 Llevamos        ya algunos años debatiendo sobre la RSC o la RSE en los más diversos        círculos; discutimos sobre sus contenidos, posibilidades y ámbitos de        aplicación tanto en la empresa como en el conjunto de las instituciones y        organizaciones sociales. Y, sin embargo, pese a esos años siguen los        equívocos y la falta de claridad. Parece cierto que algunas empresas, -las        menos-, utilizan la RSC con transparencia y honestidad y otras, -las más-,        utilizan la RSC como una buena herramienta de marketing a la hora de        consolidar su imagen de marca y limpiar de equívocos sus valores de        identidad corporativa; y todo ello en la difícil búsqueda de una buena        reputación social. A su vez, también parece cierto que las instituciones        públicas y otras organizaciones sociales se están viendo obligadas a        asumir nuevos compromisos respecto a lo que significa ser socialmente        responsable, aunque es verdad que todavía lo hacen de un modo muy errático        y desacompasado. Pese a todo, esta cuestión sigue sin tocar fondo y sigue        sin reconocerse el alcance que exige en la vida social y empresarial. Por        eso se siguen multiplicando los conceptos y definiciones y hablar de estos        temas genera encontradas interpretaciones y equívocos.
Llevamos        ya algunos años debatiendo sobre la RSC o la RSE en los más diversos        círculos; discutimos sobre sus contenidos, posibilidades y ámbitos de        aplicación tanto en la empresa como en el conjunto de las instituciones y        organizaciones sociales. Y, sin embargo, pese a esos años siguen los        equívocos y la falta de claridad. Parece cierto que algunas empresas, -las        menos-, utilizan la RSC con transparencia y honestidad y otras, -las más-,        utilizan la RSC como una buena herramienta de marketing a la hora de        consolidar su imagen de marca y limpiar de equívocos sus valores de        identidad corporativa; y todo ello en la difícil búsqueda de una buena        reputación social. A su vez, también parece cierto que las instituciones        públicas y otras organizaciones sociales se están viendo obligadas a        asumir nuevos compromisos respecto a lo que significa ser socialmente        responsable, aunque es verdad que todavía lo hacen de un modo muy errático        y desacompasado. Pese a todo, esta cuestión sigue sin tocar fondo y sigue        sin reconocerse el alcance que exige en la vida social y empresarial. Por        eso se siguen multiplicando los conceptos y definiciones y hablar de estos        temas genera encontradas interpretaciones y equívocos. 
       
Decía que en esto de la Responsabilidad Social no se toca fondo,        quizá porque no se quiera o quizá porque no tenemos la madurez política y        social suficiente para hacerlo; pero si no se hace, la RSC se puede quedar        en nada, es decir, en una buena herramienta de marketing y punto; es decir        la RSC puede ser la nada con sifón, poco más que un bello envoltorio.
       
A mi modo de ver, el verdadero problema es que la cuestión de la        Responsabilidad Social aplicada a la empresa exige un radical cambio de        paradigma en lo que debe significar realmente una compañía como        organización económica. Nadie pone en duda la inexcusable rentabilidad y        viabilidad económica que debe tener una empresa, pero el nuevo paradigma        de la RS añade nuevas obligaciones y objetivos, que convierten a la        empresa en una organización que debe ir más allá de la cuenta de        resultados y el consejo de administración. Dicho de otro modo, no cabe ya        entender la empresa bajo el ámbito de la llamada "teoría de la agencia"        (por ej. Ross, S. A., 1973) porque efectivamente la teoría de la agencia        comprende la empresa desde el exclusivo interés individual donde el        criterio primordial de actuación se centra en la maximización de la        utilidad y el valor para el accionista. Como dicen los expertos, su unidad        básica de análisis es el sujeto individual desprovisto de cualquier        dimensión social Y ya se sabe que el individuo observado aisladamente        busca por encima de todo su propia utilidad y la satisfacción de sus        propios deseos. Entendida la empresa desde esa base supone comprender su        proyecto económico desde sus exclusivos intereses particulares, fuera de        cualquier imperativo moral más allá de las propias convicciones personales        o exigencias legales. Con ello actuar moralmente sería razonable sólo si        se presentase un incentivo económico en términos de utilidad y de placer        mayor que su contrario (J. Fontrodona & A. J. Sison        2008)
Todo el desarrollo del modelo de los stakeholders o        aquellos otros donde se hace especial hincapié en el fundamento moral del        empresario no tienen sentido ni finalidad sino se cambia el fondo y la        perspectiva; y este fondo y perspectiva se refiere a que la RS exige        cambiar el paradigma de la empresa tradicional. Estas suposiciones de        individualismo, utilitarismo y contractualismo respecto a los agentes        producen un gran número de consecuencias cuando la teoría de la agencia se        aplica a las empresas que es lo que habitualmente sucede: Influyen        drásticamente en la comprensión de la propiedad y de la empresa, así como        en la derivada filosofía empresarial (ibid.). 
Si no se toma el        toro por los cuernos, con la Responsabilidad Social puede suceder como con        otras nociones y vocablos: que se diluyen en la nada, en el vacío de la        imprecisión, incluso del cinismo. Vienen al caso unas recientes        reflexiones de José Jiménez Lozano que acabo de leer sobre la tolerancia,        en el sentido de que en nuestra época la tolerancia ha arruinado la        verdadera y antigua tolerancia, sustituyendo el "vivir con" por el vivir        "junto a" y haciendo de la tolerancia, añado yo, un concepto políticamente        correcto y poco más. Y así con otros muchos conceptos que están perdiendo        su verdadero sentido y auténtico significado. La Responsabilidad Social        parece haberse convertido en una etiqueta que muchos utilizan pero que        pocos afinan y aplican en lo que significa realmente el compromiso ético        que debe existir en la vida, convirtiendo la práctica empresarial hacia        fuera en pura y dura estrategia de comunicación. 
Y como nuevo        ejemplo de estas palabras recuerdo la presentación de una reciente        publicación sobre Responsabilidad Social, donde parecía que las empresas        eran las únicas destinatarias del nuevo compromiso, quedando al margen        otras instituciones y organizaciones. Y es que resulta cuando menos        chocante que algunas organizaciones, -políticas y de otro índole-, se        consideren al margen de lo que exige una gestión responsable cuando llegan        a ser los culpables más directos de la actual crisis de legitimación        institucional que sufre nuestro país. Pero dejo este tema para otra        ocasión.
Referencias: 
Fontrodona, J. & Sison. A.        J.., Hacia una teoría de la empresa basada en el bien común en "Empresa y        humanismo", Vol. X, nº 2, Universidad de Navarra, 2007.
Jiménez        Lozano, J., "Convivencia bizantina y tolerancia moderna" en Tolerancia        moderna y lección para un grado, Centro Univ. Villanueva, Madrid        2009
Ross, Stephen A., The Economic Theory of Agency: The        Principal"s Problem, en "American Economic Review", vol. 63, nº 2, 1973,        pp. 134-139.
                      
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