CARMEN  DE CARLOS | BUENOS AIRES 
Domingo,  26-10-08
Apenas  ha transcurrido un año desde que Cristina Fernández de Kirchner triunfara en las  elecciones presidenciales con cerca del 46 por ciento de los votos. Heredera del  poder -y del Gobierno de su marido- la actual presidenta tiene pocas cosas que  celebrar de su gestión. Se enfrentó con el campo y perdió; anunció el pago de  deuda al Club de París (más de cinco mil millones de euros) y los mercados le  dieron la espalda; aprovechó su visita a Nueva York para comunicar que también  pagaría a los deudores privados (unos veinte mil millones) y los índices de  credibilidad ni se inmutaron.
A  diferencia de Midas, «Reina Cristina», título de su biografía autorizada, todo  lo que toca parece convertirse en cualquier cosa menos oro. Es el caso de su  último gran anuncio: la disolución total del sistema privado de pensiones que ha  provocado esta semana el colapso de la Bolsa y, en medio de una crisis global,  el contagio a los países vecinos o, como España, con fuertes inversiones en  Argentina.
La  imagen de Cristina Elisabet Fernández, (19 de febrero de 1953), se derrumbó  durante la denominada crisis del campo, un conflicto que ocupó cuatro meses de  su gestión cuando llevaba prácticamente ocho gobernando. Su objetivo de  incorporar en el mes de marzo un aumento de impuestos a las exportaciones  agrarias, fracasó y llegó a poner entre las cuerdas la gobernabilidad del  país.
El  resultado de un pulso «erróneo y producto de una estrategia equivocada», en  expresión de Graciela Romer, directora de la consultora Romer y Asociados, fue  la resurrección de un escenario que hacía recordar los días previos a la caída  de Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001. El país sufrió desabastecimiento,  las carreteras estuvieron semanas interceptadas por agricultores y patrones y la  sociedad desempolvó las cacerolas para advertir a la presidenta que no estaba  con ella. Para contrarrestar ese efecto un ejército de piqueteros a las órdenes  de la Casa Rosada se encargaba, violentamente, de reventar las manifestaciones  populares.
CFK  -siglas por las que se conoce a la jefa del Estado- transformó el combate en un  proyecto de ley que envió al Congreso donde tiene mayoría. El resultado fue «una  de sus peores pesadillas», advierte la socióloga Sylvina Walger. Julio Cobos,  titular del Senado y a la sazón, vicepresidente del Gobierno, desempató con su  «voto no positivo» y asestó una estocada de la que todavía el Gobierno no se  recupera.
La  primera gran decisión de la presidenta fue un fracaso compartido por un  matrimonio que, según Olga Wornat, autora de la biografía mencionada,  históricamente «ha ejercido el poder como una sociedad limitada». Sin embargo,  de acuerdo a los últimos sondeos, la percepción de que es Néstor Kirchner el  verdadero gobernante es abrumadora.
Tanto  monta, monta tanto, lo cierto es que la presidenta que prometió un cambio en  campaña fue incapaz siquiera de formar su propio Gabinete. Tampoco de revertir  la falta de confianza en los datos oficiales de la inflación (entre el 20 y el  25 por ciento), combatir la pobreza (alrededor del 30 por ciento) y mucho menos  enterrar el fantasma de la corrupción.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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