LA "REBELDÍA" ES UNA "ENFERMEDAD" QUE PUEDE TRATARSE  CON FÁRMACOS 
 
Ahora resulta  que la rebeldía es una enfermedad que puede tratarse con fármacos. Hay  laboratorios que investigan sobre las causas de la creciente rebeldía en los  jóvenes y, especialmente, entre los adultos para fabricar fármacos que la  erradiquen. ¿Habrá partidos políticos o gobiernos, preocupados por la creciente  indignación y rebeldía ciudadana, detrás de esas investigaciones?  
Hay un  artículo muy interesante sobre el tema que hoy reproducimos en Voto en Blanco:  
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El miedo  inducido y sus efectos colaterales han llegado muy lejos. Lo comprobamos estos  días de "pánico global" por la difusa extensión de la gripe que empezó siendo  porcina y ahora es A. Durante los últimos años los laboratorios farmacéuticos  están dedicando grandes esfuerzos a expandir enfermedades que no lo son o que no  tienen la prevalencia que nos hacen percibir. El fenómeno se conoce como disease  mongering, tráfico o venta de enfermedades. El objetivo es que todo el mundo  esté medicado para algo; el concepto de enfermedad está estirándose todo lo  posible para abarcar a la mayor cantidad de personas que sean catalogadas como  "enfermas", aunque no lo estén, claro. Algunas de las enfermedades inventadas  son dramáticas pero hoy les voy a hablar de una de las más jocosas: la rebeldía.  Sí, la rebeldía también es una "enfermedad". 
Uno de los  laboratorios interesados en vender un remedio -metilfenidato (Concerta)- para  esta grave patología explica en la web, creada expresamente para promocionar el  Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), que entre los  trastornos presentes junto al TDAH, está el Trastorno Oposicionista Desafiante  (TOD). Aunque lo parezca no es una broma. El TOD fue incluido por primera vez en  el manual DSM III-R. Éste es el libro que actúa como "Biblia" de la psiquiatría.  Según la farmacéutica citada, el Trastorno Oposicionista Desafiante:  
Consiste en  un patrón de conductas negativistas [sic], hostiles y desafiantes presente de  forma persistente durante al menos 6 meses. Dichas conductas incluyen  discusiones con adultos [está especialmente pensado para niños y niñas],  rabietas y enfados, negativa a cumplir las normas establecidas o las órdenes de  los adultos, mentiras, culpar a otros de malas conductas propias y  resentimiento" 
Creo que no  es exagerado decir que casi cualquier persona que esté leyendo esto habrá  sentido al menos parte de su infancia exhibida en el catálogo de "horrores  patológicos" del que nos advierte con tan preocupada intención Janssen-Cilag.  Para entender el, aquí sí, enfermizo paroxismo del laboratorio, es muy útil  darle la vuelta al argumento, si es que puede catalogarse así esta retahíla  acientífica. ¿Existen personas que al menos durante una época de su vida no han  discutido con adultos o no han tenido rabietas o enfados? ¿Existen personas que  prácticamente siempre durante su infancia o adolescencia han cumplido todas las  normas establecidas o las órdenes de sus "superiores" los adultos? Quizá, pero  no creo que sea el caso de la mayoría de ustedes. 
Lo que define  el laboratorio Janssen-Cilag como una peligrosa enfermedad es la rebeldía. Quizá  no sea casualidad que una de las sociedades menos rebeldes que la Humanidad ha  conocido (me refiero a la actual, claro) coincida con la era del "todos  enfermos" que vivimos. Quizá algunos gobiernos e industrias tengan gran interés  en "patologizar" a los jóvenes desde la cuna. Porque quizá el autoritarismo  democrático e industrial está sembrando en occidente los vientos de  desobediencia que recogerán estas y próximas generaciones.  
Al catalogar  la rebeldía como una enfermedad, la industria farmacéutica, uno de los sectores  estratégicos básicos del último capitalismo, en connivencia con los gobiernos a  los que subvenciona sus campañas electorales para generarles dependencia[1],  consigue dos objetivos: extender mercados hasta el infinito y generar control  social fomentando actitudes sumisas y ofreciendo las pastillas "socialcalmantes"  a quienes se muestren "diferentes". Y los médicos que no colaboren con este  propósito que tengan cuidado pues también serán considerados rebeldes.  
El escritor  Juan Gelman describe muy bien la situación en su artículo La doma de los jóvenes  bravíos: 
Hay una  verdadera parafernalia para lograrlo en EE.UU. y el remedio es sencillo:  consiste en criminalizar y más, en patologizar a los jóvenes norteamericanos  rebeldes, disconformes con el autoritarismo y que lo retan. Se los considera  trastornados mentales y carne de tranquilizantes, anfetaminas y otras sustancias  psicotrópicas. La Asociación Estadounidense de Psiquiatría bautizó la presunta  patología en 1980: porta el nombre de desorden de oposición desafiante (ODD, por  sus siglas en inglés) y no se aplica a los delincuentes juveniles. Más bien a  quienes no incurren en actividades ilegales, pero muestran 'un comportamiento  negativo, hostil y desafiante" 
Como en  tantas ocasiones la búsqueda de los orígenes, de las causas, de estos problemas,  si es que lo son, se posterga hasta el infinito, quizá porque de buscarlo nos  quedaríamos sin problema. Es más, como podemos comprobar, de estos "trastornos  mentales" se destacan los aspectos negativos y se llevan al paroxismo para  infundir temor, lo que puede ocultarnos los aspectos positivos de la  personalidad. Cada persona es diferente y creo que es más constructivo  preguntarnos en qué está pensando un niño cuando está distraído o cuando se  representan los síntomas de eso que denominamos hiperactividad. Porque tal vez,  esas actitudes que calificamos de patológicas son la manifestación de una  inteligencia por encima de la media o de una personalidad creativa o el afilado  aguijón de una vocación artística. Si consideramos estas condiciones enfermizas  y las medicamos -las sometemos artificialmente con la química tóxica-, podemos  estar asistiendo a una nueva quema de libros que en vez de desarrollarse durante  la negra noche nazi en la Bebelplatz de Berlín, se estaría llevando a cabo todos  los días en cualquier parte del mundo que consideramos civilizado.  
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[1] El  capítulo El lobby farmacéutico entra en política del libro Traficantes de salud:  Cómo nos venden medicamentos peligrosos y juegan con la enfermedad (Icaria  Editorial, 2007) pp. 266-285 abunda en esta cuestión. 
El artículo se titula "La rebeldía es la penúltima enfermedad inventada" y puedes leerlo en el blog Amor Humor Acción, de Miguel Jara, pulsando aquí.
Fuente:
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Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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