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Energía termal  oceánica
-    El calor de los océanos podría abastecer de energía a todo el mundo, producir agua dulce y alimentos o combatir el cambio climático
Utilizar el océano como un gigantesco colector de energía solar  térmica es el objetivo del sistema denominado "Conversión de la Energía Termal  del Océano" (OTEC). Sus defensores aseguran que podría cubrir las necesidades  energéticas de todo el mundo y ofrecer otras aplicaciones. El calor oceánico  podría utilizarse para sistemas de aire acondicionado, desarrollar granjas  agrícolas y piscifactorías, producir agua dulce desalada, extraer minerales o  luchar contra el cambio climático. A pesar de su potencial, las instalaciones de  OTEC se mueven a nivel experimental o en fase de proyecto. Pero los costos  crecientes de los combustibles fósiles y el interés por las energías ecológicas  han revivido hoy en día su interés. 
- Autor:    Por ALEX FERNÁNDEZ MUERZA
- Fecha    de publicación: 8 de octubre de 2009
Qué  es y cómo funciona
-  Imagen: Wikimedia - 
El  sistema de OTEC pretende aprovechar el calor oceánico como una fuente energética  ecológica. Sus defensores aseguran que es constante y permanente, a diferencia  de otras energías renovables,  como la eólica o la fotovoltaica. Pero no vale cualquier zona: estas  instalaciones se basan en la diferencia de temperatura, de al menos 20 grados,  entre la superficie y el fondo de los océanos. Estas condiciones se producen en  las áreas costeras tropicales. La eficiencia de este sistema es muy baja: se  estima entre un 1% y un 7% como máximo. 
Con  el 1% de la energía generada por la OTEC se cubriría entre 100 y 1.000 veces el  consumo eléctrico actual mundial 
A  pesar de estas limitaciones, su potencial es enorme. Según estimaciones del  Laboratorio Nacional de Energía Renovable (NREL) de EE.UU., en un día medio, 60  millones de kilómetros cuadrados de los mares tropicales absorben una cantidad  de radiación solar equivalente en energía a unos 250 millones de barriles de  petróleo. Si el 0,1% de esa energía solar almacenada podría convertirse en  energía eléctrica, podría abastecerse en más de 20 veces el consumo total de  electricidad de EE.UU. 
La  Ocean Energy Council, una organización sin ánimo de lucro para el  aprovechamiento de la energía oceánica, calcula que con el 1% de la energía  generada por la OTEC se cubriría entre 100 y 1.000 veces el consumo eléctrico  actual mundial. 
Diferentes  tecnologías 
Los  expertos distinguen tres tipos de sistemas de OTEC: 
- Ciclo    cerrado:    el agua caliente de la superficie del mar es bombeada con un intercambiador de    calor que vaporiza un fluido con un punto de ebullición bajo (amoníaco o    freón). El vapor en expansión mueve un turbo-generador y origina electricidad.    El agua fría del fondo del mar es bombeada a través de un segundo    intercambiador de calor, que convierte de nuevo el vapor en líquido.    
- Ciclo    abierto:    el agua caliente se coloca en un recipiente de baja presión para que hierva.    El vapor en expansión impulsa una turbina conectada a un generador eléctrico.    El vapor de agua se condensa de nuevo en un líquido por la exposición a bajas    temperaturas de las aguas profundas del océano. Este vapor es dulce, casi    puro, ya que la sal ha quedado depositada en el recipiente. 
- Híbrido:    combina las características de los dos sistemas anteriores. El agua caliente    se introduce en una cámara de vacío para su evaporación, con un método similar    al de ciclo abierto. El vapor de agua evapora un líquido de bajo punto de    ebullición en un circuito de ciclo cerrado que mueve una turbina para producir    electricidad. 
Aprovechar  el calor de las fumarolas
El  calor de los océanos podría utilizarse de otras formas. El Sistema de  Recuperación Hidrotermal Marshall es una iniciativa para aprovechar el calor de  las fumarolas oceánicas. Las elevadas temperaturas de  estos volcanes submarinos calentarían un fluido que sería conducido por una  tubería a la superficie. La energía térmica contenida en el líquido sería  extraída para generar electricidad. 
