
"Dios hizo  soplar un viento sobre la tierra y las aguas empezaron a bajar, se cerraron las  fuentes del océano y las compuertas del cielo 
y ceso la fuerte lluvia que  caía del cielo (....) 
y el decimoséptimo día del séptimo mes , el arca se  detuvo sobre las montañas de Ararat (...) 
"Entonces dijo Dios a Noé: "Sal  del Arca, con tu mujer tus hijos y las mujeres de tus hijos... (...) 
y a  partir de estos tres hijos de Noé se pobló toda la tierra, Noé se dedicó a la  agricultura y fue el primero que planto una viña pero cuando bebió vino se  embriagó y quedo tendido en medio de su carpa (...)" 
(Génesis, VIII, 1,  4, 16; IX, 19, 20.)
Fuente:  http://www.zonadiet.com/bebidas/a-vino-historia.htm
Historia del  Vino
La historia del vino se remonta al viejo testamento (Genesis 9:20)  cuando es mencionado por Noé. En Grecia antigua, el vino era tomado con agua  (tomarlo sin mezclarlo era mal visto); Teocrito describe a los vinos como  venerables cuando cumplían los 4 años de edad. Por aquel entonces era guardado  en toneles, recipientes hechos en pieles de cabra y ánforas impermeabilizados  con aceites y trapos engrasados; por lo que el aire estaba en contacto con el  vino en todo momento. Los romanos demostraron mejor cuidado y mejor vino a  través de los vinos Falernianos de un año de añejamiento introduciendo otros  recipientes. Aunque de todas formas no se llego hasta la maduración completa del  vino cuando se introdujo la botella con corcho. El vino conservado en madera no  alcanza la madurez hasta pasados los tres años; mantenido mayor tiempo no  mejoraba pero podía deteriorarse. Los toneles eran mantenidos hasta 20 años  hasta el final del siglo 18, momento en que fueron mejorados; pero el hábito fué  abandonado y los connoisseurs encuentran en ello un tema para discusión.  
Los romanos plantaron viñedos en todos los lugares en que la uva soporto  el clima (Africa del norte, España, Gaul, Inglaterra e Illyria). Los cultivos  permanecieron para consumo local, en particular para la Sagrada Comunión, por lo  que su cuidado paso a ser preocupación de los eclesiásticos. 
La  reaparición del vino como bebida, y la de famosas bodegas, resulto  invariablemente de los esfuerzos de monjes y monarcas distinguidos por su  devoción a la iglesia. 
La mayoría de los vinos locales eran de baja  calidad, especialmente de áreas actualmente consideradas como de alta latitud.  El Vin de Suresnes de las afueras de París se transformó en algo fino. En  Inglaterra existen registros de Vinos Espumantes de la variedad Welsh que datan  del siglo XIX en producido en las afueras de Cardiff 
Si bien las  plantaciones mas importantes son atribuidas a Carlomagno, no fue hasta el siglo  XII que las grandes plantaciones encontraron lugar y grandes mercados. Debido a  las dificultades para transportar mercaderías de la época, la mayoría de los  viñedos que subsistieron fueron aquellos que estaban a orillas de ríos  importantes. Tal es el caso de los viñedos a orillas del Rhin en Alemania,  Garonne y Loire. Otros eran producidos en la zona controlada por Venecia de  Grecia donde se producían variedades de Madeira, hacia 1420. La utilización de  botellas y corchos apareció para finales del siglo XVII, y se atribuye su  creación a Dom Pierre Pérignon de Hautvillers, padre del mercado del Champagne.  
Otro descubrimiento, al que se llegó, pero por error, fue la obtención  de vinos dulces y bouquet, los cuales se producían dejando que las uvas entraran  en cierto fermento todavía en los viñedos y parras, en el año 1775 en Rheingau.  Esta pourriture noble (podredumbre noble) era causada por la presencia de cierta  microdermia especial que hizo posible algunos Sauternes y conocidos algunos  vinos de Hungría afectando ciertos toneles. 
