
 REPORTAJE: UN INTELECTUAL  CONTROVERTIDO 
 Unamuno sin leyenda
 Defendió el 'imperio' de la  lengua española y vio en la Guerra Civil un caso de locura colectiva. El  filósofo vasco recupera su voz con una nueva biografía, la primera en 45 años  
  
  
 He molestado a todos los públicos y a todos los pueblos que he  visitado. Y aunque, a la larga, digan 'tenía razón', en el fondo les soy  antipático... Tener razón es lo más antipático que hay". La frase es de Miguel  de Unamuno. La escribió en una carta a un amigo en 1908, y bien habría podido  servirle de epitafio. El filósofo vasco, austero como un cuáquero, creyente sin  fe, irreductible en su batalla contra el "nacionalismo aldeano", ha  quedado perdido en la historia, enterrado bajo la polvareda de las formidables  polémicas que mantuvo.
 
 Miguel  de Unamuno Y Jugo 
 A  FONDO
 Nacimiento:  
 29-09-1864
 Lugar:
 Bilbao
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  "Los  investigadores han ido cada uno a lo suyo. Hace falta un equipo para publicar  las obras completas de Unamuno"
 No  hay forma de saber lo que dijo exactamente el escritor en su discurso ante  Millán Astray, en 1936
 Durante  décadas, y pese a los esfuerzos de la Universidad de Salamanca, a la que estuvo  ligado casi toda su vida adulta, Unamuno ha sido sólo materia de especialistas,  ignorado por el gran público. "Su yerno, el poeta José María Quiroga, le dijo  una vez al final de su vida: 'Es usted un monumento nacional'. Pero, yo diría,  que es un monumento nacional muy poco visitado", dice Jean-Claude Rabaté,  hispanista francés, que se ha propuesto romper el prolongado silencio sobre el  pensador vasco con una nueva biografía, redactada a cuatro manos, con su esposa,  Colette Rabaté, profesora de lengua, literatura y civilización española en la  Universidad François Rabelais, de Tours.
 El  libro, Miguel de Unamuno (1864-1936), que llegará esta semana a las  librerías (editado por Taurus), es un monumental esfuerzo de recuperación del  verdadero Unamuno, a través de su voz, de sus propias  palabras.
 Los  autores han trabajado, sobre todo, con los miles de artículos de prensa que  firmó, el epistolario que mantuvo con familiares, amigos y adversarios, y los  cuadernos de apuntes autobiográficos que iba anotando. De este magma surge la  figura batalladora y compleja de uno de los intelectuales más controvertidos del  siglo XX. "Hay algo fascinante en Unamuno, que vivió 36 años en el siglo XIX y  36 en el siglo XX, y murió el último día de 1936. Era un hombre del siglo XIX,  un titán que se llevaba mal con el siglo XX, pero era también un precursor. Su  discurso no era político, ni económico, era moral", dice Rabaté, historiador,  catedrático de Civilización Española en la Universidad de París III y un experto  en el filósofo vasco, sobre el que ha trabajado en diversas obras durante los  últimos 20 años.
 El  libro aporta una exclusiva. "Hemos comprobado que en los seis años de su  'autoexilio'
 [desterrado  en Fuerteventura en 1924, el escritor se fuga a Francia, donde permanecerá hasta  1930] criticó violentamente, con un odio tremendo, a tres personas, al rey  Alfonso XIII, al general Wenceslao Martínez Anido y al dictador Miguel Primo de  Rivera".
 La  única concesión a la recreación literaria es la reconstrucción del discurso  improvisado por Unamuno el 12 de octubre de 1936 ante la esposa de Franco,  Carmen Polo, el general Millán Astray, el obispo de Salamanca, Enrique Pla y  Deniel, y un montón de académicos y cargos franquistas. El episodio es uno de  los más famosos de la Guerra Civil, pero está lleno de incógnitas. "Nunca se  sabrá lo que realmente dijo. La única prueba, son unas cuantas palabras escritas  en el dorso de un sobre, el de la carta de la esposa del pastor protestante  Atilano Coco en el que pide a Unamuno que interceda por su marido". Ahí ha  escrito, junto a los apellidos de los oradores, unas cuantas palabras:  Guerra internacional, civilización occidental cristiana, independencia, vencer y  convencer, odio y compasión, lucha, unidad, catalanes y vascos, cóncavo y  convexo, imperialismo lengua, Rizal, odio inteligencia que es crítica, que es  examen y diferenciadora, inquisitiva y no  inquisitorial.
 Con  ellas, historiadores y biógrafos han recreado lo que pudo ser la intervención  unamuniana. "Pero, inexplicablemente, ha quedado olvidada durante cuatro décadas  la mención a José Rizal", dice Rabaté. "Cuando Unamuno escribía sobre el 12 de  octubre, fiesta de la raza, siempre hacía un elogio de José Rizal, poeta y líder  de la independencia filipina, tan español como los demás, que había estudiado en  la universidad de Madrid casi a la vez que él". Los elogios a Rizal, fusilado  por los españoles, "debieron irritar a Millán Astray que, siendo muy joven,  había luchado en Filipinas contra Rizal". El general reaccionará con su famoso  grito: "¡Muera la intelectualidad traidora!", mientras el rector abandona el  acto entre abucheos.
