REPORTAJE: EL MUNDO LE ESPERA
La refundación del  imperio
JUAN  JESÚS AZNÁREZ 02/11/2008
Barack  Obama-
John  McCain-
 
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¿Cómo  será el mundo después de George W. Bush? El próximo presidente de Estados Unidos  asumirá la titánica tarea de refundar el desfalleciente imperio que su antecesor  le deja. Una herencia lastrada por la terrible guerra de Irak, la mayor crisis  económica desde 1929 y una inmensa pérdida de credibilidad  internacional
Hace  poco más de cinco años, cuando los halcones de la Casa Blanca  ultimaban la invasión de Irak, Barack Obama participó en un mitin contra la  guerra. Sus palabras ante las 2.000 personas reunidas en la Plaza Federal de  Chicago fueron proféticas. Tras invocar el alistamiento militar de su abuelo al  día siguiente del bombardeo de Pearl Harbor (1941), y el suyo propio si así  evitara un atentado como el que demolió las Torres Gemelas de Nueva York, el  candidato demócrata denunció ante los concentrados que la intervención  norteamericana en Irak era apasionada y apresurada, apegada a la política y no a  los principios. Incluso si Estados Unidos tiene éxito, será necesaria una larga  ocupación, con un costo y unas consecuencias imprevisibles, dijo entonces. "Sé  que una invasión sin motivos claros y sin un amplio apoyo internacional  empeorará el conflicto en Oriente Próximo, provocará que el mundo árabe siga sus  peores, y no sus mejores, instintos y reforzará la capacidad de Al Qaeda de  captar reclutas".
·          En busca desesperada de la  seriedad
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Nacimiento:
04-08-1961
Lugar:
(Honolulu)
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Capital:
Washington.
Gobierno:
República  Federal.
Población:
303,824,640  (est. 2008)
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Obama  frente a McCain
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"No  puedo imaginar lo que tiene que ser llegar de nuevas y tener que lidiar con todo  esto", ha comentado Bush McCain pide ahora "escuchar a nuestros aliados". Obama  propondrá un nuevo consenso internacional
La  gran potencia ha despilfarrado buena parte de su reputación tras meterse sola en  varios frentes a la vez
El  ganador del próximo martes habrá de cerrar Guantánamo, proscribir la tortura y  reconducir las prioridades del país
McCain  pide ahora "escuchar a nuestros aliados". Obama propondrá un nuevo consenso  internacional
Nadie  le hizo caso. Y un año después, el candidato favorito en todas las encuestas, el  nuevo presidente de Estados Unidos si aciertan, viajó a Irak acompañado por dos  senadores y su asesor en política exterior, Mark Lippert. Se reunió con los  mandos de las tropas desplegadas en el país árabe, conversó con los  corresponsales atrincherados en la Zona Verde y escuchó las detonaciones de los  morteros mientras seguía por satélite el partido de los Redskins, el club de  Washington en la liga del fútbol americano. El día anterior,  cinco marines murieron en una emboscada, y un general confesó  al curioso senador de Illinois que por tres dólares un niño podía colocar una  bomba. Durante su posterior reunión con miembros del Gobierno interino iraquí,  observó que sonreían mucho, pero los ojos de los políticos a las órdenes de  Washington no transmitían emoción alguna. Todo era lúgubre y sombrío. Poco antes  de regresar a Estados Unidos, Mark Lippert preguntó a un veterano oficial qué  debía hacer Estados Unidos para mejorar la situación en Irak. "Marcharnos", fue  la respuesta, según revela el propio Obama en su libro La audacia de la  esperanza.
Los marines siguen  en Irak y el candidato demócrata desea su pronta salida. Para conseguirlo,  deberá ganar las históricas elecciones del próximo martes y levantar la  deteriorada imagen de su país en el mundo. Durante los ocho años de  administración de George Bush han sucedido muchas cosas, pero pocas buenas.  Satélites de Estados Unidos orbitan el planeta, 761 bases del Pentágono en 151  países lo circunvalan, la hamburguesa es imbatible en Papúa Nueva Guinea y nadie  puede acercarse al poderío de una economía con trillones suficientes para curar  el sida, librar varias guerras a la vez y aterrizar en Marte. Pero el imperio  acusa fatiga y descrédito: perdió aliados durante su cruzada contra el  terrorismo; gastará 700.000 millones de dólares contra la recesión, igual  millonada en la manutención de sus legiones en Irak y Afganistán; y la factura  anual de su dependencia energética ronda los 450.000 millones de  dólares.
