| Si        todavía no ha oído hablar de los PGP-10, lo hará. No, no se trata de los        acusados en algún crimen del siglo, ni tampoco son un grupo de tecno. Si        acaso, los PGP-10 se parecen a un coro representando lo que un genetista        ha llamado un "Full Monty molecular".
 Esta        cohorte de empresarios y científicos es la avanzadilla del Proyecto Genoma        Personal iniciado por la Escuela de Medicina de Harvard. Recientemente, en        un acto de altruismo y/o exhibicionismo, los PGP-10 pusieron su historial        médico, sus características y sus códigos genéticos en la Red, donde todos        los científicos, paparazzi y mirones pueden encontrarlos.
 
 El        objetivo es crear una enorme base de datos pública con el fin de acelerar        la investigación de las causas y curas de las enfermedades genéticas. El        jefe del equipo es el genetista George Church, conocido también como el        número 1 de la lista PGP-10, en la que se puede descubrir que sufre de        narcolepsia y enfermedad motriz. Como puede verse, Church cree que la        privacidad es un concepto bastante pasado de moda, y espera conseguir que        100.000 personas estén dispuestas a exhibir en público sus cortes de        ADN.
 
 Los        10 voluntarios forman parte de una larga serie de científicos que        experimentan con ellos mismos. Sólo que no se trata únicamente de un        experimento científico, sino también de un experimento social. Los PGP-10        no corren el peligro de recibir vacunas no probadas o radioactividad;        podrían, sin embargo, ser objeto de estigma social.
 
 Una        cosa es formar parte de un vasto programa de investigación para el bien        común
 pero, ¿cuál es el precio de que tu genoma, y más aún tu historial        médico, sea como un libro abierto? ¿O, mejor dicho, una página web        abierta?
 
 Hasta        el momento no ha habido sorprendentes descubrimientos en el primer 20 por        ciento de secuencias de ADN hechas públicas, aunque el psicólogo Steven        Pinker (también conocido como número 8, con una próstata normal y pies        planos) sí que descubrió una predisposición genética para
 las reglas        irregulares. Y este grupo de perfil alto se encuentra bastante a salvo de        los peligros no cubiertos por la nueva ley federal que prohíbe la        discriminación genética en el empleo o los seguros médicos.
 
 Sin        embargo, el ADN también es una cuestión de familia. Compartir tus genes es        compartir información sobre tu hermana, tu madre, tus hijos y los nietos        todavía por nacer. Aún está por saber cómo será descubrir y que otros        descubran  que tenemos una marca genética de una enfermedad o        perturbación mental.
 
 Si        usted tiene la predisposición genética a la diabetes, ¿le dirá alguien que        suelte esa barra de caramelo? ¿Acaso perder las gafas adquiere otro        significado si se sabe que se tiene el gen del Alzheimer? Es suficiente        como para que incluso Pinker se preocupe por "reservar el derecho de veto        para ciertos asuntos" en esa parte del código.
 
 Como        afirma el empresario de biociencias Stanley Lapidus (también conocido como        número 6 y genéticamente susceptible de contraer tuberculosis), "somos        parte de un grupo que ayudará a definir lo que es la privacidad médica.        Estoy haciendo una declaración, y puede que me arrepienta". Sin embargo,        hay ya 5.000 voluntarios en cola detrás de él. Y por encima de todo,        estarán probando cómo han cambiado ya las actitudes hacia la propia        privacidad.
 
 Vivimos        hoy en día en una era Facebook. Un número impresionante de norteamericanos        ponen sus vidas en la Red. Vivimos con blogs, videocámaras en cada cajero        automático y concentraciones políticas. Las declaraciones extraoficiales        acaban en YouTube. Lo que antes era privado, como la depresión o la        disfunción sexual, es ahora cháchara de cocktail. La transparencia, la red        de contactos sociales y el crowdsourcing son las nuevas normas. La gente        cuelga sus propios asuntos médicos en páginas web como patientslikeme.com        a cambio de compartir información.
 
 Mientras        tanto, más gente se está "haciendo" su ADN. A medida que baja el precio,        podría convertirse en una rutina. Si pedimos a los candidatos        presidenciales que hagan públicos sus historiales de salud y sus finanzas,        ¿por qué no el ADN? ¿Y qué ocurre si, como fantasea un genetista,        descubrimos el gen de Maquiavelo?... ¿Maquiavelo presidente?
 
 Confieso        que no me interesa compartir mi peso, y no digamos ya mis genes, en la        Red. La transparencia puede ser estupenda para la ciencia, pero yo        prefiero escoger a mis confidentes. No estoy convencido de que los valores        de la medicina personalizada pesen más que los valores del control        personal. Y mientras la gente todavía no tenga claras la diferencia entre        una predisposición genética y una predicción, pasaré de publicitar el ADN        de mi familia.
 
 Sin        embargo, sigo siendo un fan declarado de los PGP-10, y de los PGP-5.000,        ahora que se están haciendo famosos en el mundo del rastreo de ADN. Es        probable que las secuencias de los PGP-10 no sólo estén desvelando los        secretos del ADN y su relación con las enfermedades, sino también        proporcionando una guía de los peligros de revelar el propio secreto en        sí. (Pueblo en Línea)
 
 04/11/08
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