El  calor de los océanos podría abastecer de energía a todo el mundo, producir agua  dulce y alimentos o combatir el cambio climático
Otras  posibles aplicaciones del sistema
-  Imagen: ORPC - 
Uno  de los inconvenientes de estas instalaciones podría transformarse en una  ventaja. La creación de plancton y la subida de agua fría podrían aprovecharse  para refrigeración y para el desarrollo de granjas agrícolas y de acuicultura. La planta experimental de Hawai  utiliza estos recursos en el aire acondicionado y para diversos cultivos. Los  expertos de este laboratorio han demostrado que los salmones y las langostas  crecen más rápido con estos nutrientes. En cuanto a las posibilidades agrícolas,  los experimentos de esta planta hawaiana han permitido el cultivo de algas comestibles y de más de cien tipos  diferentes de frutas y vegetales. 
La  electricidad generada en estas plantas se podría utilizar para producir otros  combustibles y productos, como hidrógeno, amoniaco o metanol. Las instalaciones  de OTEC de ciclo abierto o híbridas pueden producir grandes cantidades de agua  dulce. En teoría, una instalación de 2 megavatios podría producir unos 4.300  metros cúbicos de agua desalada diarios. 
Una  instalación de 2 megavatios podría producir unos 4.300 metros cúbicos de agua  desalada diarios 
Otra  posibilidad sería el aprovechamiento del potencial minero de los océanos. La  idea consistiría en extraer los 57 elementos contenidos en sales y otras  sustancias y disolverlos en una solución. 
Algunos  expertos hablan del potencial de estas instalaciones en la lucha contra el  cambio climático. Un artículo de 2007 de la revista Nature sugería la idea de  utilizar bombas para llevar el agua desde las profundidades y secuestrar el dióxido de carbono (CO2). Se estima  que una planta de OTEC optimizada para este objetivo podría secuestrar 10.000  toneladas de CO2 por cada megavatio producido al año. 
Proyectos  de OTEC en el mundo
En  la actualidad, la tecnología de OTEC se mueve de manera experimental o en fase  de proyecto. La crisis del petróleo de la década de los setenta supuso su época  dorada, con la creación de varias instalaciones. Superada la crisis, el apoyo a  estas plantas desapareció. Los costos crecientes de los combustibles fósiles y  la atracción por las energías ecológicas han revivido hoy en día su interés. El  año pasado, por primera vez mucho tiempo, el Departamento de Energía de EE.UU.  otorgó una subvención a proyectos de OTEC. 
-  Imagen: Tony Webster - 
Una  de las iniciativas más destacadas corresponde al Laboratorio de Energía Natural  de Hawai, creado en 1974 por el Gobierno estadounidense con el fin de impulsar  este sistema. En 1979, sus responsables, con el apoyo de varios socios privados,  producían por primera vez energía eléctrica en red con un sistema de OTEC de  ciclo cerrado en mar abierto. La instalación se ubicaba en un barco a dos  kilómetros y medio de la costa de Hawai y generaba energía para cubrir la  iluminación y los sistemas eléctricos del buque. 
En  1984, el Instituto de Investigación de Energía Solar de EE.UU. (el NREL hoy día)  desarrolló un evaporador vertical para convertir agua de mar tibia en vapor de  baja presión para plantas de ciclo abierto. En 1993, la planta experimental de  ciclo abierto de Keahole Point, en Hawai, produjo 50 kilovatios (kW) de  electricidad. En 1999, el Laboratorio de Energía Natural lograba 250 kW con su  central piloto de ciclo cerrado, la mayor instalación de este tipo puesta en  funcionamiento hasta la fecha. 
Una  de las iniciativas más destacadas corresponde al Laboratorio de Energía Natural  de Hawai 
Tras  una década de trabajo, la compañía Tokyo Electric Power culminó en 1981 una  planta de ciclo cerrado en la isla de Nauru, en el Océano Pacífico central. La  instalación generaba unos 120 kW, de los que 90 se utilizaban para consumo  propio y el resto para suministrar electricidad a una escuela y otros lugares de  la isla. En la India, el Instituto Nacional de Tecnología del Océano puso en  marcha una planta piloto, pero se paralizó por falta de financiación.  
