 La  maquinaria de censura y represión del Gobierno chino no ha logrado silenciar las  protestas de los manifestantes tibetanos contra la ocupación china, dice el  autor, aplacadas duramente por las autoridades de Beijing,  quienes temen ahora que los disturbios afecten negativamente a su imagen ante la  celebración de los Juegos Olímpicos. El Tíbet, parece, ha  agotado su lucha no-violenta, y, con ésta, su paciencia
 ¿y la de  China?
La  maquinaria de censura y represión del Gobierno chino no ha logrado silenciar las  protestas de los manifestantes tibetanos contra la ocupación china, dice el  autor, aplacadas duramente por las autoridades de Beijing,  quienes temen ahora que los disturbios afecten negativamente a su imagen ante la  celebración de los Juegos Olímpicos. El Tíbet, parece, ha  agotado su lucha no-violenta, y, con ésta, su paciencia
 ¿y la de  China?
 
 
 EN EL 49º ANIVERSARIO DEL  LEVANTAMIENTO popular tibetano contra  la ocupación china del Tíbet, realizada en 1950, y un par de meses antes de la  celebración de las Olimpiadas en Beijing, el Dalai Lama pronunció un  discurso muy duro que fue señal para iniciar una serie de protestas callejeras  por parte de sus seguidores en la capital Lhasa y otras zonas del Tíbet, hoy  convertido en simple provincia china.
 Poca información fiable se ha filtrado al exterior  de lo realmente sucedido. El gobierno chino inmediatamente aisló la región,  rescatando a los pocos extranjeros que había en ella y prohibiendo toda  entrada desde el exterior. "Los disturbios son los  primeros desde 1989 y llegan tras cuatro años de espera a una reanudación de  conversaciones con el gobierno chino" Su versión es que se trata de un  intento subversivo del gobierno tibetano en el exilio que encabeza el Dalai  Lama, destinado a fracasar por falta de apoyo interior. Afirma haber reprimido  las protestas sin uso de armas de fuego y que la docena de muertos civiles se ha  originado en incendios provocados por los amotinados.
 Por el contrario, las fuentes de Dharamsala,  territorio indio cercano donde tiene su sede los exiliados, empezaron hablando  de decenas de muertos y ahora ya afirman que son centenares, sin que puedan  ofrecer de ello pruebas fehacientes. Los disturbios son los primeros desde 1989  y llegan tras cuatro años de espera a una reanudación de conversaciones con el  gobierno chino, que suspendió los primeros y únicos contactos a pesar de que los  tibetanos han olvidado su reivindicación de independencia y se conforman con una  simple autonomía.
 LA POLÍTICA DE REPRESIÓN DE CHINA  
 "China ha reducido al  gobierno en el exilio tibetano a poco más que una reliquia, y a su Dalai Lama a  un líder espiritual respetado internacionalmente, pero sin capacidad  política" La absoluta cerrazón china no deja el menor resquicio de  esperanza a que la oposición pacífica de todos estos años pueda conducir a  salvaguardar la identidad de un pueblo aislado en el Himalaya, que hasta hace  sólo medio siglo era una teocracia gobernada por una reencarnación divina. China  ha practicado durante estas décadas una sistemática política de represión contra  la autoridad budista, sus monasterios y monjes, y todas las señas de identidad  cultural tibetana, importando una fuerte inmigración foránea, implantando un  sistema educativo ateo, e intentando suplantar la tradicional economía de  subsistencia y las formas de vida tradicionales por una modernización  forzada.
 Todo ello no ha dado grandes resultados y se  supone, aunque no se sabe con certeza, que la mayoría de la población permanece  fiel al Dalai Lama y a la rama budista que representa. Bien es cierto, que las  autoridades chinas han montado un gobierno fiel, que han conseguido controlar la  última reencarnación del Panchen Lama (la otra autoridad tibetana que junto a la  religiosa del Dalai Lama, venía ejerciendo funciones más terrenales), y que con  su enorme influencia en los asuntos mundiales, ha reducido al gobierno en el  exilio tibetano a poco más que una reliquia, y a su Dalai Lama a un líder  espiritual respetado internacionalmente, pero carente de toda capacidad  política.
 UN EXILIO A LA ESPERA DE UN  MILAGRO
 "El budismo tibetano es  tradicionalmente pacífico, lo que no ha evitado injusticias seculares en su  sistema feudal de casi esclavitud" El exilio tibetano se encuentra ante  la misma tesitura cruel de otras causas justas destinadas al fracaso. Su presión  pacífica, su trabajo de proselitismo en la opinión pública internacional, el  cariño y respeto que despiertan su causa y su líder, no sirven de nada si no se  pone sangre y dolor encima de la mesa donde los medios de comunicación y los  poderes globales reparten las prioridades. Cuanto más se repite que con la  violencia no se llega a ningún lado, más falso resulta ante el ejemplo de los  que la han empleado con éxito envidiable en los cuatro puntos cardinales de  nuestro inestable mundo, ya sean los Balcanes o Timor Este, ya sea Irlanda del  Norte o Darfur, ya sea Bagdad o el País Vasco.