También durante el siglo  XVII, fue cuando los productores de Madeira, Jerez y Oporto comenzaron a  fortificar sus vinos agregando Brandy durante la elaboración. 
La  desaparición de muchos viñedos importantes ocurrió después de 1863, cuando  accidentalmente se transportó una variedad de piojo denominado Phylloxera que  atacó las raices de las plantas. Debido a esto, áreas que alcanzaron los  2.500.000 acres fueron devastadas por la peste, dejando a los productores  franceses al borde de la quiebra y a los productores de Madeira y Canarias  completamente sin producción. La devastación fue controlada luego de importar  plantas resitentes a ese piojo desde California. Los vinos Pre-Phylloxera  actualmente son practicamente imposibles de conseguir. 
Fuente:  http://www.tvins.com.ar/terroir/zona_historia.htm 
Origen de la palabra  vino:
Podemos decir que el nombre del vino, según investigaciones  recientes, tuvo su origen en un término hoy desaparecido de la lengua hablada en  el antiguo Cáucaso, particularmente en Armenia, la palabra "voino", la que  servía para designar el brebaje embriagador elaborado a partir del fruto del  racimo de la vid. 
Leyenda del vino:
Cuenta la leyenda... que en  Babilonia el rey persa Dsemsit almacenó uvas en un sótano de su palacio para  consumir fuera de la estación. Obviamente estas uvas con el correr del tiempo  fermentaron y desprendieron anhídrido carbónico, intoxicando a los que las  cuidaban. Esta situación les hizo creer que las uvas se habían vuelto muy  venenosas. Una de sus concubinas al intentar suicidarse por el desprecio del  rey, tomando este jugo envenenado, muy contrariamente a lo que se suponía se  sintió muy feliz y radiante. Al presentarse ante el rey con su alegría  contagiosa, este la prefirió entre las otras. Puede llegar a decirse que esta  mujer fue la descubridora de las bondades del vino...
Historia del  vino:
Aunque esta leyenda fuera no cierta, sabemos que el arte de  elaborar vinos proviene de estas lejanas tierras llamada Anatolia Central, cerca  del Cáucaso en el Asia menor.
Existen registros arqueológicos con una  antigüedad de 9.500 años procedentes de la ciudad turca de Catal Huyuk que  demuestran en antiguas tinajas cerámicas, sedimentos de vinos. 
El Vino  ha tenido que ver con otras creencias religiosas, que algunas llegan hasta  nuestros días.
Las sagradas escrituras mencionan a Noé como el primer hacedor  de vinos, mientras que otras religiones le daban virtudes sobrenaturales dignos  de los dioses, Dionisio (Dios griego del vino), Baco (Dios romano del vino).  
Finalmente y a la luz de los descubrimientos recientes, podemos decir  que la vid como planta existe como mínimo desde la era terciaria, en cualquiera  de sus géneros (vinífera o silvestre), porque hay a la fecha descubrimientos de  hojas de ambas clases registradas en piedra de esa era. 
Citas  históricas:
"Al empezar la jarra y al terminarla, sáciate. A mitad, haz  economías. Pero es mezquino el ahorro al llegar al fondo", es un consejo para la  administración familiar, del griego Hesíodo
El historiador romano  Suetonio, cuenta en la biografía del emperador Domiciano que, habiendo escasez  de cereales por haber dedicado demasiadas tierras al cultivo de vino, cursó  orden a todas las provincias del Imperio para que se cortaran las vides,  dejándolas como mucho en la mitad, y no se plantaran viñas nuevas. También  cuenta que esta medida no fue aplicada.
Cantan unos versos clásicos:  "Aunque me coma la raíz, sin embargo, todavía produciré fruto, únicamente para  hacer libaciones al César inmolado"; y dice el poeta Virgilio en sus  "Geórgicas": "las vides de Baco aman las colinas descubiertas".
