La Moneda y los fantasmas políticos del caso La Polar
  Tanto Sebastián Piñera como sus ministros asumen que el  escándalo crediticio de la multitienda supone un test de blancura para un  gobierno al que suele asociarse al mundo empresarial. En esa lógica, el  Mandatario ha desplegado una contraofensiva que busca impedir que una nueva  crisis se instale en Palacio.
  por Ivonne Toro, Paula Canales y Esteban González
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 Martes 14 de junio, La Moneda. Sebastián Piñera aborda por primera vez en  profundidad el caso La Polar. Lo hace frente a los ministros Juan Andrés  Fontaine y Felipe Larraín, al subsecretario Rodrigo Alvarez, al director del  Sernac, Juan Antonio Peribonio, y a los superintendentes de Valores y Seguros,  Fernando Coloma, y de Bancos e Instituciones Financieras, Carlos Budnevich, a  quienes había citado a Palacio. "Nos llegó un gran reto del Presidente", revela  un asistente, graficando la tensión que se vivió en el despacho de Piñera. 
 Habían pasado seis días desde el estallido del escándalo de la multitienda,  que manipuló las deudas de alrededor de 420 mil de sus clientes para mejorar sus  balances financieros. Seis días en que las autoridades sectoriales se habían  preocupado de los análisis técnicos, sin dimensionar adecuadamente las variables  políticas de un caso de alto impacto ciudadano. En Chile, el parque de tarjetas  de crédito ronda los 24 millones de usuarios. La cifra es considerable para una  población laboral de siete millones de chilenos.
 En la reunión, el Presidente afirmó que la crisis de La Polar no sólo  afectaba la confianza en la economía de mercado, sino también lesionaba a un  gobierno cuyo sector se ha asociado desde siempre al mundo empresarial. Una  vinculación que, por lo demás, se hacía más patente al constatar que cinco  directores de la cuestionada firma habían sido nombrados bajo su administración  en directorios de empresas públicas. "Creen que somos el gobierno de los  empresarios, así que hay que actuar con mayor dureza", dijo el Mandatario, según  un asistente.
 Esa tarde, Piñera fue particularmente duro con los dos superintendentes.  Primero, les reprochó su falta de coordinación, graficada en que cada uno llegó  con su propio informe sobre la situación financiera del retail. Luego les  preguntó por qué durante 10 meses -el tiempo transcurrido desde que el Sernac  comenzó a indagar denuncias contra la multitienda- ninguna de las dos entidades  tomó cartas en el asunto. La respuesta fue que el tema se arrastraba hace más de  tres años, por lo que no eran los únicos que no habían percibido las  irregularidades. "Esa no es razón", retrucó el Mandatario, quien subrayó que la  experiencia de los funcionarios de su gobierno en el mundo privado debía  garantizar un control adecuado de anomalías de esta índole.
 La irritación de Piñera no era casual. El eventual surgimiento de un nuevo  flanco de conflicto llegaba en momentos en que atraviesa por su más bajo nivel  de aprobación ciudadana (36%, según el último sondeo Adimark) y en la antesala  del inicio del trabajo de campo de la encuesta CEP, que en Palacio ya se  proyecta negativa, debido a las múltiples crisis -entre otros factores- y al  período invernal en que se realiza.
 Además, el Mandatario había resentido el inmovilismo con que reaccionó el  gobierno en los días siguientes al estallido del escándalo. En La Moneda  aseguran que un factor que incidió en esta perplejidad fue que toda la atención  del gobierno se concentró en el consejo directivo ampliado de la UDI, que  concluyó el sábado 11 con un "golpe blanco" a la mesa encabezada por Juan  Antonio Coloma. Otras voces de Palacio también apuntan a la falta de  sensibilidad política de los ministros del equipo económico, afirmación que  respaldan en lo ocurrido en el comité político de ministros del lunes 13. En la  cita -donde habitualmente se revisa la agenda de la semana-, Felipe Larraín no  mencionó el caso La Polar, y fue la jefa de asesores del segundo piso, María  Luisa Brahm, quien casi al finalizar la reunión le pidió detenerse en la  materia. El análisis del titular de Hacienda apuntó preferentemente a aspectos  técnicos, situando el caso en el ámbito privado, lo que fue retrucado por los  ministros del área política. 
