|                              | El              vino en la antigüedad: factor civilizador y              cultural |             | Por Juan Carlos              Carcelén
 Conservador del Museo del Vino de              Jumilla
 |  El        vino es uno de los productos naturales que ha tenido un papel muy        importante en las culturas mediterráneas.
 En los procesos de        expansión colonizadora hacia Occidente, que ocurrieron a lo largo del        primer milenio a.C. estas culturas transmitieron, con nuevas        interpretaciones, los rituales y mitos que en torno al vino se habían        desarrollado ya desde el tercer milenio a.C. en Oriente.
 
 Para los        fenicios, su transcendencia económica fue muy importante, al considerarlo        en su comercio de tanto valor como las joyerías, la púrpura, los metales        preciosos, etc. Además en Oriente el vino siempre estuvo ligado a los        bienes económicos del templo y el palacio.
 Poco a poco, las comunidades        indígenas de Iberia van accediendo al vino y organizando su propia        producción.
                              | Más              tarde, en la época romana es cuando el vino alcanza la categoría de              bebida de consumo ordinario.No todos las bebidas existentes              entonces
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 |                   | OImagen                    de Simposium            etrusco. |  | tenían              la misma categoría y la práctica de beber el vino en comunidad              asumía una exclusiva e importante función: la adquisición de honor y              la creación de unas obligaciones          sociales. |  Según        el profesor A.J. Domínguez, esta función, practicada y perfectamente        asimilada de la cultura griega, necesitaba de una serie de complejos        montajes simbólicos pero también de unas infraestructuras para garantizar        un uso adecuado del mismo. Ello se debía a los poderes atribuidos al vino        y centrados sobre todo en su potencialidad        embriagadora. El        vino debía beberse en un marco adecuado, el simposium, que reunía en torno        a la crátera a los privilegiados, separándolos en la sala de banquetes del        resto de convidados que no participaban. La copa se desplazaba en sentido        vertical y horizontal, elevándose hacia los dioses y circulando entre los        hombres. El        tratamiento conveniente del vino consistía en añadirle agua, lo que        confería al acto un carácter civilizador; "el vino puro producía la        locura, como les ocurrió a los centauros que, embriagados por beber vino        puro atacaron a los lapitas para arrebatarles a sus        mujeres". La        gran madurez de las uvas usadas en la elaboración darían lugar a vinos de        alta concentración alcohólica (16-20º) o bien los tratamientos para su        conservación (concentración o incluso la adición de sustancias vegetales        con carácter psicotrópico que aportarían especialmente al vino en estado        puro dotes embriagantes extraordinarias) hacían necesaria esta mezcla con        el agua.
 El ritual de la mezcla garantizaba una mayor duración del        festejo y las proporciones (10:5, 3:1, 5:3 partes de agua y partes de        vino) variaban en función del momento del acto y de la importancia de los        participantes.
 
 Las preferencias bebedoras de griegos y romanos,        claramente centradas en el vino, consumido de acuerdo a precisas normas,        con un determinado orden y ceremonial, en estancias adecuadas y con un        mobiliario preciso, hacen que su visión de lo que bebe el "otro" quede        ampliamente marcada por sus prejuicios culturales.
 
 El consumo del        vino en estado puro o sin diluir, estaba considerado como un acto        reservado a los bárbaros o a los que se comportan como ellos, o a los        locos, que enloquecían por esa causa, o a los        malvados.
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 |             | Oinochoe              romano |  Otra        diferencia entre civilización y barbarie durante la colonización romana        era el uso que se hacía de las diferentes bebidas que competían con el        vino, a saber, los llamados falsos vinos (de dátiles, higos, manzanas,        peras), con diversos aromas, con plantas de jardín, con flores, con        hierbas, con agua y miel, con miel y vinagre, etc.
 Además hay que        añadir otras bebidas derivadas de los cereales: el "zythum" en Egipto, la        "caelia" y la "cerea" en Iberia y la "cervesia" proveniente de la Galia,        siendo esta ultima una de las de mayor éxito. (Plinio; N.H.        XIV).
 
 El juicio negativo de Plinio es claro: "no solo esas bebidas        son sucedáneos del vino sino que, además, son malolientes, se beben puras,        sin mezclar, provienen de los cereales y son muy inferiores en aroma y        fuerza".
 
 En general, en la Iberia romana, la cerveza se consideraba        un sucedáneo apto solo para aquellos que no tienen medio de acceder al        vino, bien porque en determinados países no se produce, bien por su        precio.
 
 Posidonio en su obra sobre las costumbres de los celtas        resalta como los ricos beben vino mezclado con agua, mientras que los        pobres tienen que conformarse con cerveza de trigo, sola o preparada con        miel, ("cormae").
 
 En su afán de marcar distancias entre el vino y        la cerveza (bebida pobre y bárbara), individuos aparentemente tan sensatos        como Aristóteles en su "Tratado sobre la Ebriedad", no tienen reparos en        buscar diferencias hasta en las consecuencias de embriagarse con una u        otra bebida; así, por ejemplo, para este autor "aquellos que se han        emborrachado con vino caen boca abajo, mientras que los que han bebido        cerveza lo hacen boca arriba; porque el vino produce pesadez de cabeza,        pero la cerveza adormece".
 
 Igualmente        puntualiza; "aquellos que han bebido la cerveza de cebada que llaman Pinom        caen sobre sus espaldas y permanecen boca arriba, a diferencia de los que        se embriagan con otras bebidas intoxicantes que caen en todas direcciones,        a veces a la izquierda, a la derecha o boca arriba o boca        abajo".
 
 Aparte de lo anecdótico, es interesante el intento de        elevar a la categoría "científica" los resultados o efectos de la elección        de una determinada bebida.
 
 De este modo, el vino alcanza una        importante función dentro de los modos culturales y civilizadores en la        Iberia romana. Cierto es que Dionisos y Baco, responsables de convertir el        mosto en vino, no dispensan sus dones a todos; solo lo hacen a aquellos        que, en cierto modo, lo merecen. (Plinio N.H; XIV, 137).
 
 Como dice        P. Villard "los griegos y romanos seguramente daban las gracias a estos        dioses, por haberles evitado bebidas mediocres".
 
 Prejuicios        culturales, pues, en la elección de la bebida.
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