"Cuando  después del solsticio Zeus cumpla los sesenta días de invierno, entonces la  estrella Arturo abandona la sagrada corriente del Océano y, por primera vez, se  eleva brillante al anochecer; detrás de ella, la Pandiónida golondrina de agudo  llanto salta a la vista de los hombres en el momento en que comienza de nuevo la  primavera. Anticípate a ella y poda las viñas, pues así es mejor. Pero en cuanto  el que lleva su casa encima remonte las plantas desde el suelo huyendo de las  Pléyades, entonces ya no es tiempo de cavar las viñas, sino que ahora afila las  hoces y despierta los esclavos." Hesíodo, trabajos de primavera en "Los trabajos  y los días".
Fuente:  http://www.wineconexion.com/web/es/0/cap2.php
VITICULTORES EN LA ESPAÑA  ANTIGUA
La vid, junto con la almendra y el olivo, forman la tríada  mediterránea, tres frutos sin los cuales no se puede entender la economía y la  cultura de España, desde hace miles de años.
Es seguro que los indígenas  de la Península Ibérica ya conocían, usaban y cultivaban las uvas para su  consumo propio. Existen algunos testimonios arqueológicos, como el hallazgo de  restos de la Edad del Bronce en la provincia de Granada. En una tumba se  encontraron semillas de uva cultivada y vasijas con depósitos de  mosto.
Las técnicas de cultivo y producción, e incluso las cepas más  adecuadas, debieron llegar a este extremo del Mediterráneo de la mano de  comerciantes fenicios. A los habitantes de esa franja de tierra en el Próximo  Oriente se atribuyen muchos méritos -por encima de todos ellos, haber sabido  extender sus hallazgos, haciéndolos populares y accesibles.
En las tumbas  de algunos faraones se han encontrado jarras con sellos que diferencian las uvas  por cosechas e identifican a los vinateros sirios (fenicios) que se habían  establecido en Egipto. 
El lagar más antiguo del que se tenga noticia en  Occidente se ubica en la colonia fenicia del Castillo de Doña Blanca, cerca de  Cádiz: estaba en uso allá por el siglo VIII a.C.
Las tierras ibéricas  resultaron ser especialmente adecuadas para la vid. Por ello, desde entonces,  estos montes y colinas están cubiertos de viñedos y su producción comenzó a ser  orgullo de nuestros campos y ciudades. 
Griegos, púnicos y romanos,  consolidaron esta industria, hasta el punto de ser conocida por todo el Mare  Nostrum gracias a sus caldos: vinos de Hispania.
Geógrafos e  historiadores los citan en sus tratados, poetas cantan sus bondades: Hesíodo,  Virgilio, Plinio, Columela, Estrabón, Avieno...
La producción de vinos  impulsó la industria de la cerámica para beberlos, servirlos, mezclarlos,  libarlos y transportarlos a la capital del Imperio. Tantas ánforas llegaban  diariamente a Roma con productos del mundo entero, que sus restos se apilaron  hasta levantar otra colina: el monte Testaccio. 
Entre los millones de  fragmentos que lo forman, muchos llevan impreso su origen y el año de  producción, que a menudo resulta ser el sello de un alfarero hispano para un  caldo gaditano, de Montilla-Moriles o el Penedés.
Curiosamente, también  tienen un origen antiguo muchas de las máquinas que se emplean en la producción  de vino, así como las formas más adecuadas para su envasado. Como, por ejemplo,  las prensas: de palanca o cabestrante, con contrapesos cilíndricos, otras de  cuerda o jaula... ya existían en tiempos clásicos.
Aunque extraer el mosto de  la uva mediante la presión con las manos, es sin lugar a dudas el método más  primitivo, que pervive en el vino de lágrima.
Por eso no es de extrañar  que hayan perdurado los nombres latinos y griegos para denominar las técnicas,  colores o texturas, o ciertas partes de la planta.
