Celulosas y otras  algas
  
  Biocombustibles con mayor eficiencia sin competir con los  alimentos
  
 Gerardo  Honty
  
 La rápida evolución  de las tecnologías para biocombustibles, acelerada por las grandes inversiones  en investigación y desarrollo, hace prever un cambio cualitativo y cuantitativo  en la producción de nuevos combustibles. El etanol de caña de azúcar o maíz y el  biodiesel de soja o girasol, podrían quedar obsoletas en muy poco tiempo debido  a la próxima entrada en el mercado de tecnologías mucho más eficientes tanto en  términos económicos como ambientales. Para muchos analistas, los países de  América latina deberían saltearse esta etapa de biocombustibles de "primera  generación" que están dando tanto problema y zambullirse directamente en los de  "segunda generación".
  
 La controversia sobre  los impactos sociales y ambientales de los biocombustibles, su eventual  competencia con los alimentos y los magros rendimientos energéticos podrían ser  cosa del pasado en pocos años. Nuevas tecnologías para obtener etanol a partir  de los residuos de la madera y otros vegetales, así como el cultivo de algas  para la obtención de biodiesel estarían casi a punto de caramelo.
  
 Celulosa
  
 En la forma  tradicional de obtener etanol, a partir del grano de maíz o del jugo de caña,  solamente se aprovecha parte de la biomasa vegetal. El llamado "etanol  celulósico" procura utilizar la celulosa contenida en todo el cuerpo de la  planta y que tradicionalmente se quema o se desperdicia. Recuperar los azúcares  contenidos en estas partes vegetales no utilizadas y fermentarlos es una manera  de aprovechar más eficientemente la energía solar capturada por la biomasa.
  
 Las tecnologías que se  están investigando pueden utilizar básicamente cualquier residuo vegetal aunque  las más conocidas son las que procesan el bagazo de caña, la madera y las  pasturas. Sin embargo, separar los azúcares del maíz y la caña para convertirlos  en etanol es algo bastante más sencillo que transformar la celulosa de las  plantas en azúcares. Para algunos científicos el desarrollo comercialmente  viable de estas tecnologías estará a punto en 5 ó 10 años, mientras para otros  esto va a requerir un poco más de tiempo.
  
 USA maíz
  
 Estados Unidos lleva  invertidos 500 millones de dólares en investigaciones y ha anunciado otros 385  millones para instalar seis plantas de escala comercial para la fabricación de  etanol celulósico. Una de las primeras plantas piloto construida en Golden,  Colorado, a cargo del Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL, por sus  siglas en inglés) ya está en condiciones de convertir una tonelada de residuos  de plantas de maíz, pasturas o madera en 260 litros de etanol en apenas una  semana. Las nuevas plantas podrán producir 500 millones de litros al año, un 3%  de la producción actual de etanol en Estados Unidos.
  
 Utilizar la celulosa  de toda la planta de maíz y no solo sus granos puede duplicar la cantidad de  etanol obtenido por hectárea cultivada. Pero el mejor rendimiento (incluso mejor  que el de la caña de azúcar) puede obtenerse a partir de ciertas pasturas y de  la madera.
  
 Caña  brasilera
  
 En Brasil, las  investigaciones se están llevando a cabo en las universidades públicas y el  gobierno es su principal financiador, aunque últimamente algunas industrias  privadas comenzaron a participar aportando recursos. Aquí las investigaciones se  concentran en la caña de azúcar y hasta ahora el principal objetivo es que el  microorganismo encargado de producir el alcohol logre superar el escaso 30% de  aprovechamiento que hace del material ligno-celulósico. Se trata de producir el  etanol no sólo a partir del aprovechamiento del jugo de la caña sino también  poder utilizar el resto de la planta.
  
 En el procedimiento  utilizado actualmente para producir el etanol, la caña es exprimida para retirar  el caldo y luego fermentarlo para transformar el azúcar en etanol. El nuevo  proceso pretende utilizar la glucosa presente en el bagazo resultante. Para ello  es necesario separar la celulosa de la lignina para luego ser tratada con  enzimas que permitan convertir la celulosa en glucosa. Una vez obtenida la  glucosa, ésta se procesa de la misma manera que el caldo de la caña,  fermentándose para obtener el alcohol.
  
