Bienvenidos a la primera fiesta de la Humanidad           
 Se celebró hace 12.000 años en una cueva funeraria al norte de Israel, donde 35 personas se dieron un festín de reses y tortuga
Fue hace 12.000 años, antes incluso de la  llegada de la agricultura, y en ella participaron como mínimo 35 personas que se  dieron un auténtico festín de reses y carne de tortuga. El  motivo de la reunión fue un funeral, celebrado en el interior de una  cueva en Galilea, al norte de Israel. Es la prueba más antigua de una  celebración multitudinaria organizada de la que se tiene noticia y su hallazgo  se publica en el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences  (PNAS).
  Los festejos comunitarios son uno de los comportamientos sociales  más 
  e importantes entre los seres humanos. Pero los científicos  no terminan de ponerse de acuerdo sobre las fechas en que estas reuniones  comenzaron a celebrarse.
 Ahora, un equipo internacional de investigadores ha encontrado la  prueba más antigua de una fiesta perfectamente organizada. Fue en una  cueva funeraria del norte de Israel y se celebró hace unos 12.000 años.  Por aquél entonces, ni siquiera se había desarrollado aún la agricultura. El  ser humano aprendió antes a festejar que a cultivar. 
 "Los científicos han especulado que las primeras fiestas comenzaron  antes del periodo Neolítico, que comienza hace unos 11.500 años -afirma Natalie  Munro, de la Universidad de Conneticut y autora principal de la investigación-.  Pero esta es la primera evidencia sólida que soporta la idea de que los festejos  comunitarios ya tenían lugar, quizá con cierta frecuencia, en los albores de la  transición hacia la agricultura".
 El cuerpo quemado de un chamán
 En una cueva funeraria de Galilea, al norte de Israel, Munro y sus  colegas de la Universidad Hebrea de Jerusalén descubrieron los restos de al  menos 71 tortugas y tres reses salvajes en el interior de dos agujeros  expresamente excavados para contenerlos. 
 Las conchas de las tortugas (arriba) y los huesos de las reses  (debajo) muestran claras evidencias de haber sido cocinados y despiezados, lo que indica que fueron especialmente preparados para el consumo humano. 
 Cada uno de los dos agujeros, sostiene Munro, fue hecho con el  propósito de celebrar un ritual de enterramiento y su festejo relacionado. Los  caparazones de las tortugas están situados debajo, alrededor y encima de  los restos de un chamán cuyo cuerpo fue quemado en un rito funerario.  
 La disposición de los caparazones sugiere que la fiesta se celebró  al mismo tiempo que el funeral. Por sí misma, la carne que debieron contener los  caparazones de las tortugas habría sido suficiente para alimentar por lo menos a  35 personas, aunque según Munro es probable que los asistentes fueran muchos  más.
 "No sabemos exactamente cuánta gente asistió a esta fiesta, o cuál  era la media de asistencia a esta clase de celebraciones -explica Munro-. Lo  mejor que podemos hacer es dar un número mínimo estimado basándonos en el la  cantidad de huesos encontrados".
 Reforzar los lazos
 Una de las principales razones por las que los humanos  comenzaron a celebrar estos festines, y solo después a cultivar sus propios  alimentos, es que el rápido crecimiento de la población  había empezado a abarrotar el paisaje.
 A principios de la Edad de Piedra, opina Munro, pequeños grupos  familiares se movían continuamente en busca de nuevas fuentes de alimento. Pero  cerca de la época en que se celebró esta fiesta, ese estilo de vida se estaba  volviendo cada vez más difícil.
 "La gente -opina la investigadora- entraba en contacto muy a menudo, y eso podía causar  fricciones. Antes de esta época, ellos podían levantarse y marcharse  cundo tenían problemas con los vecinos. Pero ahora, esta clase de celebraciones  públicas servía para reforzar los lazos comunitarios, ayudaba a relajar las  tensiones y fortalecía las relaciones sociales".
 "La aparición de estos festines en los albores de la agricultura es  particularmente interesante porque los humanos comenzaban a experimentar con la  domesticación y el cultivo", señala Munro.
RODRIGO  GONZALEZ  FERNANDEZ
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