeros.
                   Esto es algo que parece obvio, pero muy                    pocas personas prestan atención a esto. Es bastante habitual                    encontrarse con una persona que ha sido formada para escribir                    informes en su primer trabajo porque su jefe era un lector.                    Aunque su siguiente jefe sea un oyente, esa persona seguirá                    escribiendo informes, que, invariablemente, no generarán                    ningún resultado. El jefe pensará que ese empleado es                    estúpido, incompetente y vago, y acabará fracasando. Sin                    embargo, esto se habría podido evitar si el empleado hubiera                    tan sólo observado al nuevo jefe y hubiera analizado cómo                    trabajaba ese nuevo jefe.
                   Los jefes no son simplemente ni un título en                    el organigrama de una organización ni una "función". Son                    individuos y tienen derecho a realizar su trabajo como mejor                    sepan hacerlo. Es responsabilidad de las personas que trabajan                    con ellos observarlos, descubrir cómo trabajan y adaptarse a                    lo que hace que sus jefes sean especialmente efectivos. Éste,                    de hecho, es el secreto de "gestionar" al  jefe.
                   Esto es también válido para todos los                    compañeros. Cada persona trabaja a su manera, no a la nuestra.                    Y todos ellos tienen derecho a trabajar a su manera. Lo que                    importa es si obtienen resultados y cuáles son sus valores. En                    lo que respecta a su rendimiento, lo más probable es que cada                    uno lo haga de manera diferente. El principal secreto de la                    efectividad es comprender a las personas con las que usted                    trabaja y de las que depende, de forma que usted pueda                    utilizar los puntos fuertes, la manera de trabajar y los                    valores de estas personas. Las relaciones laborales que                    funcionan se basan tanto en la gente como en el                    trabajo.
                   La segunda parte de la responsabilidad en                    las relaciones es asumir la responsabilidad de la                    comunicación. Siempre que yo, o cualquier otro consultor,                    comenzamos a trabajar con una organización, lo primero de lo                    que nos enteramos es de los conflictos de personalidad. La                    mayor parte de ellos surge del hecho de que las personas no                    saben lo que otras personas están haciendo y cómo realizan su                    trabajo, o en qué contribuciones se están concentrando las                    otras personas y qué resultados esperan. Y la razón por la                    cual no lo saben es porque no han preguntado y, por tanto, no                    se les ha dicho.
                   Este fracaso a la hora de preguntar no                    refleja tanto la estupidez humana como la historia humana.                    Hasta hace poco era totalmente innecesario decirle a alguien                    cualquiera de estas cosas. En las ciudades medievales, todo el                    mundo que vivía en un barrio se dedicaba al mismo oficio. En                    el campo, todas las personas de un valle plantaban los mismos                    cultivos tan pronto como se derretía el hielo. Incluso                    aquellas pocas personas que hacían algo que no era "común"                    trabajaban solas, de forma que no tuvieran que decirle a nadie                    lo que estaban haciendo.
                   En la actualidad, casi todas las personas                    trabajan con otras que tienen diferentes tareas y                    responsabilidades. Es posible que el vicepresidente de                    márketing se haya iniciado en ventas y que conozca todo sobre                    ventas, pero no sabe nada sobre aquellas cosas que nunca ha                    realizado: establecimiento de los precios, publicidad,                    embalaje y demás. Por tanto, las personas que realizan estas                    tareas deben asegurarse de que el vicepresidente de márketing                    comprende lo que ellas están intentando hacer, por qué están                    intentando hacerlo, cómo van a hacerlo y qué resultados se                    pueden esperar.
                   Si el vicepresidente de márketing no                    comprende lo que estos especialistas con un alto grado de                    conocimiento están haciendo, será básicamente culpa de ellos y                    no del vicepresidente. No lo han educado. De la misma manera,                    es responsabilidad del vicepresidente de márketing asegurarse                    de que todos los que trabajan con él comprendan su filosofía                    del márketing: cuáles son sus objetivos, cómo trabaja y qué es                    lo que espera de él mismo y de cada uno de                    ellos.
                   Incluso las personas que comprenden la                    importancia de asumir la responsabilidad en las relaciones no                    se comunican por lo general lo suficiente con los demás. Temen                    que se las considere presuntuosas, curiosas o idiotas. Están                    muy equivocadas. Siempre que alguien se dirige a quien trabaja                    a su alrededor y le dice: "Esto es lo que se me da bien.                    Así es como trabajo. Éstos son mis valores. Ésta es la                    aportación en la que tengo intención de concentrarme y los                    resultados que espero lograr", la respuesta es                    siempre: "Esto es de gran ayuda, pero ¿por qué no me                    lo has dicho
antes?".
                   Y uno obtiene la misma reacción sin                    excepciones, según mi experiencia  si a continuación                    pregunta: "¿Y cuáles son tus puntos fuertes, cómo trabajas,                    cuáles son tus valores y qué aportación propones?". De hecho,                    los trabajadores del conocimiento deberían solicitar esta                    información a todas las personas con las que trabajan, ya se                    trate de un subordinado, un superior, un compañero o el                    miembro de un equipo. Y, una vez más, siempre que se hace                    esto, la reacción es siempre: "Gracias por preguntar, pero                    ¿por qué no me lo has preguntado antes?".
