Escribe Alan Ware que los sistemas de partidos políticos son  arenas para la cooperación y para la competición, y que ambas realidades son  inseparables para el correcto funcionamiento del sistema político. Hay asuntos  (la mayoría) en los que los partidos compiten duramente por ganar el favor de  los electores (que no olvidemos es su objetivo fundamental, por eso todos sus  actos son electoralistas) y otros (los menos) en los que es necesario cooperar  para conseguir objetivos comunes para la comunidad política en la que  desarrollan su actividad y a la que representan.
    Queda poco tiempo, pero todavía es posible un acuerdo entre PSOE y  PP
   La gravedad de la crisis económica que estamos padeciendo, que tiene  angustiados a millones de españoles, está poniendo a prueba a los partidos  españoles (y a los andaluces) y mi impresión es que no están dando la talla y de  ahí, los elevados índices de desafección política que muestran las encuestas (la  última la del domingo en este diario), expresados por el nivel más bajo de  credibilidad de dirigentes y partidos. Desde el comienzo de la crisis han sido  incapaces de articular un mínimo de acuerdos que diesen confianza y esperanza a  los ciudadanos y a ese abstracto, que llamamos mercados. Sin embargo, en la  última reunión entre Zapatero y Rajoy se produjo un acuerdo concreto sobre la  reforma de la Ley de Cajas de Ahorros, que junto a la finalización del plazo  para poder acudir a las ayudas del FROB y la presión del Banco de España ha  acelerado el movimiento de las cajas de ahorros hacia la concentración, bien  mediante fusiones o absorciones, bien mediante alianzas estratégicas como los  famosos SIP.
 Las cajas andaluzas están participando en este proceso con resultado  desigual. Mientras Cajasol avanza hacia la absorción de Caja Guadalajara,  operación más de imagen que de importancia, CajaGranada acuerda participar en un  SIP con Caja Murcia, Caja del Penedés y Sa Nostra. Unicaja absorbe a Caja de  Jaén y fracasa en su intento de fusión con Cajasur, y con este fracaso, si se  llegase a consolidar, la posibilidad de seguir avanzando hacía la articulación  de una potente entidad financiera de raíz andaluza.
 El problema está en el fracaso de esta fusión, no, como se ha querido  trasladar, en el hecho de que CajaGranada haya optado por acudir a una alianza  con cajas de fuera de la comunidad autónoma. Pienso que a estas alturas era la  única opción aceptable social y políticamente en Granada, por cierto, con  acuerdo de las fuerzas políticas y sociales. Acuerdo en España, acuerdo en las  provincias, ¿Por qué no hay acuerdo en Andalucía? ¿Por qué avanzan las fusiones  con entidades de fuera de la comunidad y fracasa todo intento de acuerdo dentro  de la misma? ¿Tiene que ver con el debilitamiento de la idea de Andalucía?  Buenas preguntas para los líderes políticos de nuestra tierra. Es, por tanto,  comprensible que en los ambientes políticos y económicos andaluces el desenlace  que se avecina produzca insatisfacción y una cierta sensación de que estamos  perdiendo una buena oportunidad. Pero antes de enfrascarnos en la atribución de  responsabilidades y culpas, sería bueno analizar de qué polvos vienen estos  lodos.
 Hace ya más de 10 años que Manuel Chaves planteó en el Parlamento de  Andalucía el objetivo de conseguir la caja única andaluza, mediante un proceso  de fusión y/o absorción de todas las existentes.
 Pensaba entonces y sigo pensando ahora, que acababa de poner encima de la  mesa el proyecto de mayor trascendencia política y económica de Andalucía desde  la consecución de la autonomía y que solo sería posible llevarlo a cabo mediante  un amplio acuerdo político y social. Las cajas de ahorros son entidades con más  de 100 años de existencia que articulan territorios locales y provinciales y que  nuclean a las élites económicas, mediáticas, culturales y políticas de sus  territorios de influencia. Conseguir la renuncia a la influencia de estas élites  solo era posible si al proyecto lo respaldaba un sólido acuerdo político,  seguido de un acuerdo de sindicatos y empresarios, y una amplia dosis de  pedagogía política que probase que esa opción era mejor que la atomización en la  que estaba estructurado el sistema de cajas andaluzas.
