| Con los precios de la energía por las nubes y quizás con alzas        aún mayores por venir, ¿qué es lo que están haciendo las autoridades y        empresas para proteger la competitividad de Chile'?
 Apaga        tu televisor antes de quedarte dormido o un monstruo parecido a Freddy        Kruger va a aparecer y te va a atrapar. Ése es el mensaje de un aviso        publicitario en el tren subterráneo de Santiago que alienta a los chilenos        a ahorrar energía.
 
 Pero la verdadera pesadilla para las familias        chilenas aparece cuando llegan sus cuentas de luz. Según un estudio del        gobierno, las cuentas de electricidad consumieron el 20% del presupuesto        de las familias de menores ingresos el año pasado, lo que representa un        alza claramente superior al 7% del 2003.
 
 "Ésa es una gran        diferencia para mí", dice Eliana Jaramillo, quien vive en La Florida,        comuna de clase media-baja de Santiago, y que hace aseo en casas de la        adinerada comuna de Las Condes. Se queja de que, pese a que casi nunca        está en su casa, su cuenta de luz en julio llegó a los 12.000 pesos (unos        US$23), casi el doble de la de abril.
 
 El crecimiento económico de        Chile se ha acelerado este año y, en el segundo trimestre, llegó a una        tasa anual del 6,1%, impulsado por los altos precios del cobre, la        principal exportación del país. Sin embargo, los costos de la energía        están afectando la producción.
 
 Según ACENOR, una asociación de        usuarios de energía de gran envergadura, éstos costos están mellando la        competitividad de los exportadores chilenos. " Las industrias más        intensivas en consumo eléctrico, son las que han tenido costos        operacionales más altos, lo que en algunos casos las ha obligado a reducir        sus operaciones o a paralizarlas.", señala Rubén Sánchez, director        ejecutivo de la agrupación.
 
 Es difícil cuantificar el impacto,        pero según el Banco Central, sólo el efecto directo sobre la industria        redujo en cerca de 0,2 puntos porcentuales el PIB en el 2006. Y las        primeras evidencias sugieren un efecto mucho mayor este año.
 
 Los        inversionistas también están tomando nota. En julio, el banco de inversión        internacional Bear Stearns rebajó a "ponderación de mercado" la        recomendación de Chile, señalando que el aumento en los precios de la        electricidad podría afectar la rentabilidad además de elevar la inflación        y generar una política monetaria más restrictiva.
 
 De hecho, los        mayores precios de la energía -junto con los crecientes costos de los        alimentos- han significado un aumento de la inflación este año. En los        primeros siete meses del año, el índice de precios al consumidor (IPC)        subió un 3,9%, el mayor porcentaje en más de una década, y el alza podría        llegar a casi un 5% hacia fin de año, según economistas encuestados por el        Banco Central.
 
 El principal culpable es el uso del diésel para la        generación eléctrica debido a las restricciones impuestas a las        exportaciones argentinas de gas natural a Chile. Cuando a fines de la        década de los 90, el gas argentino estuvo disponible en Chile, generó una        fuerte disminución en los precios de la electricidad a medida que las        generadoras se cambiaban a la generación a gas, reemplazando viejas y más        costosas centrales a carbón.
 
 No obstante, desde el 2004, mientras        Argentina se sumergía en una crisis energética, sus exportaciones        comenzaron a reducirse gradualmente y pronto podrían detenerse por        completo. "Tuvimos un período de seis años de energía muy barata, pero        ahora estamos volviendo a la situación que había antes de que estuviera        disponible el gas argentino", destaca Alexander Galetovic, profesor de la        Universidad de los Andes en Santiago.
 
 Y, para empeorar las cosas,        la escasez de gas argentino coincidió con un incremento del precio        internacional del petróleo, del que Chile prácticamente no tiene reservas        locales. "Dos tercios de nuestra energía es importada y hemos visto que        los precios del petróleo han subido un 135% desde el 2003", indica Marcelo        Tokman, ministro de Energía de Chile.
 
 La generación a diésel es        cuatro veces más cara que la a gas, pero las generadoras eléctricas        tuvieron pocas alternativas. Las bajas temperaturas este invierno en        Argentina incrementaron la demanda interna, lo que dejó a Chile con cero        suministro de gas algunos días y, en el segundo trimestre, las        importaciones de diésel costaron a Chile US$290 millones, un alza        interanual del 60%.
 