 "La uniformización social  implantada desde Beijing parece haber quebrado la estructura social en torno a  una religiosidad omnipresente" El budismo tibetano es tradicionalmente  pacífico, lo que no ha evitado enormes injusticias seculares en su sistema  feudal de casi esclavitud, ni que intentara ya antes el camino de las armas con  grupos armados financiados por Estados Unidos hasta que se impuso la diplomacia  del ping-pong con el peligro amarillo convertido en bendición  consumista. El exilio, como todos los exilios, se cansa y amarga esperando un  milagro. El mismo Dalai Lama es ya un hombre mayor al que se le acaban las  oportunidades. 
 Y sobre todo, la uniformización social implantada  desde Beijing parece haber quebrado la estructura social ligada a los  monasterios y de una vida ordenada en torno a una religiosidad  omnipresente.
 UNA LUCHA BASADA EN LA  NO-VIOLENCIA
 "Dalai Lama: Si la ayuda internacional a  favor de negociaciones significativas, con la cual estoy todavía comprometido,  falla, no podré continuar está línea de acción por más tiempo con la conciencia  tranquila" Las dificultades del budismo  tibetano en el exilio se han agudizado en la última década. Su Santidad el Dalai  Lama, al celebrar el 35º aniversario del levantamiento tibetano, en 1994,  difundió una declaración en la que decía: Deseo hacer inventario de nuestros  catorce años de esfuerzos por encontrar una solución pacífica y realista a  través de honradas negociaciones con el gobierno chino. He tratado siempre de  guiarme por el realismo, la paciencia y la perspectiva. He realizado concesiones  extremas, una solución que no pide la independencia total del Tibet a pesar de  la decepción y las críticas que muchos tibetanos han expresado contra mi  moderada postura. No he olvidado que 1.200.000 tibetanos han muerto y que el  Tibet ha sufrido enormemente. No obstante, había confiado en que mi moderado  acercamiento pudiese llevar a un clima de mutua confianza y negociaciones  fructíferas. Pero el gobierno chino ha rechazado todas mis ofertas, la gravedad  de la situación ha aumentado dramáticamente, hay una intensificación del plan de  acción chino dirigido a la supresión, a la marginación del pueblo tibetano  dentro de su propio país, a la exterminación gradual de nuestra cultura y  religión, y la destrucción y explotación del medio ambiente. Debo reconocer que  mi postura no ha traído consigo ningún progreso, ha causado  desilusión.
 Y continuaba: Si la ayuda internacional a  favor de negociaciones significativas, con la cual estoy todavía comprometido,  falla, no podré continuar está línea de acción por más tiempo con la conciencia  tranquila. Entonces debería consultar a mi pueblo acerca de la futura dirección  de nuestra lucha. Sin embargo, es muy importante que esta lucha esté basada en  la no-violencia.
 Todavía el Dalai Lama ha aguantado casi década y  media, hasta hace pocos días. A partir de ahora, todo es una  incógnita.
 EL OPTIMISMO DEL DALAI
 El Dalai, en los últimos años, ha conquistado un  lugar de honor entre todas las fuerzas y tendencias alternativas que trabajan  por la transición a una sociedad ecológica planetaria y una nueva era en la  evolución de la humanidad. "El Dalai aún no se ha  pronunciado ante la violencia de sus partidarios en Lhasa, que han atacado  bienes de inmigrantes chinos, equivocando el objetivo" Participando en  1994 en una conferencia internacional en Israel, convocada por la Sociedad para  la Protección de la Naturaleza, decía: Una de las mayores lecciones para  todos nosotros ha sido el cambio pacífico en la Europa del Este. En el pasado,  las personas oprimidas siempre recurrían a la violencia en su lucha por la  libertad. Ahora, estas revoluciones pacifistas, siguiendo las huellas de Gandhi  y de Martin Luther King, han ofrecido a las futuras generaciones un gran ejemplo  de cambio exitoso hacia la no violencia. Cuando en el futuro surja la necesidad  de cambiar la sociedad nuestros descendientes podrán retroceder hasta 1989 como  un momento paradigmático en la lucha por la paz: una triunfal historia real sin  precedentes en la que están implicadas más de media docena de naciones y  centenares de millones de personas. 
 ¿Mantiene hoy este análisis? De momento, no se ha  pronunciado ante la violencia de sus partidarios en Lhasa, que desgraciadamente  han atacado comercios y bienes de inmigrantes chinos, equivocando el  objetivo.
 Me siento optimista ante el  futuro, repite insistentemente como un  disco rayado a juego con su sonrisa paradigmática. Existen una serie de  tendencias recientes que muestran nuestro potencial para conseguir un mundo  mejor. Ahora, tanto las personas como los gobiernos buscan un nuevo orden  ecológico y económico. El próximo siglo hablaba la década pasada será  más armonioso y menos dañino. La compasión, las semillas de la paz, podrán  florecer. No lo hacen por el momento en su amado  Tíbet.