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                        El pasado trece de junio, durante la última jornada        del ciclo literario "Lecciones y Maestros", celebrado en Santillana del        Mar, el escritor portugués José Saramago disertó sobre la crisis        civilizatoria que enfrenta la humanidad, sobre la dictadura encubierta que        gobierna el planeta y sobre la derechización de la izquierda        institucional. En realidad, nada novedoso aportó el premio Nobel, aunque        siempre sea oportuno recordar determinadas realidades. 
                 Sin embargo - y aunque esta afirmación pueda        resultar insólita a muchos lectores - entre el discurso y la práctica de        José Saramago existen importantes contradicciones, que no deberían        obviarse. 
          En la citada        intervención del ciclo literario "Lecciones y Maestros", Saramago pidió a        los ciudadanos que "perdieran la paciencia ahora que la izquierda había        dejado de ser izquierda". "Es hora de aullar, porque si nos dejamos        llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por        contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que        tenemos",(1) añadió el premio Nobel. La        recomendación del escritor luso - aunque quizá discutible desde el punto        de vista de su efectividad - contiene un apreciable cuestionamiento de la        legitimidad de nuestras sociedades y de su carácter supuestamente        democrático. Un cuestionamiento que ya había realizado José Saramago con        anterioridad y que lo llevó a postular el voto en blanco -en su obra        Ensayo sobre la lucidez - como una suerte de insumisión ante el        sistema. En esta ocasión, además, Saramago fundamentó sus consejos en la        conversión de la socialdemocracia al más puro y duro neoliberalismo.        Significativamente desapercibida pasó, no obstante, la apostilla con la        que rebajó el tono de su crítica. Después de afirmar que "Ya no hay        gobiernos socialistas, aunque se llamen así los partidos que están en el        poder", el escritor aclaró que sus palabras no se referían a España,        donde el Gobierno socialista "compensa la política neoliberal, de la        que no puede escapar, con importantes leyes de tipo social".        (2) Entonces, ¿tienen razón los ideólogos de la derecha, al        defender que "no se puede escapar" de la política neoliberal? Y,        ¿cómo puede explicarse que la intolerable derechización de la        socialdemocracia, que justificaría el rechazo total de las opciones        políticas existentes, se haya producido en todo el orbe, excepto en el        país en el que está afincado el Nobel de literatura? 
                 Sea como fuere, la excepción realizada por Saramago        no puede entenderse plenamente sin recordar el apoyo explícito que el        escritor concedió, en las pasadas elecciones autonómicas y locales, al        candidato del PSOE a la presidencia de Canarias, Juan Fernando López        Aguilar. Apenas unas semanas antes de llamar a los ciudadanos a        "perder la paciencia", Saramago entró de lleno en la campaña        electoral de las Islas, pidiendo a los canarios que votasen por el        candidato psocialista. De esta forma, el ex ministro de Justicia que en su        día manifestó estar dispuesto a "fabricar nuevos cargos" para        evitar la excarcelación de presos que ya habían cumplido su condena - y        que no dudó en hacerlo llegado el caso - pudo beneficiarse de la        reputación, como intelectual de izquierdas, del escritor portugués.         
          
                 En cualquier caso, y para ser justos, es preciso reconocer que no        sólo en España ha respaldado Don José Saramago a esa "izquierda que ha        dejado de ser izquierda". Hizo lo propio también con la actual        presidenta de Chile, Michelle Bachelet, durante la segunda vuelta        electoral que la enfrentaba al candidato de la derecha tradicional,        Sebastián Piñera. En esa ocasión, Saramago suscribió un escrito,        bajo el título "Recado a Chile", (3) de apoyo a la candidata        presidencial de la Concertación. El manifiesto fue firmado, además, por        cantantes como Joan Manuel Serrat, Miguel Bosé, Miguel        Ríos, Víctor Manuel y Joaquín Sabina; escritoras como        Almudena Grandes, Rosa Montero y Rosa Regás; y políticos de        trayectoria tan "izquierdista" como el catalán de CIU José Antonio        Durán i Lleida, que fue el encargado de leerlo, la ex ministra        psocialista de Cultura Carmen Alborch, o el ex presidente del        Gobierno Felipe González. Asimismo, Saramago se mostró        especialmente crítico con las protestas - en su opinión        "desproporcionadas" - que desde el Foro Social Mundial se        dirigieron al presidente brasileño, Luiz Inácio 'Lula' da Silva,        por el rumbo derechista de sus políticas gubernamentales. (4) Este        respaldo a la que -desde Europa- es considerada izquierda civilizada y        pragmática, precisamente por su asunción del realismo neoliberal,        apenas si fue recordado cuando recientemente se elogió a José Saramago,        por reclamar justamente a la chilena Bachelet que respetase los derechos        de los indígenas mapuche.