 En cualquiera de los  casos y para la totalidad de los estudios realizados hasta la fecha, el etanol  celulósico ofrece ventajas comparativas respecto a la forma tradicional de  obtener etanol de maíz, caña de azúcar u otros cultivos. Tanto en lo que hace al  balance neto de energía (energía consumida en el proceso con relación a la  energía final obtenida) como en el nivel de emisiones de gases de efecto  invernadero.
  
 Como seguramente los  lectores recordarán, a comienzos de este año, en una controvertida visita de  Bush a Lula que dividió las posiciones en América latina, se logró un acuerdo de  cooperación mutua entre Estados Unidos y Brasil para la investigación del etanol  celulósico.
  
 Algas
  
 De la misma manera que  el etanol de celulosa presenta mejores indicadores de balance energético, de uso  del suelo y de emisiones gaseosas que el etanol "tradicional", las algas  presentan mejores indicadores en cada una esas variables para la producción de  biodiesel que los que presentan las tecnologías tradicionales a partir de  cultivos como el girasol, la soja y la colza. Se trata de pequeñas plantas  unicelulares o pluricelulares con capacidad de duplicarse en un período entre 1  y 5 días y cuya cosecha a diferencia de los tradicionales cultivos energéticos  no se hace una vez al año sino todos los días.
  
 Las algas (o  microalgas como suele llamárseles) podrían ser una nueva opción de  biocombustible para el futuro. Si bien aún falta desarrollar mucha investigación  ya hay algunos proyectos productivos en ejecución y datos que muestran las  ventajas de esta tecnología: costos relativamente bajos de cosecha y transporte,  menor gasto de agua, mayor eficiencia fotosintética que los otros vegetales,  utilización de agua de residuos orgánicos, cultivos aún en agua salada,  fijadoras de CO2 lo que puede contribuir a reducir el efecto invernadero.  Además, también puede utilizarse en forma seca como si fuera polvo de carbón,  con un poder calorífico similar a éste.
  
 Según investigaciones  desarrolladas en Estados Unidos con solamente el 0,3% del área cultivada en  aquél país, se podría producir biodiesel para sustituir todo el combustible  utilizado en el transporte. Los estudios estadounidenses estiman que pueden  llegar a producirse entre 15 mil y 30 mil litros de biodiesel por cada kilómetro  cuadrado utilizado. Mientras en un acre (0,4 ha) se producen 300 galones de  etanol de maíz (1 galón = 3,78 litros) o 60 galones de biodiesel de soja, cada  acre con cultivo de algas podría producir 5 mil galones de este biocombustible  por año.
  
 En el desierto de  Arizona ya existe un emprendimiento productivo a cargo de la empresa Green Fuel.  Si bien el NREL ya había estado investigando desde la década de los setenta,  éstas fueron clausuradas en 1990. Ahora han vuelto a retomarse y hay una docena  de compañías que quieren seguir los caminos de Green Fuel.
  
 Bajando a nuestra  región, en Brasil, el Instituto Nacional de Tecnología viene analizando esta  fuente energética y ha estimado el rendimiento en combustible de las algas en 15  veces el de la palma aceitera. Recordemos que este cultivo es el de mejor  rendimiento entre las plantas que se utilizan hoy en Brasil para la producción  de biodiesel. En Argentina entretanto, ya se ha instalado un proyecto con  capitales privados localizado en la provincia de Chubut, a cargo de la empresa  Oil Fox, que produce 10 toneladas diarias de biodiesel.
  
 G. Honty es  investigador de CLAES (Centro Latino Americano de Ecología social). Publicado en  el Suplemento Energía de La Diaria, Montevideo, el 30 de octubre de 2007. Se  reproduce en nuestro sitio únicamente con fines informativos y  educativos.