Reportajes
Mercado de  biocombustibles tiene deformaciones  congénitas

Crédito: Photo Stock
Por Mario Osava*
Llevará mucho tiempo extirpar las  distorsiones causadas por intereses económicos y políticos inmediatos en el  incipiente mercado de biocombustibles, observan  expertos
RÍO DE JANEIRO, 3 dic  (Tierramérica).- El desarrollo de un mercado internacional de combustibles  agrícolas podrá reducir la contaminación ambiental y mitigar los impactos  inflacionarios de la actual euforia por esa alternativa energética, pero se  trata de un proceso que insumirá muchos años.
Por ahora,  los países que disponen de condiciones, como Estados Unidos y la Unión Europea  (UE, buscan crear sus sistemas domésticos de producción y consumo de  combustibles destilados de vegetales, procurando reducir sus gastos en petróleo,  con barreras y subsidios que oscurecen las perspectivas de ese nuevo  mercado.
La fiebre por productos como el biodiésel y el alcohol  carburante o etanol, destilados de oleaginosas, caña de azúcar y maíz, obedece a  los precios prohibitivos del crudo y a los efectos climáticos indeseables del  uso de sus derivados. En América, sólo cinco países ya producen lo suficiente  para añadir 10 por ciento de etanol a la gasolina que consumen, proporción que  no exige cambios en los motores y reduce considerablemente los gases de efecto  invernadero del transporte. Son Brasil, Guatemala, Guyana, Nicaragua y Paraguay,  según el Atlas de Agroenergía y Biocombustibles del Instituto Interamericano de  Cooperación Agrícola (IICA), publicado este año.
Nadando contra la  corriente del enfoque nacional, la Organización de las Naciones Unidas para la  Alimentación y la Agricultura (FAO) promoverá en junio de 2008 una conferencia  en Brasil para establecer un marco regulador del futuro mercado mundial de  biocombustibles.
Es "el momento adecuado" para discutir el asunto y  evitar la consolidación de distorsiones que en el futuro serán más difíciles de  corregir, dice a Tierramérica Luiz Fernando Paulillo, consultor de la Oficina  Regional de América Latina y el Caribe de la FAO.
Las barreras  arancelarias "pueden caer, pero los subsidios tienden a perdurar", como prueban  las largas y frustrantes negociaciones en la Organización Mundial de Comercio  (OMC) para reducir las protecciones de los países ricos a su agricultura,  recuerda el experto. 
Pero los subsidios a la producción de granos poco  preocupan a los agricultores centroamericanos porque la perspectiva de una  enorme demanda y los precios tan altos hacen "lugar para todos los productores,  incluso los menos eficientes", según Gerardo Escudero, representante del IICA en  Nicaragua.
Parte del alza se debe a que Estados Unidos decidió promover  su producción de etanol de maíz, provocando un desequilibrio en el comercio  mundial de granos que elevó los precios en cadena.
Sin embargo, sólo 28  por ciento de ese aumento se debe al etanol, asegura Paulillo, que atribuye las  subas principalmente al brutal incremento de la demanda de alimentos en Asia y  al alza del crudo que encareció el transporte e insumos agrícolas de origen  petrolero.
Estados Unidos apuesta a la nueva tecnología de la hidrólisis,  que permitirá refinar etanol de la paja de maíz, de madera o de pasto, y espera  alcanzar una producción viable a partir de celulosa dentro de unos cinco años,  prevé Paulillo. 
Eso puede provocar otro sacudón en el mercado de las  materias primas actuales de los biocombustibles, que sufrirían una inversión de  la tendencia, con fuerte caída de precios. Un marco regulador buscaría evitar o  hacer más gradual esos vuelcos, arguye Paulillo.
Por otro lado, el etanol  de celulosa superaría ciertas restricciones, como el hecho de afectar la  producción de alimentos y elevar sus precios.
También se necesita alguna  "estabilidad" y avance parejo de la oferta y el consumo para dar credibilidad a  los combustibles alternativos, observa Benedito Rosa, director de comercio  internacional del Ministerio de Agricultura de Brasil, recordando que el  programa del alcohol carburante en Brasil sufrió una grave crisis de confianza  que casi lo destruye hace una década y media.
La supervivencia y  consolidación de ese programa hizo de Brasil el único país con capacidad para  exportar gran cantidad de su etanol, además de mezclarlo a la gasolina en una  proporción de 25 por ciento y tener millones de automóviles que pueden moverse  con hasta cien por ciento.
Por eso Brasil pelea solo contra el arancel de  54 centavos de dólar por galón (3,78 litros) que impone Estados Unidos al etanol  importado y barreras que alcanzan hasta 63 por ciento del precio en la  UE.
Organismos como la FAO, el Banco Mundial y el Programa de las  Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) apoyan la posición brasileña, por  reconocer que la caña de azúcar es más eficiente en reducir los gases  invernadero y que las materias primas usadas en Estados Unidos y Europa poco o  nada contribuyen a ese fin.
Estudios brasileños indican que el maíz  convertido en etanol sólo produce 1,3 unidades de energía para cada unidad de  energía fósil empleada en su producción, mientras la relación de la caña en  Brasil es de más de ocho por cada una.
Una forma de eliminar las  protecciones es la propuesta brasileña de incluir el etanol en la lista de  bienes ambientales que se negocia en la OMC, con el rechazo evidente de las  potencias del Norte.
Tales barreras, sin embargo, abren una gran  oportunidad de expansión de la agroindustria del etanol en América Central y  algunos países caribeños, beneficiados por acuerdos comerciales que les conceden  exenciones arancelarias en el gran mercado estadounidense y la disponibilidad de  tierras y agua. Guatemala lidera en productividad de caña, superando incluso a  Brasil.
El gobierno y el sector privado brasileños buscan fomentar el  desarrollo agroenergético de esa región, por considerar que un mercado mundial y  la transformación del etanol en mercancía global sólo se alcanzarán cuando  muchos países lo produzcan y lo exporten.
Como parte de ese esfuerzo se  creó el Foro Internacional de los Biocombustibles, del que participan tanto  Brasil, Estados Unidos y la UE, como Sudáfrica, China e India, para establecer  patrones universales que faciliten el comercio de esas alternativas.
Son  procesos que exigen tiempo para producir resultados, mientras el mercado se va  construyendo con deformaciones y contradicciones generadas por intereses  económicos y políticos inmediatos. 
Los incentivos al etanol de maíz  salvaron de una grave crisis a la agricultura del medio oeste de Estados Unidos,  y eliminarlos generaría allí un fuerte desempleo, observa Rosa.
* Corresponsal de IPS.
Rodrigo González Fernández
DIPLOMADO EN RSE DE LA ONU
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