|            |                              | El              impacto de la crisis hipotecaria en EE. UU.              por Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez              (*) |  |  | 
|            |  |                              | 18.09.07 |             | Si se confirma la desaceleración económica de los              Estados Unidos, los analistas prevén una revisión hacia la baja de              las estimaciones de crecimiento para América latina, que en la              región se vería reflejada de modo indirecto a través de la caída del              precio de las materias primas que exporta.
 Precisamente, la              crisis hipotecaria de los EE.UU., la intervención de los bancos              centrales y los determinantes de los aumentos de los precios de las              commodities (petróleo y no petroleros: metales y productos              agropecuarios -materias primas y alimentos- que además tienen              demanda por el lado de los biocombustibles) en los mercados              mundiales permiten vincular estos productos con las consecuencias de              la crisis de los mercados financieros.
 Hasta el momento, la              intervención de las autoridades monetarias en los mercados ha              tendido a suavizar el efecto inmediato de la crisis. Sin embargo,              los analistas reconocen que ésta es apenas la primera ronda.
 Una              segunda ronda se sitúa en el mercado inmobiliario de los Estados              Unidos y, en menor medida, de la Unión Europea, donde el valor de              las viviendas ha comenzado a bajar, generando un efecto riqueza              sobre las familias que reducirá el consumo y, muy probablemente, el              crecimiento de los países afectados.
 Estos países, en particular              los Estados Unidos, son el socio comercial más importante de China y              por esa vía directa, el menor consumo podría afectar también el              crecimiento chino.
 Por su parte, las repercusiones sobre las              cotizaciones relativas de las monedas internacionales (dólar, yen y              euro) también influenciarían el precio de las commodities no              petroleras.
 
 La crisis 79-84
 
 No son pocos los analistas              internacionales que relacionan esta crisis con la previa del 79-84              cuando, luego de varios años de muy alta tasa de inflación en los              Estados Unidos, Paul Volcker, el por entonces Presidente de la              Reserva Federal, intervino en el mercado para contener la inflación              aumentando la tasa de interés.
 En esa ocasión, la política              monetaria fue uno de los factores que empeoró la situación de las              compañías de ahorro y préstamo que también operaban, principalmente,              en créditos hipotecarios. El salvataje de ese mercado pesó sobre el              déficit presupuestario de los Estados Unidos por varios años. De la              mano de la política monetaria y el ajuste del nivel de actividad de              los Estados Unidos, el comercio mundial y las principales economías              se desaceleraron.
 En esa oportunidad, se eligió el camino de              aumentar la tasa de interés para contener la inflación, luego de una              muy insatisfactoria resolución de la crisis de las commodities entre              1972 y 1974.
 La actual crisis, en cambio, tiene un escenario muy              distinto en el que el crecimiento de los Estados Unidos y del mundo              se fundamentan en importantes aumentos de productividad y en              aumentos de la oferta de bienes y servicios que ha sido de signo              deflacionario (la oferta de productos industriales chinos en los              Estados Unidos se reconoce como uno de los factores que ha mantenido              el nivel de precios de ese país bajo control).
 La intervención de              la Fed en esta oportunidad se ha orientado a poner un primer freno a              la crisis, asegurando que buscará un equilibrio entre los resultados              en el mercado financiero y el nivel de actividad en los Estados              Unidos.
 Las dos crisis comparten, no obstante, el mismo dilema:              una vez que se produce un cambio que afecta la valorización del              portafolio de los inversores (aumento en la tasa de interés real o              colapso del mercado subprime), los cambios siguientes en la economía              real son difíciles de anticipar en su dimensión final e involucran              mercados tan amplios (en tamaño y geografía) que la política pública              difícilmente alcanzaría para compensar los efectos no              deseados.
 Si se confirma la desaceleración de los Estados Unidos              en los próximos meses, los analistas de América latina ya han              indicado que deberán revisarse, a la baja, las estimaciones de              crecimiento para nuestro subcontinente. Los impactos que se prevén              son directos por vía del comercio con los Estados Unidos, como en              México, e indirectos por reducción en el precio de las commodities              exportadas por la región.
 En este caso, existe el contrapeso de              varios factores mencionados que limitarían el impacto. La solidez de              las economías en la mayor parte de los países de la región no augura              mayores contratiempos, aunque esta crisis potencial vuelve a              plantear cómo fortalecer las fuentes de crecimiento regional.
 El              principal problema será el precio de los minerales, que están muy              asociados al ciclo internacional. En el caso de los commodities              agropecuarios, con aumentos mucho más modestos en estos años, los              cambios serían menos dramáticos.
 
 (*): La presente es un              extracto de la Nota que aparecerá en el número de setiembre de              "Indicadores de Coyuntura", la Revista Mensual de la Fundación de              Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). Ambos firmantes              son economistas.
 
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