Roberto Alvarez Quiñones, veterano periodista y analista económico que  trabajó durante 20 años en Granma, órgano oficial del Partido Comunista de  Cuba.
Cuba, Autocensura y Desinformación
 JESUS HERNANDEZ  CUELLAR
A sus 67 años, semiretirado en el sur de  California, y con sus dos hijos mayores ya fuera de Cuba, el veterano periodista  cubano Roberto Alvarez Quiñones ha decidido romper el silencio sobre sus 20 años  de trabajo en el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de  Cuba, y sus nueve años como comentarista de la Televisión Cubana. Sus  relatos sobre la autocensura genética de los periodistas cubanos, el "lavado de  cables" de las agencias noticiosas que se hace en las redacciones de Prensa  Latina, Granma y otros medios, la cercanía de los oficiales de la  Contrainteligencia del Ministerio del Interior, y el diseño de la propaganda  oficial a cargo del Departamento Ideológico del Partido Comunista, parecen  sacados de libros de George Orwell y Franz Kafka.
 En esta plática de fondo con Contacto Magazine, Alvarez  Quiñones narra también como Fidel Castro corregía sus propios discursos antes de  que salieran publicados, con el fin de eliminar lo inconveniente y agregar  puntos que no había dicho. Este el resultado de esa plática.
 _ El gobierno cubano es propietario de todos los medios de  comunicación de Cuba desde principios de la década de los 60. ¿Cómo afecta esta  situación a la sociedad cubana en materia de información?
 _ La afectación es de tal magnitud que no creo que haya en todo el  hemisferio occidental una sociedad más desinformada que la cubana, con la  particularidad de que esa desinformación incluye a los propios periodistas, con  excepción de algunas decenas que laboran en el diario Granma, -donde yo  trabajaba-, la agencia noticiosa Prensa Latina y unos pocos en la TV  nacional.
 Jean-Jacques Rousseau en su monumental "Contrato Social",  escribió: "El más fuerte no es nunca suficientemente fuerte para ser el amo, si  no transforma la fuerza en derecho y la obediencia en deber". Muy lejos estaba  el célebre filósofo francés de imaginar que su obra, que elaboró para explicar  la convivencia y la conducta humanas en la sociedad y sus relaciones con el  Estado en la Francia del siglo XVIII, serviría para que un dictador en el Caribe  convirtiera la obediencia a su persona en un deber y para formular un "Contrato  de la Desinformación", sustentado en el axioma de que la salud de todo régimen  totalitario es directamente proporcional al grado de desinformación de la  población.
 Lo curioso de este contrato castrista es que no se trata de falta  de información propiamente. A diferencia de los campesinos de Burundi, Bostwana,  Nepal, Bhutan, las estepas de Bulgán en Mongolia, o la isla de Tonga, que en  pleno siglo XXI parecieran vivir en la Edad de Piedra y no reciben información  de nada, ni tienen electricidad para conectarse a la Internet, los cubanos  reciben un torrente de información que cubre todos los rincones de la isla y  pueden tener computadoras. El problema es que es toda oficial o manipulada,  sobre todo mucha propaganda política e ideológica, al tiempo que se les prohíbe  el libre acceso a la Internet. 
Mira, a principio de los años 90 yo estuve  dos semanas haciendo trabajo "voluntario", cortando papas para semilla, de  pareja con otro colega en el campamento de una granja estatal unos 30 kilómetros  al suroeste de La Habana, mientras escuchábamos Radio Rebelde la  radioemisora de mayor audiencia de Cuba-- , que salía brutalmente por varios  altavoces. Como eran horas cortando papas en dos, mi compañero y yo percibimos  como nunca antes el colosal bombardeo de propaganda política e ideológica que  lanzaba aquella emisora nacional, junto a boberías sobre metas cumpli das, la  emulación socialista, y una distorsión grotesca de noticias internacionales que  tanto él como yo sabíamos eran de otra manera.
 Con la excepción única de Corea del Norte cuyo líder se hace  llamar el "Sol de la nación", en un país que en la práctica no pertenece al  planeta Tierra  no hay en el mundo nada igual. Semejante maremoto  propagandístico radial, junto al de la TV, la prensa escrita, el cine, los  afiches y letreros por la calle, inevitablemente genera idiotización masiva. El  individuo pierde la capacidad de captar la realidad y de reflexionar. Deviene  animalito obediente como los de la granja de George Orwell.