"Un Mundo donde el engaño es el rey de        la Tierra"
          "Ya no queda        mucho tiempo para tratar de cambiar el mundo. Estamos llegando al final de        una civilización y se presentan tiempos de oscuridad: el fascismo puede        regresar. Por eso hay que hacer algo,  en un mundo donde el engaño es        el rey de la tierra". Esta fue otra de las acertadas afirmaciones que        realizó José Saramago, en el encuentro literario celebrado como resultado        del convenio alcanzado entre la Fundación Santillana y la        Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Estas jornadas        literarias -que tuvieron lugar en la sede de dicha Fundación- fueron        inauguradas por su presidente, Jesús de Polanco - dueño del        poderoso Grupo PRISA al que pertenece el grupo Santillana- y        contaron con la participación de numerosas personalidades de la cultura        afines a este lobby mediático. Además del mexicano Carlos        Fuentes y el catalán Juan Goytisolo - ponentes junto a José        Saramago-, también asistió a ellas Juan Luis Cebrián, ex director        de El País y actual consejero delegado del emporio gobernado por        Polanco, poseedor -sólo en España- del citado diario, el periódico        Cinco Días, el diario As, emisoras de radio como La        Ser o Los 40 principales,  televisiones como         Canal +, Digital Plus o Cuatro; y editoriales como Santillana,        Taurus, El País Aguilar, Ediciones Altea, o Alfaguara, que publica las        obras del escritor portugués.
               No deja de resultar paradójico, ciertamente, que la alusión de        Saramago al "engaño que es rey de la Tierra" se escuchara en un        acto organizado por una de las multinacionales de la comunicación que, con        mayor efectividad, ha venido engañando a sus lectores, oyentes y        televidentes, en relación con todos aquellos procesos políticos que hacen        peligrar sus intereses en otras áreas geográficas. Suficientemente         conocidas son, por ejemplo, las campañas orquestadas contra Cuba y        Venezuela desde el Grupo PRISA, o el apoyo intelectual de El País        al golpe de Estado que sufrió esta última república en abril de 2002.        Aunque -y esto conviene no olvidarlo - solamente aquéllos que tienen        acceso a los medios de comunicación alternativos han podido contrastar el        mensaje reaccionario que reciben diariamente, desde lo que se ha dado en        llamar Falsimedia. Para otros muchos millones de personas, la        cadena Ser de la cordial Gemma Nierga, los informativos        dirigidos en Cuatro por Iñaki Gabilondo o las informaciones        ofrecidas por El País constituyen la "versión de la        izquierda". Ellos -y su competencia ultraderechista - continúan        construyendo la  "opinión pública". Aún así, muchos de estos        medios han comenzado a sufrir una significativa pérdida de credibilidad,        razón por la cual necesitan -más que nunca - sostenerse mediante el        prestigio de algunos de sus empleados. Necesitan -conforme a una elemental        técnica de marketing- que su imagen y sus iniciativas aparezcan        asociadas a nombres que puedan devolverles la credibilidad perdida.        Y, en el ámbito de lo que muy vagamente se conoce como progresía,        esta función la desempeñan personajes destacados como el escritor        José Saramago. Evitando hablar sobre los intereses que representa        el Grupo mediático del que depende la venta de sus libros o compartiendo        mesa y mantel con Jesús de Polanco y Juan Luis Cebrián, cada        vez que se presenta la ocasión, Saramago contribuye a lavar la cara        de los mismos poderes que denuncia de manera genérica - y a menudo        ambigua-. Pero ésta no es la única forma en la que el escritor les ha        prestado su valiosa colaboración
 
Sobre Cuba, Colombia y el        Grupo PRISA
                        En el año 2003, en medio de un recrudecimiento de las        hostilidades entre Cuba y los EE.UU., el gobierno cubano condenó a prisión        a varias decenas de sus ciudadanos, por conspirar contra su país, con la        financiación y la orientación de la gran potencia del Norte. Asimismo, y        con la intención de cortar de raíz una ola de secuestros de aviones y        embarcaciones, tres secuestradores fueron condenados a muerte y        ejecutados. 
