Sebastián Piñera grabó un videoclip para su franja televisiva -que se  empezará a exhibir el 3 de enero- bailando frente a las cámaras con su familia y  cerca de 400 personas. Las escenas, tomadas en las cercanías del Parque  Forestal, revelan el tono más cercano que optó por imprimirle a su segunda  campaña presidencial. En la siguiente entrevista, el postulante, a quien hasta  ahora las encuestas otorgan la primera opción de llegar a La Moneda, habla sobre  los principales temas de la contienda y sus planes de gobierno.
 -Hay un claro giro entre su campaña del 2005 y la actual. En la  anterior se presentó como una persona muy enfocada en sus logros, en ser el  número uno en todo. Ahora, como una persona de familia, que escucha. ¿A qué se  debe?
Tengo más experiencia, más canas, he escuchado más. También  aprendí de la elección anterior. La campaña del 2005 partió en forma muy brusca  y muy tardía. Improvisamos del primero al último día. Esta campaña ha sido mucho  más planificada. Nos demoramos dos años en armar un programa de gobierno,  recorrimos Chile varias veces.
 -Da la impresión que pesó que sus adversarios pusieran el énfasis en  cuestionar su confiabilidad. 
Me siento orgulloso de mis logros en  el área académica, política y empresarial. Pero opté en esta campaña por  enfatizar otros aspectos de mi personalidad y poner en primer plano mi carácter  de hombre de familia, de persona normal, con sentido del humor, capacidad de  reírse de sí mismo. Siempre he sido un hombre de familia. Esta vez, además, se  incorporaron a tiempo completo todos mis hijos. También acostumbro escuchar  mucho más de lo que algunas personas creen.
 -The Economist dice que usted sería un buen presidente si gobierna  para los intereses del país y no para sus intereses.
Estar en  política no me ha producido ningún beneficio económico. Renuncié a participar en  la gestión y administración de mis empresas. He seguido un modelo de  transparencia: cualquier persona que vaya a la SVS podría saber exactamente  dónde están todas mis inversiones. Me parece el modelo correcto. Es necesario  tener en Chile una legislación que regule el patrimonio de las personas que  están en el servicio público. Y es necesaria, porque hoy no existe para   los que son senadores, diputados, ministros, intendentes.
 -¿No considera natural que usted tenga un escrutinio más profundo por  su trayectoria política y empresarial? 
Siempre he estado sometido a  un escrutinio mucho más profundo y severo que el de otros empresarios y  políticos. Precisamente por esta doble condición. Pero voy a llegar a una  situación en que parte de mis activos van a estar en un fideicomiso ciego y  otros invertidos en forma transparente en el extranjero, en fondos de inversión,  en los que no voy a tener ninguna injerencia. Por lo tanto, voy a tener una  actuación a prueba de conflictos de interés. Entiendo el escrutinio, pero me  molesta que se haga una ley que gira exclusivamente en torno a mi persona y no  para todos.
 -¿Hasta qué punto representar a la centroderecha es uno de sus  obstáculos? ¿Está de acuerdo con que Chile es un país más bien de  centroizquierda? 
Creo que eso ha cambiado. Cuando ahora se pregunta  en las encuestas, hay un virtual empate entre quienes se definen de  centroizquierda y centroderecha. Antes eso no ocurría. Hay que tomar en cuenta  que el régimen militar terminó hace 20 años. La mejor prueba es que sacamos un  44% en la primera vuelta.
 -¿Le dice algo que su sector no haya ganado una elección presidencial  en más de 50 años?
Hay que analizar bien esos 50 años. Después de  Jorge Alessandri -que no ganó con mayoría- vinieron una sucesión de experimentos  utópicos, excluyentes, que querían partir de cero. La Revolución en Libertad de  Frei Montalva, el socialismo a la chilena de Allende y, después, el régimen  militar. Cuando se restablece la libertad, en 1989, era natural -por la historia  del régimen militar y sus atropellos a los derechos humanos- que viniera una  corriente a favor de quienes más lucharon por recuperar la democracia, que fue  la Concertación. Pero ese fenómeno se ha ido debilitando y creo que hoy los  chilenos están con su mirada más volcada al futuro que al pasado.