La  potencia despilfarró buena parte de su reputación al batirse a solas en varios  frentes, porque sola se metió en ellos, y experimenta una cierta sensación de  orfandad. Bush inauguró su presidencia con el peor atentado de la historia y la  termina con el descalabro económico más grave desde la Gran Depresión de 1929.  El ranchero de Tejas se marcha pulverizado por la crisis económica y las ansias  de cambio, rechazado por el 73% de sus compatriotas, según la empresa de sondeos  Gallup, y sin haber sabido adaptarse a un mundo progresivamente refractario al  unilateralismo, globalizado, imposible de entender en blanco y negro. Aunque la  fuerza de Estados Unidos sigue siendo descomunal, no puede afrontar en solitario  los complejos desafíos del siglo en curso.
"El  mundo ha sido diseñado por Estados Unidos desde el final de la II Guerra  Mundial, pero entra en un periodo de cambio multipolar", precisa el periodista  especializado en relaciones internacionales Fareed Zakaria en su  libro The Post American World. El poder de dictar y ser obedecido  declinó, y si hubiera que datar el comienzo de la inflexión descendente, el 11  de septiembre del 2001 sería una buena fecha. Cuando el terrorismo acabó con las  Torres Gemelas de Nueva York, el arsenal del imperio se puso en marcha con la  delicadeza de un elefante en una cacharrería. Al grito de democracia y libertad,  pateó puertas e instituciones, ignoró las recomendaciones de la ONU y marchó a  la carga arrasando la verdad y las conciencias. Sadam Husein fue ahorcado, y la  misión liberadora parecía factible, pero no lo fue.
Una  rotación de 895.000 soldados no ha aplastado la insurgencia ni garantizado una  normalización improbable a corto plazo. La enmarañada situación geopolítica del  país y el sectarismo se mezclan con el desquiciamiento asociado a las decenas de  miles de muertos civiles, los 3,5 millones de refugiados o desplazados, y la  diáspora de médicos, maestros, abogados y profesionales formados. A partir de  Irak y del engaño de las armas de destrucción masiva, todo fueron tropiezos en  la guerra global contra el terror: el enfriamiento de relaciones con importantes  socios de la Organización del Atlántico Norte (OTAN), el caudal de muertos en la  antigua Mesopotamia, la insurgencia talibán desde un Pakistán asilvestrado, las  ínfulas nucleares de Irán, las tensiones con Rusia y Siria o la urticaria  venezolana.
Las  barbaridades cometidas en Guantánamo y Abu Ghraib minaron la autoridad moral de  EE UU, y una calamidad sobrevoló el resto: el progresivo aislamiento del césar.  "Definitivamente, los americanos no estamos contentos con nuestra mala  reputación. Hemos sufrido un enfermizo espasmo de unilateralismo y soberbia.  Guantánamo y las alegaciones de torturas tienen parte de la culpa", según Robert  Kagan, asesor del partido republicano en política  exterior.
El  ganador de este martes -Barack Obama o John McCain- afrontará retos enormes en  su tortuoso camino hacia la recuperación del crédito: primero deberá cerrar  Guantánamo y proscribir la tortura, y después reconducir las alianzas y  prioridades de un país sobrado de ideas y de recursos, capaz de integrar en casa  culturas y razas diversas, pero acechado por enemigos jurados y un terrorismo  escurridizo y potencialmente devastador. Irak, Irán, Afganistán y Pakistán son  un quebradero de cabeza, y pueden serlo también Somalia, Sudán, Zimbabue y el  Congo. Paralelamente, poderes emergentes, aunque comparativamente pequeños  -China o India, entre ellos- le disputan mercados, cancillerías e influencia  política. Los imperios nunca afrontan problemas menores.
