Análisis internacional
 El día después del G 20: menos  anglosajones, menos neoliberales
  Nos olvidamos de las predicciones que aseguraban que un acuerdo era  imposible en un mundo tan heterogéneo, multipolar y sin líderes como el actual  por parte de los nostálgicos de la Guerra Fría, ya sean con pretensiones  imperialistas o antiimperialistas, más aspirantes a gorilas y comandantes.  Parece ser el inicio de la construcción de una globalización menos anglosajona,  como se dice en Europa, y menos neoliberal, como se dice en América  Latina.
  Nos olvidamos de las predicciones que aseguraban que un acuerdo era  imposible en un mundo tan heterogéneo, multipolar y sin líderes como el actual  por parte de los nostálgicos de la Guerra Fría, ya sean con pretensiones  imperialistas o antiimperialistas, más aspirantes a gorilas y comandantes.  Parece ser el inicio de la construcción de una globalización menos anglosajona,  como se dice en Europa, y menos neoliberal, como se dice en América  Latina.
 Por Iván Auger  el mostrador 
 El premier británico Gordon Brown dijo, al anunciar los acuerdos de la cumbre  del G 20 en Londres: "El anticuado consenso de Washington llegó a su fin. Hoy  hemos logrado un nuevo consenso mundial". Del tsunami económico que nos golpea  nacería un nuevo orden internacional. Para Merkel, la canciller alemana, se  trata de "un compromiso histórico para una crisis excepcional". Sarkozy, el  presidente de Francia, se declaró "feliz", porque la cumbre llegó "más allá de  lo que podíamos imaginar". El presidente Obama sostuvo que los acuerdos del G 20  "son un punto de cambio decisivo en nuestra búsqueda de la recuperación  económica mundial" así como "para prevenir que se repitan crisis como la actual"  que "es consecuencia del fracaso del sistema regulatorio".
 Entre los acuerdos de la cumbre destaca que el Foro de Estabilidad  Financiera, creado por los bancos centrales de los países desarrollados, G 7,  para liberarse del Fondo Monetario Internacional (FMI) como consecuencia de la  Crisis Asiática, se transforma en un Consejo de Estabilidad Financiera, que  incorpora a las autoridades económicas y monetarias de todos los países del G  20, y que actuará, en conjunto con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para  alertar acerca de los riesgos financieros y económicos sistémicos en el mundo y  adoptar las medidas necesarias para evitar crisis como la que actualmente  vivimos.
 Además, es el principio del fin de los paraísos fiscales, que serán  públicamente denunciados por la OCDE. La era del secreto bancario ha terminado,  dice el comunicado final. Habrá normas duras y castigos, dijo Brown. De  inmediato se publicaron tres listas, una negra, los que rechazan respetar las  reglas internacionales en la materia, cuatro países, entre ellos Costa Rica y  Uruguay; la gris, de los que se han comprometido a hacerlo, pero no cumplen, 38  países, entre ellos, Chile, Guatemala y Panamá, y la blanca, los que  implementaron sustancialmente esas normas, 40 países, entre ellos, Argentina y  México. Espero que nuestras autoridades presten atención inmediata a este  tema.
 Se establecerán controles estrictos en las líneas de supervisión de los  bancos comerciales, respecto de las empresas calificadoras del riesgo de los  títulos de deuda; de los fondos de capital especulativos, tales como las  sociedades de inversión privadas y los fondos con supuestas coberturas, y de las  remuneraciones y gratificaciones de los ejecutivos de las firmas financieras  para evitar que tomen riesgos excesivos.
 La cumbre también acordó inyectar 1.100.000.000.000 de dólares para financiar  el comercio y ayudar a los países con problemas (750 mil millones para el FMI,  250 mil millones para el comercio y 100 mil millones para los bancos regionales  de desarrollo, entre ellos el BID), que se financia con donaciones, préstamos,  garantías y una emisión de derechos internacionales de giro, por un monto  equivalente a 250 mil millones de dólares, que se interpreta como un paso para  moderar la influencia del dólar como moneda de reserva, como lo ha insinuado  China.
 Con ello, los recursos destinados en el mundo para combatir la crisis superan  el 10% del PIB mundial.
 En cuanto a la reestructuración del FMI y el Banco Mundial, se acordó que sus  directores ejecutivos dejarán de ser un europeo y un norteamericano,  respectivamente. Se elegirá al candidato más capaz. Y negociar una nueva  distribución de los votos por país, para que reflejen la realidad actual, y  terminar con la sobre representación de los europeos y la subrepresentación de  los países en desarrollo y emergentes. Se espera un acuerdo en el curso de este  año. Mientras ello no ocurra no se incrementarán los aportes de países como  China e India. También se resolvió investigar y denunciar las medidas  proteccionistas.
