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 El  fin del siglo pasado estuvo marcado por una convergencia entre la electrónica,  la informática y las telecomunicaciones, que constituye el núcleo central de la  transformación multidimensional que experimenta la economía y la sociedad,  imponiéndole al ser humano modificar no sólo sus hábitos y patrones de conducta,  sino ,incluso, su forma de pensar.
  
 Diversos  estudios previeron ya desde la década del setenta, incluso antes, que las  tecnologías microelectrónicas y de telecomunicación, conocidas como Nuevas  Tecnologías de la Información y las Comunicaciones  (TIC), transformarían a corto plazo las estructuras y sistemas de producción y  servicios en los países industrializados, agudizando al mismo tiempo la  desigualdad y dependencia del Tercer Mundo.
  
 En  este sentido, Orlando Fundora, en ocasión de presidir la delegación de Cuba a  la II  Conferencia General de Ministros de Información del Movimiento  de Países No Alineados, celebrada en Jakarta, Indonesia en enero de 1984,  expuso:
  
 Vivimos  instantes difíciles que contribuyen al aumento de la desigualdad económica y  tecnológica, al tiempo que se aceleran las presiones políticas y militares para  reforzar la dominación neocolonial. El desequilibrio se acentúa cada vez más  debido a innovaciones científico - técnicas basadas en la microelectrónica y los  satélites de comunicación, controlados por gigantescas empresas  multisectoriales.
  
 Un  gran número de países se opone a que las nuevas tecnologías sirvan para  consolidar la hegemonía de los poderosos y que se utilicen para transmitir los  valores negativos de la sociedad de consumo norteamericana. Queremos que se  reconozca nuestro derecho a ser. Queremos decidir de modo independiente nuestras  formas de vida, información y cultura, y que este derecho inalienable sea una  referencia clara a la hora de pensar en el mundo interconectado que se nos  avecina. Están implicadas cuestiones de soberanía, identidad propia y  desarrollo. El Nuevo Orden Internacional de la Información y la Comunicación está en  el centro de las aspiraciones de cambio de la inmensa mayoría de los países del  llamado Tercer Mundo y es una expresión concreta de la lucha ideológica en el  plano internacional.
  
 En  ese año,  según un documento de  trabajo del Comité Provisional del Programa Intergubernamental de informática de  la UNESCO, los  países industrializados contaban con el 95% de las computadoras y equipos  periféricos instalados,  contra un  3,3% en América Latina, 1,6% en Asia y menos del 0,5% en Africa. Y añadía: La  toma de conciencia sobre esta situación es tardía en los países en vías de  desarrollo debido, entre otras causas, a la insuficiencia de recursos materiales  y humanos, la incapacidad de producción y gestión, anticuados medios de  telecomunicación y la carencia de infraestructuras científicas y tecnológicas.  
  
 El  desarrollo tecnológico en los países industrializados ha agudizado el  desequilibrio y la desigualdad de recursos en los países del Tercer Mundo,  afectando sus posibilidades de avance. Las nuevas tecnologías, monopolizadas  desde el diseño a la comercialización por un minúsculo número de gigantescas  corporaciones, han ahondado la brecha entre los que tienen acceso a la  información y los que no disponen de recursos ni de oportunidad para acceder de  modo suficiente o racional a las mismas.
  
 Paradojas  en la era de la información
  
 Los  contrastes en acceso a bienes comunicacionales de ida y vuelta (como telefonía e  internet) son inquietantes cuando se comparan las distintas regiones del mundo.  
  
 El  60% del total de la población de los países subdesarrollados habita en zonas  rurales, sin embargo, más del 80% de sus escasas líneas telefónicas están  situadas en las zonas urbanas.1   
  
 En  lo que a acceso y presencia en internet se refiere, también inquieta que,  actualmente sólo un 3% de la población mundial accede a internet, básicamente  concentrado en naciones industrializadas, donde el 20% más rico de esta  población se beneficia del 93% de los servicios de Internet y cuenta con el 74%  de las líneas telefónicas.2 
  
 La Unión  Internacional de Telecomunicaciones  reconoce en su reporte del 2001 que la mitad de la humanidad está a más de dos  horas de camino de un teléfono, el 90 % de los canales de satélites son  destinados a la comunicación Norte- Norte y llamar por teléfono de Sur a Norte  cuesta de 5  a 10 veces más que a la inversa.
  
