Noticia  publicada el 15-09-2008
   
 Además, la supervivencia de la mayor aseguradora del mundo,
 AIG, depende de que la Fed conceda finalmente  a esta entidad un crédito próximo a los
 40.000 millones de  dólares. American International Group (AIG) acumula pérdidas netas por  importe de 13.162 millones de dólares (9.281 millones de euros) en los seis  primeros meses del año. Una persona cercana a la firma aseguró que, si no  consiguen los 40.000 millones, a
 AIG le podrían quedar entre 48  y 72 horas "de vida". Antes tales acontecimientos,  no es de extrañar las
 caídas generalizadas que han registrado los mercados  bursátiles. En especial,
 el español.
 
 Las reacciones de los bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico no  se han hecho esperar ante la dimensión de tales quiebras, y en nada han variado  con respecto a las medidas adoptadas desde el estallido de la crisis de las  hipotecas
 subprime en agosto del pasado año. En concreto,  la nueva batería de acciones coordinadas por parte de la Fed y el BCE se centran  nuevamente en
 facilitar liquidez a las entidades de crédito.
 
 La Fed acepta como colateral acciones de empresas
  
   
 La Reserva Federal ha anunciado una serie de medidas adicionales para  apoyar el sistema financiero, entre ellas una
 ampliación de sus mecanismos  actuales para la concesión de préstamos. Así, la Fed aceptará un abanico más  amplio de garantías como aval para esos créditos. En concreto, el organismo
 aceptará como colateral para sus préstamos acciones de  empresas. ¿Qué significa esto? Que la Fed va a prestar dinero a los bancos  utilizando como garantía los títulos de un mercado que sufre una elevada  volatilidad y que, además, está claramente en fase descendente.
 
 Además, la mayoría de los inversores apuestan por que la Reserva Federal  rebajará en su reunión de este martes un cuarto de punto porcentual la tasa de  interés del crédito interbancario a corto plazo. Desde abril la Reserva ha  mantenido en el 2 por ciento la tasa de interés de referencia. Hace un año esa  tasa estaba en el 5,25 por ciento, pero el banco central ha ido aflojando  gradualmente su política monetaria para alentar el gasto de los consumidores y  la actividad económica.
  
 Bernanke ha inyectado 600.000 millones de dólares
  
 Desde diciembre pasado, la Reserva ha inyectado unos 600.000 millones de  dólares en los mercados, y ahora los analistas creen posible que mañana reduzca  la tasa de descuento que cobra a los bancos por los préstamos de corto  plazo.
 
 ¿Resultado? La Fed "ya ha iniciado la demolición total del  dólar", añade el OCE. La  estrategia consiste en "hundir  la divisa para salvar los bancos". Sin embargo, el problema es de  cajón: "el inflacionismo sólo ayudará ligeramente a los insolventes, pero hundirá el valor neto de los  balances de los mejores bancos. Al final las quiebras de los primeros  llegarán y el debilitamiento de los segundos incrementará su probabilidad de  quiebra", añaden estos expertos.
  
 Mientras, el Banco Central Europeo (BCE) ha inyectado
 30.000 millones de euros en el sistema para atenuar  el pánico bursátil y la demanda de liquidez extra por parte de las entidades  europeas. Pero tales inyecciones ni han resuelto ni resolverán la crisis, tal y  como avanzó LD.
 
 Es una crisis de solvencia no de liquidez
  
 ¿Por qué? No es una crisis de liquidez (falta de dinero y crédito)  sino de solvencia, debido a "la acumulación de deuda de muy  baja calidad". Los bajos tipos de interés aplicados por los bancos  centrales han permitido a las entidades "endeudarse a corto plazo e invertir a  largo. Sus proyectos de inversión (a través de la concesión de créditos a largo  plazo) maduran mucho más tarde que su deuda (emisión de bonos o petición de  créditos interbancarios a corto plazo)".
  
 El problema radica en la expansión  crediticia puesta en  marcha por los bancos centrales. Entre 2000 y 2003 los tipos de interés en EEUU  cayeron del 6,5 por ciento hasta el 1 por ciento. A partir de 2004, y ante el  temor de una repunte de la inflación y la depreciación del dólar, la Fed  revertió su política monetaria auspiciando una nueva subida de tipos hasta  alcanzar el 5,25 por ciento en junio de 2006.
  