 En el caso de Cuba, la desconexión de la población con la realidad  nacional y mundial es aún mayor de lo que ya supone un regimen comunista, porque  a la propiedad sobre los medios se añade la patológica obsesión de Fidel Castro  de impedir cualquier opinión o información que difiera un ápice de su discurso  político y del mejunje informativo que él y el Partido Comunista estiman es lo  único que pueden saber los cubanos. Es lo que los mexicanos genialmente llaman  "dar atole con el dedo".
Yo le digo a mis amigos no cubanos: imagínense  que en EE.UU. todos los medios de comunicación y los servidores de Internet  fuesen propiedad del gobierno federal. ¿Habría algún antinorteamericano tipo  Eduardo Galeano en el mundo? ¿cómo podría alguien criticar a Obama o al  "imperio" sin saber nada de lo que aquí ocurre, sin tener información veraz,  independiente del gobierno, que obviamente sólo daría una visión aséptica,  celestial, de este país?
 Si en América Latina es fácil criticar y atacar a EE.UU. es  precisamente porque no hay en Washington un régimen como el de Fidel Castro. ¿Te  imaginas en la portada de la revista Bohemia una caricatura de Fidel en  calzoncillos y acaramelado con una mujer, como la que Time publicó del  presidente Clinton con Monica Lewinski? 
 Los periodistas están igualmente desinformados, porque con  excepción de los tres medios mencionados no creo que se me olvide alguno--,  ningún otro tiene servicio de agencias de noticias occidentales. Nuestros  colegas alla se informan del acontecer nacional sólo por la estatal Agencia  de Informacion Nacional (AIN), y de lo que ocurre en el mundo por la  tambien estatal agencia Prensa Latina. Son las únicas fuentes no  locales que pueden usar. 
 Por otra parte, el acceso a Internet es tan controlado y  perseguido que los pocos que acceden a esa ventana pueden ver muy poco, salvo  los dirigentes. Lo cierto es que los periodistas cubanos no cuentan con  información confiable para trabajar, y si la obtienen, no la pueden usar. 
 _ Desertores y opositores aseguran que los medios oficialistas  cubanos manipulan la información. ¿Es esto cierto? 
 _ Por supuesto que es cierto. Si lo sabré yo, que trabajé más de  20 años en el diario Granma. Lo curioso es que omitir, calificar,  exagerar, agregar de tu cosecha, manipular, es algo cotidiano que ya el  periodista lo hace por reflejo condicionado. Ni cuenta se da de que manipula. Es  toda una cultura tan enrraizada en el cerebro de cada periodista, que éste la  metaboliza como lo correcto. Es más, con tantos años ya de lo mismo, esa  práctica pasó a los genes y estamos en presencia de una genética social de la  manipulación.
 Hay algo muy importante. José Martí, quien ejerció el periodismo  en Nueva York durante muchos años para ganarse la vida, sostenía: "La palabra es  para decir la verdad, no para encubrirla".
 Para Martí era inadmisible maquillar la verdad, omitirla,  disfrazarla. Y aun mas deleznable, mentir.
Castro, sin embargo, que se  vende como el más martiano de los cubanos, tiene como guía doctrinaria de la  prensa en la isla, no los principios del Apóstol sino los de uno de los  fundadores del cinismo y el pragmatismo norteamericanos: William James  (1842-1910), quien hizo descansar toda su filosofía en una sola y sórdida frase:  "Solo es verdad lo que me es útil".
Para Fidel Castro, sólo lo útil, lo que  le conviene, es verdad. Si algo es verdad, pero no le es útil, es mentira, no  existe. Y si algo es mentira, pero conveniente, es verdad. Si ello pulveriza la  moral y la ética, eso no tiene mucha importancia.
