-Fijar el        volumen total de gases efecto invernadero que pueden emitirse sin que la        temperatura media de la Tierra se eleve más de 3,6 grados Farenheit, el        punto a partir del cual el cambio climático podría ser extremadamente        peligroso. 
       -Dividir el        total por la población del mundo, para calcular qué parte de ese total        corresponde a cada persona. 
       -Asignar a        cada país una cuota de emisiones de estos gases equivalente a la        población del país multiplicada por la parte correspondiente a cada        persona. 
       -Permitir que        los países que necesitan una cuota mayor puedan comprarla a los que emiten        por debajo de la suya.
       
         ¡Bien! Preciosa fórmula la suya, un prodigio de sentido de la        justicia distributiva y del pragmatismo unidos. He aquí un        ejemplo de cómo también en la Ciencia y en la Bioética se divierte el        ser humano. Lo mismo que se divierte en los Congresos y Parlamentos.        
       
  Se        me acusará por enésima vez de derrotismo, de escepticismo, de idiotismo        por reírme de tanta buena voluntad en individuos, catedráticos,        eminencias, que publican sus ingeniosidades para resolver problemas a        escala planetaria. En este caso, el que el cambio climático está        generando a la Humanidad. Lo acepto resignadamente, pero reafirmo que        estas publicaciones forman parte del juego exasperante practicado        entre los ilusos, por un lado, y los devastadores, por otro. Sobre todo        desde el último tercio de la Era Industrial. 
       
  En        el año 1992, 189 países, entre ellos EEUU, China, India y todos los países        europeos firmaron el Convenio Marco sobre el Cambio Climático por el que        se acordaba estabilizar los gases efecto invernadero "a un nivel que        impida interferencias antropogénicas peligrosas para el sistema        climático". Pues bien, quince años después, no lo ha cumplido ni un solo        país. No sólo eso, desde entonces las emisiones no han hecho más que        aumentar... 
       
  Y        en estas condiciones, verificado que aquel Convenio salido de la        rimbombante Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y        Desarrollo celebrado en Río de Janeiro ha sido pulverizado por la        inanición, el desprecio y la burla de todos los países firmantes, ¿cómo se        le ocurre pensar a mr. Singer, que se le pueda hacer el más mínimo caso?        ¿quién, a menos que sea un ingenuo o un estúpido, creerá que pueda        aplicarse la complicada fórmula de Singer, propia de un ejercicio de        imaginación salido de un laboratorio particular cuando a la solución        más sencilla, disminuir los países firmantes la emisión de gases,        nadie le ha hecho maldito caso?
       
  Lo        siento mucho Mr. Singer, pero ha perdido el tiempo haciendo vd. unos        cálculos tan precisos y justos para resolver el problema del cambio        climático. Los problemas de las sociedades no se presentan, y menos se        resuelven, por falta de fórmulas, de Conferencias, de leyes y de        policías encargadas de hacerlas cumplir. El mundo está tan saturado de        leyes como la atmósfera de gases efecto invernadero, y el cielo tan        empedrado de buenos propósitos como de nulos cumplimientos. Y vd.        mismo puede comprobar que los problemas del mundo: desigualdad,        pobreza, injusticia y desastre climático, no se resuelven, por una        serie de concausas que son a su vez bien sencillas de determinar: a)        por falta de voluntad de quienes debieran tenerla, b) por el        inusitado egoísmo de los dueños de la banca, del comercio, de la industria        y de los ejércitos, c) por la complicidad de Parlamentos y Tribunales, d)        porque el ser humano preponderante (ése que orden, manda y desgobierna),        es el mayor enemigo declarado del planeta Tierra, e) porque, además,        es el más necio de los seres vivos sobre ella: llega a Marte pero sepulta        su casa, descubre la teoría de cuerdas, pero se hunde en la ciénaga,        incapaz de desprenderse del pesado lingote que le arrastra al fondo.        
       
  Yo        que vd. me uniría al MRM, Movimiento Revolucionario Mundial que        estoy preparando para arreglar el mundo: la única solución posible.        Tiene la ventaja de que sobran tecnicismos, especialistas y supersabios        que no sólo no aportan al final nada, sino que contribuyen a        apuntalar un sistema global que conduce al desastre.