TIPOS DE VINO y formas  de tomarlo en la Antigüedad
Los vinos de la Antigüedad probablemente  tenían muy poco que ver con los que ahora conocemos. La costumbre de rebajarlos  con agua, que hoy se consideraría un sacrilegio, era entonces algo normal.  También la adición de especias y aromas para endulzarlos estaba justificada por  su exceso de acidez. Pero veamos qué ocurría con estos caldos.
Gracias a  los geógrafos latinos conocemos algunos de los tipos de uva usados hace dos mil  años: la aminea, la más famosa en Roma, producía vino blanco y tenía una  subvariedad hispana para uva de mesa; la coccobis sería una uva muy dura, que  sólo adquiría bondad con los años; la bumasti dio origen a la variedad llamada  "teta de vaca" o tabaca; la numisianae, para producción y conserva; la  duracianae, idónea para pasas y vino dulce; y la purpurae, muy gruesa y de color  purpúreo.
El vino que producían estas uvas era demasiado fuerte para  tomarse a palo seco, su calidad no era constante, dada su alta fermentación, y  se hacía necesario disimularla.
Por ello, se mezclaba con agua (una parte de  vino por cada tres de agua) en las cráteras o copas clásicas, antes de hacer las  libaciones (brindis) y tomarlo en banquetes o simposios.
Los caldos más  apreciados se especiaban con aromas y hasta se endulzaban con miel como el  llamado mulsum, o el graeco more, el célebre vino griego, casi un jarabe.  
La técnica de cocer el mosto recién fermentado tenía por objetivo  obtener vinos capaces de aguantar el transporte. El arrope resultante, llamado  defrutum, por su alta graduación, debía ser rebajado. Para eliminar las  impurezas en suspensión y mejor conservarlos, se les añadía pez, ámbar o  resina.
Entre las combinaciones más atrevidas estaba el oenogarum: vino  mezclado con la célebre salsa de pescado llamada garum (el alimento más caro que  se producía en el Imperio, orgullo de las factorías litorales de  Hispania).
En tanto que, para alimentar a esclavos, se prensaba el orujo  con agua, produciendo un bebedizo llamado lora.
En tiempos de Al Andalus,  la actividad vitivinícola pervive. Los califas de Córdoba no censuraron la  producción o consumo de vino, pues es verdad que ningún versículo o sura del  Corán lo prohíbe expresamente. 
Pero sí fueron discretos: el vino se  llamaba xarab, no sólo por su dulzor, y se envasaba en odres para mejor  disimular su contenido: Xarab al Malaqí era el vino de Málaga, y el "sherish"  parece ser el origen de la denominación Jerez.
Desde la Europa medieval,  de manos de peregrinos de las órdenes del Cister y Cluny, y por vía del Camino  de Santiago, irán llegando más variedades de uva. Hasta las 116 que Valcárcel  cita en 1791, y las 500 que se esparcen por la España del siglo XIX anterior a  la epidemia de filoxera.
La primera clasificación de vinos que se conozca  en la Historia es obra de un rey francés, Felipe Augusto, con afán de comparar  los caldos franceses y centroeuropeos con los mediterráneos. Para ello organiza  una cata que duró dos meses y cuyo maestro de ceremonias fue un sacerdote  inglés.
Queriendo establecer un orden, este clérigo se basó en la  jerarquía de la Iglesia, otorgando el título de "Papa" de los vinos al de  Chipre, y recayendo en el vino de Málaga la categoría de "Cardenal".
EL  VINO, LA SALUD Y LOS DIOSES
En la Antigüedad, un vaso del vino acompañado  de un poco de pan resultaba suficiente alimento para una persona, sobre todo si  se viajaba por un territorio extranjero. 
Frente al riesgo del agua,  capaz de corromperse y envenenar a un ejército, disponer de vino era siempre una  garantía para eliminar la sed y recobrar fuerzas.
Esta función nutritiva ha  perdurado hasta el siglo XX: ponches, quinas, caldos con un chorrito de vino se  usan para reponer el cuerpo o despertar el apetito.