 Este cinismo a ultranza explica por qué Castro y los medios  cubanos siguen insistiendo, 49 años después, que el barco La Coubre fue  saboteado por la CIA, cuando el sentido común y opiniones de expertos  independientes revelan la improbabilidad de que Washington sabotease e hiciese  volar en pedazos un barco que llevaba 35 tripulantes franceses, un reverendo  también francés y un fotógrafo norteamericano. A todas luces se trató de un  accidente al manipular la carga de las 1,492 cajas de explosivos 80  toneladas--, de las cuales 525 cajas eran de potentes granadas de diferentes  tipos y las restantes eran de municiones, todas procedentes de Bélgica.
 Pero en el funeral de las víctimas, el 5 de marzo de 1960, sin  tener una sola prueba no se hallaron nunca--, el dictador acusó a la CIA de  sabotaje, porque le era útil para lanzar de una vez la consigna de "Patria o  Muerte, Venceremos". Ni el mismo James pudo haber imaginado tanto cinismo.
 Recuerdo que cuando el desastre atómico de Chernobil -que yo  conocí bien porque unos días después viajé a Dinamarca y vi la TV danesa las  imágenes transmitidas por la TV cubana fueron recortadas para que no aparecieran  los heridos y muertos contaminados por la radiación. Tampoco los cubanos  supieron nunca que el remolcador 13 de marzo fue embestido y hundido por los  guardafronteras castristas, con un saldo de 41 civiles muertos, incluyendo 10  niños; o que Osmani Cienfuegos encerró en una rastra a más de 100 brigadistas de  Playa Girón y nueve de ellos llegaron muertos por asfixia a La Habana.
 _ ¿Cómo se lleva a cabo el proceso de manipular la información  dentro de los medios cubanos?
 _ Una de las primeras cosas que aprendí cuando llegué a California  en 1995 y comencé a trabajar como editor en el diario La Opinión fue  algo que durante mis 27 años de ejercicio del periodismo en Cuba nunca me  preocupó demasiado: no se puede dar una noticia que refleje una sola cara de la  moneda. 
 Ni cuando era estudiante de Periodismo, ni cuando por varios años  fui profesor de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Habana, ni  como reportero, redactor y columnista del diario Granma, o como  comentarista internacional de la Televisión Cubana durante nueve años,  recuerdo haber tocado siquiera el tema. 
 Al principio me costó trabajo metabolizar esta regla de oro  universal del periodismo, tan obvia y natural para mis colegas latinoamericanos,  que nunca me atreví a comentárselo en privado a ninguno para no hacer el  ridículo. Descubri que el redactor sólo puede dar su opinión en un espacio que  el lector debe identificar como eso: de opinion. 
 Antes de escribir columnas en La Opinión yo redactaba  reportajes grandes con fotos y mapas sobre temas internacionales. Un día un  colega de la redacción me dijo con franqueza que mucho le agradeci--: "Roberto,  me gustan mucho, pero estás editorializando un poco". Es decir, sin darme cuenta  calificaba o incluso opinaba, pues lo había hecho siempre. 
 En Cuba, el redactor de una nota puede opinar, omitir lo que no le  gusta al gobierno, calificar o agregar de su cosecha. Por ejemplo, si tú lees  las notas en Granma de Juan Varela Pérez sobre la industria azucarera  ves que más que notas informativas son editoriales, orientaciones precisas que  el reportero da, en este caso por los amplios conocimientos que él mismo tiene  ya como experto, debido a su larga experiencia desde 1970-- en esa rama, y  porque tiene información de primera mano que le brinda el propio ministro.  
Esto que Varela hace, impensable en otro país, en Cuba es normal, y creo  que en este caso lo es, dadas las actuales condiciones cubanas. Lo que pasa es  que esa patente de corso del redactor para "meter la cuchareta" viola las normas  de la objetividad periodistica y conduce a la subjetividad.
 En una ocasión el escritor y periodista argentino Gregorio Selser,  autor del libro "Sandino, general de hombres libres" y quien dedicó la mayor  parte de su vida a "demostrar" como los medios de comunicación occidentales  "ocultan y manipulan la información", me contó en La Habana que al visitar en  París la redaccion central de la Agencia Francesa de Prensa (AFP), sólo  pidió que le dejaran ver los cestos de basura de los redactores. "Con aquellas  notas desechadas, no transmitidas, demostré luego cómo la agencia silenciaba los  temas de veras importantes para el Tercer Mundo", me comentó.