 En  América Latina, la brecha de infraestructura en TIC entre zonas urbanas y  rurales es un hecho en todos los países de la región. Los mayores centros  urbanos frecuentemente cuentan con el doble de densidad de líneas telefónicas  que las ciudades pequeñas, y las áreas rurales tienen aún menor  acceso.
  
 Más  de 20 países del continente africano poseen menos de una línea telefónica básica  por 100 habitantes y el gasto en investigación y desarrollo es casi nulo,  refiere el informe sobre desarrollo humano 2004 del PNUD, en un contexto donde  es muy bajo el número de receptores de radio por 1 000 habitantes y este es el  único medio efectivo de contacto por la dispersión del habitat, la pluralidad de  lenguas y la falta de caminos e instalaciones energéticas.  
  
 Los apologistas de las  Nuevas Tecnologías expresan que las computadoras y la transmisión directa por  satélite resolverán estos problemas, mientras tratan de ocultar la concentración  financiera en áreas claves para la industria, la economía y los servicios. La  base de su propaganda es que tales recursos son una panacea para todos los males  sociales; pero la realidad demuestra la existencia de una desigualdad creciente  entre los países subdesarrollados y los países capitalistas  industrializados.
  
 El uso de las tecnologías  de la información y las comunicaciones es un derecho y una herramienta  fundamental para lograr la transformación y el enriquecimiento del ser humano y  de nuestras sociedades, el desarrollo sostenible, y eliminar las causas de las  desigualdades y graves problemas que hoy aquejan a nuestros  pueblos.
  
 Pero estas desigualdades  están presentes también al interior del imperio. Así, el presidente del  parlamento cubano Ricardo Alarcón de Quesada, en su trabajo "La dictadura global  y las amenazas a la paz mundial", expresa:
  
 ... tampoco es parejo el  disfrute de las nuevas tecnologías. Una encuesta que acaba de publicar  la  Universidad de Massachusetts revela que en varias comunidades  urbanas del nordeste  que incluyen Boston y New York  el 56% de los  entrevistados conoce poco o nada acerca de Internet y el 80% de ellos está  ansioso por conocerla. Según el Departamento de Comercio solo el 16% de las  familias latinas y el 19% de las afronorteamericanas tienen acceso a ella.  
  
 La expansión del uso de  nuevas tecnologías fomenta otras formas de desarraigo que afectan tanto a los  trabajadores de los países periféricos como a los de los centros dominantes. Se  habla ya de "los nómadas del siglo XXI o los cibernómadas". Trabajadores  temporeros o bajo contratos especiales que se suman a la corriente migratoria o  desde sus países venden su fuerza de trabajo a corporaciones ubicadas en el  exterior. La otra cara de la moneda la constituyen los trabajadores y empleados  de los grandes centros industriales que han visto reducirse el promedio de  permanencia en el empleo de más de 23 años hace medio siglo a menos de 4 años en  la última década. Según un estudio del Massachusetts Institute of Technology el  25% de los obreros en Estados Unidos son trabajadores a tiempo parcial pero en  California esa condición define a los dos tercios de la fuerza laboral.  
  
 En varias regiones de  Estados Unidos crece la preocupación por el incremento de la contratación de  determinados trabajos o servicios a otros países con el objetivo de reducir  costos y ahorrar salarios. El fenómeno, por supuesto, no es nuevo, pero a  diferencia de las transferencias del pasado, cuando los empleos afectados se  encontraban en el sector manufacturero, ahora se trata de trabajos altamente  calificados como es el caso de los programadores de  software.
  
 Según un estudio realizado  en el 2004 por la universidad de Berkeley, el porcentaje de empleos transferidos  a la India o  Pakistán es de uno de cada diez a nivel nacional y uno de cada seis en Silicon  Valley, el valle californiano, cuna de las empresas de tecnología e Internet,  donde los precios son un 47 por ciento más elevados que en el resto del país.  Hewlett-Packard, una de las compañías más emblemáticas de la zona, tiene una  plantilla de 8 000 personas en la  India, mientras Oracle, el gigante de las bases de datos, ha  doblado su plantilla en ese país desde el 2002,  y ahora emplea a 4 200 personas3.
  
 El interés de los  supermonopolios es trasladar al Tercer Mundo las industrias de vieja tecnología,  dañinas al medio ambiente; pero en el seno del Primer Mundo se engendra, entre  inmigrantes hispanos y razas consideradas inferiores, un sector  tercermundista.
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