Como en las relaciones amorosas, "en las grandes  crisis, el corazón se rompe o se curte", decía el novelista Honoré de Balzac. Es  lo que ha pasado en los mercados en los últimos tres años, a consecuencia de lo  que algunos han calificado como la mayor crisis financiera desde la Gran  Depresión.
 Lo que empezó como la crisis de las subprime, las hipotecas basura, terminó  con el sistema financiero a punto del colapso. Estuvo cerca de resquebrajarse,  pero se han puesto las medidas para curar al enfermo y ahora tiene que dar  muestras de que la recuperación está cerca. El corazón de muchos inversores no  ha resistido y han salido del mercado, mientras otros se han curtido a golpe de  malas noticias.
 Este fin de semana se cumplen tres años desde que el banco de inversión Bear  Stearns dijera a sus clientes que era poco probable que recuperaran el dinero  invertido en dos de sus hedge fund. Tuvo que cerrarlos y saltaron las alarmas.  Eran las consecuencias de la crisis subprime.
 En estos tres años el mundo financiero ha cambiado, con intervenciones  históricas de los bancos centrales, quiebras de bancos y con el sistema  financiero patas arriba (ver ilustración). El papel de las autoridades  monetarias ha sido fundamental para evitar la Gran Depresión, pero también la  acción coordinada de los Estados.
 Tres años después, EEUU ha cambiado de presidente, se ha destapado el mayor  fraude financiero de la historia y la reforma financiera está en marcha. Los  mercados han cambiado de batuta y ahora es el riesgo país el que marca el  ritmo.
 Todavía hay muchos frentes abiertos, pero hay cierto consenso de que lo peor  ha pasado. Ahora toca recomponer las ruinas con los mejores cimientos.
 En el camino, las bolsas de todo el mundo se han dejado más de 16 billones de  dólares de capitalización. En el caso del índice Ibex han sido más de 200.000  millones, al pasar de 554.500 millones de euros a bajar de 350.000 millones.
 Ha habido euforia y pánico constante. El índice español llegó a cotizar cerca  de los 16.000 puntos, en noviembre de 2007, cuando ya se habían dado los  primeros coletazos de la crisis. Tocó fondo en marzo de 2009, tras descender a  6.816 puntos debido al desplome del sector financiero. Pero incluso en el peor  momento de esta crisis no perforó el mínimo histórico al que llegó a cotizar en  octubre de 2002: los 5.364,5 puntos.
 El saldo bursátil de los últimos tres años es negativo, pero ha mejorado  respecto a marzo de 2009, cuando la mayoría de índices marcó su peor registro en  esta crisis.
 Las bolsas empezaron julio con energía alcista. El Ibex, por ejemplo, sube un  7,86%. Sin embargo, desde los niveles de 2007 un reguero de pérdidas afecta a la  mayoría de las compañías cotizadas. El Índice General de la Bolsa de Madrid  (IGBM) cae un 37,93% desde la cota a la que cotizaba hace tres años y el ibex un  34%; el desplome es mayor en el Euro Stoxx 50, que supera el 41%, igual que el  Cac francés, mientras el Ftse 100 británico, el Dax alemán y el Dow Jones  estadounidense aguantan mejor y ceden entre el 20% y el 30%.
 Supervivientes
En el parqué español siete valores han  resistido la tormenta que plaga las bolsas desde 2007 (ver ilustración). Entre  los supervivientes destacan Viscofan y CAF, que se revalorizan más del 46%  apuntalados por su diversificación internacional. También se salva Prosegur, con  un alza del 39,36%, gracias a su apuesta por América Latina; Inditex, que gana  el 19%; Duro Felguera, que sube el 13,2% y Red Eléctrica, un 2,29%.
 Entre los grandes, el único que esquiva las pérdidas es Telefónica, con una  subida del 6,4%. Otros que aguantan bien son: Ebro Puleva, que cede un 10,3%,  Enagás, más de un 14% y Santander, un 15%.
 Este buen comportamiento del banco español contrasta con las fuertes caídas  que acumulan todavía entidades europeas como ING Groep, que en esta crisis ha  recibido ayuda del gobierno holandés. Cae un 72% y es el peor valor del Euro  Stoxx 50 en el periodo. También han perdido el 50% de su valor Société Générale,  Credit Agricole, Unicredit y Deutsche Bank, entre otros.
