Una vez más el singularísimo Peter Singer  crea la polémica. El siguiente es un artículo que ya tiene cierto tiempo, pero  no deja de ser muy actual, puede que no estemos de acuerdo, en todo, en nada, o  en parte, pero nos hace pensar: "De todos los argumentos en contra de la  eutanasia voluntaria, el que tiene más peso es el del "terreno peligroso": una  vez que permitamos que los médicos maten pacientes, ya no podremos limitar las  muertes de aquéllos que quieran morir. No hay evidencia que sustente este  argumento, incluso después de muchos años de suicidio legal médicamente asistido  o de eutanasia voluntaria practicados en los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo,  Suiza y el estado estadounidense de Oregón. Sin embargo, la información revelada  recientemente sobre lo sucedido en un hospital de Nueva Orleans después del  huracán Katrina apunta hacia un peligro real que tiene un origen distinto.  
Cuando Nueva Orleans se inundó en agosto de 2005, el creciente nivel del  agua dejó incomunicado al Memorial Medical Center , un hospital comunitario que  tenía más de doscientos pacientes. Tres días después del paso del huracán, el  hospital no tenía electricidad, el suministro de agua se había interrumpido y  los baños ya no funcionaban al no tener agua. Algunos pacientes que dependían de  los respiradores murieron. Debido al calor sofocante, los médicos y las  enfermeras estaban muy apurados para atender a los pacientes tendidos en camas  sucias. A la ansiedad se sumaban los temores de que la ley y el orden se  quebrantaran en la ciudad, y que el mismo hospital fuera blanco de bandidos  armados. Se pidieron helicópteros para evacuar a los pacientes. Se dio prioridad  a los que estaban en mejores condiciones y podían caminar. La policía estatal  llegó y le dijo al equipo que debido a los disturbios civiles todo mundo tenía  que estar fuera del hospital a las 5 pm. 
En el octavo piso, Jannie Burgess,  una mujer de 79 años con un cáncer avanzado, se le administraba morfina por  gotero y estaba a punto de morir. Para evacuarla, habrían tenido que cargarla  para bajar seis tramos de escaleras y se habrían necesitado enfermeras para  cuidarla siendo que éstas hacían falta en otros lados. Sin embargo, si no se le  atendía, podría haber terminado su sedación y sentido dolor. Ewing Cook, uno de  los médicos presentes, solicitó a una enfermera que aumentara la dosis de  morfina dando lo suficiente "hasta el final." "Era obvio", le dijo después a  Sheri Fink, quien recientemente publicó en el New York Times un relato de los  hechos. Según Fink, Anna Pou, otro médico, dijo al equipo de enfermeros que  varios pacientes del séptimo piso estaban muy enfermos y no sobrevivirían. Les  inyectó morfina y otro medicamento que desaceleraron su respiración hasta que  murieron. Al menos uno de los pacientes al que se le había inyectado esta  combinación letal de medicamentos parecía tener poco riesgo de muerte inminente.  Emmett Everett, hombre de 61 años, que se había quedado paralizado por un  accidente varios años antes y estaba en el hospital para ser operado de una  obstrucción intestinal. Cuando otros pacientes de su ala fueron evacuados pidió  que no se olvidaran de él. Pero pesaba 173 kilos y habría sido extremadamente  difícil bajar las escaleras cargándolo y luego subirlo para llevarlo donde  estaban aterrizando los helicópteros. Le dijeron que la inyección que le  pusieron calmaría el mareo que sentía. En 1957 un grupo de médicos preguntó al  Papa Pío XII si era lícito usar narcóticos para eliminar el dolor y el  conocimiento "si se preveía que el uso de narcóticos acortaría la vida." El Papa  dijo que estaba permitido. En su Declaración de Eutanasia , emitida en 1980, El  Vaticano reafirmó esta opinión. 
La postura del Vaticano es una aplicación de  lo que se conoce como "la doctrina del doble efecto." Una acción que tiene dos  efectos, uno positivo y otro negativo, puede ser lícita si el efecto positivo es  el buscado y el negativo es meramente una consecuencia no deseada de la  consecución del efecto positivo. Es significativo que ni las observaciones del  Papa ni la Declaración sobre la Eutanasia hagan hincapié en la importancia de  obtener el consentimiento voluntario e informado de los pacientes, siempre que  sea posible, antes de acortar sus vidas. Según la doctrina del doble efecto, dos  médicos pueden, para cualquiera que lo vea desde afuera, hacer exactamente lo  mismo: es decir, pueden dar a pacientes en condiciones idénticas la misma dosis  de morfina, a sabiendas de que esta dosis acortará la vida del paciente. Aunque  un médico trate de aliviar el dolor del paciente siguiendo la buena práctica  médica, mientras que el otro que trata de acortar la vida del paciente, aun así  comete homicidio. Al doctor Cook no le interesan esas sutilezas. Solamente "un  médico muy ingenuo" pensaría que con una fuerte dosis de morfina administrada a  una persona no se busca causarle la muerte prematuramente", le dijo a Fink, y  después añadió directamente: "los matamos." Cook opina que la línea entre algo  ético y algo ilegal "es tan fina que es imperceptible." 
En el Memorial  Medical Center, los médicos y las enfermeras estuvieron bajo una enorme presión.  Agotados después de 72 horas de haber dormido poco, y luchando para atender sus  pacientes, no estaban en la mejor posición para tomar difíciles decisiones  éticas. La doctrina del doble efecto, bien entendida, no justifica lo que  hicieron los médicos, pero al acostumbrarlos a la práctica de acortar la vida de  los pacientes sin obtener consentimiento, parece haber allanado el camino para  el homicidio intencional. Los pensadores romano-católicos han sido los que más  han hecho ruido al invocar el argumento del "terreno peligroso" contra la  legalización de la eutanasia voluntaria y la muerte médicamente asistida. Harían  bien en analizar las consecuencias de sus propias doctrinas."