Además de alimento  energético, el vino ha sido considerado desde su origen como una medicina de la  naturaleza... un regalo de los dioses, dispuesto mágicamente para que los seres  humanos descubrieran el secreto de la fermentación.
Una vez conocida esa  alquimia, el disfrute de sus efluvios ha ido siempre acompañado de poderes  sanatorios y de la capacidad de trascender, acceder a otra esfera de  consciencia, y facilitar el trance místico.
Por eso el vino siempre ha  ido de la mano de la religión y la magia, como parte de su ritual, como ofrenda  y como referencia de todas las deidades posibles a lo largo y ancho de la  Tierra.
El vino dulce, el más conocido, nos recuerda demasiado a aquel  aguamiel, el néctar de los dioses clásicos, su alimento allá en el Olimpo. Era  el vino de las libaciones, conmemoraciones, cenas y fiestas dionisíacas. Y eso  suena a mucho respeto, como es propio de las liturgias, pero también a  desenfreno.
Curiosamente, Dionisos -o, como los llaman los romanos;  Baco-, no era sólo patrón de los bebedores, también está en el origen del  teatro: los cánticos en honor del dios del vino, y con afán de fertilizar la  tierra, dieron lugar a los ditirambos, las tragedias y las comedias. 
Tal  vez por eso, junto a los teatros clásicos de Atenas, siempre se encontraba un  templo dedicado al dios del vino, a veces con una fuente de la que manaba  alegremente ese dulce néctar.
El culto al vino se extendió por todo el  Mediterráneo y el Próximo Oriente. Así, no sorprende que la Biblia base buena  parte de sus parábolas en el vino, las uvas o los viñadores; ni que sean monjes  mozárabes y, posteriormente, de Cluny y el Cister, quienes preserven su saber,  lo cultiven en sus monasterios y lo extiendan por Europa en los siglos  siguientes.
En el origen de esta tradición están todos los elementos de  la naturaleza que participan en la obtención del vino: el astro rey, el Sol, que  con sus rayos madura la uva; las profundidades de la tierra, esas cuevas en  cuyas bodegas fermenta el mosto; y la mano de esos magos, los bodegueros, que  con sus técnicas consiguen el sorprendente fruto, sangre de la tierra, del sol  y, por tanto, esencia de las fuerzas mistéricas del Universo.
Desde la  Antigüedad, todas las regiones vinícolas gozan de rituales marcados por las  labores del campo: agostado, podas, cavas y vendimia. Estos trabajos y sus  fiestas, ya se consideren religiosas o paganas, han dado pie a un completo  calendario que llena de celebraciones el 
ARQUITECTURAS DEL VINO: BODEGA  O IGLESIA
La maduración de la uva, su cosecha y pisado en el lagar son  grandes momentos de año muy esperados en todas las regiones donde se cultiva. La  vendimia es motivo de jaleo y celebración en todas las culturas del  mundo.
Pero a partir de ese momento, el vino entra en un proceso de  tranquilidad que envuelve toda su fabricación en la oscuridad y el silencio,  convirtiendo las bodegas en lugares de culto, y a los bodegueros en sus  oficiantes.
Tal vez por lo misterioso de la fermentación, que parece  rozar lo sobrenatural, tal vez por el poder que la naturaleza da a ese caldo  resultante, o simplemente por su delicadeza... pero veamos hasta dónde está el  vino emparentado con lo desconocido.
Desde antiguo, las bodegas han  ocupado el subsuelo, sótanos de edificios a menudo protegidos militar y  religiosamente. Entrar en ellos es casi emprender un viaje, y esa escenografía  nos recuerda a las tumbas, particularmente a los hipogeos o pirámides de los  egipcios. 
En la Antigüedad, la vinificación se hacía en grandes  recipientes cerámicos que los romanos llamaban dolias. Estaban semienterradas en  el suelo de estancias o cuevas, donde se preservaba el vino.
Luego se  pasaba a ánforas en dependencias cálidas, donde podían estar varios años, y se  mezclaba con otros productos (como ya se ha hablado). Por ejemplo, el mosto  cocido daba lugar al defrutum (arrope) y sapa (sanconcho), al que se le añadía  yeso, sal o agua de mar cocida.
