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Por Daniela Estrada
SANTIAGO, jun (IPS) - Aunque aún se encuentra en elaboración, ya genera resistencias. Se trata del Código de Conducta Responsable impulsado por el gobierno chileno de Michelle Bachelet para regular las inversiones públicas y privadas en los territorios donde habitan indígenas.
"El Código es un mecanismo inadecuado, porque no resuelve el  problema de fondo que es efectuar una gestión sustentable de los recursos  naturales que hay en Chile, con pleno respeto a los derechos ambientales y a los  derechos de la ciudadanía, particularmente de los pueblos indígenas", dijo a IPS  Nancy Yánez, codirectora del no gubernamental Observatorio Ciudadano.  
"Lo que hace el Código es validar la práctica que se viene desarrollando  hasta ahora, en la cual el Estado se libera de la responsabilidad política de  tener que decidir cómo y dónde se hacen las inversiones, desde la perspectiva de  la planificación estratégica de los recursos naturales", acotó esta abogada  experta en derechos de los pueblos indígenas. 
La aprobación de grandes  plantaciones forestales, plantas de fabricación de celulosa, yacimientos  mineros, represas hidroeléctricas, carreteras, aeropuertos, entre otros  megaproyectos a desarrollar en territorios ancestrales de indígenas, que suman  más de un millón de personas, es hoy uno de los principales focos de conflicto  con las autoridades. 
El denominado "Código Indígena", impulsado por el  gobierno centroizquierdista de Bachelet, busca dar cumplimiento al Convenio 169  de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y  Tribales, que entrará en vigor el 15 de septiembre. 
Hasta ahora, el  debate, calificado como "muy positivo" por el Comisionado Presidencial para  Asuntos Indígenas, Rodrigo Egaña, se ha centrado en una propuesta preliminar de  "Código de Conducta Responsable para Inversiones Públicas y Privadas en Tierras  y Áreas de Desarrollo Indígena (ADIS)". Según ese documento de 154 páginas, en  conjunto ambas superan las nueve millones de hectáreas. 
Luego de que el  gobierno recoja el máximo de observaciones y propuestas, un proyecto de Código  mejorado se someterá a Consulta Nacional Indígena, cuyos resultados serán  nuevamente procesados por el gobierno para la elaboración de un Instructivo y un  proyecto de ley. La última palabra la tendrá la presidenta Bachelet, de la  Concertación de Partidos por la Democracia. 
En una primera instancia, el  Instructivo será obligatorio para la inversión pública y voluntario para la  inversión privada, diferenciación que es duramente criticada por Yánez. Sólo  después de que se apruebe una ley sobre el tema, se establecerá un sistema  obligatorio para todos. 
El Código propone nueve "ámbitos de protección"  para los pueblos indígenas, que tienen que ver con sus tierras, territorios y  recursos naturales, su patrimonio cultural material e inmaterial, sus recursos  genéticos, conocimientos y prácticas asociadas, además de su educación, salud,  seguridad, trabajo y condiciones laborales. 
Como "ámbitos de  protección", también se postulan los procesos de participación de las  comunidades en los proyectos que los afecten, la "transparencia y prevención de  la corrupción" y la "participación de las comunidades en los beneficios".  
"Siempre que el proyecto afecte sus tierras, territorios y recursos  naturales, se deberá consultar a las comunidades involucradas. Los pueblos  indígenas no serán desplazados de sus tierras o territorios. Cuando ello sea  inevitable, el traslado se podrá llevar a efecto con el consentimiento libre,  previo e informado", dice el texto. 
Agrega que "los proponentes del  proyecto, siempre que sea posible, buscarán mecanismos de participación justa y  equitativa en los beneficios del proyecto que se localiza en tierras indígenas o  áreas de desarrollo indígena. Dicha participación se definirá a través de  condiciones mutuamente acordadas". 
Las iniciativas que cumplan todos los  estándares serán visadas por tres años renovables por el Consejo Nacional de  Certificación, un órgano público que se crearía bajo dependencia del Ministerio  de Planificación y Cooperación con siete integrantes: un presidente designado  por la mandataria, tres representantes de los indígenas, uno del mundo  académico, otro del empresariado y uno de la sociedad civil. 
Entre los  indígenas, el Código ha generado diferentes posturas. 
El líder mapuche  Aucán Huilcamán, del Consejo de Todas las Tierras, celebró la creación del  Código, ya que a su juicio permitirá frenar los proyectos en territorios  indígenas. 
En cambio, la Alianza Territorial Wenteche-Pewenche, que  agrupa a diversas comunidades de esta misma etnia, la más numerosa del país, se  manifestó en contra, cuestionando la forma en que el gobierno ha llevado a cabo  el proceso de participación de los indígenas en el marco del Convenio 169.  