 En el transfondo, por supuesto, están las palabras de Obama de que su país  dejará de ser un voraz mercado de consumo, que mantenía el crecimiento mundial  en el pasado reciente; en que reconoce la responsabilidad norteamericana en el  origen de la crisis económica, y en que afirma que viajaba a escuchar y no a  sermonear.
 De ese contexto también son parte dos acuerdos básicos a que Obama llegó el  día antes de la cumbre, y en el mismo Londres, en entrevistas muy cordiales. Con  Rusia, para renegociar, e incrementar, el desarme nuclear de ambos países y así  reforzar el tratado de no proliferación de armas atómicas. Y con Beijing, para  establecer un sistema de consultas permanentes en materias políticas y  económicas. Todo ello antecedido por contactos amistosos entre EE.UU. e Irán  para enfrentar la crisis de Afganistán, que ponen en un segundo plano la  pretensión de expandir la acción bélica de la OTAN más allá de sus fronteras.  Más un frío silencio ante el nuevo gobierno israelí, mientras el principal  senador republicano en el Comité de Relaciones Exteriores, Lugar, insta a la  administración Obama a iniciar de inmediato negociaciones con La Habana.
 Incluso las protestas violentas en Londres en contra del G 20, en que  participaron anarquistas, fundamentalistas, antiglobalistas, extremistas de  varios colores, etc., se redujeron a unos pocos cientos. Y hasta nos olvidamos  de las predicciones que aseguraban que un acuerdo era imposible en un mundo tan  heterogéneo, multipolar y sin líderes como el actual por parte de las Casandras  contemporáneas, es decir, los nostálgicos de la Guerra Fría, ya sean con  pretensiones imperialistas o antiimperialistas, más aspirantes a gorilas y  comandantes.
 ¿Será verdad tanto consenso? Tengo mis dudas. Basta leer en la Biblia el  Génesis para saber que ni siquiera Dios hizo el mundo en un día. Sin embargo, es  indiscutible que se dio un histórico paso adelante y que hay más de una señal de  que nace un sistema internacional de poder bastante más equilibrado, cooperativo  y multilateral. Parece ser el inicio de la construcción de una globalización  menos anglosajona, como se dice en Europa, y menos neoliberal, como se dice en  América Latina.
 A lo que se suma un reconocimiento de que no todas las economías de mercado  son iguales, que hay más de un capitalismo, más o menos social, y que los "más"  tienen estabilizadores automáticos, mientras los "menos" requieren de estímulos  transitorios gigantescos. Y que los que están más atrás pueden aprovechar las  crisis para dar un salto, p.ej., China, en el desarrollo desde la nada de autos  y buses eléctricos, mientras que los que inventaron la industria automotriz  tienen muchos mayores obstáculos para reconvertirlas, como es el caso de EE.UU.  Recordemos que General Motors estuvo entre las tres compañías con mayores  ingresos hasta 2007 y hoy está prácticamente en quiebra.
 Por ello, el G 20, según algunos dirigido por el G 2 (China y EE.UU.),  sustituyó al G 7 (EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y  Japón), a pesar de sus aperturas, primero, a Rusia, y, después, a los G 5  (Brasil, China, India, México y Sudáfrica). Ese reemplazo es una clara  demostración de que occidente perdió el monopolio de la historia y que el  oriente, incluso el Islam, renace después de dos siglos. Curiosamente el G 20  pasa al primer plano, con regulaciones, intervenciones gubernamentales y  supervisiones, en Washington y Londres, las dos capitales donde se fraguó el  libremercadismo desenfrenado, uno de los dogmas de la revolución conservadora  que encabezaron Reagan y Thatcher.
 Obama sigue en viaje a Estrasburgo, para celebrar los 60 años de la OTAN,  aunque nadie tiene muy claro cual es su utilidad, después que terminó la Guerra  Fría y cuando las guerras se transforman en asimétricas y con soluciones más  bien civiles y regionales. De ahí a Praga, para reunirse con la Unión Europea,  donde se supone que hablará acerca de la proliferación de las armas nucleares y  el cambio climático, pera terminar en Estambul, en su primera apertura al mundo  musulmán. Como se proyectan dos días en Turquía, se supone que dará un salto a  un tercer país, Afganistán, por ejemplo.
 En todo caso Obama no es mágico, pero tiene la virtud de ser el presidente  más cosmopolita de la historia de Estados Unidos y, a la vez, el menos europeo.  Además inició su vida política como activista comunitario.  Eso, más el  colapso, del libremercadismo a la norteamericana y la consiguiente explosión  populista en los países noratlánticos, más la apertura de occidente, no tiene  otra opción, a oriente, abre la oportunidad de construir un mundo más  equilibrado, negociado y tolerante. La cumbre del G 20 en Londres fue un  excelente primer paso. Un reconocimiento de nuestra interdependencia y del  consiguiente fin del tribalismo.