 Entre los valores extranjeros que ofrecen el mejor saldo en esta crisis está  la cervecera Anheuser-Busch, que tiene marcas como Budweiser. Lidera las  ganancias en el Euro Stoxx 50, con una revalorización del 18,94%, seguida de la  empresa de artículos de lujo LVMH, que se anota el 14,2%.
 En EEUU, las hamburguesas han hecho negocio con la crisis. McDonalds, en un  negocio refugio, vale ahora un 49% más que en julio de 2007.
 Hacia la calidad
La crisis ha cambiado la percepción de  los inversores. La aversión al riesgo se ha disparado (la volatilidad pasó del  15% de julio de 2007 al 80% en 2008 y ahora ronda el 27%) y el dinero huye a los  activos considerados más seguros . El oro, por ejemplo, marcó el pasado mes de  junio máximo histórico por encima de los 1.256 dólares por onza.
 La fortaleza del euro sobre el dólar se ha puesto en entredicho y las grietas  en el seno de la UE para tomar medidas coordinadas para salvar su unión han  hecho caer a la moneda única más del 6% en la crisis. Desde el máximo de 1,59  dólares, marcado en abril de 2008, al mínimo de 1,1923 , en junio de este año,  el desplome superó el 25%. Ahora se cambia a 1,2934 dólares, tras la  recuperación de esta semana. Las previsiones apuntan a que oscilará entre  1,20/1,30.
 En deuda soberana, la crisis ha provocado fuertes vuelos a la calidad (flight  to quality) en los episodios de mayor aversión al riesgo, lo que ha arrastrado  la rentabilidad de la deuda alemana hasta mínimos. La creciente desconfianza  hacia los países que han presentado las cuentas públicas más deterioradas ha  provocado un fuerte aumento de las primas de riesgo, tanto en diferenciales de  rentabilidad frente a la deuda alemana, como por el comportamiento de los CDS  (contratos para protegerse ante un impago).
 La brutal crisis de deuda soberana en Europa ha obligado a la Comisión  Europea, al BCE y al FMI a poner en marcha un fondo de salvamento para países  con problemas, después del capítulo de Grecia, el primer país de la historia del  euro que ha tenido que ser rescatado.
 El efecto contagio de unos países a otros ha provocado que otras potencias,  como España, hayan visto cómo crecen las rentabilidades de sus bonos, al  aumentar el riesgo que aprecia al inversor, en un momento en el que tiene que  captar ingentes volúmenes de dinero para hacer frente a un elevado déficit  público. De ahí que se hayan tenido que presentar severos planes de ajuste  fiscal para recuperar la confianza de los mercados. Ahora hay que ver cómo  acaban afectando al crecimiento.
 Todavía quedan muchos flecos por resolver. Uno de ellos es la mejora de los  sistemas de supervisión, para evitar que se incite la toma de riesgos sin  control. El papel de las agencias de ráting quedó en entredicho y aunque hay  planes para que tengan un vigilante no se ha concretado.
 El papel de los bancos centrales
La labor de los bancos  centrales ha sido fundamental para evitar una gran depresión. Junto a agresivas  rebajas de tipos de interés, han puesto en marcha medidas heterodoxas para dotar  al sistema financiero de toda la liquidez necesaria.
 Tanto la Reserva Federal como el Banco de Inglaterra optaron por poner la  máquina de imprimir billetes en funcionamiento y decidieron comprar deuda en los  mercados. El Banco Central Europeo (BCE) ha preferido utilizar el canal  bancario. Su apoyo se ha basado en inyectar el dinero por una cuantía ilimitada  a través de la subastas, alargando los plazos a los que le presta a la banca,  hasta un máximo de un año, y a un tipo fijo del 1%.
 No obstante, la actual crisis soberana le ha obligado también a realizar  compra de bonos públicos y privados en el mercado secundario ante el fuerte  repunte de las rentabilidades de la deuda de algunos países periféricos, como  España. Ahora se enfrenta al reto de ir retirando esas medidas  progresivamente.