 -Un argumento de sus adversarios tiene que ver con el presente: que  la centroderecha controla muchas esferas de influencia en Chile -en el sector  privado- y que si a eso se le añade el Ejecutivo tendría un poder demasiado  grande. 
En primer lugar, el principal poder en Chile sigue siendo  el Estado, que se ha mantenido en manos de la Concertación los últimos 20 años.  No estoy en política para defender a los empresarios. No me parece una causa  noble defender los intereses de los poderosos. Insisto: los que han concentrado  el poder -y en forma muy abusiva en los últimos 20 años- han sido los de la  Concertación. Y no porque hayan ganado las últimas cuatro elecciones. Eso es  parte de la democracia. El problema está en que la Concertación ha convertido el  ejercicio del poder en sacar dividendos en beneficio propio, lo que se ha  traducido en cuoteo político, corrupción e ineficiencia. Es la peor forma de  concentración del poder. Lo que está en juego en esta elección es combatir en  forma más eficaz la desigualdad -que ha  crecido en los últimos 20 años- y  cómo mantener redes de protección social y al mismo tiempo ofrecer más  oportunidades.
 -¿Su candidatura representa una victoria de la derecha liberal por  sobre la más conservadora?
Establecer una línea rígida y poner a un  lado a los conservadores y al otro a los liberales es un tanto artificial. Todos  tenemos algo de liberal y algo de conservador. Soy muy liberal en materia de  libertades individuales y derechos civiles. Pero siento que soy conservador en  la valoración de la vida, lo que me hace contrario al aborto y a la pena de  muerte.  No hay sólo dos almas en la centroderecha, hay muchas. Es natural,  por lo demás: no somos un convento ni un regimiento. Pero es cierto que ha  habido una tremenda evolución. Esas almas que al principio eran  irreconciliables, han tendido a converger. Respecto de lo que mi victoria  significaría, lo pondría de otra manera: significará la coronación de un proceso  de convergencia de estas dos o más almas que, si bien subsisten y van a  subsistir siempre, han encontrado puntos de encuentro. Pero recordemos que el  año 1989 fui electo senador por Santiago Oriente compitiendo con Hermógenes  Pérez de Arce, que representaba una centroderecha más ligada al régimen militar.  Por lo tanto, desde el principio obtuve mayoría en la centroderecha.
 -A usted siempre se le catalogó como un líder de la derecha liberal  y, hasta ahora, daba la impresión de sentirse cómodo en ese  casillero.
No me incomoda para nada. Pero a veces se asocia el  concepto de liberal a una neutralidad ética y yo no creo en eso. Me siento un  liberal, pero también defiendo valores de siempre, como los que mencioné.
 -Usted ha señalado que la Concertación le prestó grandes servicios al  país y después se agotó. ¿Cuándo se agotó?
La Concertación hizo un  gran aporte para recuperar la democracia. En eso yo participé activamente.  También permitió hacer una transición con sabiduría y consenso: logró consolidar  la democracia, la economía social de mercado, la recuperación de una sana  convivencia nacional, particularmente durante el gobierno de Aylwin. Pero se  empezó a agotar a partir de 1998. Tengo muy clara la fecha.
 -¿Cuál es?
Fue cuando Eduardo Frei no fue capaz de  anticipar ni mucho menos enfrentar la crisis asiática. Ahí se inicia un ciclo  negativo. La Concertación de los 90 tenía un proyecto, una misión, unidad,  vocación de servicio público. Todos esos valores se han debilitado. Es lo que  suele ocurrir cuando se permanece demasiado tiempo en el poder. Igual que en  1988 yo sentía que Chile necesitaba un cambio urgente -y me jugué por el No en  el plebiscito-, siento que hoy el país necesita un cambio para inaugurar una  nueva forma de gobernar, de mayor eficiencia, de fijar prioridades más cercanas  a las necesidades de la gente. Chile requiere otra transición. Tuvimos la  transición a la democracia y ahora tenemos que hacer la de un país  subdesarrollado a uno desarrollado.