                   Las organizaciones ya no se construyen a partir de la                    fuerza, sino de la confianza. La existencia de confianza entre                    las personas no significa necesariamente que se agraden                    mutuamente. Significa que se comprenden. Por consiguiente,                    asumir la responsabilidad de las relaciones es una necesidad                    fundamental. Es una obligación. Tanto si soy miembro de una                    organización como si soy un consultor, un proveedor o un                    distribuidor de esa organización, debo esa responsabilidad a                    todas las personas con las que trabajo: a aquéllos de cuyo                    trabajo depende el mío, así como a aquéllos que dependen de mi                    propio trabajo.
La segunda mitad de su                    vida
                   Cuando el trabajo para la mayoría de la                    gente significaba trabajo manual, no había necesidad de                    preocuparse por la segunda mitad de la vida. Uno sencillamente                    seguía haciendo lo que había hecho siempre. Y en el caso de                    que tuviera la gran suerte de sobrevivir a 40 años de duro                    trabajo en la fundición o en la construcción de la vía férrea,                    se contentaba con pasar el resto de su vida sin hacer nada.                    Sin embargo, hoy día, la mayor parte del trabajo es trabajo                    intelectual y los trabajadores del conocimiento no están                    "acabados" cuando llegan a los 40 años; simplemente están                    aburridos.
                   Mucho se ha hablado sobre la crisis de los                    directivos en la mitad de su vida. A los 45, la mayoría de                    ellos ha alcanzado la cima de su carrera profesional... y lo                    sabe. Después de 20 años realizando más o menos el mismo tipo                    de trabajo, estos directivos son sumamente eficientes. Sin                    embargo, no están aprendiendo, ni contribuyendo o encontrando                    algún tipo de desafío y satisfacción en el trabajo. No                    obstante, lo más probable es que aún tengan que hacer frente a                    otros 20, si no 25, años de trabajo. Por eso gestionarse a sí                    mismo lleva cada vez más a iniciar una segunda                    carrera.
                   Hay tres formas de desarrollar una segunda                    carrera. La primera es, de hecho, empezar una. Muchas veces,                    esto no requiere más que pasar de un tipo de organización a                    otra: el director de una división de una gran corporación, por                    ejemplo, se convierte en el director de un hospital de tamaño                    medio. Sin embargo, hay cada vez más gente que cambia                    totalmente de especialidad: el directivo o el funcionario que                    se hace sacerdote a la edad de 45 años o el directivo de nivel                    medio que abandona la vida corporativa después de 20 años para                    ir a la Facultad de Derecho y ejercer como abogado en una                    pequeña ciudad.
                   Lo más usual es que sean las personas que                    han logrado un cierto éxito en su primer trabajo las que se                    dediquen a una segunda carrera. Estas personas poseen                    importantes habilidades y saben cómo hay que trabajar.                    Necesitan una comunidad los hijos se han ido y la casa está                    vacía  y también                    necesitan ingresos, pero sobre todo necesitan                    desafíos.
                   La segunda forma de prepararse para la                    segunda mitad de su vida es desarrollar una carrera paralela.                    Muchas personas que tienen un gran éxito en su primera carrera                    profesional continúan en el trabajo que han estado realizando,                    ya sea a tiempo completo, a tiempo parcial o como asesores.                    Sin embargo, crean además un trabajo paralelo, por lo general                    en una organización sin ánimo de lucro, que les exige otras                    diez horas de trabajo a la semana. Es posible que se hagan                    cargo de la administración de su iglesia, por ejemplo, o de la                    presidencia del consejo local de las girl scouts. Puede que                    dirijan el centro para mujeres maltratadas, que trabajen como                    bibliotecarios en la biblioteca pública infantil del barrio,                    que formen parte del consejo escolar, etc.
                   Por último, están los emprendedores                    sociales. Por lo general son personas que han tenido mucho                    éxito en la que ha sido su primera carrera profesional. Aman                    su trabajo, pero ya no les plantea ningún desafío. En muchos                    casos, continúan haciendo lo que han hecho durante toda su                    vida, pero le dedican cada vez menos tiempo. También empiezan                    otra actividad, normalmente en una organización sin ánimo de                    lucro. Mi amigo Bob Buford, por ejemplo, creó una compañía de                    televisión de gran éxito que aún dirige, pero también ha                    fundado y construido una exitosa organización sin ánimo de                    lucro que trabaja con iglesias protestantes, y está                    desarrollando otra para enseñar a los emprendedores sociales a                    gestionar sus propios proyectos solidarios sin necesidad de                    dejar sus negocios.
                   Es posible que las personas que gestionan la                    segunda mitad de sus vidas sean siempre una minoría. La                    mayoría puede "jubilarse en el trabajo" y contar los                    años que faltan para jubilarse de verdad. Sin embargo, los                    integrantes de esta minoría, los hombres y mujeres que                    contemplan una larga esperanza de vida laboral como una                    oportunidad tanto para ellos mismos como para la sociedad,                    serán los que se convertirán en líderes y                    modelos.
