Bajo el lema  "Re-conocer: Pacto social por la multiculturalidad", la Presidenta Bachelet dio  a conocer los lineamientos que orientaran el accionar de su gobierno en relación  a los pueblos indígenas durante la segunda mitad de su  mandato.
  Los anuncios presidenciales son extensos y  se refieren a una amplia gama de temáticas que van desde el análisis de los  logros y déficit de la política de los gobiernos de la Concertación en relación  a los pueblos indígenas, hasta el esbozo de un plan de acción en relación a  ellos que involucra el sistema político, el reconocimiento de derechos y la  institucionalidad del Estado, el "desarrollo integral" de los pueblos indígenas,  y una propuesta relativa a la multiculturalidad y la diversidad en la sociedad  chilena.
  Debe valorarse el esfuerzo del gobierno de  revisar su política hacía los pueblos indígenas y de realizar una propuesta para  un área de su política pública evidentemente deficitaria, como implícitamente lo  reconoce la presidenta. La propuesta presidencial, sin embargo, es el producto  de la movilización y denuncias de los pueblos indígenas frente a las  contradicciones de una política pública que ha privilegiado la expansión de la  economía global hacia los territorios indígenas por sobre el respeto de los  derechos humanos de estos pueblos, como ha sido constatado por instancias  internacionales de derechos humanos, incluyendo el Comité de Derechos Humanos de  la ONU.
  Algunos reconocimientos hechos por ella en  sus anuncios deben destacarse. Se reconoce, aunque en forma tardía, el  agotamiento del pacto de 1989 (acuerdo de Nueva Imperial) entre el estado y los  pueblos indígenas, que dio origen a las políticas públicas actuales. También se  admite la crisis de la institucionalidad pública creada en 1993 (la Corporación  Nacional de Desarrollo Indígena). Se admite además, la persistencia de la  pobreza indígena, manifestada en un alto porcentaje de indígenas entre los  sectores más pobres de la población, así como la existencia de un trato  discriminatorio y poco respetuoso desde la sociedad chilena para con quienes  integran estos pueblos.
  También se reconoce la existencia de una  crítica del mundo indígena a las políticas de desarrollo económico impulsadas  desde el Estado, las que se admite son vistas por sus comunidades como  contrarias a sus culturas, y han resultado en proyectos de desarrollo que se han  implementado "a pesar de ellos".
  Se constata, finalmente, que las demandas  insatisfechas de los pueblos indígenas han generado conflictos con estos  pueblos, y que las medidas de presión indígena, que según se sostiene conducen a  la infracción de la ley, han sido judicializadas, lo que ello ha llevado a un  "espiral de violencia" que es necesario revertir. Se sostiene que los grupos que  usan la violencia "han sido tratados en el marco de la seguridad ciudadana", sin  admitirse los abusos cometidos por agentes policiales en contra comunidades y  personas indígenas durante los últimos años, y sin que se reconozca su  responsabilidad, así como la del estado en general, en la generación de ese  espiral de violencia.
  Los anuncios realizados son muy diversos y  requieren de un análisis más detallado.
  En cuanto a aquellos relativos al sistema  político, se valora la disposición al reconocimiento de derechos a través de la  ratificación y la implementación del Convenio 169 de la OIT, del reconocimiento  constitucional de los pueblos indígenas, de reformas para asegurar la  participación indígena en distintas instancias del estado que toman decisiones  sobre sus vidas, desde el Congreso Nacional hasta el nivel municipal, y el  reconocimiento legal de los derechos indígenas sobre recursos naturales en Áreas  de Desarrollo Indígena. 
  Pero la presidenta no se pronuncia sobre  aspectos fundamentales para dar viabilidad a sus propias propuestas. No se  pronuncia sobre la demanda formulada por los pueblos indígenas de ratificar el  Convenio 169 de la OIT sin declaraciones interpretativas ni reservas de ningún  tipo que limiten sus alcances, como de acuerdo a todos los antecedentes  existentes, se convino entre el gobierno y la derecha en el Senado. 
