En los últimos minutos de su discurso del 21 de Mayo, Sebastián Piñera señaló  con particular fortaleza que se protegerían los derechos de los agricultores y  que seguiría la senda señalada por los gobierno de la Concertación de convertir  a nuestro país en una potencia agroalimentaria.
 Una señal poderosa de un Presidente que tiene como Secretaria General de  Gobierno a una de las herederas de más grande productor de semillas del país y  que además, es hermana de la recién electa directora de la Sociedad Nacional de  Agricultura, quien ha señalado su empeño por introducir los transgénicos en  Chile.
 La idea de que Chile se convierta en una potencia agroalimentaria  en el  futuro próximo es un desafío que implica una verdadera revolución en muchos  aspectos de nuestra agricultura tradicional. Para quienes están en negocio, las  perspectivas comerciales que se abren son enormes. Pero hay quienes miran con  recelo y desconfianza los pasos que se están dando para hacer posible este  sueño: se trata de los pequeños y medianos agricultores quienes junto a una red  de organizaciones medioambientales se han declarado en estado de alerta.
 ¿Por qué? Porque la legislación que implica hacer de este sueño un pingüe  negocio puede significar un menoscabo para quienes han hecho de la agricultura  más que una actividad productiva,  sino un modo de vida desde hace cientos  de años sino milenios. Esta legislación se discute actualmente en el Congreso  Nacional pero dada su especificidad resulta complicada para los legisladores y  más aún, para la opinión pública que se mantiene ignorante de lo que está  pasando.
 ¿Cómo entender un proyecto de ley que lleva el críptico nombre de "Ley de  obtentores vegetales? Partir diciendo que se trata de una ley que se enmarca  dentro de una obligación adquirida en el marco del Tratado de Libre Comercio con  EE.UU., que exige a nuestro país regular los derechos del obtentor de acuerdo al  Convenio de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones  Vegetales o nuevas Variedades de Plantas UPOV 91.
 Un obtentor puede ser desde un centro de investigación, una empresa o un  agricultor que se dedique al desarrollo de plantas y semillas con el fin de  crear nuevas especies que impliquen un mejoramiento, una técnica que está muy  arraigada en el cultivo tradicional desde hace siglos. "Cualquiera de los  vegetales que compramos, desde una manzana fuji, por ejemplo, ha sido generado a  través de programas de mejoramiento genético. Incluyendo el maíz, que es un  híbrido o las tradicionales frutillas", explica el director del Núcleo Milenio  en Biotecnología Celular Vegetal, Ariel Orellana.
 Sin embargo, el temor que existe respecto de esta ley, es que el proceso de  patentamiento de especies y semillas nuevas implique también la legalización de  otras que se hayan obtenido a través de la modificación genética, lo que en  Chile no está permitido. "En estricto rigor, un transgénico es una variación y  podría patentarse", acusa la directora de Terram, Flavia Liberona.
 "Lo que intenta regular esta ley son las nuevas variedades y tiene que ver  con la forma de cómo se protege la generación de nuevas especies a través del  mejoramiento genético. Si la transgenia fuese legalizada en Chile, podría n  patentarse los transgénico debido a esta ley, pero en el fondo, pensar que esta  ley estaría pavimentando el camino a la transgenia, es una exageración", replica  el científico Ariel Orellana.
 La industria está también activamente participando en el proceso y niega que  esta ley pueda significar una manera oculta de legalizar la transgenia. El  objetivo de esta ley es proteger el derecho del obtentor que son aquellas  industrias, empresas o centro s deinvestigación que han invertido incluso  millones de dólares para crear nuevas variedades, y como todo autor, tiene  derecho a cobrar por el uso que terceros hacen de su creación", señala el  abogado y fiscal de la Asociación Nacional de Productores de Semillas, ANPROS,  Alvaro Contreras.