 Otro error político fue la primera declaración pública del ministro Fontaine,  cuando calificó el escándalo como un "accidente". Si bien su objetivo no era  minimizar el caso, su frase se leyó de esa manera. En Palacio aseguran que  Piñera le llamó la atención al ministro por sus dichos, versión que es  descartada con vehemencia en el entorno del secretario de Estado. Como sea, el  episodio alertó al gobierno sobre la necesidad de endurecer su discurso y  gatilló la irrupción no pauteada de la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei,  quien calificó de "robo" las prácticas de la multitienda.
 Tras el llamado de atención presidencial, se agilizaron algunos procesos que  ya estaban en curso. El viernes 10, el Ministerio de Hacienda había informado a  La Moneda sobre los cinco directores de La Polar que eran directores de empresas  públicas: Heriberto Urzúa (Empresa Portuaria San Vicente, Talcahuano), Franciso  Gana (Trenes Metropolitanos y Enap), Martín Costabal (Empresa Concesionaria de  Servicios Sanitarios, Econssa), Luis Hernán Paul (Sistema de Empresas Públicas y  Enami) y María Gracia Cariola (sanitaria Essal). A esas alturas, la Segpres ya  había iniciado un acucioso control de daños, con miras a identificar zonas de  conflicto y los eventuales vínculos entre altos ejecutivos de la multitienda y  autoridades de gobierno.
 Aunque en un primer momento se había descartado tomar medidas en este plano,  finalmente el creciente impacto de la crisis gatilló la petición de renuncia a  los cinco directivos, decisión que se fraguó el jueves 16, en una reunión del  comité político encabezada por Piñera.
 La decisión, señalan en Palacio, era indispensable, ya que la permanencia de  esos directores en empresas públicas representaba la mayor amenaza para el  gobierno. Pero no por eso fue menos incómoda, dados los vínculos personales con  los afectados.
 "Obviamente que los conocemos. A lo mejor muchos de ellos tienen a sus hijos  en los mismos colegios que nosotros, pero eso no significa que tengas que  quedarte callado", dijo la ministra Matthei a La Tercera el sábado  pasado.
 A modo de ejemplo, en el gobierno lamentan lo ocurrido con Luis Hernán Paul,  quien recién había ingresado al directorio de La Polar en abril pasado. El  esposo de Ximena Ossandón -ex directora de la Junji- es amigo de la infancia de  Felipe Larraín y también muy cercano al ministro Fontaine, con quien trabajó en  Fontaine y Paul Consultores Asociados. Existen también otros nexos. Martín  Costabal, militante UDI, ex ministro de Augusto Pinochet, es asesor del ministro  de Hacienda en el Comité Financiero del ministerio, según consta en la página  web de la cartera. Otro tanto ocurre con Heriberto Urzúa, quien formó parte del  equipo de Citibank que lideró Piñera en los años 80. Sin embargo, un colaborador  del Mandatario asegura que nunca fueron cercanos y que sólo les tocó trabajar  juntos un par de años y que luego perdieron contacto.
 En el oficialismo no son pocos los que repararon en el mismo punto, alertando  respecto de otros factores que podían relacionar a los directivos de la empresa  con la actual administración. El problema es que se trata de un grupo que  procede del mismo tronco social. No es casualidad, sin ir más lejos, que los  ministros Larraín y Fontaine y el propio Presidente estudiaran en la Universidad  Católica y hayan tenido con varios directores de la multitienda los mismos  grupos de referencia. Esta realidad es lo que avala la percepción de que el  gobierno no tiene la suficiente autonomía respecto de los empresarios. 