En  el ámbito académico, diversos países han demostrado un interés creciente. Japón,  a pesar de carecer de áreas de potencial OTEC, ha trabajado en esta tecnología  para exportarla a otras regiones. El Instituto de Energía Oceánica de la  Universidad de Saga ha logrado varios premios por sus avances. En Filipinas, el  Departamento de Energía ha trabajado con expertos japoneses para seleccionar 16  posibles sitios de OTEC. Taiwán y varios países europeos también han explorado  este sistema como parte de su estrategia energética a largo plazo. En Puerto  Rico, varios expertos han señalado las posibilidades de una zona a dos millas de  las costas de Maunabo. Diversas empresas privadas estadounidenses también han  planteado la idea de una planta de OTEC, pero por el momento se encuentra en  fase de proyecto. 
Antecedentes  históricos
La  idea de convertir el calor del océano en energía no es nueva. El primero en  proponerla fue el físico francés Jacques-Arsene d'Arsonval en 1881. La primera  instalación de OTEC fue construida en Cuba en 1930 por un estudiante de  Arsonval, Georges Claude. La instalación produjo 22 kW de energía, suficiente  para abastecer a dos hogares modernos de tipo medio. En 1935, Claude construyó  otra planta a bordo de un buque de 10.000 toneladas de carga amarrada frente a  las costas de Brasil. El mal tiempo y las olas la destruyeron antes de que  pudiera generar energía. En 1956, científicos franceses diseñaron una  instalación de OTEC para Abidján (Costa de Marfil), pero sus elevados costes  im
Desafíos  que se deben superar
La  OTEC requiere grandes inversiones de dinero. Expertos del Pacific International  Center for High Technology Research han estimado que una planta comercial de  cinco megavatios podría costar entre 80 y 100 millones de dólares.  
-  Imagen: Modelo digital en  3d de los fondos marinos del mar de Alborán (Instituto Español de  Oceanografía) - 
Las  tuberías tienen que ser amplias y llegar a varios miles de metros de profundidad  para lograr la diferencia de temperatura necesaria. El mantenimiento de la  instalación es delicado, ya que hay que luchar contra la corrosiva agua salada y  la materia orgánica que deteriora los tubos y demás componentes. Las condiciones  meteorológicas adversas de las zonas tropicales, como tormentas o huracanes,  pueden acabar con estas instalaciones. Los defensores de la OTEC argumentan que  la tecnología no sería un problema, sino, una vez más, el coste: la industria  petrolera ha hecho frente a estos problemas durante décadas y sólo habría que  invertir en soluciones similares. 
El  posible impacto ambiental de la OTEC es otro motivo de debate. Los nutrientes en  el agua fría de las profundidades podrían ayudar a prosperar a las granjas de  acuicultura, pero también a otros organismos no deseados. El bombeo de miles de  millones de litros de agua de las profundidades podría alterar las condiciones  de estas zonas, en las que también hay vida. Los posibles derrames del amoniaco  o el freón utilizados en el sistema, o de la sal producto de la evaporación del  agua, deberían ser tenidos en cuenta. Las plantas OTEC podrían también  constituir una amenaza para la pesca o la explotación minera futura. 
Algunos  expertos señalan el riesgo de que estas instalaciones pudieran modificar las  condiciones meteorológicas 
Algunos  expertos señalan el riesgo de que estas instalaciones pudieran modificar las  condiciones meteorológicas, al igual que los sistemas de geoingeniería. Si la temperatura superficial del  océano se altera, aunque sólo sean unas pocas décimas de grado, es posible que  se desvíe el curso de las tormentas tropicales. 
El  aprovechamiento de la energía y del resto de posibles aplicaciones es otro  desafío. La mayoría de las plantas de OTEC se instalarían en zonas tropicales de  alta mar, lejos de los consumidores. Esta ubicación también podría dar pie a  conflictos legales sobre su propiedad y explotación. Algunos expertos sugieren  que sean consideradas islas artificiales. 
Sus  defensores argumentan que como todo sistema experimental, los comienzos son muy  costosos. El desarrollo tecnológico y la subida de los precios de los  combustibles fósiles, así como sus otras posibles aplicaciones, podrían hacerlo  más competitivo y reducir su impacto ambiental. 
Saludos
Rodrigo González Fernández
Diplomado en RSE de la ONU
Diplomado en Gestión del Conocimiento de la ONU
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Dirección: Renato Sánchez 3586 Of 10
Fono Cel. 93934521
SANTIAGO CHILE
 
 
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