Un  intenso dinamismo mundial aguarda al nuevo inquilino de la Casa Blanca. Aunque  Pekín colabora con Washington en la desnuclearización de Corea del Norte,  rivaliza en otros ámbitos; Rusia añora pasados esplendores; Bolivia es un  polvorín y en Cuba puede haber cambios. Algunas de las transformaciones  detonadas por la desordenada irrupción en Irak son peligrosas: los nuevos cismas  islamistas nutren la guerra santade Bin Laden, que sueña con  megatones y el extermino del infiel, y el sometimiento del oficialismo suní  facilitó el despliegue chií por el golfo Pérsico; también se activaron las  esperanzas del independentismo kurdo, con millones de nacionalistas en Turquía,  Siria, Irán e Irak.
"No  puedo imaginar lo que tiene que ser llegar de nuevas y tener que lidiar con todo  esto", comentó Bush refiriéndose al legado que deja a su sucesor, según una  filtración publicada por The New York Times. McCain, compañero de  partido, lo imagina bien porque a la administración saliente "se les fueron las  cosas de las manos". La complejidad de la agenda del próximo presidente sólo es  comparable a la asumida por el demócrata Franklin Delano Roosevelt (1933-1945)  en 1933, con el New Deal (nuevo trato) como eje. Sus primeros  cien días se desarrollaron con el país hundido en un abismo económico. Prometió  la prosperidad doméstica y la supremacía norteamericana en el mundo, y fue a por  ellas. Para lograrla combatió en Europa y Asia contra el fascismo, Hitler y el  expansionismo japonés. Más de medio siglo después se le recuerda en la orla de  los próceres nacionales.
El  maltrecho crédito norteamericano permanece a la espera del desenlace de la  disputa electoral entre dos candidatos muy diferentes en su enfoque de la  diplomacia: el republicano McCain, de 72 años, miembro de una dinastía militar,  a veces paloma y a veces halcón en su larga  trayectoria política, sugirió atacar a Corea del Norte incluso con la oposición  del Corea del Sur. Recientemente, sin embargo, retomó el valor de la diplomacia  y pide "escuchar a nuestros aliados. No podemos hacer todo lo que queramos". El  ex piloto de la guerra de Vietnam no aporta grandes novedades en política  exterior, si acaso su convocatoria a una Liga de Democracias, casi rivalizando  con la ONU, y de improbable aceptación internacional por  tanto.
Barack  Obama, de 47 años, el carismático senador que encandiló al mundo prometiendo  escuchar, convencer y entender la diferencia, representa el cambio. De ser  cierto y factible lo prometido, el mundo asistirá al nacimiento de una nueva y  esperanzadora manera de hacer política y resolver crisis internacionales.  Licenciado en Derecho por Harvard, lamenta los fallos en que frecuentemente ha  incurrido la política exterior estadounidense por haberse fundamentado en  supuestos erróneos: ha ignorado las aspiraciones legítimas de otros pueblos,  minado la credibilidad norteamericana y hecho del mundo un lugar más peligroso.  El demócrata ofrece enmendar el rumbo de Bush y su valido Cheney, que  resucitaron políticas no vistas desde la guerra fría.
La  nueva Administración heredará el 20 de enero de 2009 un ejército con más  potencia de fuego que la suma de los ocho siguientes, pero también un país  sacudido por fortísimas turbulencias: una crisis financiera susceptible de  precipitarle en la recesión con pérdidas de millones de empleos; la necesidad de  importar el 60% del crudo que consume; y conflictos de enrevesado formato:  difusos y bíblicos en Oriente Próximo, a punto de cocción en países  institucionalmente frágiles, y religiosos o étnicos en África, Europa o Asia.  Pocas de esas crisis son solucionables a cañonazos. La pasada semana, el  parlamento paquistaní alertó sobre la futilidad de los bombardeos  norteamericanos en las zonas tribales con refugios talibanes si la diplomacia no  cierra filas con el islam moderado en la lucha por pacificar el avispero  afgano-paquistaní.
