Jugar a ser dios
Aunque Fritzl insiste en que no es un monstruo, su comportamiento despierta el pavor del resto de los mortales
Ni la historia, ni el arte ni las religiones se pueden escindir de la mitología. La creencia en los dioses y los monstruos, y su influencia en el comportamiento de las sociedades, es algo que asumí con naturalidad por lo lejano a mi época y a la cultura en la que me había tocado vivir. Desde este punto de vista, la mitología siempre me ha sabido a cuento, subidito de tono, pero cuento al fin, donde el asesinato y el incesto eran el componente picante de una narración con moraleja.
El  terrorífico caso del monstruo de Amstetten me ha removido los fantasmas  provenientes de esos cuentos, y la imagen definitiva que terminó de revolverme  hasta la náusea fue un vídeo de Josef Fritzl hincándole el diente a un trozo de  carne, porque se juntaron pasado y presente y vi su rostro en una pintura de  Goya que reproducía al dios Saturno devorando a sus hijos, también fruto del  incesto. 
Fritzl, que en la  parte confesable de su doble vida visitaba asiduamente un burdel no muy lejos de  su casa, gustaba de ser llamado "profesor" por las prostitutas a las que  contrataba servicio, y es que, a lo mejor, el electricista jubilado se había  empapado de historias mitológicas, y en un delirio de grandeza, con mucha  premeditación, decidió encarnar un periplo de los dioses. 
Encerró, pues, a una de sus  hijas en un zulo debajo de donde vivía con su mujer, mazmorra construida para  tal propósito con anterioridad, y durante 24 años la violó repetidamente y  engendró en el incesto siete hijos. Uno murió nada más nacer y lo calcinó para  deshacerse de su cuerpo. Los bebés que más lloraban fueron adoptados por él y su  mujer en la vida terrenal y los otros tres crecieron junto a su vejada madre en  la subvida subterránea, hasta que la mayor de estos enfermó con 19 años y él  flaqueó en su omnipotencia al llevarla al hospital, donde saltaron todas las  alarmas. 
Pero Josef Fritzl  no es un dios, eventualmente, un monstruo (mitológicamente adversarios), y los  comportamientos que él recalca para que no se le trate como tal son los que  despiertan el pavor del resto de los mortales: la incertidumbre de que en la  trastienda de la convencional vida de cualquier hijo de vecino puede estar  escondiéndose una historia que ni los más sádicos guionistas se atreverían a  imaginar. 
Hay un castigo  para todo aquel que juega a ser dios dando y quitando vida a su antojo, y a este  le llegó de la forma más mitológica posible. "Si concibes un hijo, este te  matará", le dijo el oráculo a Laio, padre de Edipo. La primera hija concebida  fruto del incesto es la que lleva a Fritz a su condena. No sé cómo los dioses y  la ley desatarán su ira para con él a la hora de imponerle un castigo. En estos  casos y desgraciadamente, tanto una como otros pueden ser misericordiosos. Sólo  espero que el castigo de su alma, mediante la culpa, sea perpetuo. 
Saludos
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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