El Mito de Noara
7 de noviembre de  2007. Sevilla. Noviembre y los termómetros siguen de  vacaciones. Allí, en un recoveco del mapa, vive Rocío Polvillo,  una joven de 17 años que se ha convertido en el paradigma de la madre coraje  dispuesta a quedarse en el quirófano por salvar la vida de su pequeña  Noara. Y después de la generosidad heroica, vino la  compensación con creces y no hizo falta que un bisturí dividiera el hígado de  Rocío que era un trozo de corazón disfrazado de verdadero  cariño. Llegó un hígado ajeno como pago a su correspondencia.
Entre la joven sevillana y el xenófobo del metro de Barcelona hay más de dos horas y media de atascos en la ciudad condal, quizás la misma diferencia que hay entre una foto del rey en manos de independentistas catalanes y el clamor que se oye aún desde Ceuta y Melilla tras la visita del monarca, y eso que a las ciudades autónomas no les toca ni la mitad de la mitad de la mitad de las inversiones del Estado que se lleva la comunidad tripartita.
A los catalanes independentistas compulsivos les vendría bien aplicarse el mito de Noara. Olvidarse de sí mismos y trabajar por los demás sin esperar nada a cambio, aunque eso suponga perder hegemonía por un tiempo. A la larga, ese empeño generoso revalidaría su liderazgo y le devolvería con intereses la inversión. Lo dice con sabiduría una canción de Jorge Dexler que hace de fondo en los anuncios de la ONCE: "cada uno da lo que recibe. Luego recibe lo que da. Nada se pierde, todo se transforma...".
 Entre la joven sevillana y el xenófobo del metro de Barcelona hay más de dos horas y media de atascos en la ciudad condal, quizás la misma diferencia que hay entre una foto del rey en manos de independentistas catalanes y el clamor que se oye aún desde Ceuta y Melilla tras la visita del monarca, y eso que a las ciudades autónomas no les toca ni la mitad de la mitad de la mitad de las inversiones del Estado que se lleva la comunidad tripartita.
A los catalanes independentistas compulsivos les vendría bien aplicarse el mito de Noara. Olvidarse de sí mismos y trabajar por los demás sin esperar nada a cambio, aunque eso suponga perder hegemonía por un tiempo. A la larga, ese empeño generoso revalidaría su liderazgo y le devolvería con intereses la inversión. Lo dice con sabiduría una canción de Jorge Dexler que hace de fondo en los anuncios de la ONCE: "cada uno da lo que recibe. Luego recibe lo que da. Nada se pierde, todo se transforma...".
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DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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