Las órdenes religiosas medievales, que  recogían tantos secretos y saberes en sus conventos, continuaron con la cultura  del vino, ayudando a expandirla por una Europa que había olvidado sus  raíces.
Por ejemplo, fueron benedictinos de Cluny quienes plantaron vides  por todo el Reino de León, en la mismísima ribera del Duero.
Por eso no  sorprende que muchos lagares y bodegas se ubiquen bajo el suelo de las iglesias  y se consagren al mismo Dios; que el alcalde de Logroño, en un bando de 1635,  prohibiera el paso de carretas por las calles del centro de la capital riojana,  para no alterar los vinos que reposan en sus bodegas; o que el escritor Gonzalo  de Berceo, desde el monasterio de Suso (en San Millán de la Cogolla, Rioja) cite  en sus versos el vino de aquella tierra.
En aquella época ya se usaba el  huevo para clarificar el vino (posar las impurezas en el fondo). Para esta labor  basta con la albúmina que va en la clara. Gracias a las yemas sobrantes de esos  huevos, alrededor de las bodegas florecían artesanos e industrias alimenticias a  base de postres, dulces o yemas de conventos, que hoy son reconocidos por su  finura.
Esta relación entre vida conventual y producción vinícola no es  casual: ya vimos el fundamento místico y religioso del vino (ver capítulo 4),  que justifica que los monasterios e iglesias dispongan de su propia producción,  para alimentarse, comerciar y poder realizar la eucaristía.
Hay algo más:  el sentido monacal de las bodegas, donde prima la tranquilidad, la larga espera  hasta que el vino madure, la oscuridad y el silencio para no alterar sus  propiedades, el saber hacer, metódico y paciente. 
Por su arquitectura,  las grandes bodegas se asemejan a catedrales, donde la escasa luz entra por  algunas rendijas, la humedad y temperatura son constantes, y todos los trabajos  se realizan a media voz, respetando el silencio en el que envejece el  vino.
Toneles y barricas podrían parecer altares, donde acuden los  sacerdotes del vino a catar, degustar, estudiar... 
Fuente:  http://www.geocities.com/mysteryearth/Mitologiahpv/vino.htm
La historia  mágica del vino
Una tradición recogida por la Mishna hebrea, afirma que  la vid era el árbol del Bien y del Mal, cuyo fruto aporta el conocimiento.  Generalmente, la manzana, con sus cinco pepitas, es el símbolo de ese  conocimiento superior, representado por el pentagrama. Pero cinco son  precisamente las extremidades de la hoja de parra, el primer vestido de Adán  según la iconografía cristiana, cubierto así por la sabiduría prohibida a los no  iniciados.
La misma alegoría parece esconderse tras otro relato bíblico.  Tras posarse el Arca en el monte Ararat, también símbolo del eje y del pilar  cósmicos, Noé cultivó vides y elaboró el vino con el que se produjo la primera  borrachera de la historia. Uno de sus hijos, Cam, sorprendió a Noé embriagado y  desnudo y llamó a sus otros dos hermanos para mofarse del estado de su padre.  Los hermanos de Cam, Jafet y Sem, lejos de agregarse a la burla taparon la  desnudez de Noé. Para los cabalistas no se trata de un desliz del patriarca,  sino de una alegoría del conocimiento. Embriagado por la sabiduría oculta, Noé  se tambalea desnudo; todo un símbolo del alma en su estado original, "borracha"  de luz y conocimiento. El no iniciado, el ignorante, se mofa de dicho  conocimiento, por lo que es tarea del iniciado, de Jafet, volver a velar la  sabiduría para ocultarla a quien no la merece, "vestir" a Noé. No parece  casualidad que la palabra que designa al vino en hebreo, yain, posee el mismo  valor numérico, 70, que el vocablo cuyo significado es misterio, sod. Otra  curiosa coincidencia resulta del hecho de que para los turcotártaros del centro  de Asia, la invención de las bebidas alcohólicas se deba a un héroe  superviviente de un diluvio, patrón de los muertos, los borrachos y los  niños.