 De no haber sido un prisionero ideológico de la izquierda, Selser  debió mostrar con igual fervor lo que ocultaban los medios cubanos, como la  "dolce vita" de la nomenklatura, la crisis permanente de la agricultura y la  economía en general, la pobreza generalizada, la deseperanza social, las palizas  a los presos politicos y disidentes. 
 En cuanto a cómo se manipula, te pongo un ejemplo. Tú llegas a la  sala de redacción de Prensa Latina (PL) en La Rampa habanera y es como  si entraras en una gran lavandería. Alli te encuentras a 25 ó 30 redactores que  subdivididos en las áreas geograficas del planeta están "lavando" las impurezas  ideológicas y políticas de las notas cablegráficas que reciben de las agencias  occidentales. 
 O sea, les suprimen lo que no le es útil a Castro remember  William James-- y le agregan propaganda ideológica. Ya disfrazada, la agencia le  pone PL y lanza la nota a toda Cuba y el mundo como si fuera propia.  Imaginate que PL apenas tiene corresponsales y distribuye notas fechadas lo  mismo en Ruanda, Togo o Islandia, que en Macao, Nepal y las Islas  Seychelles.
 En Granma se hace lo mismo, pero en menor escala, pues la  mayoría de los cables que se publican son de PL y ya vienen lavados. En  cuanto a los cables occidentales, otro ejemplo: si a mí me llegaba un cable de  EFE reportando que el presidente español Felipe Gonzalez criticaba el  embargo de EE.UU., pero a la vez pedía a Castro elecciones pluripartidistas y  una mejoría en los derechos humanos, yo debía quitarle las siglas EFE,  destacar la crítica al "bloqueo" y eliminar lo de los derechos humanos y las  elecciones.
 El colmo es que en la Facultad de Periodismo de la Universidad de  La Habana había no sé si aún existe una asignatura llamada "Cable  Internacional", en la que se enseñaba a los alumnos a "lavar". En el examen el  profesor daba a cada alumno dos o tres cables de EFE, AFP o  AP, etc, y le decía que lo redactara "correctamente". En la medida en  que el estudiante lo limpiara mejor del "veneno capitalista" y le añadiera con  más ingenio la propaganda, obtenía una mejor o peor calificación.
 _ Se dice que en sus buenos tiempos Fidel Castro visitaba los  medios cubanos a la hora del cierre, especialmente Granma, para decidir  cómo se publicaban las noticias, sobre todo sus discursos. ¿Es esto cierto?  ¿Alguna anécdota?
 _ Sí, durante muchos años Castro estuvo visitando Granma  con frecuencia, tarde en la noche. Hubo un tiempo en que cada cada vez que  pronunciaba un discurso en La Habana iba al periódico y escogía las frases suyas  que iban en la primera página, etc. También cuando había alguna noticia  importante iba al periódico y "cocinaba" allí la nota. 
 Recuerdo que cuando el éxodo masivo del Mariel fue todas las  noches y decidía incluso la caricatura que debía dibujar René de la Nuez para  publicar al otro día. Una vez la emprendió contra el presidente de Costa Rica,  Rodrigo Carazo, y lo tituló ¿Qué carazo se trae Carazo? Esa noche lo vi decir  oprobios del estadista tico que, no era de derecha sino un socialdemócrata que  apoyó a los sandinistas cuando luchaban contra el régimen de Somoza.
 Pero aquí lo interesante no eran sus visitas a Granma,  sino el maquillaje que daba a sus discursos antes de publicarlos. A mí me tocó  organizar la revisión de sus discursos, cuando fui por un tiempo jefe de la  Redaccion Editorial en los años 80, proceso que el director, el capitan Jorge  Enrique Mendoza, había convertido en un rito religioso. Mientras Fidel hablaba,  el Equipo de Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado tomaba el discurso,  en turnos creo que de 15 minutos cada taquígrafo. Cuando el comandante terminaba  en pocos minutos estaba ya todo llevado a cuartillas de papel, que le eran  enviadas a su oficina. 
 Entonces, de su puño y letra, Castro tachaba sus exabruptos,  insultos a algún jefe de Estado, o datos que no quería que se publicaran. Y  agregaba frases y párrafos enteros con cosas que él no habia dicho. Sobre todo  añadía cifras y loas a su gobierno y el socialismo.