Estados  Unidos tiene que recuperar habilidad e influencia si desea volver a ser un líder  respetado y un catalizador de valores, según un informe del Instituto de  Estudios Diplomáticos de la Universidad Georgetown. Que lo consiga dependerá de  tres factores: el impacto de las fuerzas desencadenadas por la globalización  sobre la economía y las políticas norteamericanas, la redistribución del poder  global entre los nuevos poderes, estatales o no, y los costes ambientales de la  prosperidad económica y sus consecuencias en la salud. El segundo factor, según  el informe, depende de las lecciones que las élites de EE UU puedan extraer de  los complejos conflictos de Irak y Oriente Próximo; y el tercero, de la  habilidad de su sistema político para construir un centro de decisión  bipartidista, neutralizador de las guerras entre republicanos y demócratas en  las tomas de decisión en política exterior.
El  replanteamiento es imprescindible porque las mutaciones internacionales son  profundas. La capacidad de Estados Unidos para influir en las decisiones de  Rusia, China, India, Japón, Corea del Sur o Turquía ha disminuido porque las  naciones buscan su propio rumbo, según el grupo que redactó el informe,  compuesto por académicos y políticos. "La política exterior norteamericana será  progresivamente difícil en una era en la que los poderes principales (Europa  entre ellos) están con nosotros en algunos asuntos y contra nosotros en otros".  Contra Washington están los gobiernos y sociedades convencidas de que la  subordinación de la fuerza política a la militar en la lucha contra el  terrorismo, en lugar de debilitarlo, lo expandió a través de inquinas y grupos  relativamente pequeños y de funcionamiento autónomo. "El mundo contemporáneo es  más complejo que el de la Guerra Fría", afirma el informe de la  Georgetown.
Para  administrarlo con equidad, el ex canciller nicaragüense Miguel D'Escoto,  presidente de la Asamblea General de la ONU, invoca al diálogo y la moral,  aunque no cree que la nueva Administración estadounidense vaya a aplicarlas. "El  hombre es un animal de costumbres y cuando se ha acostumbrado a la mentalidad de  dueño (EE UU) es muy difícil hacerlo cambiar, pero tiene que cambiar. El mundo  no aguanta más ese comportamiento", dice en su despacho de Nueva York. La crisis  no es tanto económica o política como ética, según D'Escoto. "Y aquí si hablas  de justicia social y de normas ético-morales en el comercio mundial, la  respuesta tradicional es 'business esbusiness', o  sea, el lucro, sin normas morales".
Pero  al igual que la salvación de los negocios aconsejó a Bush aceptar, a  regañadientes, la convocatoria de una conferencia mundial sobre la regulación de  los sistemas financieros globales, el próximo día 15 en Washington, algunos  analistas proponen otra conferencia sobre la nueva orientación del liderazgo  norteamericano para la solución de conflictos internacionales. "¿Qué le  aconsejaría al próximo presidente de Estados Unidos?", preguntaron a Zbigniew  Brzezinski (1928), ex asesor de Seguridad Nacional con Jimmy Carter (presidente  de 1977 a1981) y analista del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales.  "Yo le diría que acometa la crisis de credibilidad que observamos en el mundo  sobre nuestro liderazgo. Debe consultar a los aliados, no actuar  unilateralmente". El mundo necesita de unos Estados Unidos en forma porque los  fracasos de la locomotora mundial benefician a pocos. Dos ejemplos: el fiasco  iraquí complicó las relaciones de EE UU con los vecinos del país ocupado,  Turquía entre ellos; y las hipotecas basura de Wall Street desangraron los  mercados globales. Si la Bolsa de Nueva York acumuló pérdidas del 25% en tres  meses, en la alemana alcanzaron el 28%, en la china el 30%, en la japonesa el  37%, en la brasileña el 41%, y en la rusa el 61%.
Barack  Obama propondrá un nuevo consenso internacional contra las redes terroristas,  apoyadas a veces por Estados cómplices, y previsiblemente conversaciones  directas entre Washington y sus enemigos. Pero nadie debe esperar bajo su  eventual mandato movimientos radicales o una renuncia de EE UU al empleo de su  arsenal en solitario.
