Por qué votamos a quienes votamos
La ideología de los partidos está cada vez más diluida en términos de bienestar o de remedios económicos.
La intención de voto es uno de  los índices que constantemente contemplan los partidos políticos, con la  intención de tomar la temperatura a los votantes y evaluar cómo influyen las  decisiones de quienes gobiernan y las circunstancias de cada momento, en el voto  del español, si tuviera que votar ahora y aquí. 
Es  evidente que existe una racionalidad en el voto y una reflexión previa al  momento de acercarse a las urnas y, lo que es más importante, unas motivaciones  que decantan el sufragio en uno u otro sentido. 
Siempre se ha hablado de votar con la mano en el corazón, con el cerebro o tentándose el bolsillo. Esto se traduciría en votar "a los míos", votar lo que debo de votar, o votar mirando de reojo a la cuenta corriente.
 La democracia es la democracia, pero el votante no  siempre acierta, puede dejarse engañar, hacerlo con miedo o,  simplemente, dejarse llevar por sus intereses. No parece que los ciudadanos  españoles estén excesivamente contentos con la situación política actual, con  las actuaciones de los políticos y, más concretamente, con la marcha impuesta  por los partidos políticos. 
Basta examinar la  participación, por ejemplo, en la votación de algunos de los estatutos de  autonomía, para llegar a la conclusión de que al español medio no le importan  demasiado. Estamos cerca de escuchar la afirmación que asevera que la política  es cosa de los políticos y que ellos se lo guisan y se lo comen.
La  crisis económica que vive España contribuye en grandes dosis a provocar ese  desencanto, una sensación de impotencia en el ciudadano y que vote, o vaya a  votar, con la mano en el bolsillo. Estamos pues ante un voto que, a falta de  orientaciones ideológicas o de motivos para confiar ciegamente en un político o  en un partido, va a ser un voto económico.  Un estudio de la Universidad de  Granada, sobre el voto económico en España, ilustra sobre los extremos  apuntados. Teorías aparte algunas de las que se exponen son discutibles lo  cierto es que la ideología de los partidos está cada vez más diluida en términos  de bienestar, de políticas sociales o de remedios económicos. Por ejemplo, los  españoles no entenderían que en la conversación entre el presidente del Gobierno  y líder de la oposición, la crisis económica no fuera el principal de los  argumentos.
El terrorismo, la situación autonómica y hasta los problemas  de la justicia, están en la mente de los ciudadanos, pero sería erróneo pensar  que su gran preocupación, partidismos e ideologías aparte,  no está en la  marcha de la economía. Posiblemente no sea lo más deseable, pero es la  realidad.
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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