 El problema se ha complicado además por un        invierno seco, lo que implica menores niveles de agua en los embalses para        la generación hidroeléctrica, que normalmente corresponde a más de la        mitad del suministro eléctrico de Chile. En consecuencia, si el tiempo        seco se mantiene, las generadoras eléctricas acordaron instalar 585        megavatios en turbinas de emergencia a diésel durante el primer semestre        del próximo año.
 
 Eso, espera el gobierno, evitaría una escasez de        electricidad, pero no haría nada por los precios. De hecho, en términos de        precios, parece que lo peor aún está por venir.
 
 Terapia de Shock
 
 En el Sistema Interconectado        Central (SIC), que abastece a casi todo Chile excepto la zona norte del        país, dedicada a la minería, el precio de nudo -el precio regulado al que        las generadoras venden a las distribuidoras eléctricas, y que se fija        semestralmente en abril y octubre- se ha duplicado durante los últimos        cinco años. Y aumentará otro 20% en octubre, con nuevas alzas el próximo        año, advierte Sebastián Bernstein, socio de Synex Consulting Engineers.
 
 "No podemos descartar más alzas de precios en los próximos meses",        concuerda Rodrigo Castillo, presidente de la Asociación de Empresas        Eléctricas, que agrupa a las principales empresas distribuidoras y de        transmisión eléctrica de Chile. Sin embargo, según el ministro Tokman, hay        luz al final del túnel.
 
 "Los precios serán más altos en el corto        plazo, pero debieran comenzar a bajar a partir del 2010", afirma. Para ese        entonces, una serie de nuevas centrales generadoras a carbón debieran        estar operativas, incrementando el suministro eléctrico y haciendo que los        precios desciendan a sus actuales niveles, si bien no al nivel que        ostentaban antes de que se iniciaran las restricciones al gas.
 
 No        obstante, los chilenos no pueden vivir en la oscuridad hasta que eso        ocurra. Y, en agosto, el gobierno anunció nuevos subsidios por un total de        US$33 millones para un millón de familias pertenecientes al 40% más pobre        de la población, cuyas cuentas de luz suban en más de un 5% en septiembre        y octubre.
 
 "Cuando los precios son extraordinariamente altos, los        subsidios para las familias de menores ingresos se justifican, pero no        queremos subsidiar de manera permanente las cuentas de luz, porque hemos        aprendido del resto del mundo que, para que el sistema funcione en forma        adecuada, los precios deben reflejar los costos", sostiene        Tokman.
 
 En efecto, Chile sólo tiene que mirar al otro lado de Los        Andes para ver qué ocurre cuando los precios se fijan a un nivel inferior        a los costos de generación. Los precios de los servicios públicos han        estado congelados en Argentina desde el 2002 y la demanda se ha disparado,        mientras que las generadoras han postergado o bien cancelado inversiones.
 
 Aún así, esto no significa que Chile tenga que descartar los        subsidios, comenta Bernstein. Es más, dado que se aproximan nuevas alzas        de precios, el gobierno debiera crear un fondo para costear subsidios de        más largo plazo, de lo contrario podría haber "agitación social" y        negativas consecuencias políticas, advirtió.
 
 El gobierno también        ha anunciado que planea entregar dos ampolletas de consumo eficiente de        energía a los beneficiarios del subsidio a un costo total de US$5,6        millones. Según la Comisión Nacional de Energía, esto reduciría las        cuentas de luz entre un 8% y un 10% de manera permanente.
 
 Además,        el gobierno lanzó campañas de marketing -que incluyen paletas        publicitarias y comerciales de televisión- que informan a los consumidores        sobre cómo ahorrar energía. Parecen estar prestando atención, pero las        campañas están "diseñadas para cambiar la cultura de consumo
 no se        concibieron como una solución de corto plazo para los altos costos de la        energía", según Castillo
 
 Sin embargo, las empresas minoristas y de        otro tipo están buscando soluciones de corto plazo a través de programas        de eficiencia energética. La cadena de supermercados D&S, por ejemplo,        ha reducido desde mayo las cuentas en algunos de sus locales en hasta un        7% a través de una mejora de la eficiencia energética en las horas de        mayor consumo, señala Vicente Tredinick, gerente de excelencia operacional        e innovación.
 