 Como resultado, los tipos artificialmente bajos han generado un gran volumen de mala deuda e  inversión, facilitando el surgimiento de burbujas como la inmobiliaria, en donde la  solvencia de los prestamistas (familias y empresas) está "fuertemente  condicionada por los tipos de interés". El pasado verano, la situación se hace  insostenible para muchas familias norteamericanas (impagos de crédito) ante el  repunte de la carga financiera, como consecuencia del encarecimiento del  crédito.
  
 Tipos artificialmente bajos y expansión del crédito
  
 De este modo, las familias y las empresas de los países occidentales (como  la estadounidense o la española) fueron capaces de captar un volumen inmenso del crédito fiduciario  (no respaldado por ahorro real, sino generado gracias al endeudamiento)  para "inversiones que contaban con un doble riesgo que no fue  percibido en toda su  intensidad", según recoge el último boletín de coyuntura del OCE, al que ha  tenido acceso LD.
  
 Por un lado, el "riesgo de  crédito". Esto es, la  posibilidad de que los deudores impagaran sus deudas, ante el incremento de los  tipos de interés y la llegada de una ralentización económica. Es decir, los  deudores "sólo podía  seguir pagando la deuda debido a los bajos tipos de interés y a su puesto de trabajo. Dos  circunstancias que necesariamente tenían que cambiar durante el período en el  que debía seguir pagándose la deuda", explica dicha entidad.
  
 Y es que, "los bajos  tipos de interés eran sólo resultado de la intervención de los bancos  centrales en el mercado  monetario y no resultado de un incremento del ahorro real. Por consiguiente,  estos tipos de interés no sólo no eran sostenibles a lo largo del tiempo, sino  que después de generar un auge ficticio en la actividad económica, tenderían a  elevarse a unos niveles incluso más altos que antes de la intervención en los  mercados monetarios", añade el OCE.
  
 Activos crediticios ilíquidos
  
 "Cuando los tipos de interés comenzaron a repuntar a partir de 2005 y la  desaceleración económica a agravarse, numerosos deudores entraron en default (insolvencia o impago de deuda) y  hundieron el valor de los activos que respaldaban el crédito bancario",  explica.
  
 Por otro lado, los "inversores tampoco tuvieron en cuenta el riesgo de liquidez.  Esto es, la contingencia de que se vieran forzados a enajenar (vender)  precipitadamente sus activos a un precio inferior al que tenían contabilizado en  el balance". El problema es que "losactivos ilíquidos podrán ser individualmente negociables,  pero no de manera agregada".
  
 Si quieren enajenarse cantidades muy grandes de un activo ilíquido (como  los bonos o productos financieros basados en créditos hipotecarios) tendrán  que "aceptarse descuentos  en su precio", lo cual se  traduce en cuantiosas pérdidas en los balances de las entidades  (writedowns), advierte este organismo.
  
 Además, en una época de restricción crediticia como la actual, la necesidad  de captar capital puede ser  "destructiva" para los bancos, ya que fuerzan a "captar liquidez a un coste  probablemente prohibitivo o a vender sus activos a un gran descuento", indica el  OCE.
  
 Bancos de inversión en riesgo
  
 "Por eso, las  estrategias de endeudarse a corto e invertir a largo están condenadas al  fracaso. El mercado en su conjunto se va apalancando (endeudando) sin  que las inversiones acaben a madurar a tiempo para financiar la deuda", según el  documento.
  
 "El segundo error fue creer que el banco central podía proporcionar  liquidez al mercado simplemente bajando sus tipos de intervención o  incrementando la cuantía de sus operaciones de financiación".  Es decir,  creer que se trataba de una mera falta de liquidez cuando, en realidad, el  problema es de solvencia financiera.
  
 Y es que, tal y como explica el OCE, "toda empresa debe ser solvente y  líquida para proseguir sus operaciones. Sin embargo, los bancos tienen concedido el  privilegio de ser permanentemente ilíquidos y, con mucha probabilidad, también  insolventes si la liquidación del activo fijo se produjera a un descuento lo  suficientemente grande como para que no pudiera ser cubierto por los fondos  propios".
  