 Cuando un miembro de su escolta lo llevaba a Granma,  Mendoza y luego los posteriores directores del periódico-- sacaba varias copias  y guardaba el original con llave, cual tesoro, en el baño privado que tenía  dentro de su despacho (que había sido de Sergio Carbó, el dueño y director del  diario Prensa Libre). A veces no entendíamos los garabatos de Castro y  Mendoza lo llamaba por teléfono.
 Entonces formábamos equipos de periodistas en parejas y mientras  uno leía la prueba de página el otro leía el original (la copia). Ya corregidas  las páginas, Mendoza llamaba a varios para revisarlo todo otra vez. Y cuando ya  el periódico salía de las máquinas, Mendoza se lo volvía a leer y si detectaba  un desliz ordenaba detener las máquinas. Muchas veces nos íbamos del periódico a  las seis de la mañana. Cuando había discurso de Castro la tirada era aumentada  hasta un millón de ejemplares.
 _ Se habla de organismos oficiales del Partido Comunista y del  gobierno, que están encargados de la censura y de programar las campañas de  propaganda. ¿Cuáles son? ¿Cómo funcionan?
 _ Aunque suena raro, en Cuba no hay censores de cuerpo presente  como los había en la Alemania nazi, o la España de Franco, e incluso más  veladamente en los ex países comunistas de Europa. 
Sí hay oficiales  visibles de la Contrainteligencia del MININT que controlan los movimientos y  cualquier actitud no "ortodoxa" de los periodistas y de todo el personal en cada  medio de prensa, sobre todo en las relaciones con extranjeros el que atendía a  Granma cuando yo vine se llamaba Denis y murió hace poco--, pero la  cúpula castrista no necesita censores porque cada periodista lo lleva dentro  como un chip insertado en su cerebro: la autocensura. Todo comunicador cubano  tiene trazada en el piso una raya imaginaria que no puede pasar nunca, si quiere  seguir en la profesión.
Lo que sí hay en abundancia son funcionarios del  Partido que se encargan de que esa autocensura funcione. El aparato a cargo de  esta tarea y de diseñar las alabanzas al régimen y al socialismo es el  Departamento Ideologico del Partido (DI), por mucho tiempo conocido como DOR,  siglas de Departamento de Orientación Revolucionaria. Allí hay secciones de  prensa escrita, radio y TV, etc, que vigilan que la raya no sea cruzada. En el  mundo normal, los directores son los máximos responsables de lo que se publica.  En Cuba no. Ninguno de los 200 directores de medios del país tiene autoridad  para tomar decisiones importantes. 
 Hace años sí había censores directos. En un tiempo, cuando en  Granma yo escribía una columna sobre temas internacionales, esta era  enviada al departamento partidista mencionado y allí un funcionario la aprobaba,  o no. 
Tambien las notas y reportajes de temas nacionales debían ser  enviados a los ministros o directores de ramas para que los aprobasen. Una vez  el periódico me envió a Camaguey a hacer un reportaje grande sobre un nuevo  método para aprovechar más racionalmente el transporte en esa provincia y  ahorrar combustible. 
 Al llegar a la ciudad de los tinajones resulta que yo conocía al  director provincial, pues había estudiado la carrera de ingeniería junto a la  que era mi esposa entonces. Se llamaba Julio y me acompañó a varios lugares.  Regresé a La Habana y el reportaje que escribí, con las fotos, le fue enviado a  Faure Chomón, por entonces ministro de Transporte. Como a los 10 ó 12 días me  llama Julio y me pregunta por qué no se había publicado el reportaje. Le dije  que la culpa era de Chomón, que al parecer tenía engavetado el reportaje, e  ingenuamente le comenté que eso de que cada ministro debía aprobar lo que se  publicaba en Granma era lo que lo demoraba todo. Julio lo que hizo fue llamar a  Chomón y decirle que yo estaba "hablando mal del ministro". Mendoza me llamó a  su despacho y me dijo que Chomón acababa de decirle por teléfono que yo estaba  hablando mal de él (Chomón). Me insultó y me dijo: "Usted le ha faltado el  respeto a un comandante de la revolución y debe pedirle disculpas".
