Talento: ¿Qué significa el talento en una organización?
Lic. Olga Edith López Abril
Lic. Olga Edith López Abril
autores@tisoc.com
       Es una afirmación ya  reconocida en el ámbito de los negocios y las organizaciones, que el talento  humano es fundamental en el desarrollo de una empresa. Y es que hoy,  cuando se habla de la gestión del conocimiento, se reconoce que éste  no es  una implantación, no es una orden, no es una norma, es una construcción que se  gesta en el trabajo grupal a partir de los aprendizajes, conocimientos,  experiencias, habilidades y actitudes propias de cada individuo, de su  socialización, adaptación a las necesidades y entorno propios de cada empresa, y  al talento o aptitud con que cada individuo sepa desarrollar dicha construcción  en pro de la organización. El conocimiento se construye y se gestiona a partir  de individuos talentosos, con aptitudes que les permitan adaptarse al medio,  ajustarlo, evolucionar; se requiere, pues, de seres talentosos dentro de las  organizaciones del siglo XXI.  Así, el talento es un elemento  diferenciador, un valor agregado a la hora de proyectar y concretar planes de  acción en busca del éxito organizacional.
        El área de Recursos Humanos se ha centrado en identificar, captar,  capacitar e  impulsar el talento humano de las organizaciones.  Ahora bien, vale la pena hacer un alto en el camino y preguntarnos qué  se entiende por talento humano, cómo se viene  gestionando y cómo debería gestionarse. Al respecto, y como  primera medida, es necesario aclarar que en muchas empresas se tiende a limitar  el talento humano al potencial intelectual que posee el individuo sobre un área  de conocimiento específica y su habilidad para aplicar ese conocimiento en  tareas puntuales, es decir, se limita el talento humano al saber y al saber  hacer. Esto significa que se desintegra  el conocimiento del individuo de  su propio ser. Esa perspectiva es peligrosa, pues el ser humano no es sólo saber  y hacer, es ante todo SER. ¿Dónde queda esta dimensión? No reconocer al ser  íntegro y limitarlo a su saber y su hacer es el primer error de la gestión de  talento.
       El talento humano no  se basa tan sólo en la cantidad de conocimientos que se tengan sobre un  campo del saber determinado (o sobre muchos campos) y su aplicación práctica; el  talento humano también se basa en otras competencias que incluyen otras  perspectivas del ser, como sus gustos, intereses y proyecciones que pueden  ajustarse o no a la propia organización. De esta forma, la gestión de talentos  debe centrarse en tres puntos claves: identificar las pasiones, intereses,  gustos y proyecciones del individuo,  2) darle espacio al individuo dentro  de la organización para que desarrolle su potencial, brindándole las  herramientas y capacitación necesarias y 3) darle el merecido reconocimiento  (refuerzo positivo) y avance personal en la organización. Sólo de esta forma  será posible retener el talento humano y dar continuidad a los procesos que  promueven el desarrollo de la organización.
       Ahora bien, como lo  indican Ed Michaels, Helen Handfield y Jones Beth en su libro La guerra por  el talento, contar con una mentalidad de talento tiene que ver con "la  manera como lo concebimos, con una apasionada creencia en que para alcanzar las  aspiraciones de la empresa uno tiene que contar con grandes talentos y que para  atraer a los mejores es preciso que los líderes de la compañía se comprometan  con esa meta". Así, las empresas deben trabajar desde un  enfoque donde los talentos sean reconocidos como escasos y valiosos y donde  estos talentos no sean recursos sustituibles. Lo anterior significa que, aunque  todo ser humano es apto para desarrollar diferentes destrezas y habilidades, no  todos tienen la actitud para hacerlo; en la actitud está el elemento  diferenciador de los grandes talentos, esos que aportan en demasía a la empresa  y que ésta no puede dejar perder.
      Se requiere,  pues, de una dinámica efectiva que haga posible identificar las capacidades,  habilidades e intereses  personales de los talentos y apoyarlos desde la  organización. Se trata de motivar no sólo las destrezas laborales, sino de  impulsar el talento íntegro del individuo y de abrirle un espacio de expansión  personal. 
       Gestionar e impulsar el talento en la organización implica, en  primera instancia, tener claridad acerca de cómo se define el término "talento".  Pues bien, el DRAE define el talento, en cuanto a aptitud, como la capacidad  para el desempeño o ejercicio de una ocupación, y en tanto a inteligencia lo  define como la capacidad de entendimiento. En el ámbito de las organizaciones no  hay  una definición universal de lo que es una persona sobresaliente,  puesto que lo que se requiere varia en cierta medida de una empresa a otra; cada  una tiene que concebir el perfil específico del talento que necesita. De esta  forma, el talento es una capacidad integral gracias al cual la sumatoria de  competencias y habilidades potenciadas desde el "ser" son aprovechadas para la  innovación. El talento es, pues, la integración e interacción de las habilidades  de una persona, sus características innatas, sus conocimientos, experiencias,  experticia, inteligencia, actitud, carácter e iniciativa  para aprender y  desarrollarse en diferentes contextos. Tenerlo claro permite identificar de qué  manera y en qué áreas cada ser es talentoso y, de esta forma, poder explotar  dicho talento en beneficio propio, de la organización y de la  sociedad.