 En este sentido, los bancos operan a la inversa que cualquier otra empresa,  dado que su fondo de maniobra es estructuralmente negativo. Es decir, "financian  casi todo el activo fijo a través de los pasivos a corto plazo".
  
 Morgan Stanley y Goldman Sachs en el "punto de mira"
  
 Los bancos, sin embargo, son capaces de evitar la suspensión de pagos  recurriendo a los mercados interbancarios para cubrir sus necesidades diarias de  caja. Sin embargo, la sequía que vive el mercado interbancario desde el pasado  año ha cerrado las puertas de los bancos a esta vía de financiación.
  
 Y en este contexto, el "funcionamiento de los bancos de inversión es bastante  arriesgado", según los  expertos. "Día a día tienen que refinanciar cantidades enormes de su deuda y lo  hacen garantizando el repago de esa deuda con sus activos (bonos hipotecarios)"  de muy baja calidad. Así, "la situación de Lehman era análoga  a la de Bear Stearns: un  banco de inversión con apalancamientos cercanos de 30  a 1 y con una cartera con  una elevada composición de bonos hipotecarios".
  
 Obviamente, si los bonos entran en default, los prestamistas  rechazan prestar al banco contra esos malos activos, con lo que se incurre en una situación de  iliquidez que fuerza al banco a liquidar sus activos al descuento y, como consecuencia, provoca la  insolvencia de la entidad.
  
 "Esto es lo que le sucedió a Bear Stearns. En unos días toda su liquidez se  esfumó porque nadie estaba dispuesto a prestar dinero contra una cartera de  pésimos activos". Lo mismo que ahora ha ocurrido con Lehman Brothers y que,  igualmente, amenaza a los dos grandes bancos de  inversión restantes en EEUU: Morgan Stanley y Goldman Sachs.
  
 La degradación de las monoline
  
 Ambas entidades están ahora "en el punto de  mira". Un diagnóstico que  coincide con el efectuado por el gurú de la crisis subprimeNouriel  Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York. Así, según el  analista, la lección de la quiebra de Lehman es que los otros dos bancos de  inversión (Goldman Sachs y Morgan Stanley) precisan "encontrar un  comprador", una "gran institutición financiera que esté dispuesta a asegurar sus  depósitos". Además, el riesgo también se cierne sobre Bank of America debido, precisamente, a la adquisición  de la insolvente Merrill Lynch y Countrywide a precios "muy  inflados", añade.
  
 Por último, según el OCE, la insolvencia también se cierne sobre las  principales aseguradoras de bonos (monoline) de EEUU, Ambac y MBIA. Y es  que, a finales de 2007, ambas entidades aseguraban bonos hipotecarios (CDOs) por  importe de 59.800 millones  de dólares con apenas unos fondos propios de 12.610 millones. De este  modo, las agencias de rating (que evalúan la calidad crediticia de  las entidades) se verán obligadas a degradar la calificación de las  principales agencias monoline.
  
 El problema es que una degradación de estas características provocará  "automáticamente la depreciación (pérdida de valor) de todos los productos que  estaban asegurando", lo que provocará a su vez nuevas pérdidas bancarias y  quiebras, afirma el  OCE.
  
 Nuevas quiebras bancarias
  
 Por si ello fuera poco, muchas instituciones (también los bancos) tienen  reguladas sus reservas y su capital mínimos en función del riesgo de sus activos  (por los acuerdos de Basilea). Dicho de otra manera,
 cuanto más arriesgado se vuelva  el activo, más capital o más reservas (margen de apalancamiento) deberán  poseer. "La degradación supondría que todas estas instituciones  tendrían que captar más capital y más liquidez", advierte el OCE.
Por  último, "muchas instituciones (como los fondos de pensiones) tienen establecido  en sus estatutos que sólo pueden poseer deuda calificada como AAA (máxima  calidad). Por tanto, tras la degradación tendrían que vender masivamente todos  estos bonos (lo que reduciría aun más su precio y amplificaría los efectos  anteriores)", concluye. Así, de confirmarse los peores augurios, el
 super crash continuará su rumbo, llevándose por  delante
 centenares de entidades financieras, tal y  como avanzó
 LD.