| Marcia Monahan lleva 12 años en Estados Unidos y        desde operaria de bodegas ha saltado a producir exitosos vinos para las        viñas Pelton House y Stonestreet. Robert Parker ya ha elogiado varios de        sus productos.  
 Arnaldo Guerra        Martínez Desde de que Marcia Torres Forno, hoy Marcia Monahan -casada        con el estadounidense Brad Monahan- decidió que lo suyo era la enología,        hizo todo lo necesario para concretar el sueño. Recién titulada en la UC        partió trabajando en Cousiño Macul, pasó por Cánepa y vivió una vendimia        en Colchagua, en Montt Grass. Le aconsejaron salir del país y se fue a la        capital del vino, donde trabajó en Chateau La Baume, cerca de Bézier, al        sur de Francia.
 Se declara perseverante y trabajadora. Como no le        gusta marcar el paso, a la primera que le sugirieron que le haría bien ir        a otra vendimia extranjera, partió a California a una pasantía. Dos años        después volvió con la idea de hacer un master, pero era carísimo para        estudiantes extranjeros. Así que  tuvo que pelar el ajo. Trabajó como        operaria en la viña Kendall Jackson. Y ella, que en Chile había llegado a        ayudante de enólogo, lavó y lavó cubas y prensas, acarreó una incontable        cantidad de baldes, llenó barriles con pesadas mangueras e hizo infinitas        inoculaciones de levaduras.
 
 "En vez de avanzar parece que        retrocedía. Llegar a lavar cubas y llenar barriles como operario fue        fuerte, pero de alguna manera tenía que mostrar que yo sabía", dice        Marcia.
 En ese momento le hizo sentido lo que le decía Philippo        Pszczolkowski a sus alumnos en la Universidad Católica: les pedía que no        fueran enólogos de escritorio, que no sólo tenían que saber hacer vinos,        si no también tomar las escoba si era necesario.
 
 "Eso me marcó,        porque en EE.UU.vale mucho que alguien sepa hacer su trabajo, no sólo dar        órdenes. La experiencia vale. Hay que estar donde las cosas están        pasando", dice Marcia.
 
 Estaba en sus labores de operaria cuando        apareció su oportunidad. La persona encargada del laboratorio falló y        Marcia salvó el día haciendo los análisis a los vinos. Y luego siguió        avanzando y de prácticamente ser una desconocida, hoy, doce años después,        comienza a cosechar triunfos y se ha hecho un nombre en una de las zonas        más importantes del nuevo mundo del vino, la misma de donde Chile sacó el        molde para la revolución tecnológica que le permitió el desarrollo        actual.
 
 De hecho, Robert Parker Jr, el afamado crítico de vinos, a        través de sus comentarios en Wine Advocate, le dedicó elogiosas líneas a        sus vinos de la Viña Pelton House. Y, en febrero, se refirió a su trabajo        actual, en la viña Stonestreet Alexander Mountain, donde Marcia desarrolla        una nueva modalidad de trabajo en equipo con su jefe Graham Weerts. En esa        oportunidad, aparte de felicitarlos y de entregarles entre 93 y 95 puntos        a varios de sus productos premium, les dijo que era "lo más impresionante        que había probado de esa viña".
 
 La naturaleza se        impone
 
 Marcia creció en la Villa Portales, en Santiago, y de ahí        pasó al barrio Bellavista, pero sus paseos y vacaciones en la casa de su        familia materna en los alrededores de Constitución marcaron su gusto por        la naturaleza.
 
 Los abuelos maternos eran de Huinganes, una de las        estaciones del pintoresco monocarril del ramal Talca-Constitución. Ir a        verlos era toda una aventura, con parada en Infiernillo -hoy González        Bastías- donde la gente compraba conejos, huevos duros de color azul y        verde y tortillas de rescoldo. En el campo no había luz, era una casa de        adobes de más de cien años que hoy espera una gran reparación tras el        terremoto.
 
 "Ahí vi por primera vez las parras de uva país podadas        en 'cabeza' y también, a hurtadillas, miraba cómo los huasos venían a        caballo, con sus llantas cruzadas al hombro para ser llenadas con vino.        Así conocí también los fudres centenarios y las moledoras de madera        manuales", recuerda.
 
 Los campamentos a los que asistió con las        girlscouts de la parroquia Italiana también la marcaron.
 "Fueron        tiempos muy ricos... Gracias a Dios tuve un niñez realmente muy buena",        destaca.
 
 Y al salir del Liceo 7 de Providencia vino la gran        decisión.
 
 "Tenía muy claro que no quería trabajar en una oficina.        Mis papás -Mario Torres y Susana Forno- son profesores muy esforzados. Me        di cuenta que lo que me gustaba era estar en contacto con la naturaleza,        me gustaba la química y también la biología, en realidad la ciencia. La        naturaleza siempre me ha sorprendido, al haber visto crecer las frutas y        las semillas en el campo. Y como nunca me gustaron los hospitales, las        opciones eran dos: Ingeniería Forestal o Agronomía. En una charla vi cómo        cortaban un árbol y ahí Forestal quedó descartado, decidí que Agronomía        era lo mejor", cuenta.
 