 No me disculpé. Le expliqué a Mendoza que Julio quería ganar  puntos para llegar a viceministro y había mentido, y de paso le recordé que  ningún ministro se demoraba tanto en aprobar un reportaje, cosa con la que  Mendoza milagrosamente estuvo de acuerdo.
La moraleja en este episodio es  la poca valía que tiene la labor de un periodista y su fragilidad ante la  nomenklatura, que lo ve como un manso criado. Quien me faltó el respeto y debió  pedirme disculpas fue Chomón por engavetar mi reportaje, y también Mendoza por  habérselo enviado a este comandante que, pese a las humillaciones que sufrió por  parte de Castro desde enero de 1959, se rindió a sus pies y echó por la borda  toda la sangre derramada, la gloria y el gran protagonismo que tuvo el  Directorio Revolucionario 13 de Marzo en el derrocamiento de la dictadura  batistiana.
_ ¿Cuál es el grado de militancia real de los periodistas  cubanos que trabajan dentro de los medios oficialistas? ¿Son todos simpatizantes  del gobierno?
 _ Por supuesto que no todos los periodistas son simpatizantes del  gobierno. Ni siquiera todos los que son militantes del Partido Comunista lo son.  Eso me consta. Sin embargo, a decir verdad el sector periodístico es uno de los  que más lealtad sigue profesando al régimen, particularmente en el interior del  país. Los médicos y enfermeras, o los profesores y maestros, por ejemplo, tienen  un porcentaje mucho menor de lealtad al régimen. No obstante, yo te diría que  son más los colegas que se dan cuenta de la estafa de la Involución Cubana que  no revolucion- , que los "creyentes". En La Habana los "ateos" constituyen  posiblemente más del 60% ó 70%. 
Lo que pasa es que estamos ante una de  las subculturas del socialismo: la simulación. Quienes creen que no hay mejor  simulador que un camaleón que vayan a Cuba, donde para sobrevivir todos evocan a  Doctor Jekyll y Mr. Hyde: dan una cara en público, y otra en privado. Y de este  travestismo no escapan los periodistas.
Te decia que en el interior de  Cuba todo es peor, porque los periodistas de provincia son los más  desinformados, y por tanto están menos capacitados para cuestionar la "verdad  absoluta" del régimen, que es teológica y no filosófica la Santa Inquisición  quemó en la hoguera a Giordano Bruno porque negaba la verdad absoluta de la  Iglesia de que el Sol giraba en torno a la Tierra--, pues según casi todos los  filósofos, y el propio materialismo dialéctico marxista, la verdad nunca es  absoluta, siempre es relativa. 
_ En el hipotético caso de que surgiera  pronto una sociedad democrática en Cuba, ¿están preparados los periodistas  cubanos de hoy para trabajar en una prensa libre, al estilo de la que existe en  España, México o Estados Unidos? 
 _ El nivel profesional y cultural de los periodistass cubanos es  alto, diría que superior al de la media en muchos países latinoamericanos. Pero  carecen del entrenamiento, la técnica y los conocimientos necesarios para  ejercer el tipo de periodismo que se hace en el mundo real. No tienen idea. Lo  digo por mi propia experiencia.
 Pero tal y como ocurrió en la Union Soviética y en Europa del  Este, cuando Cuba sea de nuevo un pais normal, muchos de los actuales  profesionales, en especial los "ateos" de hoy, aprenderan rápidamente las nuevas  reglas del juego del periodismo universal, que no son difíciles. 
 Saldrán con ventaja los jóvenes y los no tarados por 50 años de  "verdad absoluta" castrista. También muchos "creyentes" se subirán al barco, y  muchos universitarios con vocación. Claro, al principio saldrán a la luz  noticias no muy bien verificadas, apologéticas del nuevo gobierno, mostrando una  sola cara, notas "cocinadas" por el reportero, opiniones poco fundamentadas. Ese  sería el precio a pagar, pero como ves no es muy alto.