 La discusión del proyecto de "Ley de obtentores vegetales" está, en estos  momentos, radicada en el Senado y sus implicancias son muy determinantes para un  grupo de la sociedad civil. Y es que los argumentos de uno y otro lado son  demasiado específicos y marginan a la opinión pública que debiera estar atenta a  temas de tanta importancia. " Lo que genera más problemas- señala Flavia  Liberona- es que hay mucha gente que no sabrá que está infringiendo la ley  debido a los usos tradicionales de las semillas, lo que se ve con mayor claridad  en las comunidades indígenas. Pero lo que ha encendido la alarma es que este  convenio internacional es ya bastante complejo y, sin embargo, no se entiende  porqué el Estado de Chile busca penalizar con más dureza en lugar de generar  facilidades para que los campesinos".
 El abogado Contreras lo refuta. " ANPROS ha estado de acuerdo en reconocer el  derecho de pequeños y medianos agricultores a través del "privilegio del  obtentor", que le permite a los agricultores reservar una parte de la cosecha  para la resiembra sin tener que pagar por ello". Esta ley apuntaría, según el  abogado, a atacar a los "grandes piratas" del sector en Chile que se dedican a  multiplicar semillas y a distribuirlas, sin pagar por ello.
La  feble biodiversidad
 De sólo mirar a esta angosta y larga franja de tierra llamada Chile pudiera  parecer una locura convertirla en una potencia alimentaria y forestal, sin  embargo, el mejoramiento de las especies y de las semillas, lo permitiría. "En  todos los casos que ha habido mejoramiento genético ha habido un aumento de  productividad por hectárea, alcanzando, por ejemplo, en la papa un 90 por  ciento, las lentejas un 51 y en los garbanzos un 43 por ciento. Las nuevas  variedades han impactado 700 mil hectáreas, lo que corresponde al 80 por ciento  de los cultivos anuales del país", como lo señala Leopoldo Sánchez, director del  Instituto de Investigaciones Agropecuarias, dependiente del Ministerio de  Agricultura.
 Todas cifras que no pueden dejar indiferente a una industria que busca  maximizar sus ganancias y proteger sus inversiones."Chile se presenta  particularmente interesante para la industria debido a las barreras naturales  que posee, lo que lo convierten en un verdadero laboratorio a gran escala. Sin  embargo, sin estos centros de investigación o empresas que se dedican a esto,  para Chile resultaría imposible costear las investigaciones. Lo que resulta  determinante ahora, es darles la seguridad de que llegan a un país donde se  reconocen los derechos de manera efectiva y es lo que nos permite esta ley, que  está acorde a los estándares internacionales", dice Alvaro Contreras.
 Otro de los aspectos que las organizaciones medioambientales ven con temor es  que esta ley que protege los derechos de quienes son creadores de nuevas  especies vegetales, llamados obtentores, estaría descuidando un aspecto  trascendental como es la protección de la biodiversidad. "Chile no cuenta con  ninguna ley que proteja la biodiversidad. Ha sido particularmente difícil de  explicar a los legisladores que hay un tránsito entre la protección de la  naturaleza hasta este derecho que se busca proteger, porque tenemos una grave  falencia. No tenemos protegida nuestra naturaleza y cualquiera podría inscribir  una especie, aduciendo una nueva variedad", señala Flavia Liberona. y lo niega  el abogado Alvaro Contreras. "Esto no atenta contra la biodiversidad  retruca  el abogado de ANPROS-, al revés, porque todo lo que existe ya está  protegido".
 La tarea ahora recae en la sociedad civil informada que debe estar alerta  frente a una legislación que de manera silenciosa se discute sin que sea tema de  diálogo social, porque no por empeñarse en el camino de consolidar a nuestro  país como potencia agroalimentaria, se termine perjudicando de manera  irreparable a la agricultura y quienes viven de ella a través de la legalización  de especies modificadas genéticamente, es decir los transgénicos, cuya discusión  está aún pendiente.