Ahora bien, gestionar y motivar el talento supone influir en los procesos psicológicos tales como motivación, inteligencia, percepción, atención, emociones, lenguaje, entre otros, que interactúan con las variables contextuales y determinan la conducta organizacional. Según lo anterior, comprender el comportamiento psicosocial del ser humano también es clave a la hora de gestionar talento.
       Desde  la pedagogía y la psicología, varias teorías se han preocupado por indagar sobre  el comportamiento psicosocial del hombre, entre ellas la teoría constructivista  (de Piaget). De acuerdo con esta teoría, los seres humanos construimos nuestra  realidad en la medida que interactuamos con otros, lo que implica una constante  reconstrucción de lo que consideramos "nuestra realidad". Este proceso de  reconstrucción supone la interpretación permanente de lo individual, grupal y  social (creencias, valores, actitudes, modos de sentir, pensar y actuar ante la  vida, afectividad, conexiones con otros, etc.). 
       La  teoría constructivista hace posible desarrollo competitivo en cualquiera de los  roles de cada ser humano con base en su perspectiva de vida, que bien puede  pensarse como el conjunto de prioridades que se tienen respecto a distintos  intereses, relaciones y personas. Así las cosas, el desempeño laboral de una  persona se ve reflejado en la estrategia personal que tiene para su proyección  laboral, lo que permite su desarrollo y autoconocimiento integral como ser  humano. Saber lo que se es, lo que se quiere, lo que interesa, de lo que se es  capaz, lo que se desea aprender y saber comunicarlo es fundamental para llegar  al éxito. Las empresas requieren profesionales con un alto perfil de  autoconocimiento y, a su vez, se hace necesario de parte de las empresas, contar  con las estrategias pertinentes para indagar acerca de estos aspectos, saber  identificarlos y ayudar en su realización y promoción.
      Es  importante tomar en consideración lo anterior, puesto que  para potenciar  el desempeño profesional de cualquier persona siempre se debe tener en  cuenta  su desarrollo estructural como individuo,  base de su  competencia profesional. En el desarrollo de los procesos organizacionales, el  tener personal que no conozca acerca del comportamiento, tanto individual como  social de las personas genera vacíos para su manejo, puesto que conlleva a la  carencia de las competencias y actitudes necesarias que hagan posible  enfrentarse a situaciones que se viven en las organizaciones y que aportan en la  calidad de vida laboral y a  la productividad  empresarial.
      De esta  forma, la perspectiva psicosocial en las organizaciones se enfoca en la  interacción social en el contexto donde éstas se producen y en el equipo de  personas que interactúan en los diversos procesos, donde hay comportamientos  tanto intrínsecos como extrínsecos de los individuos, que se ven desencadenados  en las conductas organizacionales y que generan o buscan como objetivo el  rendimiento competitivo en su trabajo.
      Hablar  de talento humano supone hablar de competencias, de creatividad, capacidades,  innovación, astucia, adaptación, estrategias y habilidades de pensamiento para  asumir retos, pero también supone autoconocimiento. Como se deduce de lo  expuesto, las competencias son un conjunto de características propias de cada  persona, lo cual define su forma de pensar y actuar, y  que están  relacionadas con un desempeño exitoso, incluyendo los motivos que cada uno  tenga. 
      Como  empleado, si se pretende alcanzar el éxito, es necesario  autoconocerse a  tal punto de identificar las propias aptitudes, de saber expresarlas y  demostrarlas, y de saber dónde desarrollarlas, de manera que el talento se vea  reconocido y redunde en el bienestar integral del individuo.  A su vez, es  necesario reconocer las fallas y carencias que se posean,  determinar las  aptitudes por mejorar,  tener la actitud y disposición para cambiar y  evolucionar, y para adaptarse al cambio. 
      Como empresa  y gestores de talentos, es importante identificar los talentos de los empedados  y la percepción que ellos tienen de su entorno laboral, pues esto facilita los  niveles de identidad con la organización y su productividad. Asimismo, es  importante motivar, promocionar y recompensar más allá del salario, de forma  personal, el talento del individuo. Es importante, pues, tener una actitud  positiva, asertiva y ética en la gestión empresarial, sin apartarse del contexto  social en el que se labora y considerar al empleado no sólo cono el conjunto de  saberes, o el saber-hacer, sino como el ser con un proyecto de vida que incluye  a la organización y los intereses compartidos que se den entre ambos, sólo así  será posible retener los talentos.
(La autora  es Lic. en Lenguas Modernas de la Universidad Pedagógica Nacional y cuenta con  estudios de Maestría en Lingüística Española del Instituto Caro y Cuervo en  Bogotá, Colombia. Actualmente es la editora de "El rincón del Coach" y dirige la  Editorial Sumasabes) 
Fuente:TISOC
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Rodrigo González Fernández
Diplomado en "Responsabilidad Social Empresarial" de la ONU
Diplomado en "Gestión del Conocimiento" de la ONU
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