  Tampoco lo hace sobre la demanda de retiro  de la propuesta de reforma constitucional por ella enviada al Senado en  noviembre pasado, propuesta que, junto a otras dos, han sido analizadas esta  semana por la Comisión de Constitución de Legislación, Justicia y Reglamento del  Senado. Cabe señalar que dichas propuestas solo contienen un reconocimiento  declarativo de los pueblos indígenas y de algunos de sus derechos, y no  considera forma alguna de representación indígena como la que propone en sus  anuncios.
  Tampoco se hace referencia al procedimiento  a través del cual se consultará a los pueblos indígenas a objeto de que sus  perspectivas sean efectivamente recogidas en el texto de reforma constitucional  a ser aprobado.
  Llama también la atención en esta materia  el que la presidenta no incorpore ni haga referencia alguna a los estándares  reconocidos por la Declaración de la ONU sobre derechos de pueblos indígenas,  aprobada en septiembre pasado con el voto favorable de su gobierno, estándares  hoy consentidos por la comunidad internacional y que, para el desarrollo de una  política coherente con dicho voto, deberían orientar las reformas jurídicas  anunciadas por ella.
  Sorprende finalmente el que los derechos  indígenas sobre recursos naturales sean propuestos solo para Áreas de Desarrollo  Indígena, áreas que además de constituir un espacio pequeño del total  territorial indígena, están lejos de cumplir con los estándares internacionales  del derecho internacional y comparado, que reconoce a los pueblos indígenas  derechos como la autonomía y el control sobre los recursos naturales en sus  territorios ancestrales. 
  También resultan sorprendentes en este  sentido propuestas como la relativa a la priorización de los programas de  energía geotérmica para los pueblos aymara y quechua, programas que han sido  cuestionados por estos pueblos por vulnerar sus derechos sobre la tierra y los  recursos naturales.
 
 Aun así los anuncios relativos a la  institucionalidad del estado en materia de política indígena parecen  interesantes toda vez que, a partir del reconocimiento de la crisis de la  institucionalidad vigente, se propone la necesidad de instaurar espacios de  mayor jerarquía (Subsecretaría de Asuntos Indígenas radicada en MIDEPLAN) para  la definición de la política pública. Además, se plantea la creación de un  órgano de representación indígena de rango legal que actúe como espacio de  debate y consulta y que cuente con financiamiento público. La primera propuesta  presidencial, si bien por si sola no asegura una política pública indígena  respetuosa de los pueblos indígenas y de sus derechos, otorga un mayor jerarquía  a dicha política al interior de la estructura del estado. La última propuesta,  si bien, como las demás anunciadas, debe ser consultada a los pueblos indígenas,  resulta valorable en la medida en que esta venga a recoger para todos los  pueblos indígenas la demanda formulada por las organizaciones mapuche en el  marco de los diálogos con la presidenta, en el sentido de conformar un  Parlamento Nacional Mapuche de carácter autónomo pero con reconocimiento legal,  y con decisiones vinculantes en las cuestiones que les afectasen. Tal como lo  han señalado las organizaciones mapuche, una mayor participación indígena en los  asuntos públicos debe conjugarse con un grado mayor de autonomía.  Paradojalmente, esta demanda mapuche fue desechada por la presidenta en sus  anuncios de política indígena el 2007.
  Bajo el rótulo de "desarrollo integral de  los pueblos indígenas", la presidenta hace diferentes anuncios. En materia de  tierras indígenas se prioriza la respuesta a las demandas de tierras hoy en  tramitación en CONADI, la generación de mesas de trabajo sobre recursos  hídricos, y el perfeccionamiento de las Áreas de Desarrollo Indígena  incorporando la participación indígena; se detallan planes y programas,  incluyendo el Programa "Orígenes" para impulsar el desarrollo productivo de los  pueblos indígenas, planes de educación, salud y cultura.