          Estas sentencias        provocaron una amplísima polémica dentro de la izquierda, al tiempo que        fueron utilizadas por todos los Medios de la derecha para intentar aislar        a la Revolución cubana. Algunos intelectuales de izquierda expresaron su        comprensión hacia las penas aplicadas, entendiendo que tales medidas        habían se adoptaron en circunstancias especialmente delicadas. Otros        muchos se manifestaron en sentido contrario, reprobando la aplicación de        las penas de muerte, aunque sin retirar por eso su apoyo a la Revolución.        Este fue el caso, entre otros, de Mario Benedetti.        
          José Saramago fue        bastante más lejos. En una escueta nota publicada en el diario El        País - donde se organizó velozmente una campaña mediática "por la        libertad en Cuba"-  el escritor manifestó rotundamente: "...Cuba        ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis        ilusiones
 Hasta aquí he llegado. Desde ahora en adelante Cuba seguirá su        camino, yo me quedo". (5) En este mismo escrito,        Saramago "defendió su derecho irrenunciable a disentir" y señaló        también la ejecución de los tres secuestradores y las condenas contra los        "disidentes" como la razón de esta ruptura. Sus palabras, indudablemente        muy oportunas para la campaña liderada por el periódico insignia del Grupo        PRISA, dieron la vuelta al Mundo rápidamente. 
                 Defendiendo sin titubeos -al igual que hacemos        nosotros - el derecho a disentir de José Saramago, el antropólogo        mexicano Héctor Díaz-Polanco - director de la revista        Memoria - se preguntaba por esas fechas, en un extenso artículo,        (6) acerca de las auténticas razones que podían haber        conducido al escritor luso y a otros intelectuales, "que anteriormente        valoraban con entusiasmo el ejemplo cubano", a defenestrarlo ahora de        una manera tan definitiva. No parecía probable - según Díaz-Polanco - que        este cambio hubiera sido motivado por las condenas aplicadas a los        "disidentes", o por la ejecución de las penas de muerte. Y, para        justificar su afirmación, recordaba una visita de José Saramago y él mismo        a La Habana - en febrero de 1992 - en la que el portugués se había        deshecho en elogios hacia "la Revolución, sus logros y la calidad de        sus dirigentes o la importancia de este vasto experimento social".        Poco antes de esta visita - añadía el antropólogo- "se había aplicado        la pena de muerte en la isla
 y los tribunales sancionaban con penas de        cárcel a aquéllos que violaban las leyes cubanas (sin exceptuar a los que        se definían como disidentes)". Su conclusión era, pues, que nada        esencial había cambiado en ese lapso de tiempo en Cuba, y sí en "la        visión de estos intelectuales".
                 Por su parte, poco después de publicar su nota en El País,        Saramago sostenía, en la versión digital del diario argentino Clarín,        que su declaración sobre Cuba había sido "breve, sentida, bien        pensada.Y sobre todo muy dolorosa". Añadiendo que "la revolución        cubana se había distanciado de sí misma". (7) En        Colombia, entrevistado por el periódico derechista El Tiempo, el 28 de        noviembre de 2004, el escritor volvió a reafirmar su decisión, al ser        preguntado sobre su relación con Cuba: "Sigo pensando igual. Dije que,        a partir de ese momento, Cuba seguiría su camino y yo me quedaba. Hasta        aquí he llegado, dije, y hasta ahí llegué". En esa misma        entrevista, afirmó también que "en Colombia no había guerrillas, sino        bandas armadas", que desde luego "no eran comunistas", y que su        existencia "no estaba justificada" por la situación colombiana.        (8) Por si sus opiniones no fueran suficientemente homologables con        el discurso oficial de los propietarios de Colombia, Saramago también        siguió la corriente al periodista de turno, cuando éste requirió sus        reflexiones sobre el hecho de que "tanto la guerrilla, como el        paramilitarismo y el narcotráfico estaban asesinando a los indígenas".        Ni un solo comentario salió de sus labios para condenar al gobierno        colombiano  y a su ejército, sistemáticamente denunciados en todo el        Mundo por este genocidio. Como consecuencia de estas declaraciones, el        sociólogo estadounidense James Petras dirigió al premio Nobel una        contundente carta abierta, (9) en la que desarmaba sus        afirmaciones, y que Saramago no se dignó a contestar.         
