Yoani  Sánchez
Sábado 21 de Agosto de  2010
Ese, no volverá   

 Aún puedo recordar los suspiros de mi madre frente al televisor, en aquellos  aburridos años ochenta, mientras Fidel Castro hacía uno de sus maratónicos  discursos. Él era el soñado galán de muchas cubanas, que de tanto verlo- podían  anticipar lo que diría, conocían cada gesto suyo y las nuevas arrugas que  aparecían en su rostro. La atracción que generaba aquel peculiar coterráneo de  más de seis pies, perfil griego y sorprendente oratoria, llevaba a mi madre y  sus amigas a un prolongado paroxismo. Así fue hasta que en 1989 se televisó el  juicio al general Arnaldo Ochoa, acusado de estar implicado en el narcotráfico.  Mi mamá volvió a suspirar, pero esta vez frente al rostro del que pocos días  después- sería fusilado. Algo se rompió dentro del "club de fans del querido e  invencible Comandante en Jefe", pues en mi casa nadie volvió a escuchar,  alelado, sus discursos.
 La era marcada por los arranques personales de Fidel Castro parecía haber  concluido. Su ausencia de los medios hizo que empezáramos a olvidarlo. Como todo  hechicero, necesitaba hacer ante nosotros los pases mágicos que nos dejaban  boquiabiertos y conformes. Tenía que sacarse la paloma del sombrero, el pañuelo  de la manga para mantenernos atentos. Sin su demiúrgica imagen muchos terminamos  por levantarnos de las sillas y mirar en derredor. Cuán poco quedaba de "Él" en  esos cuatro años durante los cuales no escuchamos sus discursos, mientras no  teníamos sus puñetazos en la mesa ni nos explicaba el plan económico que nos  traería la "solución" a todos los problemas. Del hombre que se impuso a fuerza  de mostrarse, de adormilarnos con sus largas diatribas, apenas si permanecieron  algunas inconexas reflexiones, publicadas en las primeras planas de los  periódicos. 
 Las amas de casa estaban tranquilas porque la telenovela brasileña mantenía  su horario estelar de la noche, sin los atrasos que le ocasionaba el Gran  Orador. Los entrenadores deportivos se sentían más ligeros desde que no debían  escuchar y seguir sus consejos; mientras los meteorólogos se sobresaltaban, en  medio de un huracán, al recordar las precisiones e irrefutables pronósticos del  Experto en Jefe. Los ministros, por su parte, ya empezaban a preguntarse si  tendrían que decidir por sí solos, o si Raúl Castro heredaría todas las carteras  ministeriales que ostentaba su hermano. Todos ellos, en mayor o menor grado,  habían dejado de sentir el enorme peso verdeolivo sobre sus hombros.
 Y entonces regresó, como un anciano de manos temblorosas, que nada tiene que  ver con aquel fornido militar de perfil griego que desde una plaza, donde un  millón de voces coreaba su nombre, proclamaba leyes que no habían sido  consultadas con nadie, perdonaba vidas, anunciaba fusilamientos o pregonaba el  derecho de los revolucionarios a hacer la revolución. El gran improvisador de  otros tiempos se reúne ahora en una pequeña sala de teatro con un auditorio de  jóvenes y en lugar de inducir aquel pavor que hacía temblar a los más bravos,  provoca, en el mejor de los casos, una tierna compasión. Una joven periodista le  hace una pregunta complaciente y le pide públicamente un deseo: "Déjeme darle un  beso" ¿Qué fue de aquel abismo que ninguna audacia se atrevía a saltar?
 Habíamos empezado a recordarlo como algo del pasado, que era hasta una forma  noble de olvidarlo; muchos estaban disponiéndose a perdonarle sus errores y  fracasos para colocarlo en algún ceniciento pedestal de la historia del siglo  XX, donde su rostro -retratado en su último mejor momento- ya aparecía junto a  los muertos ilustres. De pronto ha salido a exhibir impúdicamente sus achaques y  a anunciar el fin del mundo, como si quisiera convencernos de que la vida  después de él carecerá de sentido. 
 Durante las últimas semanas, aquel que fuera llamado el Uno, el Máximo Líder,  el Caballo, o con el simple pronombre personal ÉL, se nos ha presentado  despojado de su otrora carisma, para confirmarnos que aquel Fidel Castro  afortunadamente- ya no volverá, aunque por esta vez sea nuevamente  noticia.
  FUENTE: 
Saludos,
  
 RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
DIPLOMADO EN  RSE DE LA ONU
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