- He oído que en uno de esos avistamientos  vieron un albatros. 
 - Justo. Un albatros ojeroso. 
 - Pero es un ave del hemisferio sur. ¿Qué  hacía en el Atlántico? 
 - El mar no tiene fronteras y las aves marinas tienen alas. Pueden  ir o venir de y a donde quieran. Por eso alguna vez también hemos contemplado un  pichero enmascarado, parecido al alcatraz, un pájaro absolutamente tropical,  caribeño. 
 - Dígame algo del alcatraz, es un nombre  cargado de leyenda... 
 - Es el ave atlántica, europea, más grande que puedas encontrar.  Mide ocho metros de la punta de un ala a la otra. Para pescar su alimento se  lanza en picado, en un picado tremendamente vertical, desde una altura que varía  entre los diez y los cuarenta metros, entrando en el mar a una velocidad de 100  km/h y pudiendo alcanzar profundidades de 15 metros. Piensa que para un ser  humano, caer al océano desde alturas mucho más pequeñas que las citadas  significa, literalmente, estamparse contra un muro de hormigón. El alcatraz es,  sin lugar a dudas, un auténtico misil viviente. 
 - ¿Es verdad que los paíños veranean entre  nosotros? 
 - Muy cierto. Recuerda que en su habitat, la Antártida, ahora es  invierno. Por lo tanto, bajan al Atlántico. Los paíños son tan pequeños como una  golondrina. Si pescasen de día se los comerían las gaviotas. Por eso salen de  noche. Tienen mala fama entre los marinos porque cuando los ven en tierra creen  que atraen las tormentas. Y sin embargo, es al revés. Como son tan chicos, las  tempestades los arrastran a tierra, los expulsan del mar. Ten en cuenta que las  aves marinas no viven entre la tierra y el océano. Habitan en el  mar. Sólo van a tierra en época de cría. Incluso si se cansan no necesitan  posarse en los islotes. Saben nadar, reposan sobre el agua. 
 - La pardela balear... 
 - Una especie amenazada, no quedarán más de 3.000 parejas. 
 - Es oriunda, lógicamente, de las Baleares,  pero después de criar llega hasta las costas gallegas y luego se asienta en  aguas del Oeste francés. ¡Eso es un viaje! 
 - Esos periplos, viajes y tornaviajes, están provocados por un  único motivo: la búsqueda de alimento. No es el apareamiento, no es el cortejo,  no son los fríos. Es la comida. Siempre. 
 - Durante el crucero de avistamiento usted da  una charla a los navegantes. ¿Les habla de las aves como auténticas plantas  potabilizadoras? 
 - Por supuesto, porque es un tema fascinante. Algunas especies  tienen sobre el pico unos tubos que actúan como potentísimas plantas  desalinizadoras. Por esos conductos las aves expulsan el exceso de sal que  contiene el agua de mar que beben. Increíble. 
 - Quizás sea el momento de acordarnos de aquel  guerrero masai... 
 - ¿El que vió el mar por primera vez y dijo «¡Qué lago más  grande!»? Se agachó, bebió un poco de agua y sentenció: «¡Bah!, no vale para  nada este lago. Su agua está salada». 
 - ¿Qué le dice la gente de tierra adentro que  embarca en el 'Pride of Bilbao' para avistar animales marinos? 
 - Muchos confiesan que les da lo mismo poder llegar a descubrir (o  no) vuelvepiedras, calderones de aleta gris o sentir que se  acercan a los Barrancos, allá donde la profundidad marina es  brutal, abisal. Muchos nos dicen que con ver el mar, tan inmenso, tan calmado,  tan bravo tantas veces, les basta. Les llena. 
 - Pero ¡ay si, además, pudiéramos ver a las  orcas cazando! 
 - Las hemos visto, sí. Cazando delfines. Actúan como una manada de  lobos. Una de ellas se destaca para crear miedo entre las crías y sus madres. Se  espantan y huyen. Otras orcas están preparadas para el bloqueo y el ataque. Es  la ley del mar. 
 - Un mar donde nosotros somos... ¿intrusos?  
 - Totalmente. Atravesamos el hábitat de cientos de especies. Pueden  ser juguetonas como los delfines pero no dejan de ser animales salvajes. Ellos  imponen sus reglas en el mar.