          Sorprendentemente, en        octubre de 2003 - casi un año antes de que reafirmase en Colombia que Cuba        y él seguirían definitivamente caminos distintos- José Saramago        declaraba a la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde - que lo        visitó en su casa de Lanzarote- que "él no había roto con Cuba",        aunque se reservase el derecho de "decir lo que pienso".        (10) Un par de años más tarde volvería a la Isla        caribeña, invitado por sus autoridades, sin que nadie considerase        necesario preguntarle acerca de sus inestables opiniones o sobre los        cambios que les habían hecho merecedores, nuevamente,  de su        inestimable apoyo. 
Saramago, ¿escritor        comprometido?
          No dudamos que        para muchos Saramago representa, de manera ejemplar, el paradigma de        intelectual comprometido. Sin embargo, tras valorar con espíritu        crítico la reciente trayectoria del escritor, parece justificado        cuestionar la naturaleza y el alcance de dicho compromiso. ¿De qué manera        concreta se manifiesta? ¿Con qué está comprometido, realmente, José        Saramago? 
          Para responder a        estas preguntas sería necesario reestablecer previamente el significado        original de la palabra compromiso, en una época donde tanto se ha        devaluado. Como apuntara la joven escritora Belén Gopegui, hace ya        algún tiempo, firmar un manifiesto antiimperialista, asistir a una        manifestación contra la guerra o defender la autodeterminación del pueblo        saharaui no es comprometerse.  Supone, sencillamente, "apoyar una        buena causa, que es lo menos que se puede hacer". Pero no es nada        "que te ponga a ti entre la espada y la pared". El "compromiso        es algo más serio
 el  compromiso implica un riesgo".        (11) 
                 Por su puesto, este riesgo no es siempre de la misma intensidad, pero        constituye un componente que debe asumir quien decide comprometerse con        algo o con alguien. Así, por ejemplo, los millones de militantes anónimos        que han luchado y luchan contra dictaduras más o menos encubiertas,        aceptan diariamente el riesgo de ser encarcelados, torturados o        asesinados. En cambio, un intelectual de izquierdas consecuente, si tiene        la gran suerte de vivir de su trabajo en el Primer Mundo, no es probable        que deba temer por su vida. En este caso, su riesgo es incomparablemente        menor. Se arriesga, si denuncia valientemente la manipulación informativa,        las mentiras inventadas sobre los regímenes progresistas o las verdaderas        causas de las guerras de conquista - también de aquellas en las que        participa el país en el que reside - a dejar de ser permanente noticia. Se        arriesga a dejar de contar -al menos en la misma medida - con la        inestimable promoción de grandes grupos de comunicación, como        PRISA, capaces de garantizar la venta de millones de ejemplares de        sus libros. Arriesgan, en definitiva, los privilegios de su status.        Los pocos que se atreven a hacerlo, como la citada Gopegui, pagan el        precio y son casi desconocidos para el gran público. Los demás, si poseen        la habilidad de decir lo justo en cada momento y lugar, lo necesario para        conservar su prestigio sin "comprometer" estos privilegios, se convierten        en referentes de "izquierdas", cómodamente asumibles por el orden        establecido.
Notas y referencias        bibliográficas:
1. Saramago: 'Hoy día no        conozco nada más estúpido que la izquierda'. Intervención en el ciclo        literario "Lecciones y Maestros".        Agencias
2.        Ibídem.
3. "José Saramago y Felipe González en        carta por Bachelet". EFE
4. "Saramago defiende a Lula".        Revista Koeyu / Aporrea.org. 30 de enero de 2005.
                
       5.        "Hasta aquí he llegado". José Saramago. El País. Abril del        2003
6. "Cuba en el corazón". Hector        Díaz-Polanco. Utopías. Nº 196. Vol. II /        2003
7. "Mi declaración sobre Cuba fue muy bien        pensada y dolorosa". Entrevista a José Saramago. Clarín.com. 30 de abril        de 2003  
8. "En Colombia no hay guerrillas sino        bandas armadas". Entrevista a José Saramago. El Tiempo. 28 de noviembre de        2004
9. "Carta abierta a José Saramago". James Petras        
       
10. ""Yo no he roto con Cuba". Entrevista a        José Saramago. Rosa Miriam Elizalde. Juventud Rebelde. Cubadebate. 14 de        octubre de 2003
11. "Entrevista a Belén        Gopegui". Marta Rivera de la Cruz.  Espéculo. Revista de Estudios        Literarios. Nº 7. Noviembre 97 - febrero 98. Año    III