 Desde el 2004, D&S ha experimentado una variación        cercana al 108% en sus cuentas de luz, que alcanzan los US$27 millones        anuales, incluido un incremento del 5,58% comprendidos desde diciembre de        2006 a agosto de 2007. " El impacto ha sido importante en las cuentas        mensuales de los locales y en general de la compañía
 el presupuesto de la        cuenta de electricidad mensual y por el periodo de 12 meses en muchos        casos no se cumple, siendo afectada por las alzas de electricidad en las        tarifas durante el año"
 
 Medidas a Largo        Plazo
 
 Pero para las empresas mineras en el norte de        Chile, que se han visto obligadas a pasar del gas al diésel tanto para sus        operaciones industriales como para la generación eléctrica, no hay        respuestas sencillas a corto plazo. Según Sánchez de ACENOR, el cambio les        costó US$300 millones en los primeros siete meses del año.
 
 En        respuesta, mineras como BHP Billiton y Codelco -la cuprífera estatal        chilena- están licitando sus propios proyectos de generación a carbón en        una apuesta por garantizar la seguridad del suministro y para poder vender        el excedente de energía en el mercado a la vista.
 
 Por su parte, las        industrias petroquímica y forestal en los alrededores de la sureña ciudad        de Concepción también se han visto fuertemente afectadas. Está el caso de        una papelera que encontró más rentable detener la producción y vender la        electricidad obtenida a partir de su generador con biomasa de pequeña        escala en el mercado a la vista, comenta Sánchez.
 
 "La seguridad        energética es clave para las decisiones de inversión, porque, sin ella,        los proyectos se cancelarán o se postergarán", destaca Sánchez. Y algunas        fábricas incluso están considerando reubicar sus plantas en Perú o        Argentina, donde los costos de la energía son menores, añade Bernstein.
 
 Sánchez responsabiliza principalmente a factores externos de los        mayores precios de la energía. No obstante, afirma que las generadoras y        las autoridades también tienen cierta responsabilidad, porque no se han        coordinado unas con otras para decidir cómo y cuándo hacer inversiones en        el sector eléctrico.
 
 Los plazos de implementación para las nuevas        centrales térmicas alcanzan hasta siete años y, en el caso de las represas        hidroeléctricas de gran escala, hasta diez años y más. En consecuencia,        las decisiones estratégicas de largo plazo se necesitan ahora si Chile ha        de estar mejor protegido contra los futuros shocks en los        precios.
 
 Prácticamente sin ningún yacimiento de hidrocarburos        propio, pero con abundantes recursos hídricos, la energía hidroeléctrica        es una opción obvia. Sin embargo, los propuestos proyectos en la región de        Aysén, en el extremo sur del país, enfrentan la oposición de        ambientalistas.
 
 Pero no son sólo las inversiones en nueva        capacidad las que determinarán los futuros precios de la electricidad.        También dependerán de cómo se maneje el crecimiento de la demanda y, en        esta área, hay espacio para mejoras, afirma Galetovic.
 
 El gobierno        pretende permitir que las generadoras ofrezcan ahorros a los clientes que        reduzcan su consumo durante las horas peak, pero la iniciativa es        deficiente, sostiene Galetovic. Para que funcione, las generadoras        tendrían que anunciar cuándo se dispone de electricidad más barata y se        tendrían que instalar nuevos medidores que midan la luz empleada en        distintos horarios.
 
 "Todavía usamos medidores con tecnología de los        años 50", destaca. Un nuevo medidor cuesta menos de US$100, pero -a juicio        de Galetovic- las distribuidoras se han resistido a la tecnología, pues la        consideran una amenaza para su negocio.
 
 El punto es que, mientras        el operador del sistema interconectado abastece a las centrales eléctricas        en torno a los menores costos marginales, las distribuidoras cobran el        mismo precio regulado durante todo el día. La solución, según Galetovic,        sería desregular la distribución y crear un mercado minorista para la        electricidad tal como se ha hecho en países como Inglaterra, Australia y        Nueva Zelanda.
 
 Bajo este sistema, las empresas minoristas de        electricidad competirían por vender energía a los consumidores al menor        precio, haciendo que las tarifas sean más acordes con los costos y dando a        los consumidores un incentivo para usar la electricidad fuera de los        horarios peak. En Chile, los candidatos con mayores probabilidades de        convertirse en minoristas eléctricas son las grandes cadenas de tiendas        por departamento con su acceso a enormes cantidades de clientes, sugiere        Galetovic.
 
 No obstante, el Ministerio de Energía descartó una        reforma regulatoria, lo que significa que los chilenos no tendrán la        opción de escoger a su proveedor energético, ni a sus precios, en el corto        plazo. Aún así, si el gobierno y las empresas manejan los mayores precios        con cuidado no socavarán necesariamente la floreciente economía de Chile,        pero los próximos años podrían ser, de hecho, muy        costosos.
 
 Julian Dowling trabaja como periodista freelance        en Santiago.
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