Dos estudiantes asesinados en las calles de  Venezuela por una violencia generada por el régimen de Hugo Chávez, que reprime  sin contemplaciones la protesta masiva por la libertad y en contra del cierre de  la única gran cadena de televisión que mantenía posiciones independientes y  críticas. 
Algunos socialismos se han deteriorado tanto que se confunden  cada día más con el peor fascismo. Han abandonado la ética, se han olvidado de  la igualdad, han renunciado a los valores y sólo conservan el apego al poder.  Sin ética y sin valores, nada les impide controlar el poder a cualquier precio.  Ese socialismo es fascismo en estado puro. 
Quien quiera ver fascismo  puro en acción que mire hacia Venezuela, donde la policía ha tomado las calles  para aplastar la revuelta de los que reclaman derechos tan fundamentales como la  libertad de prensa y de información. Afincado en el poder y manteniéndolo con  todos los medios que el Estado pone a su servicio, existe un gorila totalitario  que se viste de rojo para disimular el color negro de sus venas, que amedrenta y  aplasta la adversario, que intimida a los que se le oponen, que cierra los  medios de comunicación críticos y que lanza a sus perros, soldados, policías y  pandilleros, a las calles para sembrar el miedo y la inseguridad entre la gente  que aspira a ser libre y próspera. Eso es fascismo en estado puro, aunque, para  engañar, le llamen "Socialismo del siglo XXI" o "Revolución Bolivariana".  
En Cuba, desde donde soplan la mayoría de los vientos totalitarios de  Occidente, el color rojo también disimula el negro fascista del terror y la  opresión de los hermanos Castro. El fascismo cubano tiene las cárceles repletas,  las calles y cuadras atiborradas de chivatos y espias al servicio del partido  único y mantiene uno de los ejércitos más nutridos y mejor armados del mundo, a  pesar de que el pueblo en masa pasa hambre. Eso también es fascismo en estado  puro. 
Cuando cayó el muro de Berlín, desapareció también aquel comunismo  que tenía ideología y que pretendía explicar el mundo desde su óptica. Gran  parte de sus herederos han cambiado el color rojo por el negro y se han hecho  fascistas puros. Han aprendido a manipular la democracia y han descubierto que  el pueblo, con su inocencia y deseos de paz y justicia, puede ser engañado si se  esgrimen con astucia y eficacia la mentira y las viejas consigna del  igualitarismo, la protección social y el apoyo a pobres y a débiles. 
Por  mucho que se vista de rojo, cualquier observador independiente y demócrata  descubrirá pronto que el fascismo conserva los mismos rasgos y tics que tuvo en  la Alemania de Hítler, en la Italia de Mussolini , en la Argentina de Videla o  en el Chile de Augusto Pinochet, casi idénticos también a los que patrocinaron  Stalin y Mao: los adversarios son encarcelados o exterminados; los líderes se  mantienen eternamente en el poder, el pueblo es engañado, manipulado y  marginado; la policía y el ejército dejan de servir a la nación para servir al  partido único; la economía fracasa; la libertad desaparece y la verdad es  expulsada de la sociedad y de la vida cotidiana. 
El auge del socialismo  totalitario y su adaptación a la democracia, a la que manipula y pervierte desde  dentro, ha provocado todo un cambio de 180 grados en el análisis correcto del  mundo político, que ya no se divide en izquierdas y derechas, sino en  totalitarismo y democracia. 
El primer deber de la gente de bien no es ya  militar en la izquierda o la derecha, sino en la democracia, que es algo muy  diferente. La principal obligación de los justos es oponerse a los totalitarios,  a los que marginan al pueblo, a los que anteponen el Estado al individuo, sean  de derecha o de izquierda. 
En el bando totalitario, revueltos en un  cóctel sin ética y sin otro objetivo que el poder, conviven hoy todos los  fascistas, los que no respetan los derechos humanos, los que adoran al Estado,  los corruptos, los que protituyen la democracia, los que han expulsado al pueblo  del poder y los que han abrazado la mentira como método infalible de gobierno.  En el bando negro de la Historia, en el núcleo del nuevo fascismo, que no es  otra cosa que el viejo fascismo travestido de falsa democracia y de populismo  engañoso, están hoy países como Cuba, Irán, Venezuela, Nicaragua y otros, todos  ellos con el denominador común del desprecio al ciudadano y la exaltación del  Estado y del líder, rasgos que también fueron dominantes en la Alemania  hitleriana, la Italia musoliniana, la China maoista y la Rusia estalinista,  entre otros regímenes sanguinarios y opresores, todos ellos cargados de oprobio  y dignos de desprecio. 
Pero el verdadero drama para los demócratas del  mundo no es que exista el bando del mal, algo que ha ocurrido siempre a lo largo  y ancho de la Historia, sino que existan complices tan ajenos a la democracia,  que ni siquiera perciben la alitosos fascista, que conviven con la corrupción  política mundial y que, para colmo de desvergüenza, mantienen relaciones  amistosas y de cooperación con esos modernos estados sátrapas del siglo XXI,  nidos de fascismo y enemigos mortales de la democracia, la libertad y el bien.  
Para desgracia y vergüenza de los demócratas, la España de Zapatero,  amigo y estrecho colaborador de Cuba, Venezuela, Irán, Nicaragua y otras sucias  satrapías, es uno de esos paises que han perdido la capacidad de distinguir  entre fascismo y democracia, entre desvergüenza y dignidad, entre el bien y el  mal.