 -La centroderecha tuvo importantes derrotados en esta elección, como  Joaquín Lavín y Rodrigo Alvarez. Usted ha dicho que no le daría cargos a  políticos derrotados. ¿Eso significa que si gana, no consideraría ponerlos en  puestos de gobierno?
Lo que dije es que ningún candidato, por el  solo hecho de ser derrotado, va a tener como premio de consuelo un cargo en el  gobierno. Si una persona que postuló como candidato y perdió, tiene los méritos,  perfectamente puede ser llamado al gobierno.
 -¿Lavín y Rodrigo Alvarez califican en esa categoría?  
Tengo mucho aprecio por las cualidades de Joaquín Lavín y Rodrigo  Alvarez. Pero no tiene sentido hablar de nombramientos antes de la elección.
 -¿A qué atribuye la derrota de Joaquín Lavín? 
A varios  factores. Joaquín Lavín tuvo su auge de apoyo popular en 1999. Uno no puede  estar permanentemente en el primer puesto, hay un desgaste natural. Segundo,  creo que pesó mucho el tema regional. Francisco Chahuán era de la zona y Lavín  no. Tercero, Chahuán fue un gran diputado y un gran candidato.
 -Usted ha estudiado al electorado de Marco Enríquez-Ominami. ¿Cuáles  son sus conclusiones?
Lo hemos estudiado. Son 1,4 millón de  personas, que se concentran sobre todo en los jóvenes, el mundo urbano y  liberal. Tenemos grandes coincidencias con ellos, partiendo por la voluntad de  cambio y un diagnóstico de una Concertación agotada y aferrada al poder por el  poder. Confío en que un porcentaje importante de ellos va a votar por nosotros  en segunda vuelta.
 -Enríquez dice que tiene diferencias "insalvables" con  usted. 
Es cierto, tenemos diferencias. Durante la campaña nunca lo  oculté. También tenemos coincidencias, como las que mencioné. El también ha  criticado a Frei.
 -Dice que Frei no es un avance y usted es un  retroceso.
Creo que eso no refleja lo que realmente siente. Creo que  él legítimamente aspira a ser líder de la oposición a mi futuro gobierno. Es  algo que no tiene garantizado, pero ha dado muestras de liderazgo y fortaleza  que están a la vista. Tiene todo el derecho a hacerlo.
 -¿Lo visualiza como líder de la oposición en caso de  ganar?
Creo que va a haber dos grandes corrientes en la oposición.  Una representada por él y otra por quienes aspiran a renovar la  Concertación.
 -¿Y su convivencia con la UDI? Un caso público de discrepancia fue la  inclusión de una pareja homosexual en la franja. ¿Cómo se  negoció?
No hubo negociación. Cuando diseñamos esta sección de  nuestra franja definimos incluir a mucha gente que puede ser discriminada:  personas discapacitadas, sin oportunidades, sin educación. Desde el primer  momento aprobé que aparecieran dos personas del mismo sexo, en forma discreta,  porque ellos también tienen derechos y su voz no es suficientemente escuchada.  Nunca tuve dudas de incluirlos.
 -¿Ayudó a aplacar los resquemores en la UDI ante la inclusión de una  pareja homosexual en la franja que uno de ellos sea hijo de un personero de  Libertad y Desarrollo?
Probablemente. Quiero decir que conozco a  Luis Larraín desde mi época de la universidad. Fue mi ayudante, es una persona  muy capaz. Su hijo es un joven bastante ejemplar: ingeniero, profesor  universitario, está a la espera de un trasplante de riñon y ha demostrado en su  vida un gran temple y valor.