 Ese acuerdo no se consiguió. Las causas: en el PSOE pensaron que su mayoría  política era suficiente para sacarlo adelante y en el PP no quisieron, o  pensaron que habían encontrado un nuevo escenario para la confrontación con el  Gobierno de la Junta y del PSOE. Las élites locales, estimuladas por la  división, se pusieron a conspirar para consolidar sus posiciones. Lo que vino  después es conocido. Sevilla no podía aceptar que Málaga, con Unicaja al frente,  liderara el proceso y se puso a propiciar la fusión de El Monte y San Fernando,  que era la peor de las posibles
 En este proceso, lucha sin cuartel, espionajes falsos, miserias políticas  (algún presidente de caja de entonces asesora hoy al PP andaluz), el PSOE apoya  la fusión, pensando que favorecía su objetivo cuando era evidente que lo hacía  más difícil.
 En Córdoba, con la Iglesia controlando Cajasur y apoyándose en el Gobierno  del PP en Madrid (Aznar, Rato, Arenas) idean una estrategia para salir del  control financiero que la ley obligaba a realizar a la Junta de Andalucía,  dejando campar a sus anchas a Miguel Castillejo y colocando de director general  a un prohombre del PP cordobés. Ahí se gestó la quiebra actual, así que un poco  más de responsabilidad y mesura a los dirigentes populares le es exigible  hoy.
 Granada, con su percepción permanente de pérdida de relevancia desde la  llegada de la autonomía, percepción que puede ser injustificada pero que allí  está universalmente extendida, decide blindar la autonomía de Caja Granada con  el conocido Pacto del Saray (acuerdo que suscriben partidos políticos,  organizaciones sindicales y empresariales). El pacto que hubiese sido necesario  a nivel andaluz para sacar adelante el proyecto de la caja única, se consigue en  la periferia para hacerlo imposible.
 El proyecto de caja única, claramente inviable a estas alturas, se sustituye  por el de las dos torres, si el interlocutor es sevillano, o en el de tres, si  es granadino. La caja única da paso a la gran caja. Y estábamos en esto y llegó  la crisis y con ella la necesidad de reestructurar el sector financiero para  dotarlo de un mayor tamaño y mejorar sus ratios de solvencia, con el Banco de  España apretando. Ya no es el proyecto político de un Gobierno, es una exigencia  de la situación y Andalucía debe decidir si coge la oportunidad de aprovechar el  momento para conseguir una gran caja andaluza que se coloque en el nuevo mapa  financiero de cajas de ahorros entre las primeras de España o deja pasar la  ocasión.
 El proyecto de fusión Unicaja, Caja Jaén y Cajasur lo hace posible, dejando a  Sevilla y Granada seguir sus caminos, pues ya no son imprescindibles. Pero, de  nuevo, la actitud impresentable, ética y económicamente de la Iglesia cordobesa  -¿con complicidades? Esperemos unos días y lo veremos-, vuelve a frustrar la  oportunidad.
 Ya queda poco tiempo, pero todavía es posible. Hay soluciones, pero para ello  hace falta que el PP deje de hacer la guerra de guerrillas, convirtiendo las  cajas de ahorros en una arena más de competición política y que el PSOE entienda  que el tener mayoría política no es suficiente para realizar determinados  proyectos de gran envergadura política y social. Hace falta que pacten. Pactar  es transaccionar, compartir. Hace falta que entiendan que hay asuntos en los que  el interés general de Andalucía requiere de su cooperación e impulsen un amplio  acuerdo para que de este proceso, Andalucía salga con, al menos, una entidad  financiera que se sitúe entre las primeras de España y que se comprometa con el  desarrollo económico de Andalucía. El tejido productivo andaluz necesita de esa  entidad, gobierne el PSOE o gobierne el PP.