Las dos consultas nacionales indígenas ya realizadas --una sobre  mecanismos de participación política y otra sobre la reforma que los reconoce  constitucionalmente-- han versado sobre iniciativas decididas con anterioridad  por las autoridades y no formuladas o consensuadas con los indígenas primero, al  igual que está sucediendo con el Código de Conducta Responsable, dijo a IPS el  comité político de esta Alianza. 
En este sentido, el Comisionado  Presidencial Egaña ha reconocido que las consultas impulsadas por el gobierno  son "perfectibles". 
El Código "lo vemos como un paso importante y  necesario de dar en un país con un estándar tan pobre en materia de  reconocimiento de derechos" de los pueblos indígenas, dijo por su parte a IPS  Gustavo Quilaqueo, presidente del partido político mapuche Wallmapuwen (en  proceso de legalización). 
"Sin embargo, somos críticos de cómo el  borrador del 'Código' está siendo enfocado por el gobierno y el propio PNUD  (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)" que asesora al Ejecutivo,  acotó el dirigente mapuche. 
"En los hechos, pareciera que no se busca ni  reconocer ni garantizar derechos colectivos, lo cual es el espíritu del Convenio  169, sino más bien allanar el camino para aquellas políticas de desarrollo que  cuestionamos y que han gatillado gran parte de los conflictos existentes en el  territorio mapuche", declaró Quilaqueo. 
"No nos parece pertinente que se  reduzca el derecho de nuestros pueblos a la consulta (previa, libre e informada,  según el Convenio 169) a un asunto bilateral entre 'comunidades y empresas',  inclusive entre 'personas y empresas', lo cual claramente beneficiará a quien  tenga mayor poder de negociación, es decir, a los inversionistas y sus  proyectos", añadió. 
"El Convenio 169 establece tres grandes estándares:  consulta previa, libre e informada, participación de los pueblos en los  beneficios que generen los proyectos y compensación por daños", recordó Yánez.  
"El Código de Conducta Responsable no 'operacionaliza' esos estándares,  lo que hace es propiciar procesos de negociación sobre los impactos ambientales,  sociales, culturales y económicos de un determinado proyecto en territorio  indígena", opinó. 
"Lo que hace el Estado es actuar en calidad de  árbitro, garantizando que estos procesos de negociación se lleven a cabo bajo  condiciones de equidad mínima", enfatizó la codirectora del Observatorio  Ciudadano. 
Tampoco "nos queda clara la efectividad del Código, puesto  que se señala que las comunidades que se opongan a determinada inversión privada  deberán justificar su posición ante el denominado Consejo Nacional de  Certificación, cuyo diseño actual está pensado para que la presencia indígena  sea minoritaria a la hora de votar", apuntó Quilaqueo. 
"En definitiva,  este es un nuevo mecanismo 'legal' para avalar y mantener la invasión forestal,  minera, etc. en los territorios indígenas y particularmente en territorio  mapuche", planteó la Alianza Territorial Wenteche-Pewenche. 
En el sector  privado, las opiniones también son diversas. Mientras algunos saludan la  fijación de parámetros claros para evitar conflictos con los pueblos nativos,  otros cuestionan que se desarrolle un proceso paralelo al Sistema de Evaluación  de Impacto Ambiental, que también considera mitigaciones para las comunidades  afectadas. 
Otros analistas creen que los requisitos fijados por el  Código encarecerán las inversiones y obligarán a los empresarios a desplazarse  hacia zonas no indígenas, lo cual sumirá aún más en la pobreza a este sector de  la población. 
Ante las aprehensiones de los empresarios, el ministro  secretario general de la presidencia, José Antonio Viera- Gallo, declaró al  diario local El Mercurio que "la voluntad del gobierno está muy lejos de  desalentar la inversión" sino que el cumplimiento del Convenio 169 de la OIT  "puede ser un camino para encontrar formas más eficaces para resolver probables  conflictos". 
Para Yánez, "el problema de fondo es el modelo económico de  Chile, ya que el gobierno cuenta con antecedentes suficientes del reclamo de los  pueblos indígenas en torno a mantener el control sobre los recursos naturales".  "En ese escenario, el Código de Conducta Responsable es perverso porque apunta a  la compra de voluntades indígenas", apuntó. 
Según la abogada, el Código  tampoco incorpora la evolución del derecho y la jurisprudencia internacional,  los cuales indicarían que ante megaproyectos extractivos de recursos naturales  que afecten la integridad de los pueblos indígenas los Estados deben reemplazar  los procesos de "consulta" previa, libre e informada por procesos de  "consentimiento", previo, libre e informado, concluyó. (FIN/2009)
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
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