  En cuanto a las tierras indígenas, llama la  atención que la presidenta no aborda la problemática de la restitución de las  tierras antiguas de los pueblos indígenas de las que fueron privados sin su  consentimiento, y que de acuerdo al artículo 28 de la Declaración de la ONU  sobre derechos indígenas deben serles restituidas o sino compensadas. Recordemos  que, dada la relevancia que estas tierras tienen para las reclamaciones de  pueblos indígenas en Chile, y los conflictos que la explotación o exploración de  recursos naturales en ellas ha generado, es que el Comité de Derechos Humanos de  la ONU había recomendado al Estado chileno el 2007 agilizar los trámites para el  reconocimiento de las tierras antiguas de los pueblos indígenas. 
  Finalmente, bajo el rótulo de  "multiculturalismo y diversidad" la presidenta anuncia políticas focalizadas  hacia los indígenas urbanos, acciones orientadas a que la sociedad chilena asuma  su carácter multicultural, y el establecimiento de un código de conducta  responsable que regule los proyectos de inversión en Áreas de Desarrollo  Indígena. Dicho código, según lo anunciado, debería considerar entre otros  criterios la consulta, la participación de los pueblos indígenas en los  beneficios que estos proyectos generan, el empleo local y la compensación por  los daños que provoquen. Llama la atención que estos derechos garantizados por  el Convenio 169 de la OIT a los pueblos indígenas, tanto en sus tierras como  territorios frente a todo tipo de proyectos de inversión, y que desde la  ratificación de dicho Convenio por la presidenta pasaran a ser parte integrante  del ordenamiento jurídico nacional, sean aquí considerados tan solo como un  "código de conducta" limitado a las Áreas de Desarrollo Indígena y voluntario  para los privados. 
  Finalmente, se valora la disposición de la  presidenta a desarrollar un Pacto social por la multiculturalidad que involucre  a todos, incluyendo la sociedad chilena, y los medios de comunicación. La  posibilidad real de que dicho pacto prospere, pasa sin embargo por diversos  aspectos que no son abordados en la propuesta. El primero de ellos es que un  pacto de esta naturaleza pasa no tan solo por la disposición de los pueblos  indígenas a concretarlo, como sostiene la presidenta, sino también por la  disposición que demuestre la sociedad chilena, incluyendo a los sectores  empresariales que intervienen en sus territorios, y el propio estado, para  respetar no tan solo la diversidad de culturas existentes en el país, sino  también la identidad y derechos que hasta ahora han sido negados a estos  pueblos. Por otro lado, se requiere un debate sobre lo que se entiende por  multiculturalidad, ya que este es un concepto que tiene al menos dos décadas de  vigencia, y que en su aplicación práctica en el contexto de muchos estados  latinoamericanos no ha llevado necesariamente a mayores grados de vigencia y  respeto de los derechos de los pueblos indígenas. Por ello algunos pueblos  indígenas plantean hoy la necesidad de construir sociedades interculturales y no  multiculturales, las que garanticen el respeto de sus derechos y la convivencia  e interacción entre culturas diferenciadas. Además, se requiere de la creación  de un diálogo abierto sobre esta materia en que todos los sectores de la  sociedad chilena, incluyendo por supuesto a los pueblos indígenas y a la  sociedad civil, puedan pronunciase sobre los contenidos de la multiculturalidad  o interculturalidad que se quiere pactar. 
  Finalmente, la viabilidad de este pacto  pasa no tan solo por reformas jurídicas, sino también de políticas públicas, de  modo que los pueblos indígenas y quienes los integran sean respetados en sus  opciones de desarrollo y en sus derechos básicos, como la libertad, integridad  física o acceso a la justicia, derechos que lamentablemente no han sido  respetados por el estado durante los dos primeros años de la administración de  la presidenta Bachelet.
  Dado que de acuerdo al Convenio 169 de la  OIT -recientemente aprobado por el Senado y cuya ratificación ha comprometido la  presidenta-, cuando se apliquen medidas legislativas o administrativas que  afecten directamente a los pueblos indígenas, estos deben ser consultados, se  sugiere que los anuncios presidenciales sean difundidos a los pueblos indígenas  a fin de que sus organizaciones representativas puedan hacer sugerencias en  relación a ellos, así como sus propias propuestas. Ello a objeto de que sean  estas sugerencias, y no otras, las que se impulsen en la segunda mitad de la  administración de Bachelet.