O sea, a mí el  periodismo en la nueva Cuba no me preocupa. Sé que volverá a la senda que  trazaron Felix Varela, José Martí, Juan Gualberto Gómez, Manuel Márquez  Sterling, Jorge Manach, Miguel Coyula, Nicolás y Pepín Rivero, Ramon  Vasconcelos, Sergio Carbó, Manuel Valdés Rodríguez, Jess Losada, Eladio Secades,  Gastón Baquero, Miguel Angel Quevedo, Francisco Ichaso, Guillermo Cabrera  Infante, Carlos Franqui, Carlos Alberto Montaner, Raúl Rivero, y tantos otros  brillantes periodistas criollos. Talento sobra. 
 _ Volviendo al punto de la sociedad cubana. ¿Cómo recibiría el  pueblo cubano una prensa libre, un aluvión informativo diario como lo tienen las  demás sociedades occidentales?
 _ Pienso que será mucho más fácil para la población recibir un  aluvión de información veraz, equilibrada, objetiva, analítica, que para los  periodistas hacerlo eficazmente en los inicios. Para la gente de a pie será leer  o escuchar sin miedo las noticias clandestinas y los rumores de "Radio Bemba"  que hoy son susurrados al oído. 
 Claro, posiblemente habrá un "destape" tan espectacular que al  principio será más difícil de digerir que el ocurrido en España. Ese tsunami  informativo disparará las ansias de más calidad en los medios impresos,  Internet, TV y radio, lo cual significará inversiones millonarias para la  creación de nuevos medios. A lo mejor tú te embullas y fundas otra revista en La  Habana. Si estoy vivo y tengo salud, cuenta conmigo como columnista.
 _ Se dice que aproximadamente el uno por ciento de los cubanos de  la isla tiene acceso a Internet. Por otra parte, hay dentro del país periodistas  independientes, que cuando pueden publican fuera de Cuba. También hay una  programación de Radio Martí y TV Martí dirigidas hacia Cuba, y  por lo menos en la costa norte se pueden sintonizar señales de la radio y la  televisión de Miami. ¿Cómo digiere esto el pueblo cubano?
 _ El ministro de Comunicaciones de Cuba, el comandante Ramiro  Valdés  uno de los más estalinistas del régimen-- volvió a insistir el pasado  11 de febrero que la prohibición de acceder a la Internet en la isla no tiene  motivaciones políticas. Ahí tienes un resultado palpable del Contrato de la  Desinformación: Ramiro da por descontado que los cubanos ya no tienen neuronas y  se creen eso que él dice.
 Sin duda al "coco" que más teme la dictadura no es al de una  invasión norteamericana, posibilidad ridícula, pues no ha existido nunca desde  la Crisis de los Misiles en 1962, ni tampoco al levantamiento del embargo  dejaria sin discurso al regimen--, sino a que los ciudadanos dejen de ser los  cerditos de la granja orwelliana y descubran que Cuba y el mundo son diferentes  a lo que les dice el Gran Hermano que todo lo ve.
Con respecto a TV  Martí, es un esfuerzo inútil. Así como el gobierno destruye las antenas que  el ingenio popular crea para captar señales de TV extranjera -- que en Haití o  Lesotho la gente tiene libremente--, con más celo interferirá a TV  Marti, porque técnicamente es relativamente fácil y barato hacerlo. 
 En cambio, Radio Marti sí es importante, pero es  interferida, sobre todo en La Habana. Antes de venir para EE.UU. yo la escuchaba  a diario, aunque con mucha dificultad. Me gustaban muchos los comentarios de  Adolfo Rivero Caro, cada viernes, y las mesas redondas que moderaba Luis Aguilar  León. 
Un técnico en radiocomunicaciones amigo mío me dijo que el  gobierno invirtió varios millones de dólares para instalar una enorme planta  radio, muy potente si no recuerdo mal dijo que estaba al oeste de La Habana-  con el único propósito de interferir Radio Martí.
Es muy  lamentable que en Washington no haya voluntad política para cuadruplicar al  menos la potencia de Radio Martí, y así impedir que sea interferida.  
 En fin, en la era de la tecnología, en la que la información es un  requisito sine qua non para el desarrollo, la prohibición de acceder a Internet,  y obligar a los ciudadanos a recibir sólo la papilla informativa oficial, es  fascismo, es un crimen de lesa humanidad.