                   Existe un requisito previo para gestionar la                    segunda mitad de su vida: debe comenzar bastante antes de                    entrar en ella. Cuando hace 30 años se hizo evidente por                    primera vez que la esperanza de vida laboral estaba aumentando                    con gran rapidez, muchos observadores (entre los cuales me                    incluyo) creyeron que cada vez más personas jubiladas se                    convertirían en voluntarios de las organizaciones sin ánimo de                    lucro. Esto no ha sido así. Si uno no empieza a ser voluntario                    antes de los 40, más o menos, no lo hará después de los                    60.
                   Del mismo modo, todos los emprendedores                    sociales que conozco comenzaron a trabajar en la segunda                    empresa que habían elegido mucho antes de que alcanzaran la                    cima de su actividad original. Analicemos el ejemplo de un                    abogado de éxito, el asesor legal de una gran corporación, que                    decidió poner en marcha la empresa de establecer escuelas                    modelo en el estado en el que vivía. Empezó a ofrecer                    asesoramiento legal voluntario en las escuelas cuando tenía                    alrededor de 35 años. Pasó a formar parte del consejo escolar                    a los 45. A los 50, cuando había logrado amasar una gran                    fortuna, inició su propia empresa para construir y dirigir                    escuelas modelo. Sin embargo, aún sigue trabajando casi a                    tiempo completo como asesor principal en la empresa que había                    ayudado a fundar cuando era un joven abogado.
                   Existe otra razón para desarrollar un                    segundo interés importante y desarrollarlo pronto. Nadie puede                    esperar vivir muchos años sin sufrir algún contratiempo grave                    en su vida o en su trabajo. Está el competente ingeniero a                    quien no tienen en cuenta para un ascenso a los 45 años. Está                    el competente profesor de universidad que a los 42 años se da                    cuenta de que nunca conseguirá una cátedra en una prestigiosa                    universidad, a pesar de estar perfectamente cualificado para                    ello. Hay tragedias en la vida familiar de cualquier persona:                    la ruptura del matrimonio o la pérdida de un hijo. En tales                    momentos, un segundo interés importante (no simplemente un                    hobby) puede suponer una gran diferencia. Ahora, el ingeniero,                    por ejemplo, sabe que no ha tenido demasiado éxito en su                    trabajo; sin embargo, en su nueva actividad (como tesorero de                    la parroquia, por ejemplo) realmente triunfa. La familia de                    una persona puede romperse, pero en la otra actividad sigue                    existiendo una comunidad.
                   En una sociedad en la que el éxito se ha                    convertido en algo tan importante, será cada vez más necesario                    contar con opciones. Históricamente, no existía el concepto de                    "éxito". La abrumadora mayoría de las personas no                    esperaba otra cosa que permanecer en su "propio lote",                    como rezaba una antigua plegaria inglesa. La única movilidad                    era una movilidad descendente.
                   En una sociedad del conocimiento, sin                    embargo, esperamos que todo el mundo tenga éxito. Es obvio que                    esto no es posible. Para una gran cantidad de gente existe, a                    lo sumo, una ausencia de fracaso. Siempre que hay éxito, tiene                    que haber fracaso. Y es entonces sumamente importante, tanto                    para un individuo como para su familia, que pueda contar con                    un área en la que él o ella pueda contribuir, establecer una                    diferencia y ser alguien. Esto significa descubrir una segunda                    área ya sea en una segunda carrera, en una carrera paralela o                    en un proyecto solidario  que le ofrezca la                    oportunidad de ser un líder, de ser respetado y de tener                    éxito.
                   Los desafíos de gestionarse a sí mismo                    pueden parecer obvios, si no elementales. Y las respuestas                    pueden ser evidentes, hasta el punto de parecer ingenuas. No                    obstante, gestionarse a sí mismo requiere algo nuevo y sin                    precedentes por parte del individuo, especialmente por parte                    del trabajador del conocimiento. De hecho, gestionarse a sí                    mismo exige que cada trabajador del conocimiento piense y se                    comporte como un consejero delegado.
                   Además, el cambio de trabajadores manuales,                    que hacen lo que se les dice, a trabajadores del conocimiento,                    que tienen que gestionarse a sí mismos, plantea un gran                    desafío a la estructura social. Todas las sociedades                    existentes, incluso las más individualistas, dan dos cosas por                    sentado, aunque sólo sea de manera subconsciente: en primer                    lugar, que las organizaciones sobreviven a los trabajadores y,                    en segundo lugar, que la mayor parte de las personas se mueve                    por inercia.
                   Sin embargo, en la actualidad, la realidad                    es otra. Los trabajadores del conocimiento sobreviven a las                    organizaciones y son móviles. La necesidad de gestionarse a                    uno mismo está, por tanto, creando una revolución en los                    asuntos humanos.
Peter F. Drucker es profesor emérito y                    titular de la cátedra Marie Rankin Clarke de Ciencias Sociales                    y Gestión en la Claremont Graduate University. Este artículo                    es un extracto de su libro Management Challenges for the 21st                    Century.
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