Blanca Garduño
 
 El  matrimonio José Ignacio Vaquero Salustiano (1930-1979) y Esperanza Landaverde de  Vaquero (fallecida el pasado martes 4 de marzo 2008), vivían al sur de la Ciudad  de México por la colonia Guadalupe Inn. Para trasladarse a las Galerías  Montecristo que se ubicaban en la calle Madero 28 en pleno centro de la ciudad  se ocupaban muchas horas, pues había que viajar como 20 kilómetros.  
    El pequeño Alejandro Vaquero Landaverde acudía a las  galería de su padre para ayudar a limpiar las antigüedades, bronces y obras que  ahí adquirían los políticos para hacer regalos a sus colegas, o cuando llegaban  visitantes importantes. "La calidad de regalo marcaba en aquel entonces la  atención que le dedicaban a uno", dice el coleccionista Alejandro Vaquero y su  esposa Enriqueta Schulte, entrevistados para Ecos de la Costa, quienes exhiben  las quince selectas obras de su Colección Montecristo, exquisitos trabajos que  reúnen retratos, paisajes y una escultura de bronce.
    Se  abrió al público en la Pinacoteca de la Universidad de Colima, esta primera  exposición que corresponde al programa de mostrar las colecciones privadas para  el disfrute de un mayor público. Alejandro Vaquero estaba acostumbrado a tener  en la casa paterna lo más selecto de las importaciones que hacía su padre, por  ello desarrolló su gusto por los objetos de calidad. En la colección destacan  varios paisajes de las regiones de Colima y Jalisco, creaciones del pintor  Vicente Sánchez Muñoz, así como una escultura en bronce del artista francés  Émile André Boisseau.
    Una de las obras que ha llamado mi  atención es de la autoría de Jorge González Camarena (Guadalajara 24 de marzo  1908-1980) llamada Las chiapanecas. El pintor fue un artista de las preferencias  de Vaquero. Uno de los aspectos poco tocados en vida por el pintor fue el  mencionar que realizó obras que se volvieron cromos para ser reproducidos en los  calendarios para la empresa Galas de México, fundada en  1913.
    Algunos de estos pintores, que en su mayoría eran  contratados por las imprentas y empresas publicitarias con horarios y salarios  fijos, no querían que se supiera que hacían calendarios. Otro pintor que  sobresale de manera especial fue Jesús Helguera, autor de La leyenda de los  volcanes, el cromo más reproducido en los calendarios de México y el  mundo.
    Detalle importante en esta historia es el mencionar  que salvo Helguera y González Camarena, esos pintores no han sido reconocidos  como tales, pese a que generaron un estilo de arte masivo y popular que logró  ingresar a los hogares mexicanos, pues comercios y negocios grandes y pequeños  obsequiaban esos almanaques a sus clientes.
    Destacó el  hecho de que en 1976, Galas de México pasó a ser parte de Grupo Carso y desde  entonces ha experimentado grandes e importantes transformaciones tecnológicas,  adecuadas a su tiempo, adaptándose a las necesidades del mercado. De ahí que el  Museo Soumaya tiene en su acervo toda la colección de obras hechas para los  calendarios, dando entonces un justo valor a los pinturas.
     La obra Las chiapanecas pertenece a esta importante serie que quizá por estar en  la colección selecta de Vaquero escapó al ojo de Carlos Slim. Encontré en la  publicación Mujeres para calendario, otras obras en las que González Camarena  utilizó a la misma modelo. Imágenes idealizadas, llenas de un nacionalismo  dulzón y considerado cursi por los críticos del momento, obras exaltando las  frutas que da la tierra de México, con mujeres guapas, quizá de Jalisco, tierra  de González Camarena.
    Ojos grandes, trenzas hermosas,  vestidos de mujer, no campesina pero sí de un pueblo idealizado, influenciado  quizá por las películas mexicanas de la época. Las dos chiapanecas quedan  ubicadas por sus pares entre 1945-1950. Una mujer pareciera de los altos de  Jalisco, de piel clara, cargando una penca de plátanos, la otra figura femenina  fue reproducida en varias obras de Jorge González Camarena, sentada de perfil,  lleva entre sus manos naranjas, mandarinas, limas, manzanas, mameyes y plátanos;  ambas luciendo amplia sonrisa de un México idílico que el grupo Telmex reprodujo  atinadamente en las tarjetas telefónicas. 
     
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RESPONSABILIDAD
SOCIAL EMPRESARIAL DE LA ONU
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