 Sin duda, el negocio con una finalidad social        diferencial es una forma evidente de materializar la responsabilidad        social de la empresa (RSE). Un fenómeno, además, de importancia        rápidamente creciente por su patente utilidad, tanto social como para la        propia empresa.
Sin duda, el negocio con una finalidad social        diferencial es una forma evidente de materializar la responsabilidad        social de la empresa (RSE). Un fenómeno, además, de importancia        rápidamente creciente por su patente utilidad, tanto social como para la        propia empresa.
       
     Se trata de una filosofía de negocio        centrada en el desarrollo y/o comercialización de productos y servicios        con una especial utilidad (o con condiciones particularmente favorables)        frente a problemas sociales o colectivos sociales insuficientemente        atendidos por los canales convencionales del mercado. Una filosofía que        puede orientarse hacia múltiples finalidades (medio ambiente, personas        discapacitadas o mayores, personas desfavorecidas
), pero que        probablemente ha encontrado su expresión más exitosa en modalidades de        negocio especialmente dirigidas a colectivos de muy bajos ingresos.
       
     Es en este último campo en el que        queremos centrar la atención de este artículo: el denominado "negocio        dirigido a la base de la pirámide (BDP)" o "negocio inclusivo": el        orientado a los segmentos de la población de menores recursos. Segmentos        tradicionalmente olvidados por la empresa avanzada ante la evidente        debilidad de su capacidad de compra, pero que -como no pocas experiencias        empresariales han venido mostrando- pueden constituir un mercado rentable        -e incluso una potente vía de innovación y expansión- para aquellas        empresas que sepan entender adecuadamente sus necesidades y sean capaces        de ofertarles productos y servicios claramente útiles y de ayudarles con        ellos a mejorar sus condiciones de vida.
       
    Pero no es un modelo fácil: para que tenga        éxito en su doble vertiente -empresa y personas desfavorecidas-, tiene que        cumplir con numerosas condiciones, entre las que cabe destacar las        siguientes:
        
       - Ofertar productos o servicios de alta calidad,        especialmente diseñados para sus destinatarios y con condiciones y precios        absolutamente adaptados a sus necesidades.
-        Satisfacer necesidades reales de los destinatarios y fortalecer        sus capacidades (no viéndoles como simples consumidores).
        
        - Conocimiento del mercado, formación (del        personal y de los clientes), diálogo con los destinatarios y cooperación        (con organizaciones sociales, instituciones y agentes        locales).   
           Viene todo esto a cuento de que el éxito del negocio        BDP ha sido tan llamativo que ha impulsado un extraordinario crecimiento        del interés de muchas empresas. Un fenómeno ciertamente positivo en        general, pero en el que nos parece detectar indicios preocupantes. Cuando        en la BDP se ve sólo -como sucede con harta frecuencia- su potencial         de beneficio, se generalizan actuaciones que vulneran patentemente algunos        de los requisitos apuntados: precios excesivos, generación de necesidades        artificiales, deterioro en la calidad de vida
 Pero que en ocasiones        producen rentabilidades extraordinarias.
           Ejemplos se pueden encontrar en muchas modalidades        de negocio BDP y en múltiples sectores. Uno bien cercano y actual  lo        tenemos en los servicios financieros para inmigrantes, donde algunas        entidades -a veces bajo la bandera de la inclusión financiera-         fomentan un sobreendeudamiento que difícilmente les ayuda a mejorar su        vida (y que en situaciones críticas les hunde en la        miseria).
 
    Pero quizás los más        significativos se producen en las microfinanzas. Un sector nacido        específicamente para la BDP y cuyo incuestionable éxito está atrayendo a        oferentes de múltiple pelaje: desde entidades financieras convencionales a        firmas de consumo. Entidades que, no pocas veces, buscan beneficios        superlativos aprovechando mercados de insuficiente competencia, fuerte        demanda, escasa formación y débil o inapropiada regulación. Entidades, al        tiempo,  que disponen de unos recursos y una capacidad de expansión        mucho mayores que las instituciones microfinancieras "normales" y que,        frente a la severidad del trabajo microcrediticio, ganan rápidamente cuota        de mercado con fácil financiación de consumo, impulsan el        sobreendeudamiento, actúan con criterios decididamente cortoplacistas, se        aprovechan de la baja formación de los clientes, les hacen aún más        dependientes e imponen en ocasiones precios de vértigo, consiguiendo con        ello espeluznantes beneficios. 
 
    Como        ha escrito un experto, estamos ante auténticos "animales con colmillos que        se ponen el traje de ovejas de las microfinanzas". Animales fieros que, en        palabras de Muhammad Yunus, están "conduciendo al microcrédito en la        dirección del usurero".
 
    Es sólo un        ejemplo, pero muy representativo: que revela el peligro inherente a la        generalización del interés empresarial por determinados nichos de la BDP        en función, exclusivamente, del alto beneficio potencial. Cuando esto        sucede, no sólo se producen situaciones puntuales escandalosas. La propia        competencia induce dinámicas perversas para el conjunto del sector:        marginación de la finalidad social, endurecimiento de las condiciones y        deterioro general de la calidad del producto.
       
    Ciertamente, la sostenibilidad empresarial exige        rentabilidad. Pero en el negocio con la BDP la rentabilidad debe ser        también un instrumento de la misión social y no sólo una vía de        enriquecimiento. Y toda empresa que se autoproclame responsable no debería        olvidar que -como se ha escrito- "hay algo profundamente indecoroso cuando        los muy ricos obtienen ganancias innecesariamente excesivas de los        intolerablemente pobres".
            Al margen, claro, de los riesgos que ello        comporta: para la sana sostenibilidad de la actividad empresarial, para        los clientes de la BDP e incluso para la economía general. ¿O es que el        trágico montaje de las hipotecas subprime no era una de esas formas        espúreas de negocio con la BDP?
       
     Quienes formamos Alternativa Responsable        creemos que se trata de manifestaciones de la peor ambición empresarial,        que no sólo chirrían frente a lo que debe entenderse por responsabilidad        social, sino que constituyen una despreciable forma de prostituirla. Más        que negocios con la base de la pirámide, puros y duros negocios a costa de        los desfavorecidos.
       
    Malas prácticas, en definitiva,  que, como        la propia realidad de las microfinanzas enseña, parece difícil combatir        sin el auxilio de una regulación y una supervisión más rigurosas. No sólo        para controlar las condiciones operativas de las entidades, sino también        para impulsar dos aspectos inexcusables en el buen negocio con la BDP: la        transparencia con los clientes y la información sólida sobre el desempeño        social.
       
 
Alternativa Responsable 
       
Juan José Almagro, Marta de la Cuesta, Javier Garilleti,        Marcos González, Jordi Jaumà, Ramón Jáuregui, José Ángel Moreno, José        Miguel Rodríguez e Isabel  Roser.
 
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