Un brindis por el dios del vino
Cuerpo y sangre de la  divinidad, un viejo mito que en su versión celta reaparece con extraña fuerza en  la Edad Media bajo el concepto del Grial, el vaso sagrado que contiene el  precioso vino de la vida y el conocimiento, la sangre de Cristo. No es una idea  nueva, desde luego. Curiosamente, los dioses asociados al vino son dioses  civilizadores, que aportan, entre otros, el conocimiento de la agricultura. Pero  quizás su rasgo más característico es que son sacrificados, y a menudo  despedazados, tal y como se parte el pan entre los comensales de un banquete.  Dios de la vid y del vino es Osiris, el "Ser bueno", despedazado por su hermano  Set, que esparce sus miembros por todo Egipto. Pero Osiris es, asimismo, señor  de la vida eterna y símbolo de la tierra, cuyos frutos son el pan y el vino.  Civilizador es, también, el Orfeo griego, la figura fundamental de los misterios  órficos, héroe divino despedazado por las furiosas y borrachas bacantes que  esparcen sus miembros, quizás se pudiera decir que los "siembran", sobre la  tierra. Y ello nos conduce a la presencia del gran dios del vino a quien honran  las bacantes y (muchos sin saberlo) los parroquianos habituales de las tabernas  actuales: Baco o Dionisos.
Hijo de Zeus, Dioniso fue despedazado por los  titanes, para luego ser resucitado. Durante una estancia en el monte Nisa  inventó el vino, cuyo cultivo y elaboración enseño, como regalo divino, a los  hombres.
Fórmulas magistrales
Las bibliografías alquímica y  farmacológica están llenas de fórmulas medicinales que utilizan el vino como  base de bebedizos dotados de muchas propiedades. He aquí algunos preparados que  el lector podrá elaborar sin demasiado esfuerzo:
AGUA PÓNTICA DE PITZ EL  SALMANTINO: Un licor que tiene fama de proporcionar lozanía y buena figura: vino  blanco añejo (1,25 litros), aguardiente seco (2,5 litros), agua destilada (1,23  litros), azúcar blanco (2 kilos), coriandro (18 gramos), clavo de especia (5  gramos), anís verde (6 gramos). Preparar un jarabe con el azúcar y el agua  destilada. Machacar las especias y dejar macerar en la mezcla de vino y  aguardiente. Agitar con frecuencia. Al cabo de 6 semanas colar el preparado y  añadir el jarabe.
VINO DEL AMOR: Vino tinto (2 tazas), canela (3  cucharaditas), jengibre (3 cuchadaritas). Opcionalmente pueden añadirse dos  cucharaditas de jugo de ruibarbo. Tomar una vaina de vainilla y hacerle un corte  longitudinal. Añadir a la mezcla. Dejar reposar durante 3 días.
ELIXIR DE  LARGA VIDA DE JACOBO LAURENCE: Se trata de la fórmula de un escocés que vivió  140 años, tomando el siguiente preparado: vino tinto (100 partes), extracto de  genciana (2 partes), azúcar (12 partes), cortezas de naranja (7  partes).
VINO TÓNICO: Vino tinto (15 partes), tintura de genciana (1  parte).
VINO NUTRITIVO: Vino generoso (10 partes), alcohol purificado de  25º (5 partes), azúcar (4 partes), esencia de ruibarbo (1/8 parte).  
Enlaces  relacionados:
http://www.vitiviniccultura.cl/modules/news/article.php?storyid=158
http://grupogastronomicogaditano.com/HistoriaVino1.htm
http://grupogastronomicogaditano.com/HistoriaVino2.htm
http://www.arrakis.es/~mruizh/l1.htm
http://canales.laverdad.es/vinosmurcia/vinohistoria-1.htm