 No  hay registro sonoro ni escrito de aquellas famosas palabras. Ni hay huella  alguna, tampoco, del Unamuno íntimo. "Era un hombre impenetrable. Hablaba mucho  de sí mismo y de su familia, pero por pudor nunca de cosas íntimas, no se  encuentra un solo detalle personal en papeles o cartas", dice Rabaté. Unamuno  nace en una casa del barrio viejo de Bilbao, el 29 de septiembre de 1864.  Tercero de los seis hijos de la pareja formada por Félix de Unamuno, comerciante  y panadero que había hecho una pequeña fortuna en México, y de su sobrina,  Salomé Jugo, 17 años más joven, la vida del futuro escritor estará marcada por  la muerte temprana del padre y la total falta de sintonía con su madre. Unamuno  buscará el calor maternal en la esposa, Concha Lizárraga, su novia de toda la  vida, con la que se casará en 1891, y formará una extensa familia. Ese mismo  año, y tras fracasar como opositor en el País Vasco, consigue la cátedra de  Griego en la Universidad de Salamanca, adonde llega dispuesto a batirse contra  los poderes reaccionarios de la ciudad.
 La  pelea de Unamuno "contra esto y aquello", como titularía el filósofo uno de sus  libros, marcó su vida y condicionó su personaje histórico. El simple hecho de  que esta biografía sea la primera en 45 años (después de la publicada en 1964  por el periodista Emilio Salcedo), es ya una demostración palpable de que algo  pasa con este personaje descomunal. "Su vida es un rompecabezas con millares de  piezas. Escribió en la prensa más de 4.000 artículos. Fiscalizaba a diario la  actualidad política española". Claro que se escribe sobre Unamuno, y mucho,  "pero cada investigador va a lo suyo, no hay un equipo que prepare sus obras  completas como se hizo con las de Azaña, Clarín, u Ortega y  Gasset".
 Rabaté,  que aprendió de memoria en su escuela francesa fragmentos de En torno al  casticismo, cree que Unamuno ha sido víctima de su leyenda, y eso ha  condicionado la difusión de sus obras. "Es un autor difícil, pero también tiene  relatos sencillos y descripciones extraordinarias de los paisajes de España y  Portugal, que serían una lectura perfecta para alumnos de bachillerato". Unamuno  fue un infatigable viajero, que recorrió la Península de cabo a rabo, recogiendo  voces autóctonas, piezas del folclore popular. Al mismo tiempo, escribía  ensayos, novelas, piezas teatrales, poesía, artículos periodísticos, cartas y  borradores para los famosos sermones laicos que  pronunciaba.
 "Nuestro  pacto con el lector es decir la Verdad, como la escribía él con una V  mayúscula", dice Rabaté. Y esa verdad obliga a destruir una idea tópica, la de  un Unamuno sin lazos con su patria chica. "Amaba los paisajes castellanos, pero  tuvo hasta su muerte una relación muy intensa con Bilbao. No dejó de colaborar  con la prensa local, mantuvo con gran fidelidad sus amistades, aunque, desde  luego, tuvo muchísimos enemigos".
 "Era  un hombre exigente, sobre todo consigo mismo, y, a veces, excesivo", dice  Rabaté. No faltó ni un solo día a sus clases, y pese a ser un solitario, acosado  por periódicas crisis existenciales, su agenda social era intensísima. "Mientras  escribía El sentimiento trágico de la vida, no hacía más que recibir a  gente, y viajaba continuamente acompañado por amigos médicos, siempre temeroso  de que su taquicardia le diera un disgusto", cuenta el biógrafo. Unamuno fue  militante socialista, liberal convencido, intelectual empeñado en darle una  dimensión cristiana profunda al catolicismo folclórico del pueblo. Fue un hombre  progresista, pero siempre soñó con incorporar a ese progreso lo mejor de la  tradición.
 Su  vida fue un constante batallar, decidido a despertar al dormido. Empezando por  sus propios paisanos. Quiere que vascos y catalanes conquisten España a través  del castellano. Defiende el "imperio" de la lengua española, pero su verdadera  patria no tiene fronteras. En agosto de 1901, en unos juegos florales, en  Bilbao, expone su visión. Hay que rebasar "la patria chica, chica para siempre,  para agrandar la grande, y empujarla a la máxima, a la única, la gran patria de  la Humanidad".
 También  lleva su lucha a la universidad. Anima a los alumnos a ser más exigentes con sus  profesores, y se queja del nivel ínfimo de éstos, que a su juicio están mejor  pagados de lo que merecen, porque no hay investigación, ni creatividad alguna en  la mayoría de sus clases.
 Unamuno,  un apasionado de la política que detestaba a los políticos profesionales, será  uno de los protagonistas de la aventura republicana iniciada en abril de 1931.  Elegido diputado, volverá a ser rector en Salamanca, a partir del curso  1931-1932. En su discurso inaugural se referirá a Su Majestad España,  pero poco a poco, se volverá cada vez más crítico con los gobiernos  republicanos.
 El  rector honorario de la Universidad de Salamanca, el hombre que había anunciado  desde un balcón de la Plaza Mayor el advenimiento de la República, terminará  viendo en el alzamiento de Franco el único freno a la anarquía que se apodera de  su amada España. "Si hubiera estado en Madrid, con sus hijos José y Ramón, con  su yerno José María Quiroga, las cosas habrían sido distintas. Pero estaba en  Salamanca, casi secuestrado", dice Rabaté.
 Unamuno  no tardará en apartarse también del bando nacional. Su discurso del 12 de  octubre le convierte en un apestado. Es depuesto como rector y expulsado del  casino. El viejo filósofo contempla horrorizado la "locura colectiva" que se  apodera de España. Sobrevivirá poco tiempo. La muerte le llega el 31 de  diciembre de 1936, a los 72 años, terco, independiente, cargado de razón, y por  eso, antipático.
   
 
 Unamuno,  hostigado por los seguidores de Millán Astray, abandona la Universidad de  Salamanca, tras el discurso del 12 de octubre de 1936, que significó su ruptura  con el bando nacional. Arriba, el escritor con su hijo Ramón, en torno a 1900.-  EFE
 
 
 Jean-Claude  Rabaté- Gorka lejarcegi