MUGUEL KOTTOW
 
  mar. 02 , 2009 
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Luminosa señal que un diputado con ambiciones de más presente su Programa  para la Salud, en vez de proclamar consignas políticas de escasa substancia y  que, llegada la ocasión, se ven incumplidas. Que se trata de un tema prioritario  para los chilenos lo demuestran las apasionadas y abundantes respuestas que el  blog respectivo recibió desde un principio.
 Tal como señala la mayoría, lo primerísimo es aumentar el presupuesto público  de salud, que históricamente es un vergonzoso 3% y monedas del PGB, llegando al  igualmente impresentable 6% si se agrega el gasto privado, o sea, un quinto de  la población gasta lo mismo en salud que los 4/5 "amparados" por servicios  estatales.
 Amparados entre comillas porque la gran reforma sanitaria que significó el  AUGE, ha tenido un efecto de segmentar a la población en 4 grupos: los que no lo  necesitan, los que tienen el infortunio de enfermar fuera de la cobertura del  AUGE o sea, no cuentan con el GES ( =Garantía Explícitas en Salud). Tercero, los  aquejados de patología AUGE pero que fallan en algún criterio adicional como  edad o gravedad de su mal con lo cual ven entrabado su acceso a los servicios  médicos. En cuarto lugar están quienes cumplen todos los requisitos, pero el  sistema de salud es incapaz de cumplir a su vez con lo prometido y   garantizado: acceso, oportunidad, calidad y protección financiera. Ah,  finalmente, olvidaba el 5º grupo, los chilenos que padecen la patología  adecuada, en el momento y lugar adecuados, para recibir la atención médica  también adecuada: son los que saben enfermarse. Hace bien el proyecto presentado  en no comentar el AUGE, ni en comprometerse a aumentar las patologías cubiertas  cuando las actualmente incluidas son de atención deficitaria.
 Los 9 puntos del proyecto merecen comentario, pero por mantener legible este  texto, baste destacar algunos puntos con la intención de volver oportunamente  sobre los otros. Tomando el 3.d, que propone crear una Escuela de Medicina  gratuita, cabe preguntar para qué, si solo en Santiago hay dos universidades  estatales que tienen Facultad de Medicina, de modo que bastaría subvencionarlas  como corresponde para que estas Escuelas cumplan con su cometido original de  formar profesionales con cargo a la nación. A quienes, dicho sea de paso, podrá  requerírseles la retribución social de trabajar al menos por un tiempo en  sistema públicos de salud.
 Esta reflexión incide en la cláusula 3.a del programa, que propone aumentar  la formación de especialistas. Chile tiene aproximadamente 25.000 médicos (como  no hay colegiatura obligada, se desconoce la cifra exacta), lo que da una tasa  de 1 médico por 640 habitantes, para los vapuleados oftalmólogos la tasa siendo  1 por 25000 habitantes. Los números no están mal, pero la distribución sí lo es:  geográficamente sobreabundan los médicos en centros urbanos; topográficamente,  hay pocos especialistas en barrios populares o en el centro de la ciudad;  asistencialmente, sólo una minoría de médicos (alrededor del 30%) trabaja en  servicios públicos. En vez de fabricar más médicos cuya calidad  y ética  profesional se resiente por la competencia a que se someten, y que terminarán  por emigrar como sucede en varios países de la región, habría que establecer  cierto criterios de ecuanimidad profesional: dotar adecuadamente los hospitales  estatales para requerir de los médicos que, para usufructuar del sistema ISAPRE,  dediquen algunas horas semanales al servicio público; pensar en incentivos  tributarios para quienes perciben sueldos estatales; establecer rotativas de  atención a poblaciones marginadas.
 Volvemos al inicio, estas medidas solo podrían exigirse a los médicos cuya  formación es subvencionada por el Estado, abriendo la bolsa fiscal para  solventar sus Universidades. Financiar mejor el sistema público de salud y  dotarlo de profesionales dedicados gracias a la formación técnica y social   que reciban de nuestras Universidades públicas, no depende del precio del cobre  sino de la voluntad política, la cual ha faltado, penosamente,  incluso en  los momentos de mayor crecimiento macroeconómico.
 Hay más, el tintero no se ha vaciado. El Programa que se nos presenta pone el  dedo en la llaga, pero no trae los apropiados parches curita.
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