La  guerra preventiva de Bush careció de una estrategia que el mundo pudiera  entender, y recordó los errores de Vietnam, según Obama. Nació sin la  legitimidad requerida por la empresa y perdió adeptos incluso entre los  gobiernos que aportaron tropas, que no pudieron sostener ante sus sociedades una  campaña de objetivos poco claros y empapada en sangre y destrucción. Como  ocurrió en el caso de España, que retiró a sus tropas. "La Casa Blanca se sintió  engañada cuando Bono (José Bono, ex ministro de Defensa) prometió que todo se  haría coordinadamente, y también le pareció intolerable que el presidente  español (Rodríguez Zapatero) pidiera a los otros países de la coalición que la  abandonaran. Eso no gustó ni a los demócratas", según recuerda un observador  europeo.
Barack  Obama propugna coaliciones como la promovida por George H. W. Bush en 1991 para  expulsar a Irak de Kuwait. La argamasa de aquella fue el mantenimiento del orden  mundial, mientras que la espoleta de la forzada en la reciente invasión de Irak  fue la seguridad nacional, el temor a nuevos ataques terroristas. El candidato  demócrata es un rupturista made in USA, nada aventurero en sus  propuestas: aboga por la progresiva retirada de las tropas de combate de Irak,  dejando un gobierno amigo, o al menos no enemigo, y batallones de seguridad y  adiestramiento. "¿Estamos decididos a usar la fuerza siempre que un régimen  despótico aterrorice a su pueblo? Y si es así, ¿cuánto tiempo nos quedamos allí  para que la democracia eche raíces?", se pregunta.
Poco  amigo de soluciones militares, se pronunció contra las armas nucleares y a favor  de un mano a mano con Hugo Chávez, Kim Jong Il o Mahmoud Ahmadineyad sobre  distensión y reactores nucleares, o sobre el enriquecimiento de uranio de  Teherán y su apoyo a Hamás y Hezbolá. Nicholas Burns, subsecretario de Estado  para asuntos extranjeros hasta su jubilación en abril, compara  en Newsweek las diferencias de este nuevo método con las  directrices aplicadas hasta ahora. "Nunca me permitieron entrevistarme con un  iraní", explica en referencia a sus tres años de destino diplomático en Irán  bajo Bush.
El  poder de la negociación seduce a Obama, un hombre dispuesto a discutir a fondo y  replantear viejos conflictos, entre ellos el que enfrenta a Israel y a la  Autoridad Palestina, cuya negociación contaría presumiblemente con el  acompañamiento diplomático de EE UU, Líbano, Siria y Arabia Saudí. El perfil de  Obama, un ingenuo y peligroso soñador, según sus críticos, cumplió con las  expectativas de quienes pedían un mea culpa del imperio. Lo  emitió al denunciar la tendencia de Estados Unidos a ver los conflictos y a las  naciones bajo el prisma de la guerra fría, tolerar o apoyar a tiranías amigas, y  fomentar la corrupción y la degradación medioambiental cuando sirvieron a los  intereses nacionales. Los promotores de este comportamiento tenían la  convicción, según Obama, de que "los Big Macs e Internet supondrían el fin de  los conflictos históricos".
El  pensamiento del contendiente demócrata sintoniza con el análisis de Joseph S.  Nye, profesor en Harvard, para quien la estrategia del próximo presidente debe  combinar la fuerza militar con el poder de captación de la política, de la ayuda  social, los intercambios de programas o los contactos entre militares. "En la  lucha contra el terrorismo debemos usar la fuerza contra su núcleo, pero nunca  podremos ganar si no conquistamos el corazón y la mente de los moderados",  señala Nye. Por ejemplo, la coerción en Abu Ghraib abarrotó los banderines de  enganche de Al Qaeda.
Desde  el trauma del 11-S, Estados Unidos "ha sido exportador de miedo y rabia más que  promotor de nuestros tradicionales valores de esperanza y optimismo. Guantánamo  es un icono más poderoso que la Estatua de la Libertad", subraya el profesor.  Obama acude al rescate del simbolismo de la escultura regalada por Francia en el  año 1886, abrazando el multilateralismo como receta para la solución de las  crisis y el rediseño de las instituciones internacionales. Lo hará, según propia  confesión, para garantizar el liderazgo de su país y reforzar la legalidad  internacional. Una de sus reflexiones resume las intenciones del hombre  aparentemente destinado a hacer historia: "No podemos imponer la democracia a  punta de pistola".
CONSULTEN, OPINEN , ESCRIBAN LIBREMENTE
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
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