 En una reunión familiar, donde su mamá y        tres tías llevaron la batuta, decidió irse a la UC. La beca Juan Pablo II,        otorgada a la excelencia académica, la ayudó a terminar la universidad.        Entonces descubrió la enología.
 
 "Me atrajo porque es muy        ecléctica. Uno siempre tiene nuevas mezclas que hacer, la actividad va        cambiando en cada estación, se recogen las uvas, se muelen, viene el vino,        después hay que esperar que añeje, se hacen las mezclas, se va a ver los        viñedos; uno tiene que saber de química, de biología, de suelos, de        climatología; es un arte por un lado, y por otro una ciencia. Realmente, a        mí me hace vibrar mi trabajo. El ver la naturaleza desarrollarse, ver las        uvas crecer, hace que mientras más cerca está uno de la tierra vea lo        inexplicable; uno entiende que es pequeño y que hay algo más grande allá        arriba. Es increíble que las plantas fotosinteticen y crezcan y todo sea        tan perfecto. Esa magia me sorprende todos los días", dice.
 
 Y lo        que más le gusta es hacer los vinos.
 
 "Una parte que no es medible        es la percepción, eso es lo más atractivo. La parte artística es degustar.        Toda la evaluación sensorial de los vinos es una etapa donde nadie puede        decir si está mal o bien, porque cada uno tiene distintas percepciones,        eso me atrae también", cuenta Marcia Monahan.
 
 Con pantalones        largos
 
 Fue siguiendo ese "placer" que en 1996 se fue a Estados        Unidos, gracias al programa de intercambio agrícola Caep. Y en 1998 llegó        a California para quedarse. Su primera vendimia en Estados Unidos fue en        el turno de noche para Kendall Jackson en Sonoma County. En esa época        conoció a su marido estadounidense, Brad Monahan, que proveía sistemas de        refrigeración a distintas bodegas.
 
 Después de obtener la residencia        consiguió su primer trabajo de planta como "enologist" -alguien graduado        en la universidad que tiene los conocimientos teóricos, pero no prácticos        como enólogo- en la bodega Cardinale, en Napa Valley, donde estuvo        encargada del laboratorio. Luego pasó a ser asistente de enólogo para        Kendall Jackson Winery en Oakville, Napa Valley, y ocho años después se        transformó en la enóloga de Pelton House, viña de Jess Jackson, un        prominente y conocido dueño de bodegas.
 
 Ahí desarrolló su primer        gran proyecto: un cabernet sauvignon y un merlot 2005 mezclándolos con un        poco de carmenere y también malbec obtenidos del fundo de Knights Valley.        Para lograrlo tuvo que trabajar en los viñedos y en la bodega, llevarlos        paso a paso, y los orientó especialmente al paladar femenino.
 
 "Muy        seductores", los calificó Robert Parker.
 
 "La uva con que están        hechos viene tanto de la montaña como del piedmont, son muy ricos en        taninos, pero mi idea fue hacerlos mucho más atractivos, más suaves; los        hice concentrados, pero respetando la elegancia de los vinos europeos. La        calidad de la uva es excepcional. El único cuidado que tuve fue con la        astringencia. Los hice así porque a mí me gustaba, no los hice pensando        exclusivamente para el paladar femenino. Quise que representaran la        esencia de Knights Valley, por eso tienen mucho aroma a moras y a cedro, y        la madera está bien balanceada. Son vinos con mucha intensidad aromática a        especias, a frutas negras y con carácter, pero elegantes... como las        chilenas", señala Marcia.
 
 Son vinos que se venden sobre US$ 40 la        botella. Y al Pelton House 2005 Cabernet Sauvignon Knights Valley, Parker        Jr. le otorgó 90 puntos.
 "Notable. Tiene profundo color rubí/púrpura,        con notas de cassis, tierra y especias. Relativamente profundo, muestra        suave acidez y cargas de la fruta en un estilo que va a ganar muchos fans.        Tómelo en los próximos 7 a 10 años", sentenció.
 
 Al Pelton House        2005 Merlot Knights Valley, le dio 87 puntos: "Presenta notas oscuras,        ahumadas de cassis, con guindas dulces, chocolate blanco y hierbas        tostadas. Es redondo, delicioso, un estilo directo de merlot para beber en        5 a 6 años".
 
 La actual etapa la encuentra siempre en Pelton House,        pero también haciendo vinos para la bodega de Stonestreet, ambas de        propiedad de Jess Jackson.
 