 En el Ejecutivo consideran que la decisión de sacar a los directivos de La  Polar de las empresas públicas fue un éxito. No sólo porque hizo patente la  voluntad del Presidente de prevenir el efecto político de contaminación. La  mayor preocupación estaba en que desde la Concertación levantaran el tema y el  gobierno se viera obligado a tomar la medida bajo presión de las criticas  opositoras. 
 "Habría sido desastroso que la Concertación hubiera pedido la salida de los  directores de empresas públicas antes que los sacáramos nosotros", señala un  ministro.
 La decisión, además, marcó el punto de partida de la fuerte contraofensiva  encabezada por el propio Piñera, quien el sábado pasado, durante el aniversario  de la Asociación Nacional de Fútbol Amateur, advirtió sobre sanciones  "implacables" contra los responsables del "abuso" contra los consumidores. El  jueves, en la cena anual del Comercio, fue más allá y calificó de "vergüenza" el  caso.
 La posición del Mandatario obedece, según una alta autoridad gubernamental, a  la necesidad de contrarrestar una imagen ya instalada en la población: se cree  que difícilmente un gobierno de derecha puede poner en entredicho los intereses  del sector empresarial. "Eso es brutal para el gobierno. La sospecha de La  Fronda Aristocrática, y sus redes de protección, está instalada", explica uno de  sus colaboradores.
 Este punto es compartido por analistas y cientistas políticos. "El Presidente  y varios ministros se han alineado en una posición durísima. No soluciona el  problema, pero disminuye el daño que esto puede tener en la imagen de un  gobierno que es asociado con los empresarios", señala a La Tercera el  presidente de Adimark, Roberto Méndez, cuyos análisis son escuchados en La  Moneda. 
 La ofensiva presidencial, además, busca diluir la convicción de que para un  gobierno de derecha es poco menos que imposible enfrentar al mundo empresarial.  En esa lógica se inscribe un paquete de reformas que el Presidente afinó con el  subsecretario de Hacienda, Rodrigo Alvarez, el miércoles pasado en La  Moneda.
 Ese día se definieron tres caminos. El primero es legislativo. Se acelerará  la tramitación del proyecto que crea el Sernac Financiero, al que se unirá la  iniciativa sobre supervisión por riesgo de las instituciones financieras y el  proyecto de información comercial o deuda consolidada. En paralelo, se creará el  Consejo de Estabilidad Financiera (CEF) para manejar y prevenir el riesgo  sistémico y hacer más rigurosa la supervisión sobre los conglomerados. También  se pretende adaptar las dos superintendencias -Valores y Bancos- al modelo  colegiado del Banco Central, cuyos integrantes son designados por el gobierno y  el Senado.
 La segunda vía supone extremar las tareas de fiscalización de las  superintendencias para ir configurando con absoluta precisión las  responsabilidades administrativas, penales y civiles del caso La Polar. En el  gobierno apuestan a que en un mes más debería estar toda la información a  disposición del Ministerio Público, para levantar los cargos contra los  responsables.
 El tercer frente de acción apunta al monitoreo del retail, no sólo para  disipar las dudas que se han proyectado sobre otros agentes, sino también para  resguardar la estabilidad del sector. Hay que descartar que La Polar sea la  punta de iceberg de un problema mayor.
 La idea, en los tres casos, es transmitir señales políticas potentes y  convencer a la opinión pública de que el gobierno está tomando todas las medidas  necesarias para impedir que un hecho de estas características quede en la  impunidad o vuelva a ocurrir.
 Aunque en el gobierno nadie subestima los efectos políticos del caso, en los  últimos días han optado por resaltar algunas señales positivas. Para un miembro  del comité político, lo relevante es que la crisis no se ha instalado en La  Moneda, algo que sí sucedió en el episodio de la intendenta Jacqueline van  Rysselberghe y en la controversia por HidroAysén.
 Además, muestran cifras auspiciosas. El martes pasado, en Palacio se recibió  un sondeo que, entre otras cosas, mostró que para "la mayoría de los encuestados  habíamos actuado con firmeza", según reconoce un ministro. Para él, y otros  colegas suyos, es la primera vez en estos 16 meses que el gobierno logra  transformar una crisis en una oportunidad.