 "Con mi jefe Graham Weerts estamos        produciendo, con las uvas de las montañas de Alexander Valley, unos vinos        cabernet excepcionales y unos chardonnay impresionantes. La idea es        conformar una especie de academia con los demás enólogos. Por ejemplo,        estamos haciendo unos chardonnay de lujo. Tenemos ocho viñas para        determinados cuarteles, de los que salen vinos especiales, con        producciones de 200 cajas cada una. Son pequeñas producciones, pero vinos        estelares que cuestan US$ 60 la botella. Trabajamos en equipo, pero el        enólogo director, Graham Weerts, tiene la última palabra",        señala.
 
 Los frutos están a la vista: en la edición de febrero,        Parker le da sobre 92 puntos a cuatro vinos desarrollados por la dupla        Weerts-Monahan, y los califica como "el grupo más impresionante de vinos        de Stonestreet que ha probado". Los felicita por explorar en terroir de        altura. Habla de chardonnay increíbles y del cabernet sauvignon        Christopher's 2007 como una bestia tánica, vinos de 40 a 50 años. "Es        bueno ver que todavía se hace este tipo de vinos a los que hay que esperar        8 a 10 años. Las futuras generaciones apreciarán este trabajo", les        señala. Entre ellos, le da 95 puntos a 2007 Cabernet Sauvignon Rockfall        Alexander Valley y 94 a 2007 Cabernet Sauvignon Monument        Ridge.
 
 Marcia trabaja con las mismas cepas francesas tradicionales        de Chile en las montañas de Alexander Valley, donde se dan muy bien el        cabernet sauvignon, el chardonnay, el merlot. También cuenta con cuarteles        de malbec, cabernet franc y carmenere, que tienen la influencia del        Pacífico, con mañanas en las que la neblina ingresa al valle y después        abre.
 
 Marcia, fiel a su historial, continúa su lucha. Tiene dos        hijas: Gabriella, de 7 años, y Francesca, de sólo 11 meses, que le        recuerda lo que fue trabajar embarazada una vendimia. "Uno adquiere una        percepción aromática increíble, pero había olores que no podía tolerar.        Cuando llegaba a degustar cubas durante los remontajes me sentía pésimo,        así es que cambié el plan. Me iba directo a los viñedos para degustar uvas        y ver qué cuarteles estaban para cosechar, y al mediodía me iba a la        bodega", señala. Recuento enológico
 Cuando llegué, en el mundo enológico de Sonoma y Napa no se conocía a        la Universidad Católica ni a Chile. Ahora sí, debido a los programas de        intercambio. O sea, los enólogos jefes al contratarte no sabían a qué        atenerse. He recibido muchos estudiantes en todos estos años, de muchas        partes, y los chilenos, de la Chile o la UC, en general vienen bien        preparados.
 Chris Carpenter, enólogo de Cardinale Winery, fue el        primero que me dio la oportunidad, y le estoy muy agradecida, lo mismo que        de Jess Jackson y su familia. Mi primer trabajo en Chile fue en Cousiño        Macul y, curiosamente, mi mamá había trabajado en la escuela que tenía esa        viña. De esa época tengo muy buenos recuerdos de Jaime Ríos, que me        recibió. Y después trabajé con Ernesto Jiusan, en Viña Cánepa.
  Estancamiento en EE.UU.La mayor parte de la gente piensa que        lo de Chile fue como un boom que ya terminó. Pero muchos comerciantes y        sommeliers con los que he hablado me dicen que al principio les mandaban        muchos vinos verdes, con muchas pirazinas, y eso no benefició para nada el        mercado para el vino chileno, sobre todo con los carmenere.Diferencias        entre Chile y CaliforniaLo planteo en general. No puedo hablar de        diferencias, porque no tengo experiencia en Chile, ni he estado en todas        las bodegas, pero creo que hay que dedicarle tiempo a los vinos premium.        Quiero ver que Chile produzca vinos de alta calidad. Como todo parte de la        uva, hay que invertir en conocer el viñedo y asegurarse de que se usa lo        mejor de cada cuartel... Yo me imagino que todavía hay bodegas que meten        en una cuba uvas de muchos cuarteles, pero si pueden detectar cuáles son        los mejores podrían descartar o mejorar los bloques, de esa manera pueden        acceder a tener mejores uvas, mejores vinos y mejor precio. 
 Acá el        concepto de vino chileno es que tiene un buen valor por la calidad, pero        no es el concepto del vino premium. Yo creo que hay una oportunidad porque        Chile tiene capacidad para hacer vinos de alta calidad y de hecho, muchas        viñas lo han probado.Cambios en los consumidoresCon la crisis, todo el        mundo está más abierto a probar nuevas variedades y vinos distintos, por        eso el carmenere ha tomado mucho vuelo, lo mismo que malbec, sirah y hasta        una garnacha de España, porque tienen buen precio